Los días que dejaron el mundo visto para sentencia

Los últimos días de mayo serán recordados más allá de lo periodístico. Donald Trump visitó Europa, y en menos de una semana acabó con el orden diplomático vigente en los 60 años. Lo que suceda a partir de ahora es territorio desconocido.

Foto de familia de la cumbre del G7 celebrada en Taormina.

Durante mucho tiempo recordaremos los últimos días del mes mayo del año 2017. Seguramente de un modo oscuro: como el inicio de una época cuyo desenlace nadie se atreve a vaticinar. Recordaremos la gira de Donald Trump por Europa como el empujón definitivo.

Si los engranajes que hacen funcionar el mundo ya eran hasta la fecha injustos y nos conducían al desastre climatológico, social y político, el escenario internacional que se dibuja tras la última semana de mayo, acelera de forma drástica la crisis global que está sucediendo y está por venir.

El rearme de Europa

Primero fue la cumbre de la OTAN en Bruselas el 25 de mayo. Mientras toda la prensa se fijaba en las maneras ridículas del presidente estadounidense (empujón al primer ministro de Montenegro para salir en la foto incluido), lo verdaderamente transcendental ocurría en las conclusiones de la reunión: Trump quiere abandonar la OTAN. De momento la amenaza que el republicano prometió en campaña electoral no se hará real, pese a ello, sus declaraciones sobre el posible fin del tratado de defensa supusieron uno de los mayores cambios de paradigma diplomático desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En 1949 Estados Unidos y algunos países de Europa firmaron el Tratado del Atlántico Norte para combatir la expansión de la URSS (la expansión del comunismo). Además de esto, el pacto significó un proceso de desmilitarización del Viejo Continente sufragado por la fuerza militar americana. A partir de entonces y durante más de 60 años, muchas de las funciones bélicas de los países europeos de la OTAN han sido llevadas a cabo por las fuerzas militares de los Estados Unidos (inteligencia y seguridad).

La amenaza de Trump, a efectos prácticos y teniendo en cuenta la frase que Angela Merkel pronunció al cabo de una semana, lanza a Europa hacia el rearme: “Los tiempos en los que podíamos confiar completamente en otros, hasta ahora, han terminado”. Algo que queda más claro aún, si tenemos en cuenta que en 2014 los países miembros de la OTAN prometieron a Barack Obama aumentar hasta el 2% del PIB su inversión militar. De momento solamente Gran Bretaña, Estonia, Polonia y Grecia (la misma que está en medio de una crisis) cumplieron esa promesa.

En un momento histórico de fuerte escalada de violencia en tantos puntos del globo, el posible rearmamento de Europa es una mala noticia que paradójicamente consigue hacernos buena la OTAN. Una idea que demuestra lo lejos que está el mundo de alcanzar algo que se parezca a la paz global.

Reunión del G7

Después de la cumbre de la OTAN fue la reunión del G7 en Taormina durante los días 26 y 27 de mayo. Esta ciudad se encuentra a 60 kilómetros de la Base Aérea Militar de Sigonella, un enclave de la OTAN famoso por ser la base desde la que operan los drones que bombardean Oriente Medio o el Norte de África. Casualidad o no, lo cierto es que Donald Trump, de nuevo, volvió a marcar la agenda informativa con sus performances del teatro del absurdo (esta vez montado en un carrito de golf).

El G7, formado por Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Canadá e Italia, es aquel grupo de países cuyo PIB supone el 64% de la riqueza mundial. La suma de las poblaciones de los siete países, 758 millones de habitantes, representa algo más del 10% del total mundial. El G7, por lo tanto, es esa cumbre que escenifica la desigualdad a la perfección y que demuestra una vez más como la diplomacia ególatra tiende con frecuencia al fracaso.

Donald Trump se fue de la localidad siciliana haciendo estallar una bomba, otra más: quería volver a Estados Unidos para decidir si su país abandonaba el Acuerdo del Clima de París. Dicho acuerdo pretende evitar que el calentamiento global supere los 2ºC. De este modo se quiere mitigar el impacto que el cambio climático puede producir en el mundo, reduciendo entre un 26 y un 28% la emisión de gases contaminantes. Finalmente, Trump confirmó el pasado día 2 de junio que abandonaba el acuerdo. Por motivos supuestamente económicos, los Estados Unidos solo reducirán en 14% los gases contaminantes cuando son de lejos el país que más contamina del planeta.

Pese a los primeros momentos de pánico, algunos miembros de la comunidad científica empiezan a ver positivamente el desplante de Trump, pues a la postre puede suponer quitarse de encima el principal escollo para luchar contra el cambio climático.

No fueron los únicos temas de los que hablaron los siete líderes de las siete potencias económicas. La cumbre también se centró en dos aspectos más: refugiados y terrorismo. Mientras más de 2.000 migrantes eran rescatados en el corredor siciliano y 34 morían en las costas de Libia, el G7 afirmaba que: “La gestión y el control de los flujos migratorios requiere un enfoque de emergencia y a largo plazo”; nada nuevo bajo el sol. En su comunicado oficial, la cumbre añadía que “Mientras defendemos los derechos humanos de todos los inmigrantes y refugiados, reafirmamos los derechos soberanos de los Estados, individuales o colectivos, para controlar sus propias fronteras en su interés y seguridad nacional”; solucionar la crisis de los refugiados con más nacionalismo.

En lo que a terrorismo respecta, la cumbre concluyó: “Permanecemos unidos en nuestro común empeño de velar para que nuestros ciudadanos estén seguros y para que se mantengan plenamente sus valores y modo de vida, y actuaremos con la máxima firmeza para encontrar, eliminar y castigar, según proceda, a los terroristas y a quienes les apoyen en sus actividades”.

En resumidas cuentas, los líderes del 10% de la población defendiendo su acumulación de riqueza. No sabemos si en algún momento, los siete países llegaron a pensar que cambio climático, terrorismo y refugiados (en este orden exacto) tienen mucha relación.

Protestas contra el G7

Está de moda afirmar que los problemas del mundo se solucionan desde la política: dar soluciones políticas, tener altura política, trabajar políticamente. Parece un mantra recurrente que esconde una estrategia por deslegitimar cualquier forma de hacer política que no sea desde los gobiernos.

2.000 activistas se manifestaron en Taormina mientras 10.000 agentes de seguridad custodiaban la seguridad de los siete líderes de las primeras potencias del globo. Algunas crónicas de la cumbre afirman que los habitantes de la ciudad que viven en las zonas donde se tenían que producir las marchas, habían tapado con maderas las puertas de sus casas para evitar los destrozos. La manifestación transcurrió pacíficamente hasta que, cuando un grupo de activistas trató de romper el cerco policial, los agentes de la ley empezaron a cargar y a lanzar gases lacrimógenos.

En el recuerdo queda la última ocasión en la que una cumbre de estas características visitó Italia. En la reunión del G8 de 2001, Carlo Giuliani fue asesinado y 300.000 personas se manifestaron de forma pacífica al día siguiente; fueron literalmente masacrados. Desde entonces, el mundo ha cambiado, mucho.

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