Lágrimas

Juegos Olímpicos. Hombres y mujeres maduros en plenitud física, con unos musculosos cuerpos esculpidos por el esfuerzo y la actividad deportiva, compendio de la fortaleza, la habilidad y la pericia en su disciplina deportiva, lloran. Hombres y mujeres maduros formados para el sacrificio, el sufrimiento, el esfuerzo, el afán de superación, la competitividad y la superación de las adversidades, lloran. Detrás hay horas de trabajo, de preparación, de entrenamiento, de tecnificación deportiva, mucho dinero invertido por sus Estados, por sus clubes, por ellos y ellas mismos en la búsqueda del éxito deportivo. Han vivido por y para su actividad deportiva, …

CHA
Jorge Marqueta (CHA).

Juegos Olímpicos. Hombres y mujeres maduros en plenitud física, con unos musculosos cuerpos esculpidos por el esfuerzo y la actividad deportiva, compendio de la fortaleza, la habilidad y la pericia en su disciplina deportiva, lloran. Hombres y mujeres maduros formados para el sacrificio, el sufrimiento, el esfuerzo, el afán de superación, la competitividad y la superación de las adversidades, lloran. Detrás hay horas de trabajo, de preparación, de entrenamiento, de tecnificación deportiva, mucho dinero invertido por sus Estados, por sus clubes, por ellos y ellas mismos en la búsqueda del éxito deportivo. Han vivido por y para su actividad deportiva, apoyados por su opulenta sociedad y en una pequeña fracción de tiempo, por una decisión inadecuada, un golpe de mala suerte o por cualquier otra circunstancia mínima, no consiguen el triunfo deportivo. Los y las deportistas de los países más desarrollados lloran. Son un icono, una imagen de triunfo para sus sociedades. Más allá de la recompensa económica, la derrota es solo en un juego, pero lloran. Tendrán reconocimiento a su esfuerzo y otras oportunidades, otros campeonatos, otras posibilidades de victoria, pero lloran.

Siria. Unos niños y niñas son sacados de los escombros de sus casas bombardeadas. Los niños y niñas de apenas unos pocos años, frágiles, con unos cuerpos todavía infantiles, con el aspecto débil y vulnerable propio de sus edades no lloran. Un niño aparece cubierto de polvo y sangre, atónito, descalzo, sentado en una ambulancia, se toca las heridas causadas por el derrumbe de su hogar bombardeado, pero no llora.  Desconocen el paradero de sus padres y sus hermanos y hermanas, pero no lloran. Solo han vivido la guerra. No conocen otra cosa que la violencia y la guerra, su futuro es incierto, pero no lloran. Nadie está preparado para malvivir en un ambiente de odio y destrucción y los menores, menos que nadie. Utilizaremos su imagen, como la del menor refugiado ahogado en una playa europea, y pronto los olvidaremos y la guerra continuará, esos menores no tendrán más oportunidades ni muchas posibilidades de tener una vida digna y estarán inexorablemente marcados por la tragedia, pero no lloran. Quizá le espere una supervivencia miserable, o la huida hacia una frontera que los rechace o la muerte, pero no lloran.

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