La vida cínica

Nadie obliga a amar a los animales, al igual que nadie obliga (o no debería) obligar a amar a personas que sobreviven penurias y atraviesan mares y tierras yermas. Sin embargo, el respeto y la empatía siguen siendo valores que nos hacen más empáticas y más honradas. Dicho esto, el respeto y la empatía no abundan, no son divertidos, no venden, no enganchan, aburren. Los programas electorales son un copia y pega de manifiestos más o menos indignados o anquilosados, según el color de la pancarta. Las instituciones ignoran el sufrimiento de miles de animales repetidamente. Y además, las empresas …

Nadie obliga a amar a los animales, al igual que nadie obliga (o no debería) obligar a amar a personas que sobreviven penurias y atraviesan mares y tierras yermas. Sin embargo, el respeto y la empatía siguen siendo valores que nos hacen más empáticas y más honradas. Dicho esto, el respeto y la empatía no abundan, no son divertidos, no venden, no enganchan, aburren.

Los programas electorales son un copia y pega de manifiestos más o menos indignados o anquilosados, según el color de la pancarta. Las instituciones ignoran el sufrimiento de miles de animales repetidamente. Y además, las empresas son las embajadoras del cinismo más recalcitrante.

Mientras hay personas que se desviven por sus colonias de gatos invisibles, mientras las voluntarias de las protectoras pierden la vista haciendo manualidades con las que recaudar algo de dinero para pagar radiografías y tratamientos de perros desechados por los cazadores, mientras algunas raras mujeres de las palomas viajan repetidamente a las clínicas para recuperar patas y sanar buches de pichones huérfanos, mientras hay personas buenas que buscan ayuda para una oca enferma en el canal de la que ninguna dependencia pública defensora de (algunos) animales se hace responsable... mientras ocurre todo esto, una empresa lechera insulta a la audiencia con un anuncio cínico de una explotación ganadera en la que un romántico explotador canta a sus vacas con arrebato, roba a sus terneros y acaricia a animales esclavos que acabarán con un disparo entre los ojos. Todo ello, con una canción setentera de Joe Cocker de fondo: "me pareces tan bonita, ¿no lo ves?, eres todo lo que espero". Indignante.

Conozco a muchas personas que han percibido la burla de mal gusto, personas no necesariamente activistas, ni veganas, ni siquiera vegetarianas. No todo vale, no debería.

Por cierto, la empresa en cuestión raya el doctorado en desvergüenza al comercializar bebidas de soja para apagar conciencias y, a golpe de plantación colosal, acabar de destruir el planeta. Gracias, publicidad.

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