Francisco tuvo que partir al exilio en 1938 abandonando Sarinyena para no volver nunca más, al menos para residir. Una vez en el Estado vecino se incorporó a la resistencia tras la invasión nazi.
Hace tan solo dos meses y medio recibió la medalla de la Legión de Honor de la República Francesa, la máxima condecoración que otorga el Estado francés. Una orden que se concede a hombres y mujeres, independientemente de dónde hayan nacido, por sus méritos extraordinarios tanto civiles como militares.
Este honor llegaba décadas después de que junto a su hermano Antonio y otros 30 maquis antifascistas republicanos, nueve de ellos aragoneses, consiguieran que 700 soldados alemanes se rindieran en la batalla de Madeleine de Tornac en agosto de 1944. Larroy combatió junto a seis vecinos de Caspe, uno de Calanda, su hermano Antonio y otros veintitrés guerrilleros del Estado español. La gesta le supuso la Cruz de Guerra con Estrella de Plata, en Francia en su momento.
Esta victoria se produjo gracias a la astucia de los maquis que simularon ser mucho más numerosos de lo que eran en realidad consiguiendo emboscar a centenares de soldados nazis en las inmediaciones del castillo de Tornac.
Este episodio de la guerra fue recuperado del olvido por el historiador Amadeo Barceló en su libro “Viva el maquis” y reconocido en las jornadas conmemorativas del 80 aniversario del bombardeo de Sarinyena y final de la guerra, celebradas en 2018 y organizadas por la investigadora Gemma Grau.
A diferencia del Estado francés, el español nunca ha reconocido ni homenajeado la valentía y la solidaridad de Larroy que le impulsó a luchar contra el fascismo tanto en la tierra que tuvo que abandonar como en la que que le acogió.
Francisco era el último héroe de la Madeleine. Contra el olvido, memoria.