¿Los últimos ‘fablans’?

El aragonés subsiste en varios reductos del Pirineo gracias a la transmisión dentro de las familias y a la adaptación de los niños y las niñas, que mantienen su uso tanto en sus relaciones personales como a través de las redes sociales

Ánchel Reyes y Natxo Sorolla. Foto: Pablo Ibáñez.

Casi un tercio de las familias hablantes de aragonés (31%) han dejado de transmitir esa lengua como herencia a sus hijos. Eso hace que la comunidad de fablans, que los microdatos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y el trabajo del seminario permiten cifrar en 8.425 personas (otros 6.499 lo entienden, pero solo 6.923 lo leen y 4.010 lo escriben), encare un futuro “incierto”, a pesar de que la tradición se mantiene en el 56% de las casas y que otro 13% (uno de cada ocho fablans) la incorpora por otras vías, entre las que destacan la influencia de la pareja y la enseñanza en cursos y academias. Sin embargo, la merma de fablans supera el 20% en cada generación.

Los últimos reductos en los que el aragonés sigue siendo la lengua de uso en las relaciones personales y sociales se localizan en los valles de Benasque, Echo y Ansó, además de en la comarca de La Ribagorza, áreas en las que casi uno de cada cinco habitantes (19,4%) sabe hablarlo, un porcentaje bajo pero netamente superior al 2,9% que suponen los hablantes de la lengua entre el total de la población de la comunidad.

¿Cuál es el motivo de esa pérdida de hablantes? Básicamente, su densidad. O su dispersión, según se mire. Los trabajos sobre redes sociales (humanas, no virtuales) en esas áreas que el Seminario Aragonés de Sociolingüística presentó el pasado 19 de febrero en la Universidad de Zaragoza permiten hacerse una idea de la situación.

Así, los veinte municipios de la comarca de la Jacetania suman 17.863 habitantes, 17.535 distribuidos en 74 núcleos y otros 328 en diseminados. Uno de cada trece habla aragonés, aunque las oportunidades de utilizarlo varían mucho en función de donde vivan.

Más de un tercio de esos 1.312 hablantes (483) residen en Jaca, donde suponen menos de un 4% de sus casi 13.000 vecinos, mientras un volumen similar (472) se halla en el Valle de Echo, donde, entre los pueblos de Echo, Siresa, Embún y Urdiués suman algo más de la mitad del censo, de 879 vecinos, al que se le añade otro 15% de “pasivos” (131) que lo entienden aunque no lo usan. Eso hace factible comunicarse en aragonés con dos tercios de la población chesa, algo que en el valle de al lado, en Ansó, con 119 hablantes y apenas 80 “pasivos”, solo es posible con menos de la mitad. En la capital de la comarca resulta extraño oírlo en la calle.

“La situación es muy distinta según la población. En Jaca el aragonés no se escucha en la calle, mientras que en Ansó y en Echo hay una identificación muy fuerte tanto con la lengua como con su denominación local, el ansotano y el cheso”, explica el sociólogo Natxo Sorolla, profesor en la universidad Rovira i Virgili de Tarragona y miembro del seminario, que ha dirigido el estudio sobre el uso de la lengua en la última de esas poblaciones.

“Falta mucho ambiente para practicar el aragonés. Hay hablantes, pero están dispersos, y eso no da la oportunidad de hablarlo”, fue una de las conclusiones de un grupo de discusión organizado en la cabecera de la comarca durante el trabajo de campo.

‘Soy de Echo y charro cheso’

¿Por qué Echo y no otro lugar? “Nuestro objetivo era hacer una radiografía sociolingüística del aragonés –señala Sorolla-, y Echo es la única población de la Jacetania en la que el aragonés sigue siendo la lengua de uso mayoritario, y eso nos permite estudiar mejor las interacciones entre las personas”.

Eso, no obstante, no significa que el aragonés sea la lengua predominante en todos los grupos de la población. De hecho, indica, también allí “está comenzando el proceso de sustitución lingüística”. Las familias bilingües utilizan el aragonés en casa, pero el 22% de las interacciones entre sus hablantes fuera de ellas se realizan en castellano. Y, entre los escolares, de primero de Primaria a segundo de ESO, el 74,2% de las conversaciones se realizan en castellano, un 12,2% en aragonés y un 13,7% con las dos.

“Esos datos son relativamente positivos para el aragonés en Echo, ya que la cuarta parte de las interacciones entre los escolares tienen componentes de esa lengua”, anota Sorolla, que recuerda que las cifras son similares a las que ofrece el catalán en el Baix Cinca y la Litera. “La mitad de los escolares tiene el aragonés como lengua familiar o lengua única, pero es normal que las interacciones en ella sean el 25%, ya que la lengua de interacción entre castellanoparlantes y hablantes de cheso es el castellano”, apunta.

En este sentido, Sorolla recuerda que “la lengua inicial emerge cuando cuando hay una masa social de hablantes, pero cuando esa masa se reduce también lo hace el uso”. “Es lo que se conoce como ‘efecto cobijo’ y como ‘efecto red’”, añade, con los que el uso de una lengua es inversamente proporcional a la dispersión de sus hablantes.

En el uso del catalán en las comarcas orientales de Aragón (Franja de Ponent o Poniente desde oriente y de Llevant o Levante desde occidente) influye la existencia de las llamadas tríadas, que vendría a ser la confianza en que quien se relaciona con quien yo me relaciono en una lengua lo hará en la misma, lo que anima a utilizar la minoritaria cuando el primero se dirige al tercero, aunque ese factor no afecta a los usos comunicativos en comunidades de pequeño tamaño como las del Pirineo, en las que todo el mundo sabe qué hablan los demás.

