Enrique Santiago, secretario general del PCE: “Hay que tener mucho cuidado de no perderte en el laberinto institucional y abandonar la calle”

Entrevistamos a Enrique Santiago, el que desde abril de 2018 es secretario general del Partido Comunista de España. Hablamos del partido, de la situación de la izquierda estatal, pero también de otros temas de los que Santiago es conocedor como los acuerdos de paz en Colombia o la situación de las personas refugiadas.

Enrique Santiago, en una imagen de 2019. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfO

Quién conoce a Enrique Santiago? A priori no es una de esas personas famosas que aparecen día sí día también en los medios de comunicación. Sin embargo, es una figura relevante en el panorama político estatal, pues ostenta nada menos que el cargo de secretario general del Partido Comunista de España, una formación con casi un siglo de historia.

No solo eso. Si buscamos su nombre en internet descubrimos que Santiago tiene un historial de servicio a los derechos humanos extensísimo. Abogado con una enorme reputación ha estado presente en algunos de los casos más notables de las últimas décadas: el caso contra Pinochet, el caso contra la dictadura argentina, el caso Bárcenas o el caso de Javier Couso. Al mismo tiempo fue asesor de las FARC en el proceso de paz de Colombia y secretario general Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

¿Quién conoce a Enrique Santiago? Mejor será leer lo que respondió a AraInfo.

 ¿Cómo y cuándo te hiciste comunista?

Uy, pues como suelo decir, desde mi más tierna infancia. De cuando llegué a la conclusión de que la única forma de acabar con las injusticias era organizarse en el Partido Comunista.

El momento en que empecé a tener contacto con el activismo social a través del movimiento estudiantil, en el 79, 80, fueron años de mucha movilización. Había muchas organizaciones y de alguna forma podías ver y comprar. La conclusión a la que llegué es que el Partido Comunista era el mejor organizado, con más vínculos con la clase trabajadora; eso es trascendental.

¿En qué año empezaste a militar en el PCE entonces?

Cuando hicimos el proceso de unidad entre el PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España) y el PCE, en el año 1986. Yo antes militaba en los colectivos de Jóvenes Comunistas.

¿Has pensado alguna vez que hubiese otra alternativa política que no fuera el comunismo?

Obviamente, cualquier persona que quiera construir justicia social no puede ser de derechas. Yo siempre me he relacionado bien, porque creo que es muy importante, con otras organizaciones de izquierdas en el sentido más amplio. La práctica del movimiento comunista internacional tiene que ver con relacionarse con el laborismo, la socialdemocracia, sectores anarquistas o más izquierdistas. Es necesario tener buenas relaciones para trabajar en procesos de unidad, en todos los frentes de lucha, movimientos sociales, movimiento obrero... Eso siempre es bueno, pero luego, a la hora de organizarse, me parece que la herramienta más eficaz política, organizativa e ideológicamente para defender los derechos de la clase trabajadora y construir un mundo más justo, es el movimiento comunista y el Partido Comunista.

En abril de 2018 en el XX Congreso del PCE llegaste a ser secretario general del partido abanderando un proyecto en el que IU y el PCE pasarán de ser una formación política al uso, a convertirse en un movimiento político y social...

No fue tanto eso. El proyecto que hemos defendido y que ha sido apoyado mayoritariamente en el Congreso es el proyecto de la unidad popular. En este momento hay que detener al neoliberalismo y al capitalismo financiero que está acabando con la civilización, con el planeta, los derechos de las personas. La fortaleza del pueblo para conseguirlo es la unidad popular.

Nos enfrentamos a un enemigo muy poderoso, con muchas armas, muchos recursos y ésta es la única forma de poder contrarrestar y avanzar. Ese es el proyecto que se ha aprobado en el Congreso del Partido, junto con la necesidad de generar un amplio movimiento político y social donde se recojan esas ansias de unidad popular. El papel del Partido Comunista no es ser un movimiento social, sino funcionar como intelectual colectivo para el debate, la elaboración de estrategias, el trabajo ideológico, la formación de cuadros para impulsar esos procesos de unidad popular y contribuir a organizar las muchas y diversas luchas sectoriales. Mientras que exista capitalismo tiene que haber Partido Comunista.

