Este aniversario parecía un buen momento para recuperar nuestra memoria en primera persona, porque Lisístrata fue una experiencia que nos marcó, en la que construimos un feminismo alegre, plural y radical, en una época en la que no había instituciones feministas, y prácticamente ninguna sensibilidad hacía el tema. Todo estaba por hacer.
Para ello, hemos recopilado en un blog los recuerdos de las Lisístratas que fuimos, que aún somos, porque el común denominador de las experiencias que se recogen es que Lisístrata nos cambió las vidas y se quedó a vivir en nosotras. Este pedacito de la historia del feminismo debe mantenerse en la memoria colectiva.
En Zaragoza Rebelde, Amparo Bella y Paz Cacho, en un completo artículo señalaban que “la existencia del Colectivo Universitario Lisístrata permitió que sustentara un deseo de crecer a partir de mi experiencia de ser mujer, también de encontrar referentes e interlocutoras válidas con las que llegué a sentirme no sólo querida, algunas de aquellas lisístratas siguen siendo mis mejores amigas, sino también y sobre todo me sentía autorizada para llevar a la práctica muchas ilusiones que indudablemente llevábamos en nuestros corazones, por jóvenes, por ingenuas, por críticas, por subversivas, por esperanzadas, y porque sin saberlo o denominarlo así, yo creo que hacíamos política de las mujeres, esa que conjuga lo de dentro y fuera en una doble dirección, lo privado y lo público y se mide siempre en las otras mujeres por aquello de situarnos en un simbólico femenino distinto al patriarcal, en un orden simbólico libre”.
Y recordaban que “el grupo surgió en 1983-84 entre algunas inquietas que ya nos conocíamos de las movilizaciones en los centros de enseñanzas medias, contra las expulsiones del colegio de Matute en las Fuentes, en las movilizaciones feministas a favor del aborto y siendo tan jóvenas, en el viaje a las Jornadas Feministas de Granada en 1979, otras pertenecían al entorno “rojillo” del movimiento estudiantil universitario, el grupo contestatario Akelarre que se reunía en la Delegación de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras o la Candidatura Chamarasca de la Facultad de Ciencias por una universidad democrática”.
Lo maravilloso de Lisístrata para mí -Esther Moreno- fue su heterogeneidad y la cantidad de mundos que conectó. Hubo o hay Lisístratas en la Librería de Mujeres, en Greenham Common, en Mujeres de Negro, en el movimiento por la Insumisión, en Ecologistas en Acción, en Mujeres Creando de Bolivia, en la Muestra Internacional de Cine de Mujeres, en el colectivo Ruda, en el GL-GL, en el Seminario Interdisciplinar de Estudios de las Mujeres de la Universidad de Zaragoza, en el Movimiento 8M... De Lisístrata me ha quedado el gusto por enredarme con feministas para casi todo y, ahora que soy mayor, el intentar siempre abrir los espacios para que otras acudan, con nuevas propuestas, y nos enriquezcamos mutuamente. No volvería al pasado, pero cuento con él, con ellas, para seguir viviendo una vida feminista, en la que la política y los afectos, también los conflictos y los cambios, se cruzan y nos permiten avanzar.
Lisístrata -señala Eva Ponz- nos abrió una ventana a las teorías feministas, a debates y actividades solo con mujeres y a temas que, hasta entonces, nos sonaban a chino porque pertenecían al mundo adulto al que todavía estábamos llegando. Mujer y Trabajo, Tecnologías de reproducción asistida, Mujer y Cárcel, Sexualidad y lesbianismo, Violaciones, etc. Absorbimos todo lo que llegó a nuestras manos hasta que fuimos capaces de crear. De los debates, de las lecturas, de los momentos y vivencias compartidas surgieron folletos divulgativos, acciones, cineforum, mesas en las aperturas paralelas y debates en diferentes facultades, incluso en Derecho.
Las Lisístratas brillábamos -escribe Ana Mastral-. Resplandecíamos no solo en las manis o en cualquier acto en la calle, brillábamos también en nuestras reuniones internas. Lisístrata nos formó como pensadoras, organizadoras, luchadoras. Hoy sigo agradeciendo ese aprendizaje que me ha hecho más sabia y más consciente. Y me regaló amigas que siguen siendo imprescindibles.