Gobierno acompañado

Parece que Sánchez quiere ser discípulo de esa parte de la España bicéfala que intentando ser progresista reniega de sus compañeros de viaje en siglo XXI por miedo como parte de la sociedad española de los judíos en tiempos de la inquisición o el miedo al comunismo y anarquismo ciertos sectores del frente popular en la guerra civil, o como también lo tuvieron los aliados después de la Segunda Guerra Mundial con Stalin para no liberar a España, abandonando el país en manos del dictador. Sánchez que pregona planes estatales y si no rectifica va a regalar el estado a …

Pedro Sánchez durante la segunda sesión del debate de investidura. Foto: Congreso

Parece que Sánchez quiere ser discípulo de esa parte de la España bicéfala que intentando ser progresista reniega de sus compañeros de viaje en siglo XXI por miedo como parte de la sociedad española de los judíos en tiempos de la inquisición o el miedo al comunismo y anarquismo ciertos sectores del frente popular en la guerra civil, o como también lo tuvieron los aliados después de la Segunda Guerra Mundial con Stalin para no liberar a España, abandonando el país en manos del dictador.

Sánchez que pregona planes estatales y si no rectifica va a regalar el estado a esa España que se alía con los que buscan satisfacer sus afanes personales económicos o ideológicos.

Esa España que ha sido de clases y de castas, donde la procedencia o el entorno o la religión o el barrio siempre ha tenido más valor añadido que el personal, donde se cuece el amiguismo y la familiaridad a fuego lento hilando madejas que luego son difíciles de desenredar pero, eso si, satisfaciendo los "afanes" a todos los comensales.

Sánchez va a volver a dejar que esa nueva España amiga de Salvini y Le Pen que añora la dictadura, heredera de la inquisición que expulsó a los judíos y los musulmanes, la que desprecia el mestizaje, la negacionista con el cambio climático, que era residual políticamente hasta hace seis meses, pueda aumentar más su nuevo volumen de voz si las derechas ganan las elecciones, lo hace por los miedos de siempre teme más a su compañero de viaje que a la cabeza contraria que lo único que pretende es decapitarlo para quedarse sola como hizo la iglesia con los judíos o la dictadura después de la guerra civil.

Con los tiempos que corren y las ínfulas, también de derechas, que algunos gastan por lo propio, lo más inteligente sería no convocar elecciones intentar apaciguar los ánimos y poner cordura en todo los que guste o no guste se tiene que afrontar tanto a nivel social, climatológico, territorial, político, económico, legislativo... y de una vez gestionar, en este caso mejor acompañado.

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