Fin de la intervención de MSF en el brote de Ébola en República Democrática del Congo

El brote de virus de Ébola que se declaró el pasado agosto en la provincia de Ecuador, en el norte de la República Democrática del Congo (RDC), está bajo control después de que el último caso confirmado se registrara el pasado 4 de octubre en la localidad de Boende.

Foto: Fernando G. Calero (MSF)
Foto: Fernando G. Calero (MSF)
Foto: Fernando G. Calero (MSF)

El brote de virus de Ébola que se declaró el pasado agosto en la provincia de Ecuador, en el norte de la República Democrática del Congo (RDC), está bajo control después de que el último caso confirmado se registrara el pasado 4 de octubre en la localidad de Boende. Médicos Sin Fronteras (MSF), que desplegó unos 70 miembros en la zona, ha retirado sus equipos aunque mantiene la vigilancia y, desde hace semanas, trabaja en mejorar la capacidad de las autoridades locales para responder ante cualquier eventualidad.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el brote ha contagiado a 66 personas y ha causado 49 fallecidos. Este brote se ha registrado en la provincia de Ecuador, la misma donde en 1976 se identificó por primera vez el virus en la cercanías de un afluente del Congo, el río Ébola.

Un brote de Ébola se suele dar por cerrado tras 42 días sin casos confirmados. “En el cierre de una intervención por Ébola normalmente existen dos plazos. El primero de ellos incluye los 21 días después del último caso registrado durante los que se realiza el seguimiento de los contactos de ese último paciente. Y después existe un segundo período de otros 21 días más que se usa como margen de seguridad”, explica José Mas, responsable de la intervención de MSF en la región de Ecuador.

“En MSF nos esforzamos para que exista una respuesta eficaz y contundente ante un eventual nuevo brote. En este caso, hemos traspasado a las autoridades locales un centro de tratamiento de Ébola operativo. Además hemos donado medicamentos y material de desinfección y el personal es el mismo que ha trabajado durante este brote así que está formado en la gestión de esta enfermedad”, afirma Mas.

La organización mantiene equipos situados en otras partes del país y podrían volver a la zona de inmediato en caso de una nueva alerta. Uno de esos equipos está situado en la cercana ciudad de Mbandaka, a orillas del río Congo, desde donde se puede activar una respuesta de emergencia.

MSF inició su intervención el pasado julio con el envío de un equipo de exploración para confirmar la existencia de Ébola en la zona y luego estableció, en colaboración con el Gobierno congoleño, dos centros de tratamiento en las localidades de Lokolia y Boende. En total fueron atendidas en estos centros 65 personas, de las cuales 25 estaban infectadas por el virus y 13 lograron recuperarse, mientras que 12 fallecieron.

Además de la atención en los centros de tratamiento, los equipos de lucha contra el virus realizaron también otras tareas como el seguimiento personas que entraron en contacto con los contagiados (se siguió a más de mil personas), la desinfección de viviendas y el apoyo para enterrar de forma segura a los fallecidos. Otra labor muy importante fue la sensibilización de la comunidad local sobre los riesgos del Ébola.

“En cualquier brote epidémico de Ébola el miedo a la enfermedad siempre supone un problema y además hay muchos malentendidos, rumores y falta de información. Y es justamente la información lo que ayuda a que se entienda la enfermedad y se pueda hacer frente a la epidemia”, detalla Segimon García, antropólogo y coordinador de los equipos de sensibilización de MSF en esta intervención.

A los miedos habituales que despierta cualquier epidemia de Ébola, en RDC se sumó el impacto que ha tenido el enorme brote del virus en África occidental. Los posibles efectos económicos de las medidas gubernamentales para atajar la epidemia incrementaron la preocupación y el rechazo entre la población local.

A diferencia de la situación en África occidental, el brote que acaba ahora en RDC, el séptimo que se registra en el país, ha sido lo que se puede considerar como un brote clásico. “En RDC ya había habido varios brotes de Ébola, pero se habían contenido, entre otras razones, porque tuvieron lugar en medio de la selva. Las distancias son mayores, las comunicaciones y transportes son muy complicados y la población se desplaza menos, por lo que el brote limita su extensión y el contagio resulta más difícil. Un enfermo acaba contagiando a muchas menos personas”, afirmó Núria Carrera, que fue coordinadora del centro de tratamiento de Boende.

Al factor geográfico se unió una respuesta que logró contener la epidemia en sus primeras fases. “Las medidas de contención, el seguimiento de contactos y el sistema de alertas y el cuidado médico de los posibles contagiados se dieron a tiempo”, concluye Mas.

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