España, la Arabia Saudí europea… de la pobreza

Que España sea la Arabia Saudí de la UE puede ser real y factible y va a suceder si no nos equivocamos”, esta es la frase que ha empleado el economista José Carlos Díez para ensalzar la capacidad de estas tierras de producir energía eléctrica fotovoltaica y convertir a España en un gran exportador de energía eléctrica. Pero, ¿este cuento de la lechera es posible? La cantidad de horas de insolación en España es el doble que el centro y norte de Europa. Y la población, un tema no menor, la mitad. Así, España podría producir mucha energía renovable exportable, …

Foto de Carlos J López para ilustrar los artículos entre ellos: sobre Arabia Saudí

Que España sea la Arabia Saudí de la UE puede ser real y factible y va a suceder si no nos equivocamos”, esta es la frase que ha empleado el economista José Carlos Díez para ensalzar la capacidad de estas tierras de producir energía eléctrica fotovoltaica y convertir a España en un gran exportador de energía eléctrica. Pero, ¿este cuento de la lechera es posible?

La cantidad de horas de insolación en España es el doble que el centro y norte de Europa. Y la población, un tema no menor, la mitad. Así, España podría producir mucha energía renovable exportable, un oro verde como el oro negro saudí.

Europa tiene un grave problema de capacidad de producir electricidad renovable para abastecer a toda la población con seguridad y continuidad, sin apagones. Porque la energía eléctrica no puede producirse continuamente (depende de sol, viento, etc.) y es muy difícil de acumular o guardar para otro momento de necesidad. Por eso ha apelado y exigido la solidaridad de los países del sur. Habrá ingentes subvenciones, pero parte de la energía deberá comerciarse con Europa a través de autopistas eléctricas existentes y a construir a través de los Pirineos, del mar Cantábrico o del Mediterráneo, con enormes afecciones medioambientales y paisajísticas.

Alemania es el mayor productor europeo de energías renovables. Tiene una capacidad de generación de 131.000 GW, más del doble que España, Italia o Francia y el triple que Reino Unido o Noruega. En cuanto a la fotovoltaica, produce 2,5 veces la que produce Italia, 4 veces la que España, Francia o Reino Unido y 5 veces la que Holanda. Y, aún así, sólo produce el 51% de la energía eléctrica y el 18% de toda la energía consumida en el país, por lo que requiere mucha más para mantener su nivel de consumo actual.

Por eso están pensando en España, Italia o Grecia para suministrar electricidad solar a Europa o los países de la antigua Yugoslavia para hidroeléctrica. Alemania tiene proyectos fotovoltaicos en el Sahara (se destaparon cuando el gobierno español del Partido Popular impuso el impuesto al Sol) o de hidrógeno verde hidroeléctrico en el Congo, por ejemplo.

Si, como parece, la escasez de combustibles fósiles y el aumento de consumo mundial van a seguir empujando su precio hacia arriba y la transición energética hacia energías renovables va a ser necesaria por ganar soberanía energética y para evitar el cambio climático, problema no menor, la demanda mundial de electricidad va a aumentar mucho. Y su precio, a pesar de ser más barata la renovable, también. Por tanto, la exportación será un negocio lucrativo. Pero, ¿es posible? ¿Quién ganará si ocurre?

El plan del gobierno español es llegar al 75% de energía eléctrica renovable en 2030 (actualmente es cerca del 50%), a base de subvenciones públicas. Pero el plan acaba aquí. Ni se ha planificado cómo ni dónde, lo que queda al albur de la iniciativa privada que, en el caso de las grandes empresas, se basa en la obtención de beneficio, aunque sea a costa de destruir otros sectores como el agroganadero o el turístico (paisajístico o medioambiental) o a potenciar el efecto del despoblamiento rural.

Dice José Carlos Díez: “Con el doble de instalación eólica y el triple de solar, no necesitaríamos gas”. Y aquí está el primer engaño. El problema es que la energía eléctrica supone sólo el 25% de la energía consumida en España. El resto de energía consumida en industrias, calefacciones o transporte, por ejemplo, proviene de fuentes fósiles. Si se electrifica esta (una necesidad a medio y largo plazo), la demanda eléctrica se disparará y el objetivo del 75% de producción renovable se irá alejando de las posibilidades.

Para que España pueda convertirse en la Arabia Saudí europea de la energía eléctrica renovable, deben darse una serie de condiciones:

  1. Multiplicar exponencialmente las instalaciones renovables a corto plazo. Implica problemas de demanda de equipos, precipitación en las decisiones de ubicación con graves afecciones medioambientales y agroganaderas y movimientos especulativos. Por eso, la Unión Europea está potenciando el autoconsumo y la generación en comunidades energéticas, que son minicentrales situadas en tejados y zonas degradadas urbanas, un sector que no es rentable para el oligopolio. Eso sí, limitando los beneficios para que no puedan competir con este.
  2. Un excedente permanente de energía eléctrica (en dirección contraria no vendrá), ya que los grandes demandantes son los países centroeuropeos. Como el excedente es muy difícil que se dé en un entorno futuro de grave escasez energética global, se desviará energía a Europa detrayéndola de las necesidades nacionales, ya que su venta está controlada por un oligopolio que venderá al mejor pagador que, indudablemente, serán Alemania, Suiza u Holanda. Hay un riesgo evidente de convertirnos en una colonia energética y de sufrir apagones para satisfacer la demanda europea.
  3. Como las energías renovables se producen al mismo tiempo en todos los países del entorno (recuerden, sol y viento), se necesita algún tipo de almacenamiento de energía y aquí es donde cobran importancia el hidrógeno verde y los embalses de bombeo. Pero tienen un problema, gastan bastante más energía de la que son capaces de almacenar y, para ser minimamente rentables, deberían usar energía en momentos de excedentes de producción. Pero ¿habrá? Los embalses de bombeo crean aún mayor presión sobre las tierras montañosas en un país, España, que es el que tiene más grandes pantanos construidos de Europa y quinto del mundo (1.225).
  4. Otra posibilidad que se abre es la localización en España de empresas extranjeras grandes consumidoras de energía si la energía es más barata, algo que no ha ocurrido hasta ahora (la especulación es así) y que implicaría sólo a empresas muy tecnificadas con escasa mano de obra y/o muy precarizada.

Visto esto, parece difícil que España, ni ningún otro país, pueda tener un excedente eléctrico a largo plazo y convertirse en un exportador masivo de energía sin afectar a la calidad de vida de su gente. Si, además, tenemos en cuenta que las previsiones científicas más optimistas hablan de que la producción eléctrica renovable a largo plazo no podrá superar a la mitad de la energía total consumida en la actualidad a nivel mundial, una de dos: o reducimos el consumo energético proporcionalmente a nivel mundial o unos países (ricos) se apropiarán de la energía de otros países. Y, parece, este es el modelo que tienen en mente los gobernantes europeos y norteamericanos.

Pero la prueba del algodón es el empleo. Cada vez que un economista de pro nos dice que es un sector de futuro con creación importante de empleo, es una mentira o una media verdad, para cegarnos con un brillo que no tiene el producto. Básicamente porque hablan del empleo de los instaladores/constructores, un empleo temporal que acaba desapareciendo, como nos demostró la burbuja inmobiliaria.

Los empleos fijos en mantenimiento y operación de centrales renovables, los estables, son escasos, residuales en las zonas rurales donde se instalan los equipos. La única manera de crear mucho empleo en el mundo de la energía renovable es permitiendo que las comunidades energéticas o el autoconsumo pueda obtener una remuneración justa por los excedentes energéticos que permita una especie de autoempleo, coma ha hecho Alemania.

Y esto no son especulaciones, ya está ocurriendo. Galicia, Castilla y León y Aragón son exportadores netos de electricidad hacia las grandes capitales del resto de España, con muy escaso retorno de riqueza. La riqueza se produce en el destino, lo que alimenta la cadena de despoblación rural y crecimiento de las grandes ciudades. El desequilibrio territorial se agiganta.

Precisamente, la instalación de grandes parques renovables choca con otras dos economías: la turística por las afecciones medioambientales y paisajísticas (las recientes quejas de los pueblos afectados por los planes de energía solar en pantanos, es una muestra de muchas) y con la agroganadera, que va a ser esencial a corto plazo para garantizar la soberanía alimentaria en un mundo con dificultades de transporte por la escasez de combustibles fósiles.

Sí que habrá un periodo, probablemente breve, en que convivan las energías renovables emergentes con las fósiles decadentes y, si Europa no nos impone un precio de exportación de la electricidad, algo muy improbable, la electricidad española tendrá una alta rentabilidad de exportación.

Pero como quien maneja el mercado eléctrico son las grandes empresas del oligopolio, malas pagadoras de impuestos y buenas clientes de paraísos fiscales, el retorno de riqueza a la población española será imperceptible.

Y es aquí donde se circunscribe la campaña de los economistas de pro (y algunos gobiernos) para reducir los periodos de tramitación con la eliminación de controles públicos en las concesiones. Obviamente necesitamos una rápida transición hacia las energías renovables, es algo que el ecologismo lleva pidiendo desde hace décadas y los gobernantes se han dedicado a obviar, con bastante éxito electoral, por cierto.

Pero correr y hacerlo mal, sin planificación social, como está ocurriendo, nos va a traer muchos más problemas que soluciones y, entonces, ya no tendremos combustible fósiles para ir retrasando las decisiones. Por desgracia, las importantes decisiones se están tomando aconsejados por las mismas empresas que nos han traído a esta crisis y que tantos políticos han contratado para devolverles los favores.

En fin, España tiene una gran ventaja en la posibilidad de producir energía eléctrica renovable. Con un buen diseño descentralizado y local de instalaciones, sistemas múltiples y ahorro se podrá mantener un buen nivel de vida.

Pero si se dedica a la exportación y se convierte en la Arabia Saudí europea, será a costa de la riqueza nacional para mayor gloria del oligopolio eléctrico y de las empresas y países de destino de esa energía produciendo, con mucha probabilidad, un empobrecimiento de la población española.

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