Presentación ene el Seminario Aragonés de Sociolingüística. Foto: Pablo Ibáñez.
Presentación ene el Seminario Aragonés de Sociolingüística. Foto: Pablo Ibáñez.

Mujer y despoblación

En Echo, cuyo valle, no obstante, perdió 187 fablans (un 28,3%) en una década en la que la población se redujo en 47 vecinos (un 4,7%), se dan varias particularidades que han llamado la atención del Seminario de Sociolingüística. Una es el hecho de que los escolares de mayor edad utilizan más el aragonés que los más pequeños, una tendencia cuyo mantenimiento resulta imposible de predecir y que no se debe a un cambio de estructura sociológica sino de uso. Lo utilizan más, principalmente por influencia de sus padres, que también lo hacen.

Sin embargo, unos y otros han trasladado el aragonés a las redes sociales, como wathsapp o Facebook, lo que supone un apoyo para su supervivencia. “El uso de la lengua escrita siempre refuerza su uso oral”, anota Sorolla.

Otra particularidad, en una comunidad de hablantes generalmente masculinizada en el mundo rural, es la importancia de la mujer como transmisor en este pueblo del Pirineo. El trabajo con los escolares reveló que “en Echo se trata de una lengua feminizada que transmite más la madre que el padre y que usan más las chicas que los chicos”.

Sin embargo, esa realidad esperanzadora para el mantenimiento de la lengua choca con otra tendencia histórica del mundo rural: la mujer, clave para asegurar la transmisión por su mayor contacto con el hijo cuando este aprende a hablar y por su mayor grado de herencia (la línea se interrumpe en un 27,4% de los casos, por un 36,3% en el progenitor), aunque también el padre, los abuelos y otros actores influyen en ese proceso, emigra más que el hombre. Entre los 43 escolares del pueblo, solo una de cada cuatro madres es chesa, frente al triple de padres.

“El principal factor para que una lengua se conserve es que sus hablantes la usen y la transmitan. Y, en este sentido, las migraciones pueden intensificar los procesos, ya que la clave está en el uso”, indica el sociólogo, que destaca que en Echo el aragonés “se está manteniendo más por las chicas en las edades tempranas, pero es más posible que ellas emigren y que, como consecuencia, cambie el equilibrio”. “Las políticas lingüísticas no sirven de nada si no van acompañadas de políticas de fijación de la población femenina”, añade.

El caso de Artieda

No obstante, también hay casos como el de Artieda, donde la organización de actividades culturales y sociales en aragonés ha hecho que esa lengua vuelva a oírse en la calle y en las actividades cotidianas.

“Hemos conseguido que los jóvenes normalicemos el uso del aragonés al dinamizarlo”, explica el sociólogo Ánchel Reyes, residente en Artieda y que está estudiando el impacto real de las actividades de dinamización de la lenguas incluidas en el programa ‘Empenta’.

En Artieda, una localidad zaragozana de 75 habitantes incluida en la Jacetania y situada a orillas del río Aragón, junto al pantano de Yesa, “había bastante gente con un nivel medio y medio-alto de aragonés, pero no lo utilizaban en sus conversaciones porque siempre lo habían hecho en castellano”, explica.

Cuatro años después de que dejaran de realizarse cursos de esta lengua, el programa ‘Empenta’, que ha incluido actividades de inmersión en aragonés, como cursos de cocina, una cata de cervezas o charlas, ha logrado empezar a darle la vuelta a esa tendencia.

“En el bar se oye cómo se pide un ‘goté’ (trago), y comienzan a producirse conversaciones mixtas, en las que se utiliza el aragonés y el castellano” cuando hasta hace poco únicamente se usaba la segunda, señala, al tiempo que destaca cómo la transición estás siendo más ágil entre los jóvenes que entre los vecinos de más edad.

Lengua curricular en la escuela

Otra pata importante para la supervivencia de una lengua es la escolar. En el caso de Echo, parte de los padres son partidarios de que los niños puedan estudiar más asignaturas en aragonés.

El sistema educativo aragonés incluye clases de aragonés en sus “zonas de utilización predominante” desde hace tres décadas, y ahora como optativa, mientras el catalán lleva años en el currículo de la ESO. Desde el curso 2016-2017 se ha abierto la posibilidad de que ambas pasen a ser la lengua vehicular en Primaria; es decir, la principal para impartir el grueso de las materias. Sin embargo, ningún centro educativo se ha acogido a esa posibilidad.

Según los datos de la Consejería de Educación del Gobierno de Aragón, 1.100 alumnos de 55 escuelas e institutos estudian esa lengua, que próximamente entrará en las escuelas de idiomas, mientras 34 ayuntamientos y cinco comarcas han solicitado que sus territorios sean declarados zonas de utilización preferente.

“El multilingüismo no es la excepción sino la norma”, explican fuentes del departamento, que esgrimen un dato contundente: en el mundo hay 200 Estados y más de 6.000 lenguas. Es una proporción de treinta a uno. “La realidad trilingüe de Aragón tiene que ser gestionada, pues más del 6% de su población tiene como lengua materna el aragonés o el catalán de Aragón”, añaden.

Autor/Autora

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies