Fin de ciclo y 'sorpasso' fallido: el papel de las fuerzas políticas

Echando la vista atrás nos encontramos con un ciclo de gran movilización roto y desaprovechado. Toda esa tensión y acumulación de fuerzas lograda a lo largo de una década, y que en gran parte terminó transformándose en una estrategia electoral no subordinada al movimiento popular, ha demostrado ser un fracaso. Podríamos hacer un balance positivo en cuanto a la experiencia adquirida, por la gran cantidad de sectores que movilizamos y la ilusión despertada, y por la esperanza en poder transformar nuestra realidad concreta para mejorar las condiciones materiales y de vida de la gente de este país. Pero la realidad …

Zésar Corella, concejal de Espacio Municipalista de Teruel Foto: EMT

Echando la vista atrás nos encontramos con un ciclo de gran movilización roto y desaprovechado. Toda esa tensión y acumulación de fuerzas lograda a lo largo de una década, y que en gran parte terminó transformándose en una estrategia electoral no subordinada al movimiento popular, ha demostrado ser un fracaso.

Podríamos hacer un balance positivo en cuanto a la experiencia adquirida, por la gran cantidad de sectores que movilizamos y la ilusión despertada, y por la esperanza en poder transformar nuestra realidad concreta para mejorar las condiciones materiales y de vida de la gente de este país.

Pero la realidad es que este ciclo movilizatorio finalizó y el nuevo escenario todavía no ha adoptado su forma definitiva. Son tiempos proclives a cambios rápidos propios de una descomposición económica en un contexto internacional incierto. Asistimos al auge de movimientos reaccionarios que mantienen a las fuerzas progresistas y de la izquierda en la inacción, sin saber cómo recolocarse en este nuevo ciclo en interés de los beneficios de los sectores y capas populares, que hoy parece que les han retirado su apoyo.

Sin la intención de hacer un análisis exhaustivo de los errores cometidos que nos han traído hasta aquí, sí pretendo apuntar algunas cuestiones sobre las que reflexionar colectivamente, en especial, sobre los límites de la actual estructura de partidos en base al papel que han desempeñado y que nos ha traído de nuevo a la casilla de salida.

Las altas tasas de desempleo, la inseguridad y los recortes en los sectores públicos pusieron de manifiesto la fragilidad en la que se encontraban las clases populares y trabajadoras tras décadas de implementación de las políticas neoliberales. El hartazgo hizo que la sociedad, especialmente la juventud, se movilizara por un cambio y porvenir distinto.

Diferentes formas de organización y protesta surgieron en la pasada década. Stop Desahucios logró poner en el centro del debate público la lucha contra la exclusión económica y social. Surgió el 15M, que canalizó el descontento y abrió la puerta a la politización de sectores desclasados. El levantamiento minero, con un fuerte componente obrero y que aportó continuidad histórica. Mareas sectoriales en defensa de lo público y las Marchas por la Dignidad, un horizonte de esperanza para una salida colectiva. Fueron muchos los aciertos de la izquierda social y política que ilusionaron, propiciando una amplia movilización social.

Con la irrupción de Podemos y su vertiginoso ascenso se desmovilizó la calle. Seguramente fue la consecuencia de la necesidad de otras formas de expresión, la institucionalización y el fruto del cansancio, no la causa de la paulatina desaparición de la protesta.

Se abrieron las puertas del cambio con candidaturas amplias que impugnaban el sistema, agrupando gentes de diversas tendencias y organizaciones, mayormente procedentes de los movimientos activos en años anteriores. Procesos lentos y plurales que aportaron un horizonte de sorpasso al PSOE.

En este contexto el mundo observaba el ascenso electoral de Syriza y su llegada al gobierno. El referéndum y posterior claudicación, que terminó con el sometimiento y humillación del Pueblo heleno por la Troika, desposeído por completo de toda soberanía nacional y popular.

En el Estado español las llamadas confluencias limitaron su actuación a las instituciones locales. Las grandes organizaciones no tuvieron una visión ambiciosa y el ciudadanismo vivía todo como una amenaza. Las viejas organizaciones pelearon con uñas y dientes para no perder protagonismo y las nuevas -con su práctica- favorecieron los intereses de las primeras.

Tras las elecciones vimos cómo se formaron gobiernos municipales con el PSOE en algunas ciudades y en otras se gobernó en solitario. En la mayoría de ellas, estas candidaturas simplemente entraron e hicieron oposición.

En lo que respecta a Aragón se logró el Ayuntamiento de Zaragoza, en solitario y en minoría. En la ciudad de Uesca se formó un gobierno con el PSOE y en Teruel el acuerdo se rompió antes de la cita electoral, obteniendo representación sin ningún papel relevante. En otras localidades de menor tamaño también se consiguieron buenos resultados y gobiernos.

En términos generales, los proyectos de unidad estaban fracasados desde su comienzo, y desde el día en que sus cargos tomaron posesión en el comienzo del verano de 2015 es cuando muere toda posibilidad de construir una alternativa. Algunas corrientes no estaban maduras para afrontar un proceso de tal magnitud y otras lo estaban demasiado como para compartir protagonismo y permitir que saliera adelante.

