El PSOE ganó las elecciones en 2019 con el compromiso recogido en su programa electoral de aprobar una Ley de bienestar animal que garantizase “una relación respetuosa hacia todos los seres vivos”; compromiso que se recogió literalmente en el programa de Gobierno de Coalición PSOE-Unidas Podemos.
Tras diez meses elaborando el proyecto de Ley, que recibió miles de alegaciones y necesitó miles de horas de negociación entre ministerios, por fin ha llegado a las Cortes Generales con el visto bueno del PSOE y UP. La primera ley estatal de protección animal es sin duda un texto pionero, aunque en mi opinión aún podría ser más amplio y mejor. Y de repente, el golpe.
La soga de los cazadores se deslizó a través de algunos barones socialistas en forma de enmienda para asfixiar el acuerdo. Una enmienda que deja sin protección a los animales empleados en actividades profesionales y presuntamente deportivas. La enmienda del PSOE, escrita al dictado del lobby cinegético, hace suyo el discurso de la derecha y se pone al servicio del PP y de Vox en su pretensión de vampirizar el mundo rural.
Pero en el siglo XXI no cabe la voz de quienes miran el futuro hacia atrás, no cabe esa España de Los santos inocentes y sus zulos galgueros exigiendo que aquellos perros más vulnerables queden fuera de la Ley. Si tratan tan bien a sus perros, como dicen reiteradamente, ¿por qué tienen miedo los cazadores a la ley de protección animal?
Como dice la abogada y activista Ana Moreno, "el PSOE tiene una clara disonancia cognitiva, critica el maltrato animal y con su enmienda van a dejar en la más absoluta indefensión a los perros que no vivan dentro de casa”. Es algo tan aborrecible, tan de un país sin códigos éticos, que nos conduce sin freno hacia atrás, cuando precisamente esta Ley quería conducirnos hacia adelante, hacia una Europa acorde con el siglo que vivimos, un siglo donde el respeto y el trato ético hacia los animales da pasos cada vez mayores.
Sé que hay mucha gente dentro del PSOE peleando para que esta enmienda se retire, no quiero olvidar el enorme esfuerzo que algunos parlamentarios están haciendo para que esta Ley ampare a todos los perros sin excepción. Hacia ellas y ellos va todo mi respeto, que no impide mi desprecio más absoluto hacia quienes apoyan con esa enmienda que los perros más vulnerables sean excluidos.
En Zaragoza no tenemos ese maravilloso autobús rojo que ha paseado por Madrid expresando el rechazo a las enmiendas del PSOE y al que ha acudido gente de la cultura para mostrar su apoyo, pero sí tenemos la posibilidad de concentrarnos ante la sede del PSOE para exigir la retirada de la enmienda. PACMA ha convocado el próximo domingo, día 16, en varias ciudades, también en Zaragoza (calle Conde de Aranda, nº 138). Una cita a la que no se puede faltar. Nunca hemos estado tan cerca de dar un paso tan importante en las políticas públicas de protección animal. No podemos perder esta oportunidad.
Hace diez años pasé varios meses acudiendo cada domingo a las afueras de la ciudad a un refugio semiclandestino que albergaba decenas de perros recogidos por un pequeño grupo de voluntarios. Justo al lado de este lugar, otros perros eran “almacenados” entre semana por cazadores. Aquella experiencia me permitió conocer muy de cerca la realidad de los perros de caza.
Un año en el que mis tres compañeras y yo compartíamos café y bocadillo con algunos cazadores, aguantando estoicamente situaciones muy duras, y lo hacíamos porque al final de cada mes podíamos liberar a tres o cuatro perros de los cheniles malolientes donde estaban encerrados.
Cada trago de café compartido alrededor de una improvisada hoguera con aquellos cazadores, entre chistes nauseabundos, nos acercaba a la liberación de algún animal. De aquel año me llevé muchas cosas, tres catarros brutales, garrapatas, dos costillas rotas, dolor de estómago y varios perros.
Estos días tan revueltos, los recuerdos de Canela, Lobo, Aso, Gira, Tor y Lus, algunos de los perros que conseguimos arrebatar a los cazadores, están más vivos que nunca. Pero aún lo están más aquellos que murieron en algún zulo que nunca pudimos descubrir. Ojalá hubiéramos tenido entonces una Ley de Protección animal como la que hoy defendemos, una Ley donde acogernos, un marco legal para defenderlos y ampararlos.
Va por todos los perros, pero también por quienes luchan cada día por hacer de este país un lugar más digno. Un país digno del siglo XXI.
Todos son los mismos perros, todos merecen y necesitan la misma ley, sin exclusiones.