El Día del Libro (y siempre) cuida las librerías y editoriales de cercanía

Hay que cuidar unas formas de lectura que no alimenten grandes cadenas, ni explotaciones, y que potencien un consumo consciente y transformador, que creen nuevos sujetos, nuevas realidades fuera de binomios de género, fuera de la lógica del patriarcado capitalista, fuera de la explotación despiadada del mundo

La lectura es un acto de libertad y puede ser una de las herramientas más poderosas para la liberación de la persona y para la transformación del mundo. En la lectura creamos mundos que no son, imaginamos mundos que podrían ser, conocemos el mundo que es y que fue, y ganamos herramientas para su transformación o destrucción (al gusto) y para la construcción de lo nuevo.

La lectura puede ser uno de los actos más radicales y revolucionarios que podemos llevar a cabo, porque nos permite vivir en plena libertad –aunque sea dentro de nuestra cabeza– y nos transforma para llevar esa libertad al mundo. Ya lo decía Lorca en su conocido discurso “Medio pan y un libro”:

“Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.”

Cambiaríamos el lenguaje, ese “los hombres” de 1931, pero el espíritu lo compartimos nosotras. En un tiempo en que la llamada parece ser igual de necesaria, cuando no más.

No es momento de hablar aquí de la mercantilización de una educación que no busca la formación de individuos libres, que no pretende dar a las niñas las herramientas para el discernimiento, para el examen interior y para el desarrollo del razonamiento crítico que las libere. Una educación que solo busca la conversión de las que nacemos libres en seres sometidos al consumo capitalista, en perfectas productoras-consumidoras, privadas de crítica, títeres perfectos de la vertiginosa fagocitación de todas y de todo, propia del capitalismo enloquecido (del capitalismo, sin más).

Pero aunque no sea momento, todo suma, como facetas de un enorme caleidoscopio. Hoy, nosotras queremos llamarte la atención sobre unos aspectos muy concretos, ligados a la fecha marcada en el calendario que va a celebrarse este lunes 23 de abril. San Jorge, con sus historias de dragones, princesas y amores románticos. Pero, en el fondo y llegados aquí, qué más da lo que se celebre: el caso es consumir. En efecto, en un par de días nos espera a todas una nueva hecatombe de consumo, una catarsis colectiva a golpe de billetera que nos haga sentir más felices, más plenas, más… más.

La lectura, esa lectura liberadora, radical, atomizadora, atómica y atomizante ha sido, cómo no, engullida por el capitalismo que todo lo arrasa. Ha acabado convertida en objeto de consumo, uno más, y como tal, sometida a las leyes de una necesidad de demanda permanente: consumo rápido e inagotable.

Grandes editoriales, grandes cadenas como Fnac y grandes plataformas de distribución, especialmente Amazon, ven en la lectura (ya sea de ficción o de ensayo) un producto más de consumo y, por supuesto, sus productos encajan a la perfección en la representación y perpetuación del mundo que lo garantice. Se puede comercializar con la disidencia (feminismos incluidos), pero siempre dentro del margen que el sistema lo permita, como válvulas de escape necesarias para su propio mantenimiento.

Para los agentes capitalistas, los libros solo pueden ser valorados en función de las ventas, solo les interesa el dinero y se mofan de la libertad (la que se disfruta accediendo a contenidos libres y a la que esos mismos contenidos permiten acceder) que no les interesa, es más, les es contraria. El objetivo es solo uno: conseguir ventas y crear sujetos consumidores perfectos a través de la homogeneización de las ideas, con la transmisión de una visión única del mundo.

Las grandes empresas y plataformas de venta de productos de cultura llevan a cabo políticas muy agresivas cuyo objetivo es el “canibalizar” la economía. Son capaces de “perder dinero” para apropiarse de un mercado que las librerías de proximidad no son capaces de recuperar. Amazon, en especial, pierde dinero con el objeto de destruir el tejido de las librerías físicas y también de las editoras que editan en papel, especialmente las pequeñas, que juegan un papel muy importante en la diversidad cultural y la libertad de pensamiento.

Capítulo aparte, por supuesto, merecería la situación laboral de las trabajadoras de estas grandes empresas (este mismo marzo, hubo dos jornadas de huelga en la planta de Amazon en San Fernando de Henares, acompañadas de distintas movilizaciones). Su propósito es único: vender de forma masiva lectores económicos y hacerse con el monopolio de la economía. Porque la lectura no es sino un objeto más. La lectura no es más que un espacio comercial donde el libro se ve reducido a la mercantilización.

¿Qué papel le queda a la libertad?

Además, y en lo que respecta a este 23 de abril, “Día del Libro”, con lo que nos encontramos es con una fecha orientada al consumo masivo. Las grandes superficies y grandes marcas (Google, Amazon, El Corte Inglés, Fnac...) crean la necesidad de un consumo incesante y no ligado a la necesidad, reduciendo deseos, personas, cuerpos y vidas al imperativo del capitalismo.

Las consecuencias son nefastas para el individuo y para el mundo. Somos reducidas a consumidoras y el mundo, a un simple campo de explotación (como también los demás seres humanos y demás seres sintientes, los animales no humanos), se genera un consumo elevado de materia prima y energía desde el inicio de la cadena de producción, hasta el destino final, con los consiguientes residuos generados por el camino.

Además, se afecta a los pequeños establecimientos, ya que estos tienen que enfrentarse a la elevada demanda física y online, los precios, la alta velocidad y variedad de productos, y el espacio central en las ciudades que ocupan estas superficies. Citando datos publicados en El Confidencial el 1 de abril de 2018: “Según los datos de CICAE, el comercio tradicional ha perdido 27.000 millones de euros desde el principio de la crisis, y el pasado año cerraron otros 10.738 pequeños establecimientos. Se añaden a los 98.630 autónomos del comercio que se han perdido entre 2008 y 2017”.

Frente a esto, frente a los gigantes del capitalismo, las pequeñas librerías no son simples establecimientos comerciales. Son lugares para la diversidad, avanzadillas en el espacio del saber, que es el de la libertad. La librera selecciona, cuida, comparte, ayuda a descubrir. La librera no es una simple vendedora: es una puerta a nuevos mundos.

Por supuesto, también hay formas de consumo alternativas, como las librerías de segunda mano, las libreras de viejo que rescatan y conservan, donde puedes encontrar títulos descatalogados y escapar al imperativo de consumo constante de lo nuevo. Y librerías que son espacios de reunión y de intercambio, que fomentan nuevas formas de economía y que promueven literatura feminista.

Aquí, queremos recordar la “Librería de Mujeres”, nacida en 1984 de la mano Pilar Lainez y M.ª Antonia Olaverri, cuando en Zaragoza apenas existían instituciones ni recursos gestionados por mujeres. Esa Librería se convirtió en un importante lugar de encuentro del movimiento feminista de la ciudad. Como señalaba la propia Pilar:

“Para mí la librería fue un proyecto vital, en el que la ilusión, la energía y la capacidad de trabajo, suplieron en gran medida lo que me pudiera faltar de preparación literaria o comercial. Creamos un espacio (…) donde además de vender libros y recomendar autoras (…) se reunían los grupos de mujeres y se hacían presentaciones de libros”.

libreria de mujeres

Y, por supuesto, no podemos cerrar este artículo sin llamar a la lectura de literatura feminista y de obras escritas por mujeres. Las oscurecidas y olvidadas, las habitaciones propias tapiadas por el patriarcado, las formas de emoción y las posibilidades de transformación silenciadas. Este 23 de abril, apuesta por el consumo transformador y responsable. Ve a una pequeña librería, apuesta por una pequeña editorial y abre las páginas nacidas de la pluma de una mujer.

Este 23 de abril, desde el Eje de Consumo del 8M, invitamos a todas a la reflexión. ¿Por qué vas a comprar? ¿Cuánto vas a comprar? ¿Lo necesitas, lo quieres de verdad o son el capitalismo y la sociedad de masas los que te llevan a ello? Y, además, ¿qué vas a comprar y a quién? ¿Qué hay detrás de ese consumo? ¿Cuáles son las condiciones de las trabajadoras? ¿A qué precio real compras a ese precio?

Como todas las fechas marcadas en rojo en el calendario del capitalismo, se consumirá materia prima, fuerza de trabajo, energía… y vidas. Se consumirá para alimentar la sonrisa de gigantes que solo quieren dinero y que fagocitan todo lo que los rodea: librerías físicas, pequeñas editoriales y la libertad de creación y de pensamiento que debería alimentar la lectura y la producción de obras de ficción o de ensayo.

Hay que cuidar unas formas de lectura que no alimenten grandes cadenas, ni explotaciones, y que potencien un consumo consciente y transformador, que creen nuevos sujetos, nuevas realidades fuera de binomios de género, fuera de la lógica del patriarcado capitalista, fuera de la explotación despiadada del mundo, de los cuerpos, de las razas y de todos los seres sintientes. Cuidemos del entramado de pequeñas librerías y de las pequeñas editoriales, porque ellas cuidarán de nuestras libertades. Y compartamos, dejemos libros en cualquier lado para que los lea quien los encuentre. Lean libre, lean a quien no sabe leer, lean pequeño, lean de segunda mano, lean a mujeres, lean feminista, lean para construirse realidades distintas en su cabeza y luego poder llevarlas al mundo. Lean por la revolución, que será feminista o no será.

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