El conflicto de Ucrania visibiliza el doble rasero a la hora de proteger las personas refugiadas en el Estado español

Amnistía Internacional presenta testimonios que muestran cómo, mientras personas que huyen de Ucrania han sido acogidas en el Estado español, personas refugiadas que llegan a la valla de Melilla escapando de de otras guerras y persecuciones reciben golpes, gases lacrimógenos y devoluciones en caliente

Un hombre sostiene a una niña en Canarias en una manifestación por los derechos de las personas refugiadas
Manifestación de apoyo a las personas migrantes y solicitantes de asilo llegadas a Canarias | Foto: Amnistía Internacional

Este lunes, 20 de junio, se conmemora el Día Mundial de las Personas Refugiadas, una fecha que sirve para recordar que en la actualidad existen más de cien millones de personas desplazadas de manera forzada. Amnistía Internacional ha denunciado las políticas cada vez más restrictivas de la Unión Europea para proteger a las personas que huyen de persecución.

Con motivo de este día, recuerda que el conflicto en Ucrania ha visibilizado además una política de doble rasero en relación al acceso a la protección, ya que las personas que huyen de otras guerras como, por ejemplo, en Siria, o que escapan de países en conflicto en África solo encuentran obstáculos para acceder a las fronteras europeas, mientras que la invasión rusa ha mostrado que cuando hay voluntad política se pueden adoptar medidas con rapidez.

En el Estado español, las medidas adoptadas para hacer frente a las necesidades de las personas procedentes de Ucrania contrastan con las indignas condiciones de acogida en Canarias en 2020 o el uso excesivo de la fuerza en las fronteras de Ceuta y Melilla, y visibilizan este trato diferenciado.

"El Estado español desplegó toda una serie de medidas destinadas a recibir y atender a las personas que huyen de la guerra de Ucrania y ha sido capaz de gestionar en tiempo récord 125.000 solicitudes de protección temporal, otorgándoles documentación que les permite el acceso al permiso de trabajo, a la sanidad o el empadronamiento.

Sin embargo, quienes llegan huyendo de otras guerras se enfrentan a meses de espera para poder solicitar protección internacional, cuando no a devoluciones en caliente, y al uso excesivo de la fuerza, como ocurrió el pasado mes de marzo en la valla de Melilla. Todas las personas que entraron en esa fecha eran solicitantes de protección internacional”, señala Virginia Álvarez, responsable de política interior en Amnistía Internacional en el Estado español.

Con la activación, el pasado mes de marzo, de la Directiva del Consejo de la Unión Europea sobre protección temporal, para conceder protección inmediata en países de la UE a quienes huyen del conflicto en Ucrania, Amnistía Internacional ya puso de manifiesto que la medida demostraba cómo Europa, y concretamente el Estado español, poseen las herramientas necesarias para proteger a quienes huyen de la guerra, y que el enfoque de la ‘Fortaleza Europa’ es una elección de carácter político, según denuncia Amnistía Internacional

Según la Declaración Universal de Derechos Humanos, en caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo y disfrutar de él en cualquier país. Sin embargo, “las personas procedentes de países en conflicto como Malí, que intentan llegar de manera irregular a través de la frontera sur en el Estado español ante la carencia de rutas legales y seguras, han recibido un trato discriminatorio y, en ocasiones, cruel por parte de las autoridades españolas, tanto en Melilla y Ceuta, como en las islas Canarias”, dice la organización internacional.

"Intentar saltar la valla es como si sacrificaras tu vida y entraras en el infierno al mismo tiempo, porque hay policía por todas partes, y ni siquiera a los animales les tratan así: golpean a la gente, les lanzan gases lacrimógenos, te echan picante en los ojos… No tratan de impedirte entrar, sino de matarte": así relata Van, con quien se ha entrevistado Amnistía Internacional, el trato recibido por la policía española y marroquí al llegar a la valla de Melilla.

Van es maliense, tiene 23 años y huye de la guerra en su país, y de una vida especialmente dura, que incluye haber sido vendido como esclavo cuando todavía era un niño por su tío, con el que vivía después de que sus padres huyeran a Costa de Marfil: "He estado a punto de morir, he visto muertos, he sido herido, me han metido en prisión… Solo quiero llevar una vida segura. Por eso puse mis esperanzas en mi propio país, pero había una guerra; puse después mis esperanzas en Argelia, pero fue peor; y después en Marruecos, así que esta vez he puesto mis esperanzas en el Estado español, para estar a salvo y conseguir mi prioridad, que es estudiar", relata.

Tanto él como Makan, también maliense, de 29 años, aseguran que a pesar del riesgo que han vivido al saltar la valla no hay otra manera de entrar en el Estado español, tampoco mediante las oficinas de asilo supuestamente abiertas en las ciudades de Ceuta y Melilla: "Incluso si quieres pedir asilo en la frontera, no tienes posibilidad de acercarte. Porque si te ven acercarte te cogen y te van a pegar muy fuerte. Por eso tenemos miedo", lamenta Makan.

“El Gobierno español debe descartar el doble rasero en políticas de refugio y asilo y adoptar medidas para hacer frente a la degradación del sistema de asilo y acogida, que incluye la falta de acceso a información y a asistencia letrada, condiciones de acogida indignas y problemas estructurales para acceder a procedimientos de asilo”, concluye Virginia Álvarez.

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