"El País Vasco fue mi kínder y Bolivia mi escuela". Una conversación con María Carvajal, presidenta de la asociación de DDHH en Bolivia

María Amparo Carvajal, historia vivía de Bolivia, llegó al país andino como religiosa misionera con la orden Mercedarias Misioneras de Bérriz en los años 70. Vivió en León, estudió en Madrid, trabajó y tuvo un primer contacto con la militancia en Euskal Herria, y lleva 45 años militando y trabajando a favor de los Derechos Humanos en Bolivia

Amparo Carvajal. Foto: Ainhoa Fernandez (AraInfo)

Diego Marín Roig (AraInfo). Amparo, eres una boliviana más, pero, ¿Qué hacías antes de venir a Bolivia?

Amparo Carvajal.- Pues estuve trabajando en un colegio, en la Martina, en el País Vasco donde tenían un internado, había una escuela laboral, y allí estuve casi hasta el año 69 y bueno, estaba entonces toda la tensión tan fuerte que había en España con ETA, fueron los asesinatos de Zaragoza y todo ese proceso. Yo había vivido algo estudiando en Madrid música y magisterio. En mi familia pesaba mucho más la fuerza de mi madre en lo religioso que la de mi padre que era de Saún de Campos, donde había nada más que pan para cuatro, y de donde era su padrino, que fue un republicano al que asesinaron y corrieron en España. Fue el padrino de boda de mi padre. Me acuerdo que desde muy pequeña siempre había cortinas en mi casa de León. Una vez mi madre dijo: “era un hombre bueno, si hubiera venido a que le escondiese le hubiera escondido”, es una frase que se te queda desde niña. Mi padre conoció a mi madre vendiendo zapatillas, y la quiso mucho, y de ese querer tuvieron trece hijos, yo soy la número nueve. Ellos ya han fallecido y quedamos todos los demás. Cuando se fueron dijimos, qué bien, gracias papá y mamá, chao, cada uno tenemos nuestra vida y cada uno hizo lo que quiso, y bueno, la hermana mayor soltera vive en León, ahora cumplió 87 años, y bueno, está bien, de cabeza.

Entonces antes de venir aquí trabajé en Martina un colegio de monjas, las de Berriz, las llamaban las nacionalistas. Empezamos un grupo de maestras formadas, licenciadas en Madrid a trabajar, liberar aquel instituto. Empezamos a liberar a aquellas niñas que venían de los caseríos, y ocurrieron cosas muy interesantes en mi vida en ese momento porque allí nos pidieron los del Partido Comunista hacer formación del País Vasco en el colegio. Entonces se hicieron cursos, hicieron una crítica muy fuerte a la religión, ya se pueden imaginar cómo eran esos cursos. Esto era en el año 68. Nosotras íbamos con las niñas. Ahí comenzamos a comprender todo el territorio vasco, y empezamos a estudiar euskera. Mis compañeras y amigas que tenía eran de Bilbao, no lo hablaban, pero les concedimos el colegio para que tuviesen clases de euskera. Empezamos también nosotras a aprenderlo y hablarlo. Fue muy interesante ese momento político. Pero a mí, a diferencia de mis compañeras, eso me resultaba pequeño, fíjate que cosas, me resultaba ese mundo demasiado cerrado y pequeño, aunque fue un aprendizaje que jamás hubiera imaginado en mi vida.

Otras compañeras y amigas de las que trabajamos en el colegio se decidieron por meterse a vivir en la escuela, implicarse con el euskera, y con un fuerte compromiso. Algunas otras se casaron. Ya son mayores y muy buena gente, se enmarcan dentro del nacionalismo vasco. Ellas se quedaron luchando por su país, muy buenas profesores que hicieron toda una revolución educacional en ese colegio, que era en un pueblo, abrir las puertas, que el recreo fuese afuera en la plaza, etc. Puedo decir que el País Vasco fu mi kínder, y Bolivia mi escuela.

DMR (A).- Y entonces, ¿te vas a Bolivia?

AC.- En el 71 me dieron la oportunidad de trabajar en Bolivia. Banzer atacó a los universitarios en agosto del 71, hubo muertos, y clausuró la universidad, clausuró también los colegios primario y secundario. Entonces me avisaron. Había aquí un colegio religioso, el seminario menor de La Paz, que también está en Armentia. En tiempo de José Torres los estudiantes lo quisieron tomar. Esto fue antes de Banzer. Al tomar ese seminario lo convirtieron en una escuela estatal. En el 72 estaba el plan de mejoramiento docente y me dieron la oportunidad entonces desde Marquina. Terminé el curso en el 72 en la escuela de Fernando bravo. Este había sido un señor muy interesante, comunista, que siempre estuvo después con el gobierno boliviano. Al hacer papeles siempre me decían que como podía estar dirigiendo una escuela de un hombre comunista, yo les decía que era un buen maestro.

DMR (A).- Y Cuando llegaste a Bolivia, al poco dio el golpe de estado el general Banzer, ¿qué hiciste entonces?

AC.- A raíz de lo del golpe de aquí viajé por todo el continente sudamericano y me tocó vivir el golpe de Chile, el de Argentina. Con García Meza me detuvieron y me echaron. Estuve fuera unos seis meses, y pude volver por Santa Cruz. En estos meses me tocó vivir el golpe de Tejero en Madrid. Justo yo estaba en frente del Parlamento viendo una película en el cine. Se encendió el cine y salimos, y mi hermana estaba sumamente asustada. En mi haber ya tenía cinco golpes entonces, Banzer, Pinochet, Argentina, Natusch, el de Meza, me lo tomé un poco con naturalidad, cosa que mi hermana no concebía. Me acuerdo que habíamos dejado el coche en el parking, y con las metralletas nos dirigían. Yo la verdad que no lo tomé en serio. Me tocó vivirlo, qué suerte o qué desgracia.

DMR (A).- ¿Y cómo comenzó tu nueva vida boliviana?

AC.- No vine con una intención de quedarme, pero fui muy bien acogida en esa navidad del 71. Muy pronto me reconocieron el titulo, así que enseguida comencé a trabajar en esto, Banzer pues no puso dificultad ni se preocupó. Además yo era bien inocente. Entonces empecé a visitar las cárceles con un amigo de “Justicia y paz”. Vi las torturas en centro como Viacha, o en La Paz, aquí en San Pedro, pero antes en las casas, que las allanaban y los cogían, y se apoderaban de ellos y los torturaban. En casi todas las visitas ya les habían torturado. Los que más sufrieron era la gente del Ejercito de Liberación Nacional, los elenos . A mi me entraban en la cárcel, me encerraban y después ellos me controlaban, había de todos, elenos, trotskistas, del PC-ML, del PCB y otros… entre ellos siempre se cuidaban y estaban muy bien organizados. En ellos encontré la parte más sensible, lo que suponía su lucha ideológica y su parte humana que era la que me alcanzó, por todos los problemas familiares que conllevaba, los hijos las mujeres, las madres…Tuve en ese tiempo una pequeña oficina donde recibía a las madres que me dejaban las cosas para entregarles. Las madres siempre defendían que aunque el gobierno le dijese que su hijo era muy malo, asesino, comunista, era su hijo y tenía ella que estar con él, que podría estar confundido con lo que hacía según le habían dicho, pero que allí estaban ellas a pesar de la propaganda. Yo era la mediadora de esas relaciones. Algunos estaban fuera, en Cuba, en Suecia, y yo les metía la información familiar y política. Entrabas ahí y veías un mundo increíble de violencia, de experiencias de tensión.

En la cárcel me daban un memorando, el coronel me metía y me encerraba y yo un poco dándoles una cajetilla de tabaco para que me dejaran trabajar, entonces me hice famosa, hay un libro que me han puesto como la madre de ellos, fíjate tú que cosas, era muy jovencita. Tuve muchas críticas porque bueno, trabajaba de dirección en una escuela, pero bueno, me respetaban, hacía lo que quería y además planteé allí un modelo de educación un poco revolucionario, haciendo la lectura y los libros del común, por eso que he sido pionera en ese trabajo de mejoramiento docente, y como era una escuela nueva y éramos maestras jóvenes se pudo hacer muy bien, aunque con alguna pequeña dificultad. Entonces tenía 30 años.

Yo he sido una agente de trasmisión a ellos tanto hacia dentro como hacia fuera, en el sentido de que a ellos les interesaba conocer cómo iba la familia y como iba su organización. La familia siempre andaba como escondida. Entre la clandestinidad, las detenciones, el trabajo político, pues siempre había diferentes arreglos con la suegra o con la mujer, algunas mujeres de ellos estaban en Cuba, otras estaban aquí y estaban detenidas, bueno, era un cacao, y también eran muy afectadas. Ellos me decían que comprendiese. A veces tenía que tratar con la madre de su mujer, pero realmente yo le entregaba algo de otra chica que estaba en Suecia, en fin, era una agente de transmisión muy querida por la gente.

Fui a todas las cárceles de Bolivia. Yo no sé cómo he podido al mismo tiempo dirigir una escuela .Al conocer a toda esa gente pues de alguna forma ellos me daban un poco sus pensamientos, sus ideales, por qué luchaban.

DMR (A).- ¿Entonces tu labor en Bolivia comenzó así?

AC.- Así, pero al mismo tiempo siendo directora y viajando por toda la República a nivel educativo. Hoy tengo que decir que la educación no ha mejorado, y eso es muy duro para una maestra.

Es un poco lo que tenía que hacer. Por suerte, como han sido vivencias muy fuertes ahí las tienes, y además ves a la gente que sigue ahora en la política. Llevamos toda la vida militando, y entonces con historias increíbles de todos ellos.

DMR (A).- ¿Con qué objetivo y cómo nació la Asamblea de Derechos Humanos de Bolivia?

AC.- Ya existía, porque había habido una asamblea anterior cuando las guerrillas de Teoponte, aunque todas esas asambleas habían desaparecido. Con la guerrilla anterior, la muerte del Che, la iglesia fue muy solidaria con la gente y las familias de aquí, algunos religiosos de colegios particulares fueron a la guerrilla , como los hermanos Zarzamora, jesuitas ellos. Cuando yo llegué me encontré que funcionaban las guerrillas. Estando trabajando en el País Vasco me enteré de la muerte del Che Guevara. Tampoco entonces conocía mucho del Che, pero bueno, fue una noticia internacional, Bolivia vuelve a marcarle y a marcarnos históricamente.

En el año 71 nada más llegar formé la comisión de “Justicia y Paz” junto a varios compañeros, entre ellos Gregorio Iriarte. A esta comisión de Justicia y Paz vinieron dos personas importantes para mí, ya una fallecida, otra está en Colombia, que es un dominico belga que había venido aquí a Bolivia a trabajar justamente en la mejor biblioteca que tenían aquí los dominicos, una gran biblioteca que fue tomada con el gobierno de Banzer y continúa ahora en el ministerio de educación, y nunca han recuperado. Primero la tomaron los estudiantes, justificando que eran gringos y luego ya nunca se devolvió.

Entonces estaba en Bolivia el cardenal Maurer, y en un recorrido con mi mejoramiento docente en el 72 me encontré visitando en Sucre al cardenal, él estaba muy asustado dando un discurso en el que decía que la iglesia apoyaba al general Banzer. Es cierto que en tiempo de la dictadura, Banzer respetaba la educación. Banzer antes de ser dictador y golpista había sido ministro de educación con los militares.

DMR (A).- ¿Cuáles fueron las primeras intervenciones de esta comisión proto Asamblea de Derechos Humanos?

AC.- Pues mira, en el año 72 me tocó vivir un hecho muy duro aquí en Bolivia donde hubo una devaluación muy grande del peso boliviano. Entonces hubo una masacre en el valle de Cochabamba, a raíz de la cual publicamos el libro “la masacre del Valle” que tenía unas fotos increíbles. Antes ya habíamos publicado “oprimidos pero no vencidos”. Después de esta segunda publicación el ministro de interior nos persiguió , nos detuvo, nos hizo de todo y a Eddy, el presidente, le botó a Lima, al vendedor del libro también, a nosotros nos tenía en ojeriza, estábamos en una casa escondida, y entonces consiguió el ministerio poner en receso a la comisión Justicia y Paz. A raíz de eso, en el 76, nos volvimos a reunir unas doce personas, en su mayoría extranjeros. Vino Eduardo Pimentel, el premio nobel, y nos ayudó en una parroquia, y con él formamos en el año 76 en septiembre la Asamblea de Derechos Humanos, que nace después de los procesos de la comisión Justicia y Paz.

DMR (A).- ¿Este es el momento entonces en el que nace la Asamblea…?

AC.- Sí. Partíamos de la Declaración Universal de Derechos Humanos y trabajábamos internacionalmente. Las primeras reuniones fueron en una iglesia. De los fundadores creo que soy la única que continúa. Los demás han fallecido o se han ido.

El 17 de julio del 80 recién comenzado el curso yo estaba en la escuela cuando me avisaron que estaban las ambulancias y que García Meza había tomado la Central Obrera Boliviana y que había caído un amigo mío, el Marcelo, que era muy activo. Yo estaba en la escuela, acabábamos de empezar, eran las 12 del mediodía, saqué a los niños y empezamos ahí como Asamblea, entre el golpe de Natusch en el 79 y la famosa Lidia Gueiler, la primera y única mujer presidenta de Bolivia.

En la dictadura defendimos mejoras para el pueblo. Entonces Teresa Subieta, Vicente Boliviana y otros ciudadanos bolivianos nos dan las gracias a los que éramos extranjeros y nos dicen que les dejemos llevar a ellos la Asamblea. Entonces les ayudamos a sacar una personalidad jurídica de la asamblea con unas características, bueno, pues como se permitía entonces para poder hacer una organización, más del tipo de ONG. También por aquél entonces el padre Rogulloa me acompañaba a la cárcel y me ayudaba con su movilidad (coche) porque yo no la tenía. Era una cura de Merinor, y a este cura le torturaron aun siendo estadounidense. Él dijo una frase que para mí es muy paradigmática: “La culpa de todo lo que pasa aquí no la tienen estos, la tiene mi país”. Bien interesante era este hombre, él había trabajado en la guerra del Vietnam . Cuando le detuvieron, le torturaron y cuando le echaron dijo esa frase y no se le ocurrió nada más que decir que yo me encargase de todo ese centro que él había hecho allí en su barrio. Y bueno, me lo dejo así, y ahí sigo. Después de la escuela de aquí en el centro, pedí ir a una escuela en Rojeta, como directora me lo dieron y volví.

DMR (A).- Es usted historia viva de Bolivia…

AC.- Bueno, puede ser. En ese sentido es muy distinto por ejemplo contar estas historias en España entre familias o amigos, donde ya he desertado porque no lo pueden entender. Aunque han venido a visitarme, por más que les enseño un poco no me pueden entender. Igual hablas que te recibe el ministro, un cardenal, y no es creíble. Te dicen, y tú quien eres allá…pues ya ves que no soy nada. Mi vida ha discurrido así obligándome a relacionarme con todos estos, y eso es una cosa muy imposible de comprender allí, entonces opto por callar. Allí es diferente. Eso no se puede hacer allí, es impensable conocer al presidente del gobierno o a cualquier dirigente. Yo veo lo de Bárcenas o la corrupción y estoy callada, porque allá ahora con la crisis se está viviendo un horror, pero yo como empiece a hablar me salen cosas peores, por eso con mi familia de allí opto por callar. Me dicen qué te pasa Amparo que no hablas, y no es que no me interese, pero mis vivencias son diferentes en todo, no tiene nada que ver.

DMR (A).- Mañana vamos al TIPNIS, ¿Qué es lo que ha pasado estos últimos años?

AC.- Esta lucha por el TIPNIS es una lucha que llevamos defendiendo desde el año 90 cuando presenté el primer libro en Trinidad, con un Comité, o sea que para mí es una lucha histórica. Tuve la suerte de conocer el TIPNIS antes de que se hiciera la carretera Cochabamba-Santa Cruz, la nueva, conocí el Chaparé, conocía a René que escribió un libro, La Beta Blanca, que ya hablaba de la coca.

El mismo presidente Evo fue al Chapare a trabajar, él compra un chaco y eso se desarrolla. Yo he vivido todo ese proceso del Chapare con asesinatos y muertes porque DDHH a pesar de ese primer impacto de la gente de aquí, de decir, dejarnos, pero en todos los momentos difíciles nos reclamaban a los fundadores a llevar y a hacer, era muy distinto. Nos extendimos a todos los departamentos, entonces siempre, de alguna manera aunque de una forma directiva, siempre era la fundadora de esta asamblea y entonces en los momentos difíciles siempre estabas ahí, y entonces … conocí el Chapare, me impresionó, después he vuelto, y bueno, también me ha impresionado de cómo está, pero al mismo tiempo por el trabajo de la gente de las tierras altas.

Lo del TIPNIS es una lucha que yo creo que está ganada en el sentido de que ya internacionalmente y nacionalmente hay una conciencia, y que encontrarán un sistema de explotación diferente, que no habrá una carretera, pero que habrá otra cosa y que van a seguir y que lo tienen muy difícil los indígenas en todo caso.

DMR (A).- ¿Y cómo están las tierras altas?

AC.- Ahora es increíble cómo está el altiplano, fui a un poblado donde estaba todo vacio, la escuela vacía, el pabellón vacio. Fui allí porque los abuelos que trabajaban allí habían alquilado una máquina excavadora para trabajar. Los chicos jóvenes trabajaban con un frio y un viento terrible. Pues resulta que estaban bebidos y trabajando habían enterrado a un joven vivo creyendo que estaba muerto. Vi ese pueblo y me recordó lo que Sanjinés ha escrito del pueblo aymara. La familia consiguió quedarse con la máquina y detuvieron a los jóvenes, y ahora hay un mal arreglo.

Además de mi aprendizaje escolar, de este pueblo siempre me impresionó la bebida. Tuve experiencias muy fuertes con los maestros, con los niños. Yo me encontraba con algunos maestros bebidos, cómo estando así subían a los niños al bus. Viví momentos muy tensos y comprobé como para ellos era una cosa nata, la herencia, el trabajo, el pueblo enfermo. Siempre he defendido que no era un pueblo consumidor de coca, pero sí traficante. Desde hace mucho tiempo ha existido la coca, no me refiero como hoja milenaria y sana, sino sintetizada en droga, pero ahora ya también hay consumo, y es un problema que de tal forma tú vas a las cárceles y la mayoría está por la ley 1008. Es un problema que yo creo que ahora ha pasado al alcohol.

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