Abres la aplicación, eliges y en 20 minutos llega todo cuanto deseas. Nunca había sido tan fácil que se cumplieran tus deseos y además con la conciencia tranquila, creando empleo “colaborativo” sin huella ecológica.
La novedad de estas revolucionarias empresas ha pillado de improvisto a la sociedad y ni siquiera la justicia es capaz de seguirles el ritmo. Mientras que Deliveroo recibió la primera condena en Valencia por contratación de falsos autónomos y autónomas, recientemente una jueza de Madrid ha estimado que en Glovo prima la libertad de la plantilla.
En medio de esta confusión, las repartidoras y repartidores, abren cada día la aplicación a la espera de la próxima aventura y cada vez que pides comida, una bala vibradora, o un aftersun, la rider trae consigo una pesada mochila cargada de precariedad, inseguridad laboral y ansiedad por conseguir el cinco en tu cuenta.
El capitalismo, ya se sabe que no anda muy ducho ni en empatía y ni en apoyo mutuo y prefiere dividir la sociedad entre consumidores y consumidoras a las que estafar y una plantilla a la que explotar. De esta forma, alguien que abre la aplicación desde su sofá deja de pensar que algún día podría abrir la aplicación desde la bici y poco importa si llueve y patinan las ruedas o si el cierzo te frena la bici, lo importante es que ya puedes pedir sushi sin moverte del sillón.
Kiko ahora trabaja en Deliveroo y si sufre un accidente tiene derecho a baja y puede cancelar el pedido sin sufrir consecuencias negativas, algo de lo que carece la plantilla de Glovo: “Si te caes de la bici y rechazas el pedido o te retrasas la aplicación te penaliza y además no tienes seguridad social”.
Él hace tiempo que decidió dejar Glovo para empezar en Deliveroo, una empresa donde “se cobra más y te quitas el estrés”. Según este repartidor, esto no se debe a que su actual empresa sea más ética o solidaria con la plantilla, sino que lleva más tiempo en activo y por lo tanto, “ha recibido más demandas que le han hecho corregir las pésimas condiciones laborales”.
Al margen de lo que pueda llegar a cobrar una repartidora o repartidor al mes – entre los 600€ por unas 6 horas al día en Glovo o los 1.000€ en Deliveroo –, la gran diferencia entre ambas empresas es la estrategia de motivación que sigue con su plantilla.
En Glovo la máxima es la “ambición constante”, ser cada vez mejor y más veloz y, por supuesto, conseguir siempre los objetivos que marca la empresa riesgo de sufrir una penalización. “Te dicen que consigas 18 pedidos en un fin de semana, al final te conviertes en una calculadora”, explica Kiko.
Mientras, en Deliveroo tienen la misma presión con los pedidos pero confía más en la motivación de conseguir un mayor sueldo sin líneas rojas, pruebas o marcas. Básicamente se basa en que si quieres conseguir un buen sueldo tienes que aceptar pedidos y si es en horas de alta demanda y en fines de semanas al final de mes tendrás una “buena cifra” en tu cuenta corriente.
Dos modelos distintos pero ambos dentro del sueño del capitalismo, la independencia que se convierte en inseguridad y ansiedad de no saber si los kilómetros recorridos son suficientes para llegar a fin de mes.
Por si eso fuera poco, bajo la fórmula de la autonomía y de “ser tu propia jefa”, la empresa introduce en el juego la figura del trabajador o trabajadora solitaria que pese a contar con decenas y decenas de compañeros y compañeras, apenas se relacionan salvo cuando se encuentran a la puerta de los restaurantes y comercios.
Ahí es donde ha entrado la variable, la brecha dentro del sistema o el punto ciego del capitalismo, los y las riders se conocen, intercambian sus teléfonos y crean grupos en las redes sociales en los que comparten sus opiniones acerca del chiringuito que se han montado las mal llamadas empresas de “economía colaborativa”. Lo cual ha originado algunas experiencias de cooperación y lucha colectiva dentro de lo que parecía el plan perfecto para afianzar el individualismo.
Mensakas, la cooperativa de reparto a domicilio
La plataforma de lucha RidersXDerechos ha dado el paso y además de continuar luchando por mejorar la situación de los y las falsas autónomas ha lanzado una aplicación para crear una red que cree “puestos de trabajo dignos y siga combatiendo la precariedad”. Según asegura esta coopertativa, la aplicación Mensakas y su equipo de ocho personas operará inicialmente en algunas zonas de Barcelona pero el objetivo a largo plazo es poder extender el modelo a otras ciudades.
“Queremos ofrecer así una opción para que todo el mundo puedan consumir de forma socialmente responsable a través de su smartphone”, aseguran desde la plataforma.

La huelga arrancó en Zaragoza
El pasado domingo 9 de septiembre la plantilla de Glovo en Zaragoza se organizó para convocar la primera huelga del sector. Desde que vieron amenazada la única compensación a esa inseguridad y ansiedad han decidido plantar cara a las abusivas condiciones de la empresa. Este viernes, Barcelona va a continuar con la estrategia empleada en la capital aragonesa y parará durante las horas de alta demanda.
El motivo por el que han arrancado esta huelga es el bonus de alta demanda, la empresa quiere eliminar el plus que paga por trabajar durante los fines de semanas y en las horas de más pedidos. En otras palabras, las horas en las que la empresa más beneficios saca y que suele coincidir con festivos y horarios de noche.
Por ello, han elaborado una lista de máximos y este viernes pararán durante las 3 horas de alta demanda y se concentrarán para denunciar que las condiciones laborales lejos de ir en aumento al ritmo que crecen los beneficios de la empresa, cada vez son más precarias. Aumento en las tarifas, que se valore por separado el reparto, la comida y la aplicación o tener la posibilidad de estar sin conexión sin que esto afecta a la puntuación, son algunas de las exigencias.
Lo cierto es que, en teoría, no tienen derecho a huelga porque no trabajan por cuenta ajena pero han conseguido encontrar la manera de paralizar la empresa aunque sea por unas horas muy valiosas.
Sin duda, esta parece una buena forma de rendir homenaje a ese alegato por la independencia y autonomía aunque el coste sea la penalización que paradójicamente te condena a no poder elegir tu horario de trabajo.