Francia inicia la demolición de parte del campamento de Calais

Las autoridades francesas han procedido este lunes al desalojo de parte del campo, con el fin de reubicar a los refugiados en una zona de barracones habilitados. Sin embargo, el nerviosismo entre los refugiados aumenta, temerosos de que el campo se convierta en una cárcel

Campo de refugiados de Calais. Foto: MaxPPP

Las autoridades francesas han comenzado la anunciada demolición, de parte del conocido como campo de “la jungla” en Calais, donde varios miles de refugiados viven, muchos desde hace meses, en busca de poder cruzar el canal que separa la Europa continental de las costas Inglesas.

La policía antidisturbios entraba en el campo en la madrugada de este lunes, para ayudar en la limpieza de una parte del campo, que las autoridades francesas planean crear una zona de seguridad, de unos cien metros, entre el campamento y la autopista adyacente, que conduce al Eurotúnel.

La semana pasada, el gobierno local en Calais anunciaba que una tercera parte del campamento, donde residen aproximadamente 1500 personas, de las 6000 que se calcula que habitan en el campamento, iba a ser destruida, y sus habitantes trasladados a una nueva zona acondicionada.

Sin embargo, el nuevo campo sólo puede realojar a unas 50 personas por día, lo que ha levantado la preocupación tanto en los refugiados como en los voluntarios, que consideran que cientos de residentes pueden quedar sin refugio.

El fin de semana, desesperados, algunos residentes han estado trasladando sus tiendas y chabolas de madera a un lugar seguro después de que las autoridades francesas les advirtieran de que las excavadoras llegarían a primera hora de la mañana de este lunes.

Mientras, otros refugiados fueron fotografiados reuniendo todas sus posesiones, incluyendo colchones y equipos de cocina en bolsas y mochilas listas para la mudanza. Se les ha ofrecido lugares en contenedores equipados con calefacción y tomas de corriente para la electricidad.

Sin embargo, este nuevo campamento puede albergar a unas cincuenta personas por día y muy pocos quieren desplazarse a ese zona de contenedores, por temor a que pudieran ser permanentemente atrapados allí y no poder continuar con sus desesperados intentos por conseguir atravesar el Canal de La Mancha.

Muchos de estos refugiados se muestran preocupados por el nuevo campamento, en particular por la toma de huellas a la que están obligados para poder acceder. Algunos piensan que este nuevo campamento es simplemente una cárcel. Otros se muestran reacios, pues creen que una vez conseguido el salto a Gran Bretaña, la identificación en Calais podría denegar su solicitud de asilo.

Voluntarios de diferentes ONG mostraban su disconformidad con unos plazos que consideran insuficientes para mover a más de 1.500 personas, entre ellos 300 mujeres y 60 niños, a sus nuevos alojamientos en contenedores.

"Los refugiados no están rechazando el nuevo campo de contenedores. Es el nuevo campo de contenedor sólo puede aceptar un máximo de 55 nuevas personas por día y esto está muy por debajo de los números necesarios” advertía un voluntario de HelpRefugee UK. "Mientras tanto, los refugiados se enfrentan a que sus precarias viviendas sean destruidas".

Las nuevas instalaciones están ubicadas en el corazón del campo, que ha ido creciendo en los últimos meses, al ritmo que aumentaban las medidas de seguridad para acceder al Eurotúnel. “La jungla” se ha convertido, en los últimos meses, en un barrio pobre, con comercios, mezquitas y una iglesia entre chabolas y tiendas de campaña.

Según los informes, hasta 6.000 personas se alojaban allí en los meses previos a la Navidad, aunque el número parece haber disminuido recientemente. Las autoridades francesas vigilan que no haya más construcciones con el fin de no atraer a más refugiados, y el objetivo es reducir la población del campo de Calais hasta las 2000 personas. Sin embargo, se calcula que entre 50 y 150 nuevos refugiados llegan todos los días.

En julio de 2015, en respuesta a las críticas de la ONU y algunas ONG en el terreno, sobre las penosas condiciones en las que los refugiados viven en Calais, el Gobierno francés se comprometió a invertir medio millón de euros en mejorar el campamento.

Sin embargo, las noticias de la inversión provocaron la furiosa respuesta, a principios de 2016, por parte del ex consejero de Empleo de Francia, Xavier Bertrand, quien culpó de Gran Bretaña de ser un “mercado laboral negro” que atraía a miles de migrantes a Calais.

De nuevo el argumento económico como excusa de la inhumanidad.

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