El pasado 16 de marzo los centros educativos de Aragón cerraron sus puertas después de que se publicase el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declaraba el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, que obligaba a un confinamiento de toda la población en sus casas. Esta situación provocó por primera vez también algo insólito en nuestra historia reciente: el cierre de los centros educativos y la apertura de la "escuela en casa". Las familias se veían abocadas a seguir el curso online o a través de Internet.
El cese de la actividad educativa en los centros ha obligado a una inmediata adaptación a la excepcional circunstancia que se ha concretado en el traslado de la actividad académica a los domicilios familiares, fundamentalmente a través de la enseñanza a distancia.
“Es evidente que el sistema educativo no está diseñado para dar ese salto puesto que una cuestión es formar en el aula en el uso de las tecnologías de la información y otra que estas sean la herramienta para desarrollar el proceso educativo”, señalan desde la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos/as de Aragón.
“Ni los centros, ni el profesorado, ni las familias, ni el alumnado estaban preparados para asumir esta transformación y menos para hacerlo de una forma abrupta como se ha producido, siendo la brecha social-digital para una parte importante de alumnado y familias el principal problema surgido”, añade FAPAR.
Y es en este contexto en el que desde FAPAR, que ha apostado desde el principio por que la administración marcase pautas claras al profesorado que tranquilizasen a las familias y garantizasen ese derecho fundamental a la educación para el alumnado, de modo que ninguno se sintiera perjudicado por una circunstancia ajena a todos. Con un total de 12.385 contestaciones completas positivas la encuesta para un nivel de confianza del 99%, tiene un margen de error del 0,96%.
El 99% de las personas encuestadas tiene en su casa conexión a Internet. Pero este dato puede ser engañoso, puesto que para contestar esta encuesta era necesario disponer de conexión a Internet y es seguro que las familias que no tienen acceso a Internet serán muchas más en la realidad que el 1% que aporta esta encuesta. Si nos atenemos a las estadísticas oficiales en España en 2019 el 10% de los hogares no disponen de conexión. De modo que entre ese 10% y el 1% de nuestra encuesta podemos encontrar una cifra más real. Así es muy posible que alrededor del 5% de las familias en Aragón estén en dificultades para una enseñanza on line. A ese 5% debemos sumar el 8,8 % que dice disponer de conexión de poca capacidad. Un 43,7% dice expresamente que accede sin problemas.
Un importante volumen de familias, casi el 60%, consideran que sus hijos e hijas están preparadas para el trabajo escolar online; “lo preocupante es que más del 40% consideren que no lo están”, señalan desde FAPAR.
Respecto a las tareas que están teniendo que desarrollar los escolares en casa, casi el 50% ha considerado que son excesivas, frente a casi otro 50% que las consideran poco o nada excesivas. Un porcentaje del 55% a su vez considera que son bastante o muy complejas frente a un 45% que piensa que no lo son.
Más del 45% consideran que este mismo profesorado no ha tenido en cuenta la situación familiar que se vivía con el confinamiento. Del mismo modo que se considera que casi uno de cada cuatro profesoras y profesores han sido poco flexibles a la hora de mandar trabajos y actividades o a la hora de realizarlos.
Ni la escuela ni el profesorado pueden ser sustituidos por la casa o la familia.
En este sentido desde FAPAR aseguran quehay dos realidades diferentes. Por una parte el problema de muchas familias, que no teniendo dificultades de formación o de recursos informáticos, sí los han tenido para compatibilizar su teletrabajo con el tiempo de “escuela en casa” para sus hijos e hijas. En unos casos porque había que compartir equipos y en otros porque, por la edad o condiciones de sus hijos o hijas, se hacía necesario su acompañamiento (educación infantil o educación especial).
Por otra parte, las carencias formativas y/o de recursos informáticos, que han empezado a subsanarse con el impulsado de la Administración, los propios centros, AMPAS o particulares con donaciones, equipos informáticos, conexiones a Internet… “aún están lejos de resolverse completamente”, apuntan.
A esto hay que añadir que se hace imprescindible el acompañamiento individualizado del profesorado, de forma particular del tutor o tutora, que en esta circunstancia necesita cumplir una inestimable atención emocional. “Máxime en circunstancias que para muchas familias han sido especialmente dolorosas, con pérdidas humanas, laborales, enfermedades, incertidumbres….”, añaden desde la Federación de AMPAS que recuerdan que no es desdeñable que en los aspectos a mejorar un 7,2% reclame atención personalizada y que más del 75% de las familias señale estar preocupada en distinto grado por el estado emocional de sus hijos e hijas (un 35,2% mucho). “Sin duda la atención emocional debe ser un pilar en los proyectos curriculares del futuro más inmediato”, concluyen.