Otra cosa es cuál es la forma concreta de intervenir en la actividad política electoral. Me refiero a lo que hoy día significan las confluencias, las candidaturas municipales del cambio. Son expresiones de la más amplia unidad popular y es donde deben estar los comunistas y además con mucha generosidad. Teniendo claro que hay que anteponer los intereses colectivos de nuestro pueblo a los intereses personales e incluso a los de nuestra organización, evidentemente.

Entiendo que ese es el objetivo. Sin embargo ¿Cómo es la situación actual de la izquierda? ¿Existe tal confluencia? ¿Cuál es la relación del PCE con IU y con Podemos?

En los procesos de construcción de unidad popular, la situación de la izquierda es hoy inmensamente mejor que hace 10 o 15 años. Eso, en parte, es gracias al desarrollo sin control de las políticas neoliberales y sus trágicas consecuencias para multitud de pueblos. La construcción de un estado social, un estado del bienestar, después de la II Guerra Mundial no fue por una concesión del capital, sino porque las fuerzas populares derrotaron al fascismo y el nazismo. Fue en ese momento, por ejemplo, cuando se empezó a plantear, por parte de la comunidad internacional, el normal y obligatorio cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos o los pactos económicos y sociales.

Por supuesto que hay mucho más que hacer con la unidad. Hay ciclos políticos, momentos de reflujo, ascenso... probablemente en este momento no está tan fortalecida la unidad popular como estaba hace tres años, pero eso responde a momentos coyunturales y estamos en condiciones de fortalecerla y desarrollarla. Hay nuevos actores políticos en la izquierda y eso es bueno porque supone que hay más organización, pero a veces, esos nuevos actores, necesitan acompasar sus actuaciones, necesitan cogerle el pulso a la calle, a los movimientos sociales, y eso claro hace más complejo el trabajo. Esa es nuestra obligación y además no hay otra alternativa.

Dices que hace tres años la unidad de la izquierda era mayor. ¿Qué ha sucedido?

Después de un ciclo político electoral donde ha habido un avance importante de los intereses populares, siempre hay que tener mucho cuidado de no perderte en el laberinto institucional y abandonar la calle. Ha habido una cierta inercia a dedicar muchísimos esfuerzos al trabajo institucional y desatender a otras cuestiones.

Tiene una explicación, no creo que sea por un capricho. Cuando el pueblo llega a las instituciones no está acostumbrado a manejarlas. De eso también hay que aprender, evidentemente. Eso tiene unas consecuencias en cuanto a todo el proceso de organización popular y sobre todo de la presencia en el conflicto. Precisamente por eso, nosotros en nuestro Congreso, una de las cuestiones claves que hemos debatido y concluido en forma de acuerdo, es la necesidad de que el PCE actúe mucho más como elemento organizador del conflicto social. Eso significa estar mucho más pegado a la gente, a los problemas y participar en la organización de los conflictos. Somos un partido que va a cumplir 100 años, y debemos trasladar nuestra experiencia organizativa para que pueda ser tomada en cuenta y contribuya a organizar la conflictividad social. Eso es básico.

¿Cómo puede influir el cambio de gobierno en todo ese proceso?

Es muy reciente. Es cierto que es mucho más sencillo organizar unidad popular cuando el enemigo está muy claro, representado por un gobierno neoliberal. Nosotros con el PSOE tenemos recelos, porque creemos que tiembla cuando se tiene que enfrentar a las políticas neoliberales y acaba abrazándolas por miedo a llevar a cabo cambios que son fundamentales. Además, tiene un problema de comprensión de la realidad social y política. Pero bueno, creo que hay que aprovechar este momento en el que el gobierno necesita del apoyo de la izquierda. Hay que conseguir revertir el máximo de recortes de derechos sociales y acabar con las políticas neoliberales todo lo que sea posible de una forma muy rápida, antes de llegar al próximo ciclo electoral. Este es nuestro trabajo ahora mismo y esa es nuestra condición para mantener el apoyo al PSOE.

Enrique Santiago. Foto: Pablo Ibáñez
Enrique Santiago. Foto: Pablo Ibáñez

Dado el momento que estamos viviendo resulta de obligado cumplimiento hablar de Catalunya. ¿Cómo ves la situación? ¿Dónde está el PCE o dónde debería estar?

Creo que en Catalunya el conflicto fundamental es entre capital y trabajo. Los fenómenos de corrupción y los recortes en España han sido protagonizados por la derecha españolista y por la derecha antes nacionalista ahora independentista catalana. Estas organizaciones que tienen tantas contradicciones se ponen de acuerdo en el Parlamento Europeo, cuando hay que hacer una reforma laboral o cuando hay que recortar. Es un conflicto desde mi punto de vista ficticio que ha sido estimulado claramente por la derecha catalana para tapar sus vergüenzas: sus recortes, sus casos de corrupción. Lo han conseguido. En el imaginario colectivo de Catalunya nadie habla del problema de corrupción estructural de la antigua Convergencia, actual PDeCAT, y nadie habla de cómo han contribuido intensa y planificadamente a desproteger a la ciudadanía y a privarla de derechos adquiridos.

En el espacio independentista hay organizaciones que coinciden con el PCE en un proyecto de transformación social y es imprescindible que antepongamos los intereses populares, de clases, a las guerras de las banderas. A partir de ahí, pues mira, yo como comunista, obviamente, defiendo los derechos de los pueblos y la autodeterminación, aunque eso no es la independencia. Hay que hacer un debate de forma sosegada.

Para mi lo importante no es inventarnos fronteras, sino quitarlas. Ya dan demasiados problemas de restricción de derechos y eliminación de derechos a las personas.

Con todo el respeto al movimiento independentista, nuestra apuesta será siempre la construcción de una república federal donde se respeten todos los derechos de los pueblos y haya una colaboración entre organizaciones de izquierdas y transformadoras.

El PCE y yo personalmente, estamos actuando en el Tribunal Supremo defendiendo a uno de los procesados por los sucesos en Catalunya. En este caso al coordinador de Esquerra Unida Alternativa, Joan Josep Nuet, que por una cuestión muy sorprendente ha sido también procesado como independentista cuando nuestra organización no ha mantenido esa posición nunca, sino porque ha defendido el derecho a la autodeterminación. Los jueces de este país, ultraconservadores y derechistas no diferencian entre una cosa y la otra. Es el colmo de la contradicción: el responsable de una organización política que defiende una organización federal resulta que es procesado por independentista. A partir de ahí nosotros hemos hablado claramente, porque por supuesto que hay presos políticos. Los políticos presos son los del 3% o los del cas Palau. En Catalunya la única violencia que ha habido ha sido la del Estado. Confundir enfrentamientos con una estrategia violenta es un craso error. Es una confusión querida, con la que se intenta justificar el tipo penal correspondiente de rebelión para endurecer las penas.

En este país mucha gente se piensa que esto de Catalunya no va con ellos porque no son independentistas ni son catalanes. Sin embargo, el Tribunal Supremo se está dotando de herramientas no solo para combatir el movimiento independentista. Con la misma doctrina que ahora probablemente va a ser asumida de forma incondicional y acrítica por sectores muy importante de la sociedad que entienden que se va a acabar España y no se cuántas tonterías más, el Tribunal Supremo está construyendo una teoría que consiste en afirmar que la reivindicación de cualquier objeto no contemplado en la Constitución si se realiza con una participación masiva se convierte en una coacción al Estado y una coacción al margen es violencia con lo cual es un delito de rebelión. Por poner un ejemplo: las manifestaciones del 14 de abril en toda España, mientras no vaya mucha gente todo bien, pero el día que sea masiva, aplicando esa teoría, van a ser consideradas rebelión y hasta 20 años de cárcel.

Enrique Santiago. Foto: Pablo Ibáñez
Enrique Santiago. Foto: Pablo Ibáñez

Como abogado has estado en multitud de casos: en Argentina contra la dictadura, en el caso Pinochet, en el caso Bárcenas, en el caso de Javier Couso... en todos estos casos cuál ha sido el momento más difícil que recuerdas.

Momentos difíciles ha habido varios: la detención de Pinochet y la interposición de la querella contra el Partido Popular por el caso Bárcenas. Son los casos en los que hemos tenidos una ofensiva más fuerte contra nosotros. Por ejemplo, la interposición de la querella contra el PP nos ha costado cuatro querellas, tres a mi y una general. Todas las han perdido, pero allí evidentemente hemos tocado el núcleo central del poder de este Estado.

El asunto Pinochet tuvo una importancia fundamental. El dictador no habría sido detenido en Londres si no hubiese habido una organización de los movimientos de víctimas en Chile y no hubieran creado una determinada opinión que permitió aplicar unas normas que tenían décadas en nuestro país, casi un siglo de hecho, pero que no se aplicaban... no sé, los jueces se pensaban que estaban como elemento decorativo. La detención de Pinochet cambió muchas cosas en el mundo. En primer lugar, fue en un momento muy especial, en el que acababa de desaparecer el bloque socialista europeo, desaparecería la política de bloques, y en ese momento había una ventana de oportunidad en la medida en que había cierta confusión estratégica en el bloque imperialista. No habían decidido quién era su enemigo ya que habían acabado con el comunismo y eso se aprovechó para detener a Pinochet.

Eso fue un avance trascendental en la lucha contra la impunidad y eso cambió la situación política en Chile. Se pudieron producir cambios de gobierno, se acabó con la impunidad que había en Chile y también se impulsaron otros movimientos contra la impunidad por ejemplo en Argentina.

Francamente, creo que es una de las cosas más importantes que se han hecho utilizando el derecho como herramienta de cambio y transformación social.

Con todo, en las últimas elecciones que ganó Piñeira en Chile se escucharon cánticos en favor de Pinochet en las calles... a parte de eso en numerosos países de la región encontramos gobiernos de derechas ¿Crees que se está produciendo un giro hacia la derecha en Latinoamérica?

Es más, hay una estrategia. No nos damos cuenta de lo poderoso que es el enemigo. Nunca descansa y tiene recursos. Es decir que, mientras nosotros estamos celebrando victorias populares en Ecuador, en Bolivia o en Argentina, el enemigo está trabajando arduamente para revertir esas situaciones.

A mi me indigna ver como perdemos mucho tiempo en nuestras peleas y conflictos internos. Es un serio problema no saber anteponer los intereses colectivos. En la izquierda todo el mundo está convencido de que está en posesión de la verdad absoluta y aunque lo respeto, creo que no hay verdades absolutas y hay que tener el suficiente margen para llegar a acuerdos que fortalezcan y no dividan. Hay una facilidad en la izquierda por mantener posiciones aún a costa de dividir. Eso es aprovechado por el enemigo.

Ahora mismo hay una ofensiva del imperialismo y del capital financiero internacional para dejar sin efecto todas las conquistas populares que ha habido en los últimos 15 o 20 años en América Latina. La doctrina de seguridad nacional que se aplicó a partir de los años sesenta profusamente en América Latina ahora se aplica igual, pero con otras herramientas. Ahora es la doctrina, la técnica de “Law Fire”, la guerra jurídica asimétrica. El imperialismo ha llegado a la conclusión que los golpes de estado son eficaces a corto plazo, pero tienen unos costes muy importantes en forma de oposición tanto dentro como fuera del país, generan movimiento de víctimas y eso pervive mucho tiempo provocando cierto descrédito.

Ahora la táctica del imperialismo pasa por utilizar las mismas herramientas que han permitido los avances populares empezando por la jurisdicción universal como por ejemplo en el caso Pinochet o en la construcción de procesos constituyentes en América Latina que ponían en evidencia y rostro a quiénes se habían enriquecido gracias al pueblo.

La política del imperialismo ahora mismo tiene tres pasos. En primer lugar, desprestigio de las fuerzas populares y desprestigio a sus líderes acusándolos de corrupción. En segundo lugar, inhabilitación mediante la vía del desprestigio de las fuerzas políticas y si no se puede inhabilitación de los procesos electorales. En tercer lugar, en vez de ejércitos sumisos, se necesitan poderes judiciales sumisos. Desde que Hugo Chávez ganó sus primeras elecciones en 1998, los Estados Unidos incrementaron sus programas de formación jurídica en toda América Latina. Actualmente incluso, sin reformas constitucionales se han modificado los sistemas penales para ponerlos a imagen y semejanza de los Estados Unidos. Es toda una estrategia.

Claro, de pronto esto ha estallado y se ha apreciado muy bien porque hay multitud de casos. Empezaron por Dilma Rousseff, Lula, Cristina de Kirchner, Rafael Correa, Jesús Santrich, Jorge Glass... estaba muy bien organizado y orquestado.

Has estado en Colombia participando en los acuerdos de paz. Vistos los resultados del plebiscito y con la victoria de Iván Duque en las últimas elecciones, cómo ves la construcción de la paz.

Es una cuestión compleja. Yo creo que aquí hay un principal problema que es un cambio de la coyuntura internacional que afecta profundamente al proceso de paz. La garantía e impulso del proceso de paz fue la asistencia de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y del UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas). El pueblo colombiano deberá la paz toda la vida a la CELAC y a UNASUR, y especialmente a Hugo Chavez y a Fidel Castro; les guste o no les guste. Eso es así.

Esa coyuntura ha cambiado. También ha cambiado el gobierno en Estados Unidos.

Además, nos hemos encontrado con un serio problema para abordar la implementación del núcleo de los acuerdos de paz: la tierra. En Colombia la oligarquía rural, que es la oligarquía paramilitar, no está dispuesta, ni que sea por el progreso del país, a entregar, ya ni siquiera aquello de lo que se ha apropiada, sino a permitir que los campesinos pobres accedan a una sola hectárea de tierra del Estado porque consideran que esa tierra tarde o tempano será de ellos. Eso ha generado una importantísima resistencia.

Luego ha habido errores políticos de la izquierda que en algunos casos no han defendido suficientemente el acuerdo de paz, por una falsa equidistancia entre la guerrilla y el Estado. Asumiendo el imaginario que se había generado en los medios de comunicación de narcoguerrilla. Yo siempre lo digo: que me digan un tribunal en el mundo, solo uno, donde haya 100 gramos de cocaína incautadas a las FARC, porque es que ni en Colombia, y aquí en España donde entra el 90% de la coca que va a Europa, ninguno.

Aún así, en las penúltimas elecciones la izquierda colombiana sacó un millón y medio de votos. En estas ha sacado ocho millones y medio... no es cualquier cosa. O sea, ganó Iván Duque, pero ha habido un avance en la conciencia del pueblo colombiano. A mi lo que más tranquilidad me da dentro de la complejidad de la situación es que además ha habido una implicación muy importante de la gente joven en defensa del proceso de paz y en defensa de las amplias alianzas que se han generado en la izquierda colombiana defendiendo a un candidato que fue guerrillero en su día.

La situación es complicada porque estamos en pleno conflicto y hay una operación de la derecha más reaccionaria, del capital, del paramilitarismo y de los Estados Unidos para acabar con el proceso de paz. Pero bueno, hay cada vez más organización en Colombia que defiende tanto el acuerdo de paz como de avanzar en posiciones de izquierda.

¿Qué podría acabar con esta situación y desestabilizarlo todo? Sin duda, una posible agresión a Venezuela. Como a los Estados Unidos se les ocurra llegar a provocar la agresión, se acabó el acuerdo de paz. Eso desestabilizaría toda la región. El embajador de los Estados Unidos en la OEA (Organización de Estado Americanos) lo dijo claro, los países que tendrían que participar en esa intervención militar, porque a los Estados Unidos lo de poner muertos no les gusta, son Brasil, Colombia, Perú y luego ya veremos si Chile o Argentina.

El ejército colombiano ahora mismo está acuartelado entero y es el más grande de América Latina con diferencia, es un tercio más grande que el de Brasil, que es la gran potencia. Evidentemente en una situación de conflicto el ejército colombiano entendería a la izquierda colombiana como su enemigo.

¿Por qué crees que el 'sí' a la paz perdió el plebiscito?

Era más que previsible. Era algo que se había advertido al gobierno colombiano desde que unilateralmente decidió hacer el plebiscito. En las guerras, la propaganda es una de las más poderosas armas, y tu puedes acordar cesar de disparar, pero no acuerdas de pronto sacar de la cabeza de mucha gente las ideas que se les han ido metiendo durante años y años. El conflicto en Colombia ha durado 54 años y ha tenido muchas fases. Con una fase primera de resistencia del ejército popular, luego un momento de confrontación, luego un momento en el que el estado se sentó a negociar en el Caguan y donde la iniciativa militar y el control estratégico estaban en manos de la guerrilla... te hablo del año 97 y la guerrilla estaba a 15 kilómetros de Bogotá. Luego una intervención directa de los Estados Unidos y eso hizo que cambiara el equilibrio estratégico. Sin embargo, el Estado nunca ha ganado militarmente esa guerra, por eso tuvo que negociar. Ahora bien, no cabe duda de que la guerra propagandística la ganó el Estado.

Lo que se planteaba en la mesa de negociación al Gobierno colombiano era que, si estaban empeñados en hacer el plebiscito, tocaba cesar la propaganda de guerra y poner en marcha pedagogía de paz. Es algo que se explicó en La Habana por parte de las FARC.

La UNESCO tiene unos protocolos de medios de comunicación y paz desde el Proceso Contadora de Centroamérica en los años ochenta. Es algo habitual, las guerrillas, las fuerzas insurgentes, las fuerzas rebeldes no tienen la capacidad de propaganda que tienen los estados; sobre todo en los circuitos internacionales. Conscientes de esto, la paz en Centroamérica no hubiese sido posible si no se hubiesen aplicado esos protocolos y se hubiera variado la percepción social sobre la necesidad de paz.

El Gobierno colombiano nunca le dio la más mínima importancia. No sé si pensaba que por arte de magia iban a conseguir vencer todas las resistencias al proceso de paz. En todos los procesos de paz donde ha habido plebiscitos de forma relativamente inmediata, se ha perdido por efecto de la propaganda de guerra. Guatemala, Chipre...

Aun así, yo hasta veo positivo el resultado porque se perdió por 50.000 votos con 16 millones de votantes, en un día en el que, también es mala suerte, la región de Colombia más favorable a la paz, la región Caribe, fue atravesada por un huracán, el Matthew. La participación allí fue entre un 40% y un 60% más baja que en el resto del país. En esa región se votó masivamente a favor de la paz. Si como se le dijo al consejo electoral, se hubiese prorrogado en es región la votación dos días, el resultado habría sido otro.

La victoria del ‘no’, fue aprovechada por la derecha colombiana para intentar rebajar los acuerdos y lo consiguieron. Pero también fue el primer paso para avanzar en esa alternativa de izquierdas de ocho millones y medio de votos. El embrión de ese proceso fue fundamentalmente la gente joven que salió masivamente a las calles el día que se perdió el plebiscito para exigir que continuara el proceso de paz.

¿Y en qué punto se encuentra el proceso de paz actualmente?

Como te digo todo depende de lo que hagan los Estados Unidos en Venezuela. Al gobierno de Iván Duque le va costando, pero ya ha puesto en marcha la comisión de verificación, habla mucho y muerde poco porque el acuerdo está blindado constitucionalmente y hay una fuerte presión de las Naciones Unidas. Lo que ya se ha puesto en marcha es difícil darle marcha atrás salvo que se haga una modificación constitucional que no puede hacerse porque la alianza de Duque no tiene mayoría para impulsarla. El problema es que no se avanza en materias que el gobierno saliente de Santos no se atrevió a tocar: reforma rural y violencia política.

Enrique Santiago. Foto: Pablo Ibáñez
Enrique Santiago. Foto: Pablo Ibáñez

Cambiando totalmente de escenario. Has sido secretario general de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugio) y nos gustaría saber tu opinión sobre la llamada crisis de las personas refugiadas. ¿Cuál crees que debe ser la solución a corto, medio y largo plazo?

Antes que nada, cuestiono que haya una crisis migratoria. Eso es lo primero.  De hecho, las llegadas a España son muy inferiores a las que había hace 10 años. Fundamentalmente eso sucede porque Europa ha externalizado fronteras. Ahora hay Guardia Civil en las playas de Dakar, en Mauritania... digo Guardia Civil o digo Frontex.

En el caso de los sirios, yo no sé que pensaba Europa organizando un conflicto en las puertas de Europa, destrozando uno de los países más tolerantes no solamente de Oriente Medio sino del mundo para favorecer los intereses de Israel y los Estados Unidos. Era más que previsible que la gente huyera. Siria está enfrente de Grecia.

Es un problema de irresponsabilidad europea. Nadie emigra, ni se refugia en otro país por gusto. Los migrantes o los refugiados no son turistas. Yo no hablo nunca de efecto llamada, sino de efecto salida. Hay una serie de políticas que expulsan a la gente de sus lugares de origen. Políticas comerciales, militares, sociales...

¿Cuál es la forma de acabar con esa problemática? Problemática hasta cierto punto ya que, según la pirámide de población, es imposible mantener el sistema social con los nacimientos que hay en nuestro país. Las pensiones o un sistema sanitario de calidad dependen de que venga más gente a trabajar.

La única manera de acabar con esa realidad es cambiar las políticas comerciales para que la gente encuentre unas condiciones de vida dignas en sus países de origen. No es tan difícil. Esta idea es incompatible con el sistema de desarrollo occidental basado en el crecimiento ilimitado.

Entonces el problema no es la llegada de personas sino el uso del discurso que la derecha y la extrema derecha está haciendo, por ejemplo, en Francia. ¿Cómo se combate ese discurso?

El fascismo siempre se nutre de la clase trabajadora y de los sectores más angustiados y más desprotegidos. Surge en situaciones en las que el Estado deja abandono a su suerte a los sectores más desfavorecidos. El modelo de la Unión Europea evoca a la desaparición del estado y su sustitución por entramados institucionales de grandes empresas y del capital financiero internacional. En Europa no hay un sistema fiscal de redistribución tributaria y hay exclusivamente una política monetaria manejada para mantener el superávit y los intereses de Alemania. El mantenimiento de este modelo provoca irremediablemente un empobrecimiento y perdida de derechos.

Creo que es necesario recuperar dosis de soberanía nacional no para quedársela cada uno sino para generar una soberanía nacional colectiva europea entre los pueblos que tenemos unas situaciones similares.

Aquí se desmanteló la industria naval, los altos hornos, la minería... nos han reservado un papel exclusivamente de servicios. En estos momentos hay que prevenir el avance del fascismo y la única forma es que el Estado vuelva a intervenir garantizando los derechos sociales de la clase trabajadora. Para eso, qué pena, es imposible hacerlo en la Unión Europea. Hay que crear un sistema alternativo de relaciones económicas, sociales y políticas.

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