La desescalada y la vuelta a los pueblos

Llega la desescalada, volvemos a esa “normalidad” que algunos y algunas llaman “nueva”, como si no fueran contrapuestos esos dos conceptos. Si una cosa es “nueva”, no puede ser “normal”. Lo nuevo es diferente y, por eso, no puede ser normal, porque lo normal sigue una norma, está normalizado. Pero no es de esto de lo que hoy voy a hablar. “Ya llega la desescalada, ya podemos viajar, ya podemos ir al pueblo”, son algunos de los comentarios más oídos. Hay otros tales como “ya se puede ir a los bares”, “ya vuelve el futbol”, “ya podremos ir a las …

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Llega la desescalada, volvemos a esa “normalidad” que algunos y algunas llaman “nueva”, como si no fueran contrapuestos esos dos conceptos. Si una cosa es “nueva”, no puede ser “normal”. Lo nuevo es diferente y, por eso, no puede ser normal, porque lo normal sigue una norma, está normalizado. Pero no es de esto de lo que hoy voy a hablar.

“Ya llega la desescalada, ya podemos viajar, ya podemos ir al pueblo”, son algunos de los comentarios más oídos. Hay otros tales como “ya se puede ir a los bares”, “ya vuelve el futbol”, “ya podremos ir a las playas y hoteles”. Cierto. El Gobierno considera controlada la pandemia y decide levantar el estado de confinamiento.

No puedo resistirme a decir que la decisión de restringir el derecho fundamental de la libertad de circulación, junto con el innegable esfuerzo y trabajo del personal sanitario y el de otros y otras trabajadores y trabajadoras que han mantenido las actividades esenciales, ha sido fundamental para evitar el colapso sanitario y decisivo a la hora de reducir las posibilidades de contagio y las consecuencias del COVID 19.

Dicho todo esto, tal y como nos siguen advirtiendo y avisando, el virus no se ha ido, sigue por ahí esperando cualquier oportunidad para atacarnos. Todos los días conocemos nuevos brotes, que se controlan, es verdad, pero que siguen llevando gente a los hospitales y que son la evidencia de que hay que seguir teniendo mucho cuidado.

La desescalada, el recuperar el derecho de movimiento, el derecho a viajar a nuestros pueblos, a nuestras segundas residencias, lleva unas obligaciones que cumplir. Esto es algo que tenemos que tener muy claro porque no es discutible. Las normas y obligaciones que haya en cada momento hay que cumplirlas.

Me dice alguna gente que esas cosas están pensadas para las grandes ciudades, que en “nuestro” pueblo las cosas son diferentes. Puede ser, es lógico pensar que en las grandes ciudades hay que tomar más precauciones, aunque vemos lo que pasa en las terrazas y bares, aunque conocemos botellones y fiestas, aunque vemos manifestaciones que no cumplen esas normas. Lamentablemente vemos que hay gente que no tiene el mínimo nivel de responsabilidad.

Así que puedo compartir eso de que “en el pueblo las cosas son diferentes”, pero lo que no comparto es esa visión particular de algunas gentes que asocian el poder ir al pueblo con “volver a la normalidad”, volver a lo de siempre, y volver al pueblo como siempre hemos ido.

Mal vamos si no entendemos, y asumimos, que no volvemos a la normalidad. Que el maldito bicho, para el que todavía no hay vacuna, ni ha funcionado la esperada “inmunidad de rebaño”, sigue por ahí, que puede acompañarnos a cualquier sitio que vayamos.

Ciertamente, se acaba el estado de alarma, podemos movernos, pero hay unos mínimos que afectan a todo el territorio, que obligan a todos los pueblos por muy pequeños que sean. Son normas de prevención, sanitarias, de limpieza y desinfección y de distancia social de seguridad que hay que cumplir porque, perdón por la insistencia, el coronavirus sigue. Ya saben que, por eso, porque el virus sigue dando vueltas, se han suprimido las fiestas patronales y los eventos que significan aglomeración de personas.

Tengamos en cuenta, al volver a movernos, al volver a nuestros pueblos, que, en bares, restaurantes, hoteles, comercios... es el dueño o dueña el/la responsable del cumplimiento de las obligaciones sanitarias y, por ello, responsable de los incumplimientos. En las Iglesias es el cura. En los espacios y equipamientos públicos es el Ayuntamiento.

Aquí, en las responsabilidades de los Ayuntamientos conviene recordar la realidad de nuestro territorio.

El 55% de quienes residimos en Aragón lo hacemos en las ciudades de Zaragoza y Huesca. Tenemos 731 municipios. El 86% de ellos no llegan a los 1000 habitantes, de ellos hay 332 que no llegan a los 500 y 85 que están entre los 500 y los 1000.

De esos 332 que no llegan a 500 hay 210 municipios que su censo no llega a las 100 personas, y de estos hay algunos que no llegan los/as 50 vecinos/as.

Eso significa que muchos de esos Ayuntamientos, que tienen la responsabilidad de aplicar las normas higiénicas, sanitarias, de desinfección y de seguridad en sus espacios municipales, deben resolverlo sin personal, sin policía local, sin alguacil, sin cuartel de la guardia civil, sin presupuesto para este gasto sobrevenido. Por eso muchos ayuntamientos, convencidos de su obligación de anteponer la seguridad y la salud a otras consideraciones, han decidido mantener cerradas las instalaciones y no abrir las zonas colectivas porque no pueden cumplir, ni siquiera económicamente, las obligaciones que marcan las autoridades sanitarias.

Es decir, que, aunque los Ayuntamientos, y las gentes que viven todo el año en los pueblos a los que ya podemos ir, se alegran del reencuentro lo que esperan es la empatía y solidaridad suficiente como para mantener ese estado de vigilancia permanente ante el virus.

Luego está la responsabilidad colectiva y la individual de cada uno y cada una. Ahí no entro, cada uno y cada una sabrá lo que tiene que hacer.

Así que sí, volvamos al pueblo, vayamos a nuestras segundas residencias, pero hagámoslo siendo conscientes de lo que nos seguimos jugando si nos relajamos del todo. Volveremos a nuestros pueblos y lo llevaremos como mejor podamos. Seguro que seremos capaces de disfrutar de nuestro pueblo, de las buenas gentes que allí nos juntamos y de los/as amigos y amigas que allí tenemos.

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