La risa floja

Pues sí amigos. Ya estamos en el 2021. Y como ya vaticinaron los coros de las sombras, una tercera ola de la pandemia amenaza con desbordar nuestro sistema sanitario. ¿Quién podía preverlo? ¡Ay que sí! Que resulta que todos los indicativos, teniendo en cuenta la relajación de medidas en el periodo navideño, señalaban que el virus iba a saltar de persona en persona con la voracidad de un elfo desquiciado. Pero es más fácil lavarse las manos con hidrogel, apelar a la responsabilidad individual de la ciudadanía y diluir la responsabilidad en un maremágnum de normas autonómicas que tomar medidas impopulares …

lambán

Pues sí amigos. Ya estamos en el 2021. Y como ya vaticinaron los coros de las sombras, una tercera ola de la pandemia amenaza con desbordar nuestro sistema sanitario. ¿Quién podía preverlo? ¡Ay que sí! Que resulta que todos los indicativos, teniendo en cuenta la relajación de medidas en el periodo navideño, señalaban que el virus iba a saltar de persona en persona con la voracidad de un elfo desquiciado. Pero es más fácil lavarse las manos con hidrogel, apelar a la responsabilidad individual de la ciudadanía y diluir la responsabilidad en un maremágnum de normas autonómicas que tomar medidas impopulares como hizo la Merkel.

Por otro lado, lo lógico habría sido preparar nuestro sistema sanitario. Tampoco. Mientras esperábamos el maremoto a pecho lobo no se aumentaron ni personal ni recursos. Se despidió a la mayoría de los refuerzos y la contratación siguió siendo tan precaria y temporal como siempre.

Así es como tratamos por estos lares a los que exigimos ser héroes y heroínas y salvarnos la vida. A hostia limpia. Eso sí, entre porrazo y porrazo, ovaciones y aplausos.

¿Y qué me dicen de la vacunación? ¿No tuvimos tiempo para organizar logísticamente el asunto? A mi modesto entender hubo voces autorizadas, clamores desde atención primaria, que avisaban del caos que se avecinaba. Una muestra más de la total ausencia de sensibilidad ante un sistema exanguinado de forma deliberada durante décadas y diferentes gobiernos.

¿No es sospechoso que, para solucionar el colapso que ellos mismos han creado con su inoperancia, algunas comunidades ya se están planteando recurrir a empresas privadas para desarrollar la campaña? ¿Solo me chirría a mí que el dinero común se vaya a manos particulares en vez de invertirse en engordar la sanidad de todas y todos?

Durante el confinamiento tuvimos el ensueño de que esta amarga experiencia no sería en vano. Hasta servidora, que es una recalcitrante pesimista, quiso creer en el espejismo de que, como sociedad, íbamos a valorar más lo prioritario para el bienestar común. Y no hay nada más imprescindible que una sanidad pública que cuide de la ciudadanía.

Aprendemos poco y mal. Tenemos floja la memoria y de eso se aprovechan los de siempre para hacer sus negocios con nuestra pasta. Nada nuevo bajo el sol de España.

Y cómo no dedicarle unas palabras al ministro Illa, al que todo este lío de la vacuna le coge con el culo torcido mirando a Barcelona. No se puede estar a setas y a rólex. Más cuando de ello depende la salud y, por ende la economía, de todos los territorios del estado del que es ministro. Si yo fuera votante en Cataluña no me fiaría de un tipo que abandona el timón en medio del temporal para prometer pilotar otra nave. Ahí lo dejo.

El ministro saliente es un tipo triste. Una especie de Eugenio venido a menos al que no me extrañaría verlo despedirse tal que: " Saben aquel que diu de un ministro de sanidad que iba a por rólex...?" Descacharrante. No se pierdan sus últimas funciones. Aunque viniendo de él, quizás deberíamos rectificar y decir sus últimas de-funciones.

A mí también me entra la risa floja. Pero no porque el sr. Illa tenga puñetera gracia. Es que se me está yendo a chorros la cabeza, con este panorama.

¡Vamos a por 2021! Con un par, sin aprensiones. ¿Puede ser peor que el 2020? Mejor no contesten a esto.

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