De niñas, niños y errores

Hoy, necesariamente, hay que hablar del error del Gobierno con el tema de la salida a la calle de niños y niñas. Un error que, nada más conocerlo, provocó una tormenta de reacciones, entre ellas la mía que hice llegar directamente a mis compañeros/as en el Gobierno pidiendo la rectificación unas y expresando el monumental cabreo otras. Pues sí, el Gobierno comete errores, como los comete todo el mundo que tiene que tomar decisiones. Lo que no hace todo el mundo que toma decisiones es reconocer el error y corregirlo. No es lo grave cometerlos, sino persistir en ellos y …

Hoy, necesariamente, hay que hablar del error del Gobierno con el tema de la salida a la calle de niños y niñas. Un error que, nada más conocerlo, provocó una tormenta de reacciones, entre ellas la mía que hice llegar directamente a mis compañeros/as en el Gobierno pidiendo la rectificación unas y expresando el monumental cabreo otras.

Pues sí, el Gobierno comete errores, como los comete todo el mundo que tiene que tomar decisiones. Lo que no hace todo el mundo que toma decisiones es reconocer el error y corregirlo. No es lo grave cometerlos, sino persistir en ellos y no rectificarlos.

Uno, cosas de la edad, recuerda aquello que un siniestro trío de gobernantes perpetró en las Azores. Allí se decidió aquella guerra en la que nos metieron. Recuerdo todo eso de las “armas de destrucción masiva” que tenían los que fueron declarados los malos de la película que indecentemente nos contaban para justificar la guerra. Aquella guerra fue un error, grave, salvaje, inhumano, indecente, inmoral. Hubo manifestaciones multitudinarias, millones de peticiones ciudadanas para que se rectificara,  pero no se hizo y se jugó a eso tan español de "mantenella y no enmendalla". Entramos en la guerra. Y si me voy más atrás recuerdo cosas como los “hilillos de plastilina” para justificar la inacción y el error grave de no actuar ante la contaminación del chapapote. No es que me alegre de esos errores, ni mucho menos. Pero fueron errores graves en los que no hubo rectificación alguna. Y no lo digo, tampoco, para justificar este error del Gobierno de ayer que no tiene justificación alguna.

Reitero, fue un error. No era lógico, ni razonable, dejar que los niños/as acompañaran a sus mayores al supermercado y no pudieran los/as mayores acompañar a niños y niñas a estirar las piernas por un parque (por cierto, los parques, al menos aquí en Zaragoza, están cerrados). Reitero, también, que el error ha sido rectificado.

Pero no servirá de nada porque, algo también muy español, seguirá “la leña al mono” insistiendo en el error, que ya digo que lo fue, y no valorando la rectificación que, al menos a mi me lo parece, es lo importante.

Porque, seamos sinceros y sinceras, ¿queremos que niños y niñas tenga un poco de manga ancha, o queremos tumbar el Gobierno? Si queremos lo primero nos parecerá bien la rectificación, diremos que vaya estupidez cometida, incluso diremos que vaya decepción sufrimos ante las expectativas generadas, claro, pero aceptaremos la rectificación. Si queremos lo segundo pues nada, a machacar con la decisión (anunciada que no tomada) equivocada.

Hoy, 22 de abril, se cumplen 100 días desde que el pasado 13 de enero tomó posesión este Gobierno. Gobierno que, por primera vez desde que superamos la noche de la dictadura, es un Gobierno de coalición en el que está la izquierda. Los/as comunistas como insultantemente señala la derecha ultra y la más ultra todavía. Un Gobierno surgido de las mayorías y minorías que, con su voto libre y soberano, decidió la ciudadanía. Un Gobierno, no se olