Egipto: Generales, islamistas y la izquierda revolucionaria

La revolución egipcia es producto de un largo proceso que se inició en el año 2000, con manifestaciones en Tahrir en solidaridad con Palestina, seguidas por protestas contra la guerra en Irak y a favor de la democracia, y más tarde por explosivas luchas obreras.[1] Mientras, la Conferencia del Cairo se convirtió en un importante lugar de reunión, debate y movilización para los movimientos sociales y políticos egipcios, incluyendo a su impulsor, el Grupo Socialista Revolucionario (GSR); los naseristas; los Hermanos Musulmanes (HHMM)… Todo este proceso desembocó en el inicio de la revolución, en plaza Tahrir, el 25 de enero …

Con este artículo, David Karvala pone la situación actual en el contexto de la revolución vivida hasta ahora, con todas sus contradicciones.
Con este artículo, David Karvala pone la situación actual en el contexto de la revolución vivida hasta ahora, con todas sus contradicciones.

La revolución egipcia es producto de un largo proceso que se inició en el año 2000, con manifestaciones en Tahrir en solidaridad con Palestina, seguidas por protestas contra la guerra en Irak y a favor de la democracia, y más tarde por explosivas luchas obreras.[1] Mientras, la Conferencia del Cairo se convirtió en un importante lugar de reunión, debate y movilización para los movimientos sociales y políticos egipcios, incluyendo a su impulsor, el Grupo Socialista Revolucionario (GSR); los naseristas; los Hermanos Musulmanes (HHMM)…

Todo este proceso desembocó en el inicio de la revolución, en plaza Tahrir, el 25 de enero de 2011. Ante las movilizaciones sociales, y sobre todo el crecimiento de las luchas obreras, los generales decidieron sacrificar al dictador Mubarak, el 11 de febrero.

Así empezó el primer período de gobierno militar, bajo el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF). Al no lograr acabar con las luchas, al final los generales dieron un paso atrás y permitieron un gobierno civil. En la primavera de 2012, Mohamed Morsi, de los HHMM, ganó las elecciones presidenciales, frente a Ahmed Shafik, candidato de los militares y de los feloul, los ‘restos’ del mubarakismo. En ese momento, la elección de Morsi fue una victoria para el movimiento, aunque acabó traicionando las expectativas de la gente trabajadora y pobre.[2] Hubo cierto tira y afloja con los generales, pero en lo fundamental su mandato continuó con las políticas del SCAF y la dictadura. Un aspecto clave de esta continuidad fue la economía. Morsi mantuvo las negociaciones con el FMI, iniciadas por el SCAF, respecto a un préstamo multimillonario, e impulsó políticas de austeridad. También intentó reprimir las luchas, igual que lo había hecho el SCAF, enviando a las fuerzas de seguridad —y a veces a sus propios seguidores— para atacar e incluso matar a manifestantes. Asimismo recurrió al sectarismo, contra las comunidades copta y shiíta.

La rebelión y el golpe

Sin embargo, parece que el principal pecado de Morsi, a los ojos de los dirigentes del “Frente Nacional de Salvación” (FNS) —una alianza opositora de liberales, naseristas y feloul— así como de los generales, no fue la represión en sí, sino sus intentos de mandar solo, sin contar con ellos. Los militares hablaron con Morsi varias veces para que rectificase: deseaban el éxito de su mandato.[3]

Por otro lado, había un creciente descontento social, y a finales de abril de 2013 surgió una iniciativa popular, ‘Tamarod’ o rebelión. Se plantearon recoger millones de firmas a favor de la dimisión de Morsi en el primer aniversario de su mandato, el 30 de junio. Tamarod surgió de jóvenes del movimiento democrático, Kifaya, pero creció masivamente. Los movimientos sociales, los nuevos sindicatos independientes y la izquierda lo apoyaron… y también lo hicieron los partidos del FNS, incluyendo a los feloul. Posteriormente se sumaron los canales de TV no controlados por los HHMM. Al acercarse la fecha señalada, Tamarod anunció que había recogido 22 millones de firmas y convocó protestas en las plazas para el 30 de junio.

Ahora sabemos que mientras este movimiento crecía, representantes de los dirigentes del FNS —el liberal ElBaradei, el naserista Hamdin Sabahi y el antiguo ministro de Mubarak, Amr Moussa— se reunieron en secreto con altos mandos militares, para pedirles que facilitasen la caída de Morsi.[4]

Las protestas del 30 de junio fueron más grandes incluso que las de 2011; las estimaciones más bajas hablan de 14 millones de manifestantes. Este salto cuantitativo también supuso un cambio cualitativo. Lugares que no se movilizaron en 2011 esta vez sí lo hicieron; millones de personas salieron a la calle por primera vez. Había seguidores de los feloul, pero sobre todo las protestas fueron el reflejo de la mayoría del país: gente trabajadora y gente pobre que estaba harta. En Egipto hay miles de activistas que llevan luchando desde 2011 (e incluso antes) y saben que no pueden fiarse del ejército. Pero los millones de personas que acaban de sumarse a la actividad política lo tendrán que aprender por ellas mismas.

Así que cuando en la noche del 3 de julio el general Al Sisi, Ministro de Defensa, anunció la destitución de Morsi, las plazas estallaron en celebraciones por su victoria. Es verdad que fue una victoria de la movilización, pero también fue un golpe militar. El movimiento fue lo suficientemente fuerte —sobre todo, dadas las divisiones entre las diferentes fuerzas que mandaban en Egipto— como para forzar la caída de Morsi; pero no tuvo ni la fuerza ni la cohesión política necesarias para remplazarlo. Ésta también fue la situación en febrero de 2011; pero con diferencias importantes. Entonces, el Estado estaba noqueado por la revolución y perdía terreno; ahora está consolidando su poder. Además, esta vez, un sector del ‘movimiento’ está colaborando y conspirando activamente con los militares.

Las masacres, la izquierda y la islamofobia

Esta colaboración recibió su premio. El liberal ElBaradei y el naserista Sabahi se convirtieron en vicepresidentes, junto al dirigente del golpe, el general Al Sisi. Otro naserista, Kamal Abu Eita, histórico activista sindical y presidente de la Federación Egipcia de Sindicatos Independientes (EFITU), aceptó el cargo de Ministro de Trabajo. Entraron en un gobierno dominado por el ejército y formado, en una tercera parte, por antiguos colaboradores directos de Mubarak.

Cualquier duda acerca del carácter de la nueva administración se despejó rápidamente. Los HHMM protestaron inmediatamente contra el golpe, exigiendo la liberación de Morsi —bajo detención militar— y su restitución como Presidente. El ejército respondió con violencia, matando a un centenar de islamistas durante las primeras semanas de julio de 2013.

Al Sisi —desmintiendo con cada paso sus afirmaciones de no querer protagonismo político— personalmente convocó manifestaciones para el viernes, 26 de julio, a favor del ejército y su “lucha contra el terrorismo”. La llamada formaba parte de una campaña de propaganda contra los HHMM, a los que acusa de terroristas relacionados con Al Qaeda. Otro objetivo son los refugiados de Palestina, Siria e Irak; el nuevo gobierno les hostiga cada vez más con controles y detenciones, mientras que el jefe de un canal de TV, simpatizante del golpe, propone destrozar sus casas si no dejan de “apoyar a los HHMM”.[5] A pesar de todo esto, algunos dirigentes ‘revolucionarios’ —naseristas, Tamarod…— apoyaron la llamada de Al Sisi, que al final aglutinó a millones de personas. La izquierda revolucionaria condenó la convocatoria.[6] La declaración del Grupo Socialista Revolucionario (GSR) fue tristemente profética: “Sean cuales sean los crímenes cometidos por la Hermandad contra el pueblo y contra los coptos… no daremos al jefe militar, Al Sisi, nuestra aprobación. No saldremos a la calle… para ofrecerle un cheque en blanco para cometer masacres”.[7]

Casi tres semanas después, la mañana del 14 de agosto, el ejército atacó los campamentos que los HHMM habían establecido en El Cairo como centro de sus protestas. Su dirección incluye a multimillonarios, pero en los campamentos se encontraba, por lo general, gente pobre, incluyendo a familias enteras. Las autoridades hablan de unos 800 muertos durante esos días; los HHMM de varios miles. No hay duda de que se trató de una masacre en toda regla, mucho peor que lo que hizo Mubarak en 2011. El liberal, ElBaradei, que había aceptado la represión de julio, esta vez dimitió como protesta. Pero el resto del “Frente Nacional de Salvación” mantuvo su apoyo a Al Sisi. Sabahi y los dirigentes de Tamarod fueron aún más lejos, culpando a la Hermandad de la matanza.[8]

Tras el ataque a los campamentos, hubo informes de detenciones arbitrarias de presuntos islamistas: hombres con barba larga y mujeres con niqab. También hubo detenciones, palizas e incluso asesinatos de periodistas, que se suman al cierre de una quincena de canales de TV; es obvio que los generales quieren evitar que se acceda libremente a la información.

Durante esos mismos días, el gobierno golpista nombró a 18 nuevos gobernadores de provincia. Once de ellos son antiguos oficiales del ejército, dos más ex jefes de policía. En este caso, los naseristas condenaron los nombramientos —sin romper con el gobierno— mientras que Tamarod los aceptó con algunas ‘reservas’.[9]

La situación a mediados de agosto es la de una auténtica caza de brujas contra los HHMM. El gobierno golpista, con el apoyo de la clase media ‘laica’, incluso islamófoba, se plantea ilegalizar a los islamistas. También pretende rehabilitar a los restos del mubarakismo, los feloul, y ya ha excarcelado a Mubarak.

Chile 1973, Argelia 1992…

El militante del GSR y conocido bloguero, Hossam El Hamalawy, tuiteó poco después del golpe: “Morsi no es Salvador Allende, pero Al Sisi es definitivamente el Pinochet de Egipto”. Las matanzas llevadas a cabo desde entonces confirman que tenía toda la razón. Pero una cosa es lo que Al Sisi quiere hacer y otra lo que puede conseguir. Pinochet masacró a toda la izquierda y al movimiento sindical; los golpistas egipcios han tenido que invitarlos a formar parte —por ahora— del nuevo gobierno. Al Sisi es un Pinochet cuyo 11 de septiembre (fecha del golpe decisivo chileno) aún no ha llegado.

También se compara la situación con el golpe militar en Argelia de 1992, que impidió la victoria electoral del Frente Islámico de Salvación (FIS). Entonces, como ahora, los militares reprimieron a los islamistas y detuvieron arbitrariamente a hombres con barba. Al ver bloqueado el camino electoral, algunos sectores islamistas recurrieron a las armas, y Argelia entró en una cruenta guerra civil, que dejó unos 200.000 muertos, sobre todo a manos del ejército. Hay que recordar el terrible error cometido por casi toda la izquierda de entonces[10] —tanto dentro como fuera de Argelia— al respaldar el golpe, en nombre del ‘laicismo’; sin embargo las situaciones son bastante diferentes. En Argelia los militares dieron el golpe antes de las elecciones, cuando el FIS contaba con el respaldo popular; en Egipto el año de gobierno de Morsi redujo su apoyo, llegando a provocar la enorme movilización en su contra del 30 de junio. Argelia vivió importantes movilizaciones a partir de 1989, pero nada comparable con lo de Egipto desde 2011. Por otro lado, sectores del islamismo egipcio —sobre todo la juventud de los HHMM— llevan años luchando al lado de la izquierda radical. Algunos analistas han sugerido que muchos jóvenes islamistas pueden pasarse al jihadismo sectario,[11] pero la experiencia de la lucha unitaria abre el camino a otras maneras de ‘radicalizarse’. El peligro de una guerra civil sectaria existe, aunque la historia no tiene porqué repetirse.

Hay otro precedente histórico importante que se suele ignorar. Durante una revolución ya lejana, la izquierda radical cometió un grave error; sobrevaloró sus propias fuerzas al convocar una manifestación armada. El ejército los atacó, dejando a manifestantes muertos en la calle. Así se inició la represión generalizada, con dirigentes revolucionarios detenidos como “traidores a la revolución”, y agresiones racistas en la calle. La izquierda moderada apoyó los ataques. Un observador escribió que “la revolución se deshacía como humo.” ¿Realmente todo se había acabado? De hecho, no. Fueron las llamadas “jornadas de julio”, de la revolución rusa de 1917. Unas semanas más tarde, los generales, envalentonados, intentaron un golpe de Estado para eliminar a sus aliados de la izquierda moderada. Ésta no tuvo fuerzas para responder, pero el partido bolchevique organizó la resistencia de base que fue la que derrotó el golpe. La izquierda radical salió reforzada, y se dio un paso de gigante hacia la revolución socialista de octubre de 1917.[12]

Esto no implica que tenga que pasar lo mismo en Egipto; los actores y la situación son diferentes y no hay una fuerza comparable a la del partido bolchevique. Sólo confirma que las revoluciones de masas son procesos complejos y contradictorios. Lo que ocurre en las cúpulas tiene su importancia, pero es un típico error infravalorar a la gente corriente y su lucha desde abajo. Este menosprecio suele afectar tanto a la derecha —con su prepotencia— como a sectores de la izquierda —que se desmoralizan y/o buscan soluciones desesperadas, fuera de la lucha social—.

Balance de la situación actual

El partido comunista egipcio, siguiendo a los naseristas, respalda el golpe militar, y afirma que “los Hermanos Musulmanes son una organización fascista”.[13] Mientras bandas de matones atacan a islamistas —o a presuntos islamistas— en la calle, esta actitud no sólo es un error, es un crimen. Es un ejemplo más de la confusión de la vieja izquierda —el estalinismo y el nacionalismo árabe— ante el islamismo político.[14] Hace 20 años respaldaron el sangriento golpe de Estado en Argelia; ahora apoyan la guerra sucia de Assad en Siria. Su entusiasmo por los militares egipcios es más de lo mismo.

Sobran motivos para rechazar a los generales. ¿Esto implica apoyar a Morsi? Así lo han entendido la Liga Española Pro Derechos Humanos y la Federación Internacional de Derechos Humanos. No sólo condenan el golpe, sino que hacen: “un llamamiento a los Hermanos Musulmanes a que se mantengan firmes, hasta que vuelva el Presidente Morsi”. El problema es que las acusaciones contra Morsi y los HHMM —de represión, asesinatos, violaciones, políticas de austeridad, colaboración con Israel…— son ciertas. Por esto, gran parte de la población salió a la calle para derrocar a Morsi. Al pedir su vuelta al poder, se da la espalda a este movimiento auténtico y popular.[15]

Para ubicarse ante la situación actual, hay que entender que los dirigentes de ambos bandos son culpables y cómplices: tanto Morsi como los generales. Como declaró el GSR: “Los crímenes de Morsi se cometieron junto a los militares, la policía y el Estado de Mubarak. Todos ellos deben ser juzgados conjuntamente”.[16] Pero no se debe meter a los HHMM y a los generales en el mismo saco. Según el GSR: “si la Hermandad representa un cierto peligro para la revolución, las instituciones del Estado, que tienen el monopolio de la violencia, representan un peligro mucho mayor”.[17]

Retos revolucionarios

La revolución egipcia no ha muerto, pero se encuentra ante graves dificultades. Hay importantes intereses internacionales en juego[18] aunque, por ahora, se manifiestan a través de actores internos —sobre todo, los generales— y más que dictar los acontecimientos en Egipto, van a remolque de éstos. Luego encontramos la tendencia a polarizar el conflicto entre dos bandos —o se está con el ejército o con los HHMM— lo que dificulta la defensa de otras alternativas. Parece que la ‘tercera plaza’, creada durante julio por sectores revolucionarios opuestos tanto a Morsi como a los militares, se ha desmontado, pero confirma la posibilidad de crear una tercera opción.[19] Todavía existe el peligro de un conflicto sectario generalizado, entre musulmanes y coptos, entre sunitas y shiítas, que no beneficiaría a ningún sector de las clases populares.

En definitiva, los retos para la izquierda revolucionaria egipcia ante la nueva situación son enormes.

Por ejemplo, muy probablemente tendrán que participar en protestas puntuales al lado de los islamistas. Podrán hacerlo, pero no les será fácil: el GSR tiene muchísima militancia nueva y joven, que hasta hace pocas semanas sufría agresiones físicas a manos de matones de los HHMM.

Algunos académicos destacan que el GSR es ‘marginal’, o que ‘no tiene base’.[20] Sin embargo, pocos grupos marxistas revolucionarios tienen miles de seguidores como el GSR. Aun así, tiene poquísima influencia si se compara con los HHMM, o incluso con el naserismo. Esto es importante cuando se trata de luchas reales, a vida o muerte.

Ante estas limitaciones, alguna gente busca atajos. Una activista de un grupo que se escindió del GSR al principio de la revolución explicó: “Nuestro grupo reconoció que hace falta un partido que nos una a todos [dado que la] sociedad no está preparada para un partido radical”.[21] Se unieron a sectores de la izquierda reformista en el Partido de la Alianza Socialista Popular (PASP), uno entre varios intentos de crear una amplia coalición de izquierdas. Pero el PASP se sumó a su vez al FNS con los liberales y los feloul. Ya antes del golpe, los sectores revolucionarios del partido rechazaron estas alianzas, pero la cúpula no les hizo caso.[22] Ahora el PASP no sólo apoya el golpe militar, sino que exige la disolución de los HHMM, la confiscación de sus fondos y su prohibición por ser un “grupo terrorista”.[23] Si el PASP es un atajo, es un atajo en la dirección equivocada. Esto se aplica aún más a la ‘coalición de izquierdas’ de Hamdin Sabahi.

Para no distraerse con estos atajos, hay que reconocer los problemas reales: el imperialismo —por ejemplo la ayuda militar estadounidense a Egipto de 1.300 millones de dólares anuales, o la continuada ocupación de Palestina—; la falta de democracia real; la continuada opresión de las mujeres, a todos los niveles; la pobreza y desigualdad… Todo esto tiene que ver, en el fondo, con el capitalismo y la injusticia social, y no habrá solución real sin combatirlos.

La violencia golpista ha eclipsado los problemas económicos y sociales. Egipto tiene una deuda del 87% de su PIB, y el pago de los intereses actualmente consume la cuarta parte del gasto público.[24] Si esto se excluye del debate, es en parte porque los generales y los líderes islamistas están de acuerdo con que los pobres paguen la crisis. Ante los ataques económicos de Morsi, la clase trabajadora respondió con “la mayor ola de huelgas que hemos visto nunca en Egipto. Durante los meses anteriores al 30 de junio […] hemos tenido el nivel de huelgas más alto de todo el mundo… aproximadamente 500 huelgas a la semana de promedio”.[25]

Está claro que los militares nombraron como ministro al dirigente sindical, Kamal Abu Eita, con el objetivo de acabar con las luchas, y éste ya intenta cumplir con las expectativas.[26] Está por ver si lo logra; una parte del movimiento sindical rechaza su apoyo a los militares.[27] Además, ya se suceden las primeras huelgas bajo el gobierno golpista, con diferentes resultados.[28] Habrá una lucha política para ganar influencia dentro de la clase trabajadora y el movimiento sindical. Abu Eita tenía mucho prestigio, pero si la gente trabajadora ve que habla en nombre de los ricos y de los feloul, puede perderlo rápidamente. El GSR es menos conocido, pero durante estos años se ha dedicado casi obsesivamente a la clase trabajadora y al nuevo movimiento obrero, hasta el punto de ser uno de los motivos de la escisión antes mencionada. No es imposible que, en colaboración con otros sectores de la izquierda sindical, logren mantener la lucha contra los ataques de la patronal. Aquí, es importante saber que la batalla contra los generales no es sólo política: el propio ejército es el amo del 25% de la economía egipcia. Muchas huelgas se enfrentan directamente a los militares.

El enfoque en la clase trabajadora no significa que el GSR ignore a otros sectores. Es parte activa en las campañas contra el acoso sexual; participó junto a otras fuerzas en ‘la tercera plaza’; ha participado en iniciativas para proteger conjuntamente las iglesias coptas ante los ataques, demostrando la posibilidad de superar el conflicto sectario… En su última declaración, el GSR habla de “las decenas de miles de jóvenes revolucionarios que han luchado ferozmente contra el régimen militar en las diferentes olas de la revolución egipcia”. Concluye: “Durante las próximas semanas y meses, podemos atraer y ganar a parte de esta gente revolucionaria a nuestras filas, con el objetivo de jugar un rol más fuerte y estable en las próximas oleadas de la revolución. Pero al mismo tiempo también queremos integrar en la organización a la gente trabajadora y pobre que hizo la revolución y participó en la última ola, la del 30 de junio, por unos objetivos que aún no se han conseguido”.[29]

Hay que insistir: la revolución egipcia no ha terminado, y aún hay mucho por lo que luchar. El resultado dependerá, en parte, de la intervención de la minoría de activistas que no se han dejado llevar por los ‘atajos’. Para resolver los problemas reales del 99% de la población egipcia no hay ningún atajo ni alternativa que valga: la revolución social desde abajo es la única solución.

David Karvala (militante de En lluita) | Publicado por En Lluita | Para AraInfo

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Notas:

[1] Karvala, David, 2008: “La Intifada egipcia”, La Hiedra, mayo 2008. http://bit.ly/17AmFn3
[2] Mendoza, Diego, 2013: “Egipto: análisis de una revolución en marcha”, La Hiedra, mayo-agosto 2013. http://bit.ly/149rW33
[3] Washington Post, 2/08/13. http://wapo.st/13RcPMy
[4] Wall Street Journal, 19/07/13. http://on.wsj.com/18ebyT4
[5] El-Dabh, Basil, 2013: “HRW calls on Egypt to respect rights of Syrian refugees”, Daily News Egypt, 25/07/13. http://bit.ly/1eXQJgq
[6] “‘Rebel’ [Tamarod] endorses El-Sisi’s call for Friday demos”, Ahram Online, 25/07/13, http://bit.ly/1d0wsub
[7] GSR, 2013, “Not in our name!”, socialistworker.co.uk, 25/07/13. http://bit.ly/13mVHOK
[8] xinhuanet.com, 15/08/13. http://bit.ly/16DMebG
[9] “Egypt’s new governor appointments draw criticism”, Ahram Online, 13/08/13. http://bit.ly/19tU9Hg
[10] No así la corriente anticapitalista con la que La Hiedra está relacionada. Ver David Karvala, “¿Cómo acabar con la violencia en Argelia?”. http://bit.ly/16FR4FB El artículo apareció originalmente en Socialismo Internacional 6, julio/agosto 1995 (predecesora de La Hiedra), con el título cuestionable (por igualar los dos bandos): “Argelia: ni con los integristas ni con el Estado”.
[11] IPS, 15/08/13. http://bit.ly/14yt811
[12] Karvala, David, 2007: Rusia 1917: La revolución Rusa y su significado hoy, Ed. Tempestad, 2007, pp. 56-67.
[13] prensapcv.wordpress.com, 16/08/2013. http://bit.ly/14SuNOm
[14] Karvala, David, 2011, “La izquierda y el Islam”, La Hiedra, junio 2011. http://bit.ly/16xMTYr
[15] Liga Española por los Derechos Humanos, Comunicado de prensa, 16/08/13. http://bit.ly/1d2fQSP
[16] GSR, 2013: “Not in our name!” Socialist Worker, nº 2363, 25/07/2013. http://bit.ly/13fnyjD
[17] GSR, “Carta de los revolucionarios egipcios”, 15/08/13. http://bit.ly/1d2tXIS
[18] Olga Rodríguez, 2013: “Una oportunidad o cien para los generales de Egipto”, eldiario.es, 23/08/2013. http://bit.ly/16Cwgft
[19] Shahira Amin, “Third Square movement hopes to unite Egyptians”, indexoncensorship.org. http://bit.ly/149uv54
[20] Ver por ejemplo Joel Beinin, entrevistado en opendemocracy.net, 29/07/2013. http://bit.ly/16xLZeF
[21] Red Pepper, febrero de 2013. http://bit.ly/16Fd1ma
[22] Marfleet, Philip, 2013: “Egypt: The workers advance”, International Socialism 139. Verano de 2013. http://bit.ly/1ckat1M
[23] Ahram Online, 17/08/13. http://bit.ly/172g08p
[24] Al Jazeera, 28/07/13. http://aje.me/16D83Xa
[25] Sameh Naguib, dirigente del GSR, entrevistado en opendemocracy.net, 29/7/2013. http://bit.ly/19Sv8rU
[26] Benin, Joel, 2013: op. cit.
[27] Ver la declaración de Fatma Ramadan, miembro del Comité Ejecutivo de la Federación Egipcia de Sindicatos Independientes (y militante del GSR), 26/07/13. http://bit.ly/1cYbDQQ
[28] Se encuentra valiosa información en menasolidaritynetwork.com
[29] GSR, “Carta…”, 15/08/13.

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