Esperanza Martínez, cuyo nombre en la guerrilla era Sole, nace en 1927. De familia humilde pero de convicciones firmes. Hasta su pequeño perro, Lucero, ladraba cuando llegaba la Guardia Civil, pero no cuando clandestinamente llegaban los guerrilleros a su casa.
Desde muy joven nunca dejó de hacer lo que creía su deber, por mucho riesgo que hubiera. Apoyo logístico a guerrilleros, buzón de mensajería republicana, hasta que llegó un momento en que tuvo que pasar a la clandestinidad, cuando las fuerzas de seguridad franquistas fueron cerrando el cerco. Cuenta Esperanza que se afilió al PCE aproximadamente en 1950, estando ya en la guerrilla.
Huésped obligada de muchas cárceles, estuvo desde los 24 a los 39 años encarcelada. Torturada para intentar sacarle información, nada pudo conseguir que Sole cambiara de rumbo, siempre defendiendo a la República, la democracia y los derechos humanos.
En 1967 conoce a Manolo Gil, camarada también del PCE, luchador por la democracia y la República, y por lo tanto antifranquista, y deciden casarse. Pero como no aceptaban un matrimonio por la Iglesia católica, cómplice del franquismo, tras muchas peleas y peripecias, consiguen realizar la primera boda civil en Zaragoza desde el fin de la Guerra Civil.
Muchas cosas más se pueden contar de Esperanza y de Manolo, éste fallecido en 2014. Pero tal vez el resumen, el colofón, lo que queda, además del orgullo de haber defendido siempre la democracia, es un punto de decepción, porque la actual democracia española todavía no ha sabido reconocer suficientemente esa lucha.
Queremos una auténtica Ley de la Memoria Histórica que contemple la anulación de todos los Consejos de Guerra y sentencias, con un reconocimiento a todos los efectos del ejército guerrillero, como se ha hecho en todos los países europeos.