Las ‘Premoniciones’, la ciencia y la valentía institucional

Escribimos esta apresurada “nota de prensa” a colación de la presentación el pasado martes día 25 de abril del libro titulado ‘Premoniciones. Cuando la alerta climática lo justifica todo’, en el Salón de Grados de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza. Se trata obviamente de la reseña del acto más que del propio libro (porque apenas hemos podido leer 30 ó 40 páginas desde ayer) y ésta tiene la intención fundamental de poner de relieve la valentía que demostró el Decano de la Facultad de Ciencias. Éste, en la presentación del acto, respondió a los comentarios inadecuados …

Escribimos esta apresurada “nota de prensa” a colación de la presentación el pasado martes día 25 de abril del libro titulado ‘Premoniciones. Cuando la alerta climática lo justifica todo’, en el Salón de Grados de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza.

Se trata obviamente de la reseña del acto más que del propio libro (porque apenas hemos podido leer 30 ó 40 páginas desde ayer) y ésta tiene la intención fundamental de poner de relieve la valentía que demostró el Decano de la Facultad de Ciencias. Éste, en la presentación del acto, respondió a los comentarios inadecuados recibidos a través de las redes o de mensajes personales. El seguimiento de los medios a la convocatoria, además, fue casi nulo. La respuesta del Decano a todo ello fue la de apoyar sin fisuras la celebración de un evento científico-académico, defender la libertad de expresión y de cátedra y la ¿obviedad? de que el conocimiento se construye estudiando fenómenos, cuestionando hipótesis y argumentos y a través de controversias razonadas. Lo contrario se llama dogma, y es propio de otros espacios.

Hemos comenzado resaltando la importancia de este gesto de valentía personal e institucional pero, evidentemente, son los propios autores quienes han mostrado el arrojo, ya desde el principio del proyecto, de cuestionar un discurso dominante tan asentado que la mera puesta en duda convierte a quienes lo hacen en objeto de menosprecio, de trabas a la proyección de su trabajo e incluso de cosas peores. Defender ideas a contracorriente es, sobre todo, realmente agotador; extenuante. Arriesgar una carrera académica, la valoración pública de una labor científica y hasta la propia salud, por la pura voluntad de construir conocimiento y sin intereses espurios subyacentes, es y será un acto que merece reconocimiento; independientemente de que se esté de acuerdo con los argumentos o se disienta respecto de ellos.

Si hacíamos la primera referencia al posicionamiento del Decano es, fundamentalmente, porque quienes hemos sufrido furibundos ataques político-mediáticos y sabemos perfectamente que media docena de titulares sensacionalistas lanzados en unos pocos días pueden segar el trabajo de veinte años de estudio y trabajo, sabemos también que este tipo de demostraciones públicas son las que hacen falta. Seguramente hubiera sido muy fácil para el Sr Decano decirle a los autores que había algunos problemas y protestas y que era mejor no presentar el texto en la Facultad, pero que les daba su apoyo personal. Obviamente, cuando se dan este tipo de ataques mediatizados, como también sabemos de sobra, todos esos mensajes de apoyo privados (de gente cercana y, casi siempre, bienintencionada) se agradecen mucho, pero que lo imprescindible es que personas e instituciones den su soporte en público; que interpongan caras, cuerpos y cargos, y que arriesguen incluso su reputación en aras de defender los derechos, no sólo a la libre expresión sino a exponer y debatir en torno a controversias científicas.

Si estamos repitiendo constantemente el término ciencia es precisamente porque ante ello estamos, que nadie se equivoque. Conviene dejar claro en primer lugar que evidentemente no estamos ante dos enloquecidos propagandistas al servicio de Donald Trump, sino de dos académicos que, insistimos, no tienen otro interés que el de construir ciencia. El cuestionamiento de la “alerta climática” y lo que ello “justifica” (y no de los evidentes, indiscutibles e inevitables cambios en el clima) no está planteado por “opinólogos” a sueldo de la derecha más recalcitrante, por tertulianos televisivos que pretenden saber de todo, ni por extremistas neoliberales (valga la redundancia...) que lo que quieren es seguir esquilmando la naturaleza. Bien al contrario, se dice desde la conciencia de los problemas del planeta y por parte de personas que en todo caso hacen una crítica clara a una de las (según valoran ellos) pantallas propagandísticas y de malversación de la ciencia del capitalismo verde, como demuestra por ejemplo este párrafo del libro:

“Nosotros afirmamos aún mucho más, no sólo que los ricos se hacen más ricos a costa de empobrecernos a todos cambiando el modelo energético, es que ellos han creado esta idea de Apocalipsis Climática, han generado opinión, han defendido todo tipo de iniciativas para lograr el apoyo social masivo, para ganar luego el respaldo político absoluto y finalmente el apoyo público sin límite, el consentimiento social ante cualquier actuación para finalmente ganar la batalla de hacer del planeta su cortijo verde propio, donde ganar dinero sin límite ni control”.

La crítica que los autores hicieron públicamente acerca del papel de las multinacionales en todo esto no deja lugar a dudas del lugar desde el que se expone. Éste, en cualquier caso, no es un libro que defienda un posicionamiento ideológico en sí mismo; es un texto en el que, conocimientos y estudios mediante (la exposición de la historia de los cambios en el clima nos resulta particularmente interesante, por ejemplo) se exponen las insuficiencias de una hipótesis que, por cierto, nace de círculos conservadores y que, a su juicio, malversa la ciencia para ponerla al servicio del beneficio económico. Como siempre ocurre bajo condiciones capitalistas, por otro lado...

Evidentemente, ni Javier del Valle ni Alfonso Tarancón (ambos con currículos que no cabrían en esta página web, por cierto) niegan los infinitos desastres que algunos de los insensatos homínidos supuestamente sapiens están provocando en el Planeta (No todos, afortunadamente. Sobran las consideraciones etnocéntricas en la misma medida que un correcto análisis, también científico, del sistema capitalista en el que estamos insertas). La contaminación, la esquilmación y destrucción de los ecosistemas, etc., sí que está fuera de duda y, además, en el (para ellos pequeño, respecto a otros factores) margen de acción que tenemos respecto a las alteraciones climáticas, promueven que actuemos responsablemente y no al servicio de intereses “económicos” (crematísticos, en realidad) tan delirantes como inconfesables. Lo que están negando (y, lejos de rechazar el término, lo devuelven como un boomerang a quienes, para ellos, niegan los datos científicos) es el alarmismo establecido como un mantra, como una especie de paraguas ideológico que, como se dice en el propio subtítulo del libro, “lo justifica todo”. Un constructo que se utiliza desde para presionar a gobiernos y establecer dudosas formas de reconversión industrial (en lugar de para buscar un sistema de vida más sensato y armónico, añadimos nosotros) hasta para justificar proyectos de investigación académicos de dudoso fundamento.

No pretendemos aquí, evidentemente, defender el punto de vista de los autores en todos los planos (evidentemente, nos surgen algunas objeciones; en lo que podemos hacerlas: no en cuestiones en los que ellos son especialistas y nosotros absolutos ignorantes: eso, por habitual, no deja de ser un exceso inaceptable) pero sí reconocer su honestidad intelectual y, por supuesto, sus vastísimos conocimientos y las décadas de trabajo que hay detrás de ellos.

Efectivamente (y es a lo máximo que podemos llegar sin leer el texto completo sino sólo algunas partes y tras haber escuchado la presentación) algunos comentarios anexos al estudio sí adolecen, a nuestro juicio, de tener una visión algo plana y simplificada del movimiento ecologista, y de partir también de una mirada un tanto superficial tanto de las ciencias sociales como (y casi como consecuencia de ello) de un inadecuado análisis estructural del sistema genocida, etnocida, y ecocida, delirante y criminal, en el que vivimos. Pese a ello, un sincero agradecimiento por su valentía e intenciones y, de nuevo, al Decano de la Facultad de Ciencias, por mantener los principios dignos de ese nombre.

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