Huele a repetición

Análisis post-20D de José Antonio Luque

Ha hablado el pueblo soberano y ha expresado su opinión en las urnas. Ahora toca esperar las decisiones que van a adoptar los dirigentes de las diferentes formaciones políticas. Estos días ya estamos teniendo unos adelantos de por dónde van a encaminarse sus movimientos.

Mariano Rajoy está moderadamente satisfecho, el Partido Popular ha conseguido arrancar algunos de sus objetivos aunque hayan sido pobres y logrados a duras penas.

El primer objetivo alcanzado ha sido no perder la llave que abre la cerradura de la puerta para iniciar un proceso constituyente, sus 123 diputados le confieren más del tercio de la cámara que necesita para poder bloquear la modificación de la Constitución del 78. Además de ser recomendable acometer una reforma de tal envergadura con la implicación de todas las fuerzas representadas en el Congreso, en el caso que nos ocupa es imprescindible por la propia aritmética parlamentaria. Mucho nos tememos que el PP no está por la labor de arreglar algo que a ellos le funciona a las mil maravillas tal y como está.

Otro de los objetivos cumplido ha sido el de ganar las elecciones. Han vuelto a ser la opción más votada, aunque parezca extraño siguen contando con una masa fiel de votantes que sostienen firmemente su zona de confort. La pérdida de más de tres millones de votantes representa la devolución de votos prestados que ha estado disfrutando desde el primer descarrilamiento del PSOE de Felipe González. La elecciones de 1993 fueron un punto de inflexión en el crecimiento de los Populares, arañaron votos con una supuesta centralidad en sus posiciones, posiciones de “Centro” que le habían otorgado un crédito de esos millones de sufragios que en la actualidad han tenido que devolver.

Las lealtades de sus votantes son al mismo tiempo suelo y techo. Crecen vendiendo centrismo y descienden cuando aparece otra posibilidad centrista como sucede en estos momentos con Ciudadanos

Y aquí aparece uno de los emergentes: Ciudadanos. Su explosión en el Congreso ha quedado lejos de las expectativas creadas, ni los empujones recibidos a través de las encuestas previas ni la sobresaturación mediática a la que nos han sometido han provocado el efecto deseado. Nacido para sustituir la vieja máquina de la derecha o cuando menos paliar su caída, no ha conseguido ni lo uno ni lo otro. Por una lado se ha quedado corto, no parece que vaya a ser el repuesto inmediato y por otro lado tampoco ha conseguido número suficiente para servir de bastón de apoyo. Ni fu ni fa.

Por las declaraciones de Albert Rivera comprobamos que tienen los pies fríos, el escrutinio les ha despertado de su sueño de convertirse en el baluarte de liberalismo presentado como moderación de centro. Sabe Albert que tenía una oportunidad de oro para convertirse en la pieza de repuesto de una derecha cansada de escándalos y harta de tener siempre las mismas caras en el cartel. A pesar de los esfuerzos de sus patrocinadores los números son bastante peores de lo previsto. Queda como marginal sin ninguna capacidad de influencia en los asuntos de importancia.

Otro de los actores, Pedro Sánchez, actúo durante su rueda de prensa como era previsible, se mostró contento por no descender a los infiernos aun cuando la escalera que usa es claramente la de bajada.

Ya siente el aliento de Podemos en la nuca y Susana comienza a demandar su hegemonía en el partido. El catastrófico resultado conseguido por el candidato en Madrid, comparado con la solidez del partido en Andalucía, deja a Pedro a merced de los capitostes del aparato. Poca o ninguna capacidad de maniobra por mucho que proclame su aspiración a repetir como Secretario General. Esa será su intención otra cosa es conocer cuál será la intención de Susana. Algunos de los Barones ya se han definido y desde la plácida atalaya que les proporcionan sus sillones en las presidencias de las respectivas Comunidades Autónomas empujan a Pedro a la oposición. Ellos no ven reparo en recibir apoyo de Podemos, pero se lo niegan a Sánchez en virtud de unas líneas rojas que no se deben traspasar. En el caso de Castilla La Mancha y de Extremadura las líneas deben ser de color rosa pálido u otro tenue color fácil de soslayar.

Todos los partidos están empujando a Rajoy para que forme gobierno como pueda. No puede solo, pero empujan para que lo haga. Ciudadanos se abstendrá, PSOE y Podemos estarán en contra. Las matemáticas no fallan, estas actitudes conducen a nuevas elecciones.

La postura de Pablo Iglesias es la más diáfana en esa dirección, en su primer análisis manifestó las exigencias que iba a poner encima de la mesa para apoyar una candidatura. Por supuesto que es consciente que el PP ni le escucha pero ¿el PSOE? Pues haciendo el énfasis que usó como propuestas calificadas de “Inaplazables” e Imprescindibles” tampoco. Pablo hizo un brindis al sol con la copa de los socialistas. No está en manos de Sánchez atender sus demandas para alcanzar un acuerdo y él lo sabe. Iglesias podría ser la alternativa pero lo ha despreciado. Echará en falta el millón de votos de UP, con ellos sería la alternativa de Gobierno o tendría al PSOE tocado y hundido. En cambio tiene que variar la estrategia y hacer un ofrecimiento de colaboración que nadie va a aceptar. Un discurso para enardecer a los seguidores en su comparecencia pos electoral, pero poco más.

Con este panorama la impresión es que todos estarían contentos con una repetición de la cita.

El PP con la esperanza de recuperar parte de lo perdido, el PSOE rezando para detener la caída, Ciudadanos en busca de una segunda oportunidad y Podemos pidiendo ese debate y esa semana que le ha faltado ¿Esta vez en Unión con Garzón? Más que probable.

Con cualquier otra fórmula y una vez encaminados a otra cita con las urnas, Rajoy habemus.

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