Drogas: algunos apuntes para el debate [segunda parte]

En función de lo expuesto la semana pasada en Drogas: algunos apuntes para el debate [primera parte], creo que podemos elaborar discursos y propuestas orientados a una “legalización” o “normalización”, pero con algunas salvedades: 1ª. Teniendo muy claros los objetivos, la estrategia y la táctica, y poniendo, por tanto, especial cuidado al elegir las circunstancias en las que podemos defender determinado discurso y cómo debe ser éste de afinado. Nosotr@s queremos ir hacia la transformación social para construir ese otro mundo, no sólo posible, sino necesario y urgente; ésa sería también la orientación de nuestras propuestas en este campo. Sin embargo, …

En función de lo expuesto la semana pasada en Drogas: algunos apuntes para el debate [primera parte], creo que podemos elaborar discursos y propuestas orientados a una “legalización” o “normalización”, pero con algunas salvedades:

1ª. Teniendo muy claros los objetivos, la estrategia y la táctica, y poniendo, por tanto, especial cuidado al elegir las circunstancias en las que podemos defender determinado discurso y cómo debe ser éste de afinado. Nosotr@s queremos ir hacia la transformación social para construir ese otro mundo, no sólo posible, sino necesario y urgente; ésa sería también la orientación de nuestras propuestas en este campo. Sin embargo, sabemos que de “legalización”, calculadora en mano, están hablando también algunos, bastantes, individuos y grupos neoliberales;[1] pero “legalización” cómo y de cuáles: hay sustancias, como la cocaína o la heroína fundamentalmente, cuyo tráfico está completamente sometido a los grandes aparatos y que rentan enormes beneficios a las grandes entidades políticas y financieras. Estas sustancias quedarían en todo caso fuera del punto de mira “legalizador” de los poderes fácticos mencionados: son las generadoras de superbeneficios bajo el régimen legal actual.[2] En otros casos, la producción y distribución está más descentralizada y no es fácilmente controlable.

Por poner un ejemplo de esto último: cuando hace algo más de un lustro hubo una “minicampaña” mediática sobre las posibilidades terapéuticas del “éxtasis” (3,4-Metilendioximetanfetamina o MDMA), algun@s lo interpretamos como un intento de lanzar un globosonda para tantear la posible legalización de esta sustancia. No sé explicaría si no esa noticia, presentada como “gran éxito investigador”, salvo por ignorancia absoluta de la historia de su uso durante los años en que fue legal (1976-1985). También podríamos pensar que es “casual” la aparición simultánea en los medios; el hecho de que lanzaran informaciones descubriendo el agua tibia pero disfrazadas de novedosas investigaciones. En cualquier caso, para saber que el “éxtasis” fue utilizado por psicólogos y psicoterapeutas de muy diversos lugares con resultados muy apreciables, sobre todo en el tratamiento de emociones reprimidas, no hay más que leer un poco.[3]

La producción de la misma se puede hacer a partir de compuestos relativamente sencillos de conseguir y manipular, para quienes tengan los conocimientos químicos, y no está sujeta, por tanto, a cultivos con una clara demarcación territorial.[4] Resulta el suyo, por ello, un tráfico relativamente descentralizado y con poco margen para las grandes estructuras mafiosas.[5] Por eso creímos que controlar la producción y distribución de la sustancia, esto es, convertirla en monopolio de la industria farmacéutica, podría ser un objetivo económico. Sin embargo, está claro que políticamente sería contraproducente, (para el sistema, claro) y eso es lo que importó finalmente.

No me extenderé sobre el más conocido caso de la marihuana, que por supuesto mueve muchísimo dinero pero igualmente de modo relativamente descentralizado, sobre todo por el auge del autocultivo. Es cierto que sí existen grandes flujos de dinero acaparados en pocas manos, pero en este caso más por legales empresas fitosanitarias y sobre todo de producción de aparatos eléctricos (lámparas, control de humedad, etc…). Pero como comentaba, es tirando de calculadora por lo que algunos gobiernos locales (se ha hecho famoso el caso californiano) están pensando en la legalización. Esto no excluye, claro, la acción de la presión social; me refiero únicamente a la que creo principal “razón” que mueve a los gobernantes de esa orientación política a considerar medidas despenalizadoras.

Evidentemente, insisto, no es ése el caso de cocaína y heroína, sustancias ambas producidas (o, cuando menos, cultivados sus precursores) en países pobres, tradicionalmente dominados política, económica y hasta militarmente por las potencias “occidentales”. Los flujos del tráfico a gran escala de estas drogas están controlados por los entes ya mencionados.

2ª. Es claro que todo esto hay que anclarlo en cada realidad concreta: el análisis debe ir a fondo y ser lo más amplio posible pero para luego aterrizarlo según la situación específica de cada momento y lugar. Desde lo “micro”: por ejemplo por la condición, de un determinado centro social (sus gentes, su momento, si está bajo amenaza legal o no…); o, más ampliamente, de un barrio, si tiene una composición social y una historia marcada por el genocidio inducido de la heroína…. Incluso a mayor escala: en Cuba, por poner un caso claro, la política sobre drogas ni se toca… Sería lo que le faltaba a la maquinaria de asedio criminal, no ya para calumniar aún más, sino incluso para tratar de desestabilizar con mayor fuerza estimulando el tráfico; máxime siendo su ubicación geográfica tan estratégica a tal efecto.

3ª. Por supuesto, ésta debería hacerse con la adecuada protección a l@s menores; entendiendo esto, por otro lado, como algo necesariamente aparejado a un proyecto de culturización o ilustración frente a la actual realidad de hipocresía y oscurantismo… Parece claro que existe para las gentes de cierta edad una necesidad de límites, pero que la construcción de éstos debe estar basada en la educación con respeto. Esta necesidad, por tanto, es contraria a la prohibición[6] y a la negación puramente autoritaria, sin razonamiento, y además basada en la ignorancia; en la que se exhibe y en la que se impone.

4ª. Podemos partir de ejemplos de acciones de algunas de las gentes que trabajan en “reducción de riesgos”; digo algunas porque existe una apreciable diversidad de propuestas bajo esa misma denominación. Podemos tomar los elementos positivos de su labor, pero siempre intentando ser más parte de la solución que del problema; con la distinción clara en la cabeza, de nuevo, de objetivos, estrategia y táctica, para no contribuir a poner parches que apuntalen el status quo en lugar de llevar a cabo acciones que se dirijan (no lo lograremos mañana…) a cambiar el fondo, a negar la mayor…Limpieza y cuidado, pues, para hacerlo sabiendo cuáles son las variables en las que insistir o aquellas en las que no, y también cuándo y cómo, para no pillarnos los dedos ni hacerle el juego a la derecha tal cual está la correlación de fuerzas, en particular en el terreno mediático.

5ª. Respecto a ciertas fuentes que abogan por la “normalización”conviene no perder de vista su perspectiva política general. Como puede comprobar cualquiera, en estos escritos hay mucha información extraída de los textos de A. Escohotado, obligado referente en el tema.[7] Muchos de ellos son sin duda muy útiles, pero tremendamente incoherentes a mi juicio; propios del pensamiento burgués: al fin y al cabo, él es un convencido hegeliano, y hoy, en cierta consonancia con ello, un defensor del sistema neoliberal. Exhibe en sus libros abundantes elementos de individualismo metodológico (probablemente el más peligroso de los patrones pensamiento y acción capitalistas introyectados en nosotr@s mism@s), producto no sólo de una visión vital burguesa (impuesta como positiva y aún única al resto…) sino también de raíz profundamente androcéntrica: ambas cosas se suelen dar en simbiótica amalgama. Ese individualismo liberal construido con los rasgos arquetípicos del varón con “delirios de autosuficiencia”, individualismo ante todo falso y propio del manicomio en el que vivimos, está clavado, como digo, en el fondo de sus análisis y propuestas.

6ª. Entiendo que debemos tener en cuenta las mínimas peculiaridades de las políticas europeas, que hacen que no se puedan considerar de modo monolítico respecto a la línea neoliberal dominante, impuesta fundamentalmente por la administración estadounidense. El Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT) no está en Bruselas sino en Lisboa y actúa (aunque cada vez menos) con algunas diferencias respecto a ese núcleo duro, con cierta inclinación hacia la política de reducción de riesgos (simplificando algo la comparación, vendría a representar la “socialdemocracia de la política de drogas”; lejos de lo deseable pero algo menos lesiva desde luego que la neoliberal también en este ámbito). Sin embargo, y como no podía esperarse de otro modo, su “producción” (informes, estudios, etc…) es puramente tecnocrática, mera estadística sin repensar las bases políticas del asunto, y sus ejes de acción se reducen a actuar “sobre la demanda y sobre la oferta” del modo en que podíamos imaginar: sobre lo primero, con “prevención” (lo que entienden ell@s por eso…) de ciertos consumos y con más oferta de tratamientos…;[8] sobre lo segundo, mencionan cinco ejes de actuación, todos ellos relativos a la intervención policial.[9]

Estas instancias supranacionales tratan de orientar las políticas estatales, aunque ciertamente lo hacen bien poco, más por falta de operatividad, de capacidad, que de voluntad de control. La línea seguida en el Estado Español es muy similar a la marcada por estas directrices, sin embargo. Por el contrario, en otros estados europeos existen experiencias más dignas de atención; nunca revolucionarias, desde luego, y circunscritas a la reducción de riesgos, pero que resulta interesante conocer para tener ejemplos de lo que supone mantener políticas en distintas medidas orientadas a lo punitivo-penal.[10]

7ª. También está claro que la distinción entre “duras” y “blandas” es, como otras tantas impuestas por la prohibición, extrafarmacológica y, por tanto, inapropiada. Que todas las sustancias psicoactivas son, al tiempo, remedio y veneno, dependiendo de su uso adecuado o inadecuado; que no son poseedoras de cualidad moral, buenas o malas, sino que son peligrosas, y que lógicamente unas lo son en mayor medida que otras atendiendo a las variables de tolerancia, margen de seguridad, etc, …[11] Por tanto, la “normalización” no sería algo que afectase a unas y no a otras, (y menos aún del modo, por lo antes dicho, conveniente a las grandes acumulaciones de capital), sino que supondría un cambio de política general.

8ª. Además, parece claro que lo razonable no es elucubrar sobre qué ocurriría si se implementasen políticas normalizadoras, despenalizadoras,  sino acudir a los ejemplos históricos de prohibición y posterior legalización; a cualquiera de ellos, pues los efectos de una u otra política han sido siempre análogos (casi) independientemente de la sustancia, el espacio o el tiempo; sea el caso de café en Egipto en el siglo XVI o en algunos países europeos en el XVII, del opio en China en el XIX, o del alcohol durante la Ley Seca[12]. Eso por no hablar de las plantas (mandrágora, estramonio, ruda, etc…) por cuyo uso se criminalizó a la disidencia “brujeril”, pero que hoy crecen por todas partes sin que casi nadie les preste atención.

Y, al tiempo, dentro de nosotr@s...

- Creo que es interesante ver cómo influye la actual situación en nuestros movimientos sociales: de qué información disponemos; hasta qué punto nuestra acción política es transformadora pero nuestro ocio es “basura”[13], contraproducente tanto en términos de consumo (en general, no sólo de “sustancias”…)  como de formación de conciencia; si tenemos idea de cómo utilizarlas; qué discurso tenemos, si es que lo hay…

- Me parece necesario, al respecto, huir de la visión monolítica del término “drogas”. Como antes mencionaba, éste oculta más de lo que aclara; dificulta la comprensión más de lo que la facilita. Respecto a sus efectos sociopolíticos, aun simplificando algo, unas son utilizables, de hecho son introducidas, para destruir movimientos[14], de un modo que en ocasiones no es exagerado calificar de genocida; y otras pueden, no por sí solas insisto, contribuir a todo lo contrario y a una necesaria labor de zapa (“has cavado bien, viejo topo…”) del sistema.[15] Está claro que, por un lado, los agentes políticos infiltrados, los vendidos “soplones”…eran y son personajes funcionales a la destrucción de movimientos y que, por otro, algunas de las cabezas visibles del movimiento contracultural, con sus diferencias, y también con sus errores y contradicciones, fueron considerados enemigos públicos a destruir por los gobiernos occidentales.

Más allá de la “introducción” de sustancias en el mercado negro, la generalización en el uso de otras muy determinadas deriva en el fondo en un refuerzo del aturdimiento acrítico que padecemos. De hecho, mediante el uso masivo (además de, por supuesto, el del alcohol) de algunas de las legales, bien vistas, de farmacia (neurolépticos, somníferos, antidepresivos, etc…), completamente romas intelectualmente, insisto, se ejerce a diario una labor de control social no soslayable. Esta labor complementa a otros modos de adormecer a la población y/o “ayudarla” a que soporte sus inaceptables condiciones (no sólo laborales sino…) vitales.

- Creo que, aunque muy distantes en intencionalidad, y, por tanto, en el respeto que merecen, los grupos denominados “straight edge” coinciden con ciertos parámetros de la política oficial “contra las drogas” También hay coincidencias similares con lo que enunciaban algunos de los grupos autónomos de los 80s, como reacción a los daños de ciertas prácticas introducidas e instaladas en los centros sociales, especialmente en el momento máximo de “heroinización”. Estas visiones son comprensibles por ser  reactivas frente a situaciones trágicas, como ese genocidio inducido con heroína, o lamentables, como los patrones generales de consumo de sustancias psicoactivas, sobre todo de alcohol, en nuestros movimientos hoy.[16] Pero en cualquier caso, también insisto en la idea de que son bien útiles y hasta necesarios unos mínimos conocimientos farmacológicos, porque no existe la opción de vivir, como sociedad, (no como opción individual o de pequeños grupos), sin “drogas” [17], sino con algunas o con otras; y de modo informado, consciente y libre, o con oscurantismo, falsedades y muchos intereses indignos de por medio.

- También creo que sería útil que la información que resulte de estos debates se sume a lo elaborado en otros ámbitos de trabajo para sacar a la luz, denunciar, combatir, una situación legal-punitiva que es un pilar importante sobre la que se erige en parte la sociedad carcelaria en la que vivimos, y cuyos caracteres ya tenemos claros (criminalización de la pobreza, función de chivo expiatorio, etc…); no olvidemos el dato de que en el Estado Español en “democracia” se ha multiplicado por más de cuatro (casi cinco ya…) el número de reclus@s en las cárceles.

- Parece claro que del mismo modo en que es impensable hacer un análisis de geoestrategia sin tener en cuenta, por ejemplo, la competencia por el petróleo, sin atender al tráfico o, más bien, a todo lo que implica la “guerra contra las drogas” no son comprensibles buena parte de los conflictos bélicos mundiales ni los parámetros macroeconómicos globales. Por supuesto, tampoco un análisis “micro” será completo sin esta variable ni sin esta mirada general.

- En definitiva, si no creemos lo que dicen de nuestros movimientos políticos, conscientes de la criminalización de la que somos objeto…; si no creemos que la reciente reforma laboral es necesaria y hasta positiva, por poner otro ejemplo…; incluso tampoco que parte de Latinoamérica está empezando a ser gobernada por “terroristas” que atentan contra el inmejorable orden civilizado occidental,… porque diantres creemos lo que nos dicen, lo que llevan décadas diciendo (en parte ahí está la respuesta a la pregunta retórica…), sobre “drogas”…

La idea de ahondar en este análisis es tener más elementos para interpretar y, desde luego, para poder cambiar (imprescindibles las “Tesis sobre Feuerbach”…:)) la realidad.

Nuestra visión es, en parte, heredera de la prohibición… a veces con parámetros tan “indiscutibles” como en el resto del pensamiento dominante, (como parecen a veces aspectos de la “democracia”o  de la “economía”…) Creo que es así todavía en muchas organizaciones de izquierdas; esto último, dicho sea de paso, creo que implica, dejémoslo dicho de modo amplio, ser anticapitalista; dentro de otros sistemas lo podemos conseguir o no, se podrá hacer bien o no; tal vez sean, algunos, condiciones necesarias pero no suficientes, pero lo que creo que es evidente es que no hay solución dentro del capitalismo.[18]

- Por ello creo en la utilidad de mantener este debate, para contribuir a la “construcción de alternativas” y, en ocasiones, más que para eso, para hacer que esas alternativas que ya existen ¡hace tanto! (por supuesto adaptadas y renovadas en función de lo necesario en cada momento y lugar…) prevalezcan sobre el poder del capital. Creo, y acabo, que a veces se nos “olvida” que no es que no existan alternativas; que lo que ocurre es que son aplastadas, antes de poder crecer o destruidas cuando ya existen hace (a veces mucho) tiempo. A veces fallamos, y la autocrítica es imprescindible en todo momento, pero en la mayoría de las ocasiones simplemente perdemos por la fuerza.[19] El sistema de dominación, capitalista patriarcal, como estructura, y sus actores, “no lo hacen mal”, desde luego, pero eso es sencillísimo con los medios a su alcance; teniendo a favor el peso de la realidad y la inercia, y la premisa indiscutible de que es infinitamente más fácil destruir que construir.

Por eso esa autocrítica no debe ser autolaceración, y tampoco debe desembocar en conceder una irreal (pero útil para él) omnipotencia al enemigo; tampoco en parálisis, ni en el tan funcional a la barbarie como indigno “desencanto”. Ser conscientes de la dificultad implica serlo también de la necesidad, y hasta de la obligación, de intentarlo, y de hacerlo del mejor modo posible para tratar de revertir el proceso; hay demasiado en juego para quedarnos “tranquil@s” sólo por haber hecho algo pero haber perdido de nuevo… Para mariachis y tequila sólo estamos l@s que seguimos comiendo todos los días y viviendo sin la amenaza de un bombardeo o de una masacre paramilitar. Podemos y queremos…, como se ha dicho últimamente: pues a ello… Y venceremos.

...

[1] Entre ellos, el diario The Economist y sus colaboradores habituales, Milton Friedman incluido. A ellos se suman grupos de ex-presidentes, con representantes (a cual de mejor pelaje…) como Fernando Henrique Cardoso, de Brasil, Ernesto Zedillo, de México, y César Gaviria, de Colombia, o también “nuestro” incalificable Felipe González. Todos ellos, ya fuera del cargo, han pedido una alternativa a la "guerra" y se ha declarado a favor de la despenalización. Por supuesto, en ejercicio de sus anteriores funciones profundizaron dicha guerra (y otras…). En el caso de González, por cierto, el PSOE utilizó ciertos eslóganes de cambio en materia de drogas antes del 82 pero luego, (como en el resto de los asuntos, por lo demás…), siguió fiel a las políticas que marcaba Washington.

[2] Aunque la justificación esgrimida para mantenerlas en el ámbito penal sería elaborada y ofrecida en términos de “protección a la salud”, claro.

[3] Redescubierta en 1976, la MDMA fue una sustancia legal hasta que en 1985 la admón. norteamericana consiguió incluirla en la “Lista I” del convenio de Viena, en la que se ubican los fármacos de uso prohibido, sin “ningún interés” siquiera como objeto de investigación.

Durante la década en la que pudo ser utilizada libremente, fue estudiada y usada por psicólog@s y psicoterapeutas de todo el mundo, y est@s le reconocieron capacidades insólitas para acceder a emociones reprimidas o “atascadas”. Dentro de la oleada de protestas que est@s profesionales protagonizaron en el momento de la ilegalización, se sitúa un manifiesto colectivo en el que declaraban: “(la MDMA) Tiene el increíble poder de lograr que las personas confíen unas en otras” y otros añadían: “ayuda a la gente a ponerse en relación con sentimientos generalmente no disponilbles” … ” no se conoce ninguna sustancia más útil para curar el miedo”

[4] Aunque evidentemente la compra legal de los mismos (el principal es el safrol), está sujeta a la investigación policial.

[5] Lo que sigue importando, más bien. Sin embargo, con posterioridad a la redacción de este escrito, casi por casualidad, pude saber que no se trató de una campaña mediática impulsada desde la industria farmacéutica sino que la difusión se consiguió por el trabajo de José Carlos Bouso, psicoterapeuta, investigador de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del colectivo Interzona-Energy Control. Éste, evidentemente conocedor de sobra de las posibilidades terapéuticas de la sustancia, trató de romper el cerco mediático de desinformación, acentuado además esos años por unos supuestos casos de muerte por intoxicación que  fueron convenientemente explotados por varios programas televisivos sensacionalistas. El hecho de cómo consiguió que se reprodujese tal información de modo generalizado en los medios puede obedecer a algunas de las causas comentadas anteriormente o no. En cualquier caso, mantengo el razonamiento expuesto, entendiendo que conserva pautas útiles sobre consideraciones políticas y económicas, y por tanto, sobre el régimen legal, de la sustancia.

[6] Me refiero, claro, a las mencionadas antes: la banca, ciertos aparatos estatales, sobre todo sus servicios secretos (con la CIA a la cabeza), ejércitos y grupos paramilitares…

[7] Utilizo el término “prohibición” en su sentido más amplio, por supuesto, con toda la estructura e ideología que conlleva.

[8] Ver, por ejemplo, Escohotado, A., Historia general de las drogas, Alianza Editorial, Madrid, 1989.

Como sabéis, una auténtica “biblia” sobre el tema; se trata de una magnífica trilogía, una gran obra de investigación. Existe, sin embargo, una gran incoherencia entre páginas que podrían ser firmadas por un/a revolucionari@, y afirmaciones o valoraciones insostenibles, propias de un/a burgués/a. No es del todo extraña, por lo que diré después, la deriva, y el hecho de que él sea de aquellos a los que el Muro se le cayó en la cabeza… Salvedad hecha, muy muy interesantes son sus libros, que sorprenderán además a los que tuviesen un concepto reducido de lo que implica hablar de “drogas” (esto es: desde trazar una historia de las religiones y de otras estructuras culturales profundas, a hacer un análisis político y económico muy relevante).  En particular, el primero y el tercero de los tomos son punto menos que “imprescindibles”.

Existe una síntesis en unas 200 páginas (en lugar de las más de 1200 que suman entre los tres), Historia elemental de las drogas, que evidentemente es mejor que no leer nada pero en la que se pierde demasiada sustancia.

Para un análisis más centrado en lo puramente farmacológico (aunque también muy reflexivo en otros términos), Escohotado, A., Aprendiendo de las drogas, Ed. Anagrama, Madrid, 1995.

[9] Su máxima preocupación al respecto, por cierto, es el freno al gasto público en ello… Los términos utilizados, “oferta y demanda”, son también sintomáticos de su óptica. Al respecto de la “prevención”, esto, en su boca, significa poco más o menos intentar mantener algunas sustancias lejos de l@s jóvenes y repetirles insistentemente “di no”; un prodigio, como se ve, de la culturización, y también de la psicología educativa.  Si a ello se suma que la información ofrecida es falsa en un buen porcentaje y que dicha falsedad es, en muchos casos, inmediatamente constatable tras un uso determinado, la escasa confianza que les podía merecer la fuente se elimina por completo.

[11] Son conocidos el caso holandés o el suizo. También dentro del E. Español existen programas diferenciados, por ejemplo en Andalucía y, por supuesto, en Cataluña y en Euskadi. Para consultar directamente lo enunciado desde “nuestro” ministerio: http://www.pnsd.msc.es/

[12] En cualquier caso, poseerán mejores o peores cualidades farmacológicas, en función de su toxicidad, de la adecuación a los efectos requeridos, etc…en comparación con otras sustancias más o menos apropiadas.

[13] Puede ser  interesante poner el ejemplo del café, hoy tan “normal”: en Alemania, Suiza o Austria fue castigado su consumo con penas pecuniarias; en Rusia se llegó a castigar su tenencia con la tortura.

[14] Y en “ocio” queda de algún modo incluidas las actividades de autofinanciación, etc…

[15] Esto en función de sus patrones actuales de uso, por las intenciones que se tienen, por la confluencia de ello con un caldo de cultivo en determinadas condiciones sociales, etc…no por que la sustancia  sea “culpable”; algo que, como antes decíamos, esencialmente no puede ser.

[16] Ver argumentación de Anexo I.

[17] Hago especial hincapié en esta droga (qué pocas veces se le llama así…) porque es la de uso más generalizado, la “cultural” por excelencia. Además, como comenté antes, me declaro “abstemio político”; he tratado de elaborar algunas reflexiones al respecto en el Anexo II.

[18] Algo que nunca ha ocurrido en la historia, en ningún lugar, época o cultura. Y eso sin detenernos a reflexionar sobre el complejo tema de las sustancias endógenas y del delicado equilibrio interior de nuestros cuerpos, modificado no sólo por la ingestión de drogas sino por múltiples prácticas (desde la meditación al deporte o al sexo…por decirlo rápido y mal…) A menudo las sustancias exógenas no son cualitativamente distintas de las endógenas, y su interacción es un auténtico enigma todavía, pero con potenciales usos beneficiosos si se utilizan de modo informado y razonable.

[19] Digo ya, mostrándome, que si tuviera que definir eso que creo que habría que construir se podría llamar algo así como “eco-socialismo feminista”. Cada sociedad en función de su espacio e historia, sin recetas, por supuesto, y mucho menos “blancas” u “occidentales”, claro… Confío en que tal definición no despierte una animadversión que anule lo que tenga de útil lo dicho anteriormente…

[20] No es, por decirlo rápido, que los movimientos simbolizados por Allende, o Arbenz, o Bishop, o... etc, etc, etc… tuvieran menos razón, es que fueron aniquilados apunta de M-16 y Escuelas de torturadores.

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