La articulación de un frente amplio, que respetase la pluralidad y en disposición de convertirse en primera fuerza de la izquierda en el campo social y político fue una ilusión temporal que generó gran desafecto y colocó a cada cual en su sitio, con sus prioridades, entre las que no estaba la articulación de un bloque hegemónico y de gobierno.

Por descontado, hay que señalar que no se consiguió el objetivo de sorpasso en Aragón durante aquella legislatura. Podemos, con similar fuerza electoral en Cortes de Aragón que el PSOE abandonó su presencia en Zaragoza en Común y entregó Diputaciones a IU. Renunció a formar parte del Gobierno de Aragón y en toda la legislatura solamente libró una batalla relevante, que no fue política: por colocar en la Presidencia de la cámara a una persona de su partido.

IU con la irrupción de Podemos volvió a contar con una paupérrima representación en Cortes de Aragón y se esmeró en hacer fracasar la consolidación de un proyecto unitario en Zaragoza que le restase relevancia y fuerza orgánica. Favoreció la ausencia de estructura organizativa en Zaragoza en Común y limitó la integración de otras corrientes en las estructuras reales de poder y decisión. Cómoda en este escenario por ser la organización más grande, acaparó recursos para sostener su propia estructura, en detrimento de las demás y del propio proceso político.

Las decisiones dejaron de tomarse en el Plenario para desplazarse a la Junta de Gobierno Local y el ámbito institucional. El autodenominado municipalismo, que tampoco quería compartir poder de decisión, contribuyó a esta dinámica de desamortización democrática y exclusión, lo que erosionó profundamente la incipiente organización y reventó el proceso.

El gobierno de Zaragoza en Común se caracterizó por la soledad con la oposición por parte de la totalidad de fuerzas del Ayuntamiento y el abandono en la calle de cada vez más y más sectores desencantados. Consecuencia directa de esta práctica es la pérdida de representación de CHA en el consistorio.

En términos de capacidad de influencia de la izquierda tenemos como resultado la atomización y debilidad política e institucional, fruto de la incapacidad de incorporar una visión de largo plazo a la práctica cotidiana de las organizaciones, que renuncian de antemano a articular una alternativa capaz de incidir en la realidad concreta en favor de la continuidad de sus estructuras previas.

El proceso nos enseña que no es posible construir una alternativa plural en estos términos y que forzarla provoca desmovilización generalizada. Resulta especialmente alarmante en el terreno organizativo, con una situación peor que en 2015. Consecuencia directa de esta debilidad es una práctica institucional caracterizada por la extendida claudicación de las fuerzas progresistas al proyecto de las élites desde 2019. La retórica revolucionaria y transformadora se contradice constantemente con la práctica.

La vía institucional tiene grandes límites, pero es necesaria si pretendemos impulsar un modelo alternativo. Tiene que estar subordinada a la estrategia del movimiento popular, pero al mismo tiempo tiene que servir para generar debates y condicionar políticas públicas.

Toda transformación se produce por el empuje de la calle, por lo que la militancia de izquierdas debe perseverar e impulsar espacios de acumulación que nos permitan mejorar las condiciones políticas y materiales. Igualmente hay que ser conscientes de lo sucedido en el último ciclo, para que no se cometan los mismos errores de desmovilización de la calle ni permitamos a quienes impusieron su visión cortoplacista que hagan de nuevo lo mismo.

Las candidaturas municipales pueden ayudar a generar de nuevo ilusión y contribuir en la articulación de polos transformadores. En algunos ayuntamientos la presencia de la izquierda no institucionalizada está introduciendo temas en la agenda pública.

Cierto es que la militancia está exhausta tras una década de movilización constante, y también lo es que está defraudada por el resultado de las diferentes fases electorales y la incapacidad de las organizaciones de izquierda de tener incidencia en las políticas públicas.

Estamos de nuevo en la casilla de salida, en peores condiciones tanto objetivas somo subjetivas, y el reto es aún mayor. Tras el fracaso de la etapa anterior toca reponerse y recomponer el movimiento popular para no desperdiciar otra década.

La correlación de fuerzas es hoy muy desigual y los grandes medios juegan un papel que condiciona la reproducción de nuestro discurso, propuestas y relato, y es por ello que se requiere un doble esfuerzo por parte de la militancia de izquierda para organizar de nuevo la calle y movimientos populares, para contribuir en esas candidaturas que fijan nuestras posiciones en el ámbito institucional, teniendo una mirada firme hacia ese horizonte lejano que persigue una vida más justa para las mayorías.

Sin atajos, con honestidad y trabajo podremos avanzar en la construcción de una sociedad mejor. La queja vacía es inoperante, contraproducente y paralizante. Es hora de superar el desánimo, ilusionarnos de nuevo con la militancia y dedicar horas de nuestra vida en esta empresa.


Todo sobre el especial #20voces10años15m.

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