El día que los claveles silenciaron la boca de los fusiles

El 25 de abril de 1974 un golpe militar de oficiales, jóvenes y de orientación de izquierdas, desbarajustó en Portugal la dictadura más longeva del siglo XX en toda Europa occidental, sellando de retruque la defunción del último imperio colonial

LA DIRECTA | El 25 de abril de 1974 un golpe militar de oficiales, jóvenes y de orientación de izquierdas, desbarajustó en Portugal la dictadura más longeva del siglo XX en toda Europa occidental, sellando de retruque la defunción del último imperio colonial. El aliento revolucionario se prolongó todavía durante 19 meses, hasta el golpe de estado del 25 de noviembre de 1975.

La fiesta del 25 de abril es en Portugal una jornada de conmemoración de la revolución que puso fin a una dictadura. Y, en los últimos años, un día de reivindicación de la lucha popular contra un nuevo régimen, el de los mercados financieros, que impone la plusvalía absoluta: trabajar más cada vez por menos salario, y cada vez menos salario ante la presión del paro. El 25A celebra su cuadragésimo aniversario en plena crisis: un país secuestrado por el programa de reformas que conforman el plan de austeridad impuesto por la Troika. Cualquier país, viejo o nuevo, que tuviera que afrontar un proceso constituyente haría bien en no olvidar el ejemplo que Portugal ofreció en al mundo hace ahora cuatro décadas. Un olvido que, en tierras ibéricas, se diría habitual.

El largo camino hacia el 25 de Abril

Una de las razones podría haber sido Catarina Eufémia, la joven muerta por disparos de la Guardia Nacional Republicana veinte años antes, al 1954, por haber encabezado una revuelta de segadoras en Alentejo, el sur latifundista de Portugal. A Catarina le quitaron la vida por exigir “pan y trabajo”, y pronto se convirtió en un símbolo de la resistencia portuguesa contra el régimen de Antonio de Oliveira Salazar.

Y se podrían contar muchas más razones, que unidas, empujaron hasta la eclosión en aquella jornada del 25 de abril. Un país que se desangraba a través de sus jóvenes en las guerras coloniales (Guinea, Mozambique, Angola) de un imperio anacrónico, tan de ultramar como de cartón-piedra. La represión política, el control de la vida civil a cargo de la Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE), un pueblo desprovisto, el aislamiento internacional con las sucesivas condenas de Naciones Unidas (que el régimen, de raíz autárquica, despreciaba con el lema “Orgulhosamente sós” -orgullosamente solos-).

Y también la tristeza. 48 años de una dictadura triste, personificada en la triste figura de Salazar, catedrático de Derecho por la vetusta Universidad de Coimbra, padre del Nuevo Estado surgido de la dictadura militar que en 1926 derribó la I República portuguesa, si bien no fue hasta el 1933 cuando Salazar accedió a la jefatura de gobierno. Un cargo que ya sólo dejó en 1968, a pesar de que el profesor nunca se enteraría: en un accidente doméstico, Salazar cayó de espaldas (algunas fuentes hablan de la bañera, otros, que al sentarse una silla lo traicionó) y se golpeó a la cabeza. De este incidente quedó inhabilitado, y fue sustituido en el gobierno por el también profesor Marcelo Caetano. Nadie osó comunicarle el relevo a Salazar, que murió al 1970 pensando que todavía gobernaba Portugal.

Un golpe militar singular

La aristocracia del ejército portugués abrió las puertas de la Academia Militar con el objetivo de formar oficiales, muchos de ellos universitarios, para que fueran a hacer la guerra a las colonias africanas. Además, el servicio militar obligatorio duraba cuatro años. Hubo cerca de 100.000 soldados portugueses repartidos en tres frentes africanos. Era extraña la familia portuguesa que no tenía a algún joven con un fusil en Angola, Mozambique o Guinea.

Bajo el gobierno de Caetano, los jóvenes oficiales empezaron los encuentros secretos, en primera instancia, para mejorar las condiciones laborales. Pero pronto la meta fue acabar con el régimen. Se denominaron como Movimento das Forças Armadas (MFA), y establecieron tres puntos programáticos: acabar con la guerra colonial, suprimir la PIDE y lograr un estado democrático. A la vez, dentro del régimen, las grietas eran cada vez más visibles. La vicejefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Antonio de Spínola, un militar que había sido gobernador en Guinea-Bissau (también combatió en el frente ruso junto a la División Azul), publicó en enero de 1974 el libro “Portugal y el futuro”, donde argumentaba que la solución a las guerras coloniales era política y no bélica (Spínola defendía un federalismo que garantizara los derechos de los colonos). Dos meses después de la publicación de sus tesis Spínola fue destituido y se integró en la MFA.

El golpe del 25 de abril comenzó con una trama militar, al margen de la sociedad civil. Justo es decir que se produjo un golpe de estado singular: la organización y ejecución se llevaron sin intervención de la cúpula del estamento del ejército portugués. Por esta razón, a la llamada Revolución de los Claveles también se la ha bautizado como la “de los capitanes”. La iniciativa contó con el apoyo popular, que lo divisó como la oportunidad ansiada para cambiarlo todo.

También resultó un golpe singular por el hecho de que no se derramó ninguna gota de sangre. El icono de los claveles silenciando la boca de los fusiles. Los hechos fueron, por momentos, más delicados: en la zona sur de Lisboa, los agentes de la Policía Militar desobedecieron órdenes de disparar contra los golpistas, para acabar uniéndose a la revolución. La dictadura se desvaneció como un fantasma, derrotada en todo el país en menos de veinticuatro horas. Los golpistas no pretendían iniciar ningún proceso revolucionario, pero las calles de las gran ciudades se llenaron de gente que clamaba por un cambio.

El Proceso Revolucionario en Curso

Después de la caída de la dictadura, la revolución, si bien tutelada por los militares, tomó un cariz popular. A los diecinueve meses que siguieron se los conoce como Proceso Revolucionario en Curso (PREC). El PREC fue un tiempo de inestabilidad política institucional, seis gobiernos provisionales y dos golpes de estado involucionistas frustrados, uno al 28 de septiembre de 1974 y otro en marzo de 1975. Pero lo más sustancial es que fue un periodo de una gran participación popular, de todo tipo. Proliferaron las asambleas vecinales, estudiantiles, obreras, y la ocupación de tierras, medios de comunicación y de viviendas. Se nacionalizaron la banca y gran parte de la industria nacional. Simon de Beauvoir y Jean-Paul Sartre visitaban Portugal para apoyar la izquierda revolucionaria, y la revista Times dedicaba su portada a un Portugal bajo la teórica influencia de Moscú. También se acabaron las guerras coloniales, y en 1975 se declararon independientes São Tomé y Príncipe, Guinea, Mozambique y Angola.

Por su parte, la reacción se organizó para restituir su poder. La aparición de grupos armados como el Ejército de Liberación de Portugal, en el norte, donde la explotación de la tierra era de pequeños propietarios, y se vislumbraba la amenaza comunista, se tradujo al ataque de más de 80 locales del Partido Comunista Portugués (PCP). Se celebraban movilizaciones por los derechos de la iglesia católica, así como por la necesidad de un gobierno de concentración. El fin de las guerras en África también alimentó las posiciones contrarevolucionarias: más de 300.000 colonos volvieron al país, provocando una presión económica que ahogaba el país. Los que regresaron acusaban al MFA de haberse olvidado de ellos, y pasaron a defender las posiciones más conservadoras. Según Spínola, la influencia de la izquierda revolucionaria no representaba a la “mayoría silenciosa” de portugueses.

Las circunstancias desembocaron en el golpe de estado del 25 de noviembre, poco más de medio año después de la revolución, protagonizado por el sector moderado del ejército. Los socialistas y los socialdemócratas lo apoyaron, para debilitar las posiciones del PCP. De este golpe surgió un proceso constitucional que se podría tildar de “transición modélica” hacia una democracia homologable a las europeas. De nuevo, nada había cambiado.


Vitor Gonçalves, representante del Bloco de Esquerda, en la ceremonia del 25 de abril en Santa Maria da Feira

Hoy estamos conmemorando el 40º aniversario de un acontecimiento que quedará indeleblemente marcado en la Historia de Portugal y del Mundo. La expresión “25 de Abril” quedó inscrita en el corazón de todos los portugueses, en ese año de 1974, como uno de los más bellos sinónimos de la noción de Libertad. No nos mueve la 'saudade', pero tenemos conciencia de que la revolución, que es la marca genética de nuestra democracia, fue un acto de desobediencia. La misma que hoy es necesaria contra la dictadura de los mercados y de la deuda para construir alternativas a una Europa dominada por la austeridad.

La Troika entró en Portugal hace 3 años con el pretexto de “salvar salarios y pensiones”. Hoy sufrimos las dramáticas consecuencias sociales de la austeridad que nos fue impuesta. En 3 años el aumento de los impuestos sobre quienes trabajan ha sido de cerca de un 30%, o sea, las familias han estado sujetas a recortes acentuados en sus rentas, a la vez que se conducen a los servicios públicos de educación y salud a degradarse, y los precios de los bienes esenciales como la luz, agua, o los transportes a subir de forma considerable. Cerca de 1 millón 100 mil portugueses viven en situación de pobreza extrema, 200 más mil nuevos pobres desde 2010. Una de cada 4 personas es pobre, un número que creció el 25% en 4 años, con aproximadamente 2 millones de ciudadanos que viven actualmente con 409 euros al mes. La tasa de pobreza creció del 21,3% en 2011 al 24,7% en 2012.

El número de puestos de trabajo destruidos en 3 años es otra cifra preocupante. La población empleada en 2013 era inferior a la población empleada en 1997. Esto supone década y media de retroceso en el número de empleos, con más de 500 mil puestos de trabajo destruidos y la tasa de desempleo superando el 15% , y solo calculándolo esta cifra artificialmente -ignorando el drama de la emigración de miles de portugueses 'formados' que no encuentran ningún futuro en su país- y también contabilizando las fluctuaciones fruto de la estacionalidad, se puede afirmar que está mejorando.

Las cifras de la OCDE, de 2014, revelan que el desempleo aumentó más del doble que la media europea y en un escenario en que más de la mitad de los desempleados no recibe ningún apoyo social, son cerca de 350 mil personas las que se encuentran en situación de pobreza. La congelación de las pensiones de 274, 303 ó 379 euros, los recortes en el 'Complemento Solidario para Ancianos', la bajada del valor de referencia del RSI -Renta Social de Inserción- y la alteración de los diferentes niveles del abono de familia, agravaron, sin precedentes, el foso de la desigualdad social.

Ha sido en las competencias del 'Estado Social' donde se han producido las más significativas transformaciones desde la entrada de la Troika, con un 80% de recortes incidiendo en la Sanidad y Educación pública y a costa de los sacrificios impuestos a los funcionarios públicos y pensionistas. En 2 años el gobierno recortó 25 mil puestos de trabajo en el Estado y el peso salarial de la Función Pública bajó del 14% del PIB al 0,4%, muy por debajo de la media europea.

Sobre la desigualdad en el peso de los sacrificios impuestos desde que la Troika llegó a Portugal tampoco existen dudas sobre donde recayó 'la ética de la austeridad', con la banca y los monopolios soportando solo el 4% de los recortes, porcentaje muy inferior de los recortes aplicados para la mayoría de las portuguesas y de los portugueses. Más de 8 mil millones de euros fueron a tapar los 'mega agujeros' de BPN, BPP y BANIF. Es el ejemplo de que los sacrificios van solo dirigidos a los trabajadores y estudiantes. Quitarle al pueblo para llenar las arcas de bancos y banqueros es hoy el centro ideológico de la austeridad. Para salvar a los bancos y banqueros, el Gobierno obligó a los portugueses a vivir por debajo de sus posibilidades.

Los sacrificios impuestos a la mayoría de la población portuguesa, durante 3 años, no tienen otro resultado que no sea el empobrecimiento generalizado, hecho en nombre de un chantaje económico, cuyos números hacen evidente el absurdo de los argumentos y de esta política. Ejemplificamos: en 2012 el déficit era de 10 mil 400 millones de euros, en 2013 fueron impuestos 5 mil 300 millones en medidas de austeridad, recortes, impuestos y desempleo. El déficit no descendió ni 900 millones, o sea, quedamos 4 mil 400 millones de euros más pobres. En 2014, con cerca de 14 mil millones de austeridad impuestos desde 2011, en impuestos y reducción de salarios, la deuda aumentó más del doble y el déficit está 800 millones de euros más alto. Tres años más tarde, el gobierno del PSD y CDS se preparan para presentar un nuevo paquete de medidas de austeridad para 2015, para cerrar la penúltima evaluación de la Troika, antes del 17 de mayo.

“La vida de las personas no está mejor pero la vida del país está mucho mejor”, afirmó el líder parlamentario del PSD, con la soberbia de quien juguetea con las vidas ajenas. Sabemos todas y todos que se vive hoy mucho peor, en un país que es más pobre, más desigual, más injusto socialmente y que solo dejará de empobrecerse con el rechazo del Tratado Presupuestario y una reestructuración de la deuda, indispensable para que puedan existir políticas de crecimiento y empleo.

Pasados 40 años del 25 de abril, hay un sentimiento generalizado de descalificación de la democracia. La violación de los compromisos electorales y de la palabra dada a los electores es un ejemplo, así como la idea de que los agentes políticos no son independientes y que hay intereses ocultos que mandan más. ¿Cuántos gobiernos rompieron las promesas y diputados olvidaron a sus electores? Necesitamos cambiar.

Repensar la democracia es hoy un desafío fundamental que nos debe mover a todos. Más y mejor democracia, debe ser el centro de acción de todos los progresistas, defensores de la libertad, de la democracia y de una ciudadanía activa. Quién tiene miedo de la democracia, tiene miedo del pueblo. Quién tiene miedo de la libertad está arrodillado ante los intereses económicos, que son enemigos de la modernidad, de la justicia y del progreso.

Es en este contexto en el que estamos conmemorando 40 años del 25 de Abril en defensa de la libertad y de la lucha por una vida mejor y más digna. Nada volvió a ser como antes de ese día y siguientes, llenos de alegría que animaron el corazón y la vida de la mayoría de las portuguesas y portugueses, los cuales creyeron que era posible la conquista de derechos que nunca habían alcanzado.

Muchas conquistas fueron obtenidas con gran empeño, esfuerzo, determinación, abnegación y coraje. Aprendimos a vivir en democracia y así fue posible concretizar en la Constitución de la República Portuguesa derechos fundamentales que están siendo atacados y algunos destruidos por quienes nunca supieron lo que era luchar por el derecho al trabajo, a la salud, a la enseñanza, a la seguridad social, al salario mínimo, vacaciones y subsidio de Navidad, contratos colectivos de trabajo, derechos iguales para mujeres y hombres.

Agricultores, trabajadores de los ayuntamientos locales, estudiantes, trabajadores no docentes de las escuelas públicas, militares, efectivos de seguridad, jubilados, reformados, trabajadores de los transportes públicos, son algunos de los que, en 2014, continúan demostrando con sus luchas la defensa de derechos alcanzados y que creen en un presente y en un futuro con dignidad.

Sabremos encontrar las respuestas necesarias e indispensables para confrontar la política actual. Creemos que “solo habrá Libertad de verdad cuando haya paz, pan, vivienda, salud, educación; solo hay Libertad de verdad cuando hay libertad para cambiar y decidir, cuando pertenezca al pueblo lo que el pueblo produce”.

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