En el 40 aniversario de la matanza de Atocha

Un 24 de enero, hace ya 40 años, sobre las 10 de la noche, fueron asesinados 3 abogados laboralistas, un estudiante de derecho y un trabajador del bufete. Había 4 abogados más que sobrevivieron porque quedaron heridos y ensangrentados debajo de los cadáveres de sus compañeros. La matanza de Atocha fue el asalto criminal de tres pistoleros de extrema derecha a un despacho. Era un despacho donde trabajaban abogados laboralistas de CC OO. Mucha gente que hoy ve como se le recortan derechos no sabe que, en el tardofranquismo y en la transición, gente como ellos, como quienes estaban aquella noche en ese despacho, …

Monumento en Madrid dedicado a los abogados de Atocha asesinados. Foto: AraInfo

Un 24 de enero, hace ya 40 años, sobre las 10 de la noche, fueron asesinados 3 abogados laboralistas, un estudiante de derecho y un trabajador del bufete. Había 4 abogados más que sobrevivieron porque quedaron heridos y ensangrentados debajo de los cadáveres de sus compañeros.

La matanza de Atocha fue el asalto criminal de tres pistoleros de extrema derecha a un despacho. Era un despacho donde trabajaban abogados laboralistas de CC OO. Mucha gente que hoy ve como se le recortan derechos no sabe que, en el tardofranquismo y en la transición, gente como ellos, como quienes estaban aquella noche en ese despacho, gente solidaria, con conciencia de clase, militantes de la izquierda, con entrega generosa hacia sus compañeros y compañeras de la clase trabajadora, construyeron la democracia.

En ese despacho se apoyaba a los trabajadores y trabajadoras que se enfrentaban a la patronal y al sindicato vertical franquista. En ese despacho se asesoraba al movimiento obrero que salía de la clandestinidad y se ayudaba a organizar el movimiento vecinal.

Mucha gente que hoy ve con resignación sumisa como le quitan el empleo, como le privatizan la sanidad, la educación, como le cortan la luz, como llama la pobreza a su puerta,… no llega a entender que se pueda ser así de generoso y comprometido.

Hoy no se tiene el convencimiento de entonces. No se pelea con la misma decisión por los derechos y libertades y, por eso, nos los están quitando.

Esa lucha por los derechos, ese compromiso con los trabajadores y trabajadoras y sus problemas, hizo que, a las 10 de la noche de aquel 24 de Enero, mientras mantenían una reunión de trabajo, fueran asesinados. Los pistoleros llamaron a la puerta. Juntaron en una de las habitaciones del despacho a las nueve personas que allí estaban y dispararon.

Cuando conocimos la tragedia, quienes conocíamos el despacho, quienes compartíamos lucha y reivindicación, quienes soñábamos con las libertades (ya había muerto el dictador) sufrimos un duro golpe. Volvimos a sentir el mismo pánico y terror de la militancia clandestina. ¡¡Cuanto miedo hemos pasado¡¡, y cuantas dudas e incertidumbres. Los guerricristos apaleaban a la gente por las calles, muchos y muchas recibíamos amenazas, anónimos insultantes, pintaban nuestras puertas,…. Los golpistas amenazaban con volver a sacar los tanques (lo hicieron el 23 F, en 1981), había listas negras de rojos señalados, pero también de cantantes, periodistas, estudiantes, actores, obreros ….. que serían los primeros cuando los fachas recuperaran todo el poder.

Esa noche, como tantas otras, no fuimos a nuestras casas. Como tantas otras lloramos a los nuestros. Lloramos con rabia, con impotencia, pero con respeto, con profundo respeto. Teníamos miedo, sí, pero también voluntad de seguir la lucha.

Esa noche afrontamos el día siguiente. Sabíamos que había que mantener la calma ante ese asesinato salvaje, que era uno más, habían muerto ya dos estudiantes esa misma semana. Sabíamos que había que responder con firmeza pero sin dar excusas a quienes, como los asesinos, querían terminar con la incipiente democracia.

Se consiguió acordar con el Gobierno que, en el entierro, la seguridad la pusieran el PCE y CCOO que, esos, días eran todavía clandestinos. Se asumió que podía haber, de hecho los hubo, provocadores fascistas, pero la policía seguía siendo la franquista y era un posible elemento de tensión.

Se organizaron esa misma noche, y a la mañana siguiente, cientos de asambleas en los centros de trabajo para explicar la situación y asegurar la presencia masiva de trabajadores y trabajadoras en el entierro.

Fue un día gris, había algo de niebla, era tremendamente frío, pero las calles se llenaron del calor solidario de miles y miles de compañeros y compañeras. Por la tarde éramos cientos y Recoletos, Colón Génova,… fueron testigos de la rabia sorda, del silencio con el que llorábamos a los nuestros, vieron los miles y miles de puños en alto que levantábamos. Madrid vio la firmeza con la que, desde el silencio, gritábamos nuestra determinación para seguir la lucha.

Ya no tengo miedo, ya no lloro, les recuerdo y me siento honrado por haber podido compartir su ideal, su lucha, …

Me molesta, profundamente además, que haya quien, tertulianos/as y gente que se dice de izquierdas, habla con desprecio de esos días, que los incluyen en esa transición traidora y que se atreven a catalogarnos como del “régimen del 78” que hay que superar. Todos y todas ellos y ellas, que seguro no vivieron esa dureza con la que el régimen se resistía, deberían recordar que nadie nos regaló nada, que lo que se consiguió, eso que se juzga y define como insuficiente, es lo que tuvimos gracias a la lucha de gente como los abogados de Atocha y de miles y miles, más anónimos, pero igual de importantes por cuanto, a pesar de la represión, de las detenciones, de las torturas, de los asesinatos, defendieron los derechos y libertades.

Seguro que fue insuficiente lo que se consiguió, pero eso es lo que ahora nos están quitando. Siento, además del orgullo de compartir con gente como los abogados de Atocha, y los demás miles de asesinados y asesinadas, lucha y movilización una rabia sorda que me llena el cuerpo cuando veo que, 40 años después, hay que volver a defender los derechos y libertades que se consiguieron con tanta sangre, dolor y sufrimiento.

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