La Argentina en el polvorín

Todo hace suponer que en marzo la situación puede estallar en Argentina. Las reformas iniciadas por el gobierno de Mauricio Macri están suponiendo un lastre para unas clases medias y populares cada vez más pauperizadas.

Manifestación 'Memoria, Verdad y Justicia' del pasado 11 de enero. Foto: Albert Alexandre (AraInfo)

Los hechos de diciembre

Es verano en Buenos Aires y nada hace suponer que la Argentina esté inmersa en un momento convulso de su historia reciente. Pese a que las movilizaciones son frecuentes en la capital e incluso reúnen a miles de personas como en el caso de la protesta que tuvo lugar el 11 de enero, parece que las fuerzas se están guardando para cuando se reanude el curso lectivo: “En marzo se va a armar un buen quilombo”, dice un profesor de comunicación universitario y miembro de SUTEBA, el sindicato de educación más importante de la capital. “Hacía tiempo que no se veían imágenes tan contundentes como las de diciembre, pero todo hace pensar que en febrero o marzo volverá a suceder lo mismo”, añade el hombre recordando las manifestaciones ocurridas hace algo más de un mes.

El 19 de diciembre se produjo una huelga general contra la reforma jubilatoria de Mauricio Macri que dejó imágenes de violencia y represión policial de las que los y las argentinas todavía no se han repuesto, y que se saldó con 23 detenidos y más de 100 heridos. La reforma, votada y aprobada en el Parlamento, equipara las pensiones con la inflación -disparada en Argentina- y para las personas mayores supone una pérdida adquisitiva grave.

Los recortes de verano

Es la primera acción de ajuste del presidente de derechas al que en Argentina llaman Macrigato en alusión a la pleitesía que, como el animal de compañía hacía el amo, rinde a los Estados Unidos y a los poderes económicos internacionales. Sin embargo, la reforma jubilatoria es solo el principio. Durante el verano ya se han empezado a vislumbrar las líneas maestras de la política que Macri seguirá en el futuro y que tiene como objetivo adelgazar hasta la anorexia la presencia del estado en detrimento del sobrepeso del sector privado.

En enero, desde la formación del presidente, Cambiemos, se ha llevado a cabo un ataque sin cuartel hacia el sindicalismo. En medios de comunicación macristas como Clarín aparece hasta el hartazgo la noticia de Marcelo Balcedo, un líder sindical que amasó una importante fortuna de forma fraudulenta y que se ha fugado a Uruguay. Lo que no se explica es que Balcedo proviene del macrismo. Con la repetición insaciable de la noticia y la estigmatización del sindicalismo se abona el terreno para poder imponer nuevos recortes sin tener que negociar con las organizaciones gremiales de trabajo.

Cuando no es mediático, el ataque de la derecha hacia los sindicatos se torna mucho más agresivo. El 20 de enero, Roberto Baradel, secretario general de SUTEBA (Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires), recibía amenazas a través de internet: “Te avisamos que no te metas más con el gobierno. Pudiste ser parte de todo esto, peto decidiste ser el enemigo, ahora te vamos a hacer desaparecer”, decían las intimidaciones que han sido localizadas en Panamá.

El modus operandi antisindical parece estar dando sus “frutos”: el 17 de enero Macri firmaba un decreto que modifica los términos de negociación de los sueldos entre el estado y los y las docentes y que deja fuera de las llamadas “paritarias” a las organizaciones gremiales.

El educativo no es el único sector que el macrismo está dispuesto a reformar. También la sanidad argentina se encuentra en pie de guerra por el proyecto de Cobertura Universal de Saludo (CUS) del Gobierno. Según afirma el diario Alternativa Socialista de la organización Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), mediante este plan Macri quiere convertir el sistema sanitario argentino -plenamente ya universal y público- en un sistema de atención médica basada en la “segregación, dado que los que puedan pagar más accederán a más servicios y los que no, a una cobertura mínima”.

Todo esto ocurre mientras las clases medias y populares de la Argentina, las mismas que hicieron posible el recambio del kirchnerismo por el macrismo, viven un proceso de pauperización como consecuencia del encarecimiento del coste de la vida. Según Luis Bruschtein, subdirector del diario argentino Página 12, “con los últimos aumentos del 70% que se aplicarán entre enero y abril, la electricidad argentina estará entre las diez más caras del mundo y siguen los cortes de luz peor que antes”. Esto es todavía más sangrante en Buenos Aires, una ciudad en la que el sueldo medio es de 16.000 pesos -687 euros-, pero en la que los precios de alquiler son más altos que en ciudades como Madrid o Barcelona, y en la que la cesta del supermercado es más elevada que en Zaragoza.

Del populismo a las reformas neoliberales

En 2015 sucedió lo inexplicable: Cristina Fernández de Kirchner era espoleada de la presidencia argentina. La corrupción fue el motivo que “acabó” con la líder del Partido Justicialista. Todavía hoy se escuchan numerosas voces en Buenos Aires que explican la admiración que sienten muchas personas hacia el kirchnerismo. “Cristina era una mujer culta y elegante”, dice un hombre que trabaja repartiendo publicidad de un restaurante en el barrio de la Boca. “Cristina es como yo, su padre era conductor de colectivos y desde un ambiente humilde estudió y llegó a la presidencia… es una mujer del pueblo que además legalizó los matrimonios igualitarios”, afirma un ingeniero. En Argentina, la política se confunde con el personalismo y Macri -antiguo presidente de Boca Juniors- explotó a la perfección esa característica nacional.

Hasta 2017, “el gato” mantuvo una política de bajo perfil. Fue entonces, con la victoria en las elecciones legislativas del país de ese mismo año, cuando el presidente empezó a aplicar sus medidas de ajuste más profundas; esas medidas que aplauden grupos como la Organización Mundial del Comercio, el G-20 -del que Argentina es presidenta en 2018- o el Foro de Davos -evento que empieza el 23 de enero y al que asiste Macri.

Pensiones, educación, sanidad o trabajo van a cambiar en la era Macri. A esos elementos, para entender el verdadero rostro de Cambiemos, hay que añadir la represión que ha iniciado Macri contra los pueblos indígenas argentinos y que de momento se ha saldado con las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Una moderna “campaña del desierto” en la que se vislumbran los tics y deudas del Gobierno de Macri a la dictadura argentina.

El país se encamina hacia un futuro oscuro de recortes y degradación social. O eso, o en marzo, con el inicio de las clases universitarias -el estudiantado es un sector clave para la dinámica de movilizaciones del país- el polvorín estalla.

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