Escocia no es Catalunya, ¿y qué?

Todavía atado a la corona de un estado monárquico construido a base de espada, como el que nos domeña en Aragón, Escocia ha podido elegir libremente su futuro, sin malas caras, sin grandilocuencia, con honestidad. Una derrota independentista o una victoria unionista. Tras la votación, el 46% de los escoceses continuará esperando el momento de “ser la nación que una vez más resista contra el orgulloso ejército de Eduardo, y de nuevo, lo envíe a casa, a pensárselo mejor” como reza su himno oficioso, Flor de Escocia. A través de las urnas, claro. Un triunfo democrático. Lejos estamos de esta …

Foto: @Araeslhora

Todavía atado a la corona de un estado monárquico construido a base de espada, como el que nos domeña en Aragón, Escocia ha podido elegir libremente su futuro, sin malas caras, sin grandilocuencia, con honestidad. Una derrota independentista o una victoria unionista. Tras la votación, el 46% de los escoceses continuará esperando el momento de “ser la nación que una vez más resista contra el orgulloso ejército de Eduardo, y de nuevo, lo envíe a casa, a pensárselo mejor” como reza su himno oficioso, Flor de Escocia. A través de las urnas, claro. Un triunfo democrático.

Lejos estamos de esta fiesta democrática en una España creada a mata caballo, con prisas, por la fuerza y con grandes dosis de sinrazón. Un estado forzado en el que la búsqueda de un consenso significó en muchos casos un amplio grado de traición. Sus defensores a ultranza no comprenden, no pueden entender, que un pueblo sea capaz de decidir su destino, y se obligan a opinar negando la realidad de los pueblos que reclaman, dentro de la cárcel de su corona, una independencia. De lo contrario, no dudarían en dejarlos votar.

Durante esta semana hemos podido comprobar cuanto domina el estado español las opiniones internas. Todólogos televisivos nos explicaban, con argumentos manidos y falacias, las enormes diferencias entre Escocia y Catalunya. Descomunales esfuerzos del pensamiento único para aseverar la legalidad de un referéndum mientras se advierte de la ilegalidad de otras consultas más temidas. La prensa escrita tradicional reptaba por el mismo fango que las televisiones. Despreciar los impulsos democráticos, mantener el inmovilismo.

El caso es que los escoceses votaron, sin incidentes, masivamente, en uno de los procesos democráticos más participativos que se haya conocido en la vieja Europa. Una Europa que se resquebraja económicamente, y a la que el inicio de un proceso secesionista podría abrir grietas en su ya débil unión política.

Pero, en todo caso, ¿qué hemos hecho en el estado español para recibir tan de golpe tanta propaganda? ¿Cuál es el temor que se siente en el estado español para poner en marcha todos los resortes comunicativos del estado en contra de este tipo de consultas? Parece evidente que el miedo a que la celebración de esas consultas diera un vuelco a su forzado status quo.

Olvidan el craso error democrático que cometen.

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