El cuerpo de una mujer, ¿es suyo?

Recientemente, con la reforma de la ley orgánica sobre salud sexual y reproductiva, muchas han sido las críticas al hecho de que las mujeres entre 16 y 17 años no necesiten el consentimiento  de sus padres para abortar. La derecha gritó alarmada que eso es una herejía, un crimen. La  izquierda aprueba, con mayor o menor duda, las reformas, aunque existen fricciones sobre algunos puntos. Fuera del debate de estar a favor o en contra, no se ha abordado lo esencial del asunto: la educación sexual y cómo asumen el sexo las mujeres. En este país de catolicismo castrante, donde …

El “Yo” es sagrado: la pedofilia en al Iglesia

Recientemente, con la reforma de la ley orgánica sobre salud sexual y reproductiva, muchas han sido las críticas al hecho de que las mujeres entre 16 y 17 años no necesiten el consentimiento  de sus padres para abortar. La derecha gritó alarmada que eso es una herejía, un crimen. La  izquierda aprueba, con mayor o menor duda, las reformas, aunque existen fricciones sobre algunos puntos. Fuera del debate de estar a favor o en contra, no se ha abordado lo esencial del asunto: la educación sexual y cómo asumen el sexo las mujeres.

En este país de catolicismo castrante, donde la sexualidad era un tema tabú, que condenaba a muchas mujeres al ostracismo y represión, ha llevado décadas librarse de ella para al final estar en la misma posición inicial. Nuestro cuerpo se legisla, se reprime con acciones o con palabras, se enseña y se humilla en campañas publicitarias, se circunscribe a una casta sexualidad maternal (las que no hacen esto último algo tendrán, dicen los maledicientes). En definitiva, el cuerpo de una mujer es de los demás, pero nunca suyo; el cuerpo de una mujer pertenece a estamentos políticos, religiosos, ideológicos...

Cuando yo tenía unos diez años mi madre, mujer liberal y feminista sin ella saberlo, compró una logradísima enciclopedia de educación sexual cuando en este país ni se sabía qué era esto. Los vecinos al enterarse pensaron poco menos que era una libertina y que a saber cómo saldrían las hijas. Recuerdo que había varios tomos y que estos se dividían por edades. En definitiva, lo que esa enciclopedia sexual nos enseñó es que el sexo no era una cuestión banal. La cama es la gran batalla campal de cualquier pareja y quien diga lo contrario miente. Desnudos de cuerpo, mostramos nuestra desnudez emocional.

Sexo, es una palabra corta pero de una amplia significancia.

Y aquí se debería abordar la otra cuestión que provoca tantos enfrentamientos. ¿Qué ocurre con el sexo que se compra? ¿Se debe legalizar la prostitución? Daré mi opinión: sí. Porque la mujer que quiere ser trabajadora sexual libremente está en su derecho. Es su cuerpo y por tanto puede decidir qué hacer con él.

Cambió mi forma de pensar tras ver hace años el documental 'Muerte de una puta', centrado en la vida de Grisélidis Real, que fue una mujer de intelectualidad y vitalidad excesiva, que quiso que en su lápida dijera: Escritora, pintora y prostituta. Salen testimonios de trabajadoras sexuales de varios países que reivindican sus derechos y su decisión de ejercer la prostitución. Una de ellas, Sonia Verstappen, deja bien claro que ella decide con quién va, qué hace y cuánto cobra. Incluso sale hablando un cliente suyo, viudo que la visita desde hace diez años una vez por semana y que la define como amiga. Llega a decir hasta que él se siente más objeto de ella que al revés. Es interesante porque se ve la prostitución desde otra perspectiva. Ellas son las cortesanas modernas que eligen esta profesión porque les da libertad y poder. Porque al fin y al cabo esa es la clave: la libertad. ¿Dejaremos alguna vez que el cuerpo de una mujer sea suyo?

Hay división en los partidos políticos españoles con respecto a la legalización de la prostitución. Una ex trabajadora sexual, Marianne Bauweraerts, que ahora es activista y ayuda a las personas prostituidas lo dice bien claro en el documental: si se prohíbe la prostitución, las mujeres que trabajan en grado sumo de vulnerabilidad correrán más riesgos de ser maltratadas y trabajarán en condiciones aún más pésimas y clandestinas.

Porque en la prostitución, como en casi todas las facetas de la vida, hay grados. Están las prostitutas que no tienen chulos y eligen qué hacer y cómo hacerlo y las que se ven obligadas siendo víctimas de trata de personas.

Como dice Sonia Verstappen en un momento del documental, esto es una elección. Nunca ha sido destruida por esta profesión. Llega a decir que el problema de las prostitución es que los demás lo vemos desde nuestro punto de vista, siendo incapaces de ejercer semejante profesión, y hay que verlo desde el punto de vista de ellas. A mí me gustan las alturas pero no podría estar en las alcantarillas porque tengo miedo a estar bajo tierra. Eso no significa que quien esté bajo tierra sea un enfermo. Es su elección. Eso es todo. Así más o menos con estas palabras cierra su reivindicación esta trabajadora sexual belga.

En conclusión, es fundamental que haya leyes que legislen aspectos que son decisión propia de las mujeres si ejercerlos o no. Pero también se debería tener en cuenta que, aludiendo a esa libertad,  habría que tener en cuenta si el trabajo sexual asumido con voluntad propia tendría que ser un derecho para las mujeres que quieran esa profesión, porque el cuerpo de una mujer, ¿es suyo?

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