La entrevista de Yolanda Díaz

El pasado jueves la ministra de trabajo Yolanda Díaz hizo una entrevista en RadioCable que ha resultado polémica por unas declaraciones poco afortunadas sobre la izquierda real, a la que calificó de esquinita pequeña y marginal y sobre los partidos a los que definió como un obstáculo. Y es que Yolanda Díaz también tiene derecho a equivocarse y nosotros la obligación de decírselo si queremos avanzar, pero lo cierto es que mayoritariamente ni se le permite, ni se le dice. El hiperliderazgo de los proyectos políticos, que hoy se da con Yolanda como ayer se daba con Iglesias, mata los …

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Alberto Cubero.

El pasado jueves la ministra de trabajo Yolanda Díaz hizo una entrevista en RadioCable que ha resultado polémica por unas declaraciones poco afortunadas sobre la izquierda real, a la que calificó de esquinita pequeña y marginal y sobre los partidos a los que definió como un obstáculo. Y es que Yolanda Díaz también tiene derecho a equivocarse y nosotros la obligación de decírselo si queremos avanzar, pero lo cierto es que mayoritariamente ni se le permite, ni se le dice. El hiperliderazgo de los proyectos políticos, que hoy se da con Yolanda como ayer se daba con Iglesias, mata los debates situando a la mayoría en la admiración y a una minoría, seguramente como reacción de esto, en la hipercrítica.

Lo que más desapercibido ha pasado de la entrevista es su crítica a los partidos, me temo por hegemónica, aunque no deja de ser contradictorio que Yolanda que siempre ha militado en partidos y que es diputada y ministra por la coalición de partidos Unidas Podemos, ahora los vea como un obstáculo. Plantear como dijo que las construcciones sociales son “de la gente” y querer abrir un proceso de escucha “de la gente” para el año que viene, es contradictorio con despreciar a los partidos que no son más que mucha gente organizada, más aún en un momento que a diferencia de hace una década no hay precisamente un aluvión de personas participando en la vida política al margen de los partidos.

Fue precisamente la clase obrera la que dio origen a los partidos de masas con el objetivo de defender sus derechos. Desde luego los partidos no son perfectos en tanto en cuanto están compuestos por personas, pero representan intereses colectivos, no generarán tanta ilusión, pero son más democráticos que los hiperliderazgos y si son un obstáculo, lo son para que lo individual se anteponga a lo colectivo. Despreciarlos supone a largo plazo hacerle el juego a la antipolítica, que no solo rechaza a los partidos también difunde la cantinela de que todos los políticos son iguales, incluida Yolanda, abriendo así la puerta a otras opciones muy peligrosas.

Es cierto que los hiperliderazgos generan ilusión, pero esa ilusión hay que organizarla y eso es un partido. Sin organización y militancia, la ilusión se acaba apagando pues los hiperliderazgos quedan expuestos a un mundo mediático controlado por grandes corporaciones privadas que o los amoldan o los destruyen. Pero además los partidos son ideología y programa.

Igual soy yo que ando encasillado en mi esquinita, pequeña y marginal, pero soy más de ese cartel del Partido Comunista Italiano de los 70 con un simple “Vota comunista” y el logo del PCI. 12.6 millones de votos tuvo ese año el PCI, un 34% de voto nada pequeñito y marginal. No fue necesario el rostro del candidato y no porque Enrico Berlinguer no tuviera carisma, era porque lo que se votaba era al Partido y sobre todo su programa.

Me preocupa que mientras todavía no hay un programa ya se apele a la transversalidad, se diga que no somos ni de derechas ni de izquierdas y se califique a la izquierda real como “pequeñita y marginal” ¿Tiene motivo para hablar de forma tan despectiva de “la izquierda a la izquierda del PSOE? Según el CIS, lo cierto es que tan pequeña no es pues el 27% de los españoles se autoubican entre 1, 2 y 3 en la escala ideológica (Pedro Sánchez es ubicado en torno al 4). Y en las últimas elecciones generales los partidos a la izquierda del PSOE sumaron el 21,7% de los votos, una cifra poco marginal.

Esta apuesta por la transversalidad nos devuelve al viejo debate de si tenemos que adaptar nuestras ideas a lo que piensa la mayoría (y así ser mayoritarios) o si por el contrario debemos tratar que nuestras ideas sean las mayoritarias. Yolanda en esa entrevista parece apostar por el atajo de defender ideas que ya son hegemónicas y que no son ni de izquierdas ni de derechas como la sanidad pública, según ella. Creo que se equivoca, la sanidad pública es de izquierdas. Una cosa es que sea un derecho universal y otra que todos lo defiendan, que haya votantes de derechas que defiendan la sanidad pública (igual que hay votantes de izquierdas que son machistas) no hace que la sanidad pública sea defendida por igual por la derecha que por la izquierda. Los servicios públicos y los derechos de la clase trabajadora los defiende la izquierda, la derecha defiende la privatización y los intereses de la patronal, como la ministra de trabajo bien sabe.

Es un error esa transversalidad “atrapalotodo” pues acaba trasmitiendo la idea de que da igual a quien votes para defender tus derechos, pero también lo es, porque su único objetivo es dar el sorpasso al PSOE en lo electoral. Y es posible que lo logres, pero tienes el peligro de sustituirlo, de convertirte en él (no olvidar Syriza). Frente a ese atajo de la mercadotecnia electoral debemos tratar ser mayoría en la calle, dar la batalla ideológica en lugar de asumir las ideas mayoritarias de mayor rentabilidad electoral.

Lo cierto es que el proyecto de Yolanda comienza por el camino correcto para esa batalla ideológica haciendo del mundo del trabajo la centralidad de su proyecto, solo por eso la izquierda transformadora deberíamos prestarle atención e implicarnos en ello. Después de una década de ambigüedad calculada, la realidad de la clase trabajadora con toda su complejidad es el eje vertebrador, por ello su apelación a la transversalidad nos dejó a muchos descolocados. Pues no hay nada menos transversal que el conflicto capital-trabajo con el que Yolanda convive diariamente.

Esa centralidad del mundo del trabajo tiene un enorme valor tanto cuantitativo como cualitativo, pues la clase trabajadora es el mayor sujeto político en términos numéricos. No olvidemos que los principales sindicatos de este país siguen siendo con diferencia las mayores organizaciones en número de afiliados (solo CCOO tiene un millón de afiliados). Pero también la clase trabajadora tiene un valor cualitativo pues esa contradicción capital-trabajo continúa siendo la fundamental sobre la que se articulan todos los debates. Sin embargo, no debemos olvidar que esa contradicción es antagónica e irreconciliable, por lo que un proyecto centrado en el mundo del trabajo debe tener el conflicto como motor y no solo el dialogo y la concertación como hasta ahora. Los derechos se conquistan en huelgas como la de Cádiz.

No se trata solo de que la clase obrera hable en la mesa del diálogo social o en ese proceso de escucha que Yolanda nos propone para el año que viene, se trata de que clase obrera haga, se organice y tome el protagonismo de este nuevo ciclo político. Es la mayoría social trabajadora la que debe ejercer el liderazgo del proceso y debe hacerlo desde el conflicto pues sólo de esta manera llegaremos a representar a la mayoría social, no por amoldarnos al “sentido común”, sino porque nuestras ideas lleguen a ser hegemónicas. Hay que ser mayoría, pero no sólo para gobernar sino para transformar que es lo que la gente necesitamos.

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