Hartazgos

El de ayer noche y en el programa de la Sexta, fue el último. Harto de las mentiras, risas chocarreras y los aspavientos de repelentes personajillos como Eduardo Inda o Francisco Marhuenda, el académico y economista Juan Torres abandonó el espacio.

Frente a la indignidad y el comportamiento zafio y matón de estos personajes que se llaman periodistas, el profesor Juan Torres mostró una dignidad y una paciencia que le honran. Y así tras intentar sin éxito explicarse -Inda y Marhuenda le interrumpían constantemente- hizo lo que cualquier persona sensata haría en su lugar, salir del plató de la manera más honrosa posible, abandonando a la jauría liderada por estos maleducados.

No es la primera vez que esto sucede, que yo sepa fue la gran periodista y directora de Público Ana Pardo de Vera quien antes que Juan Torres ya abandonó el programa harta de los insultos de estos dos payasos de pacotilla.

Asistir al plató de La Sexta Noche, un programa que en sus primeros tiempos como espectadoras muchas seguíamos, se ha convertido en acto de riesgo, de riesgo de que si no te conviertes en uno de ellos, empleando ese lenguaje y comportamiento por el que desde hace mucho es conocido, terminaras harto, por no decir otra cosa, de las interrupciones e insultos de los contertulios que interrumpen e impiden hablar a quien ha sido invitado a participar.

En el plató de La Sexta, como en otros muchos espacios en los que habitualmente nos movemos se han perdido las más elementales normas de educación y convivencia. Mandan los maleducados, los matones, los insultones, los bufones y los arribistas. Mandan los Inda y Marhuenda de turno, aquellos que buscan la confrontación barriobajera y la descalificación del contrario al grito de “por que yo lo valgo”

El de La Sexta no es más que el reflejo del mal que aqueja a esta sociedad y a sus miembros. Se ha perdido la costumbre de dialogar, de hablar con el contrario, de exponer nuestras ideas y escuchar las que nos cuenta el de enfrente sin hacer de ello una batalla de insultos y descalificaciones.

No sabemos escuchar, ni dialogar sin discutir, tampoco sabemos disentir sin sentirnos ofendidos por lo que escuchamos a nuestro interlocutor. Nos hemos convertido en censores, a veces como en el caso de Marhuenda e Inda, auto investidos con los ropajes de la Inquisición. Una Inquisición que juega en un circo de tres pistas, que puede parecerle a algunos divertido, payasos le sobran; que ayuda a otros a pasar sin plantearse muchas reticencias la noche del sábado, pero que tiene un trasfondo muy preocupante.

Poco a poco hemos caído allí donde nos querían llevar, en un estercolero en el que nos hacen creer que todos, invitados, políticos y espectadores, son como esos dos individuos y toda la calaña que les acompaña. Una alevosa compañía que no solo puebla platós sino que también crecen como setas en Parlamentos, Ayuntamientos, Universidades, redes sociales o incluso en tu Comunidad. Para muestra las actuaciones de algunos auto elegidos detentadores de la defensa de las esencias de la radicalidad o de algunas minorías.

Hoy más que nunca se impone como primera medida esa recomendación tan sabia que dice: Cierra la televisión y abre un libro” Y después una buena ración diaria de tolerancia y respeto para todas. Yo por si acaso me tomaré dos.

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