El Senado argentino votó a favor de los abortos clandestinos

La Cámara Alta de la Argentina rechaza por 38 votos negativos la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo pese a la presión que ejerció el movimiento feminista en las calles de Buenos Aires. La Constitución del país obliga a congelar el proyecto legislativo hasta 2019.

Foto: @PorAbortoLegal

A las 3.00 horas – 8.00 horas en Aragón- bajo la lluvia, un silencio absoluto tomaba las inmediaciones del Congreso en Buenos Aires. Se estaba a punto de producir la votación sobre la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Los pronósticos se cumplieron y el rechazo al aborto legal y libre durante las 14 primeras semanas de gestación se imponía por 38 votos. El ‘sí’ a la ley alcanzaba 31 votos mientras que se producían dos abstenciones.

En la calle decepción, silbidos y lágrimas por el fin de un proyecto colectivo y feminista que nuevamente se estrellaba contra el muro de la política representativa. Una ley similar se presentó por primera vez hace 13 años y desde entonces se han producido seis intentos para que el aborto no esté penado en el estado latinoamericano. No hubo suerte en esta ocasión que parecía la más posible de todas.

Una vez se conoció el resultado de la votación las calles empezaron a vaciarse. Según relataba la periodista Mar Centenera, muchas personas corrieron para abandonar la calle por miedo a las cargas policiales. El recuerdo de los últimos disturbios reprimidos por la policía con gran violencia, en diciembre de 2017 por las manifestaciones en contra de la reforma del sistema jubilatorio, todavía queda demasiado cercano.

Pese a un primer momento de tensión entre las fuerzas del orden y las personas que se manifestaban, la plaza del Congreso poco a poco se fue vaciando.

El debate político no escucha la calle

El Senado pareció totalmente desconectado de la calle tomada por millones de personas. Las quinielas se cumplieron a rajatabla pese a que antes de la votación había quienes creían en la victoria del ‘sí’. El sistema de representación democrática no funcionó o lo hizo a la perfección.

La sesión en la Cámara Alta duró más de 12 horas y según relata el diario argentino Página 12, pese a que comenzó frío, poco a poco, fue tomando temperatura. Pura escenificación de una decisión que estaba tomada de antemano.

Lo más relevante, seguramente, la demostración de que el debate de la ley del aborto implica una renovación profunda de la sociedad argentina.

La tradición: “He recibido gran cantidad de mensajes que en nombre de Dios me descalificaban. Me la pasé esquivando crucifijos. Un sector de la Iglesia que quizá cuando nos desapreciaban, torturaban, daban vuelta la cara, o cuando torturaban y violaban a nuestras compañeras desaparecidas miraban para otro lado”, afirmaba Pedro Guastavino, presidente de la comisión de Justicia del Senado y que por raro que parezca, votó contrario a la ley.

La iglesia en Argentina sigue gozando de una cuota de poder que se ha acrecentado con la irrupción de un Papa argentino en el Vaticano.

El feminismo: “Este tema es un tema de igualdad y debemos tratarlo con perspectiva de género. Se trata del derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos porque la maternidad será deseada o no será”, señalaba Norma Durango, en el que fue reconocido como el primer discurso abiertamente feminista de la sesión.

Según datos de la Organización de Naciones Unidas, Argentina se encuentra entre los 25 países del mundo donde más asesinatos machistas se producen anualmente. Pese a la falta de estadísticas, el Observatorio de Femicidios Adriana Marisel Zambrano cifra en casi 300 las mujeres que cada año -una cada 30 horas- son asesinadas por hombres. Las mujeres argentinas están hartas de su situación y el caso del aborto ha sido un ejemplo más para ellas del desamparo en el que se encuentran.

La política: “No importa cuál sea el resultado, hoy ganará la democracia”, afirmaba el presidente Mauricio Macri antes de la votación. “La importancia de esta votación va mucho más allá del tema específico que intenta dirimir. Nos plantea como sociedad un escenario pacífico para promover y realizar cambios. Pero, además, nos obliga como individuos a comprometernos a aceptar que hay otros que piensan distinto”, añadía el político que popularmente es conocido como el gato por su servilismo hacia poderes económicos y los Estados Unidos.

Cambiemos, formación con la que Macri llegó a la Casa Rosada se autorepresentaba como una coalición de progreso antikirchnerista. A la postre, como en el caso del aborto, se ha descubierto que el macrismo es una máquina de mantenerse en el poder con un programa poco claro.

¿Y ahora qué puede pasar?

La marea verde formada por más de un millón de personas que en la calle gritaba “aborto legal en hospital” o “que sea ley” no pudo decantar la balanza en favor del ‘sí’.

Según reza la constitución argentina en su artículo 81, cualquier proyecto de ley desechado por alguna de las dos cámaras quedará congelado hasta el año siguiente. Eso significa que en 2019 podría volverse a votar la Ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Congreso y de nuevo la misma tendría que pasar por el Senado.

La composición actual de la Cámara Alta y la que se prevé para los próximos ciclos electorales no hace pensar que la ley prospere. Solo podría suceder que la ley obtuviera una mayor fuerza en el Congreso que hiciera bascular la posición de Macri y a su vez la del Senado.

A todo ello hay que sumar que en 2019 se celebrarán elecciones presidenciales en Argentina por lo que las sesiones parlamentarias se verán fuertemente disminuidas.

Más allá de la dinámica política, esta inoperancia se traduce en más muertes por culpa de los abortos clandestinos. Según la Dirección Estadística e Información de Salud del Ministerio de Salud de Argentina, en 2016 eran 43 las muertes por interrupciones del embarazo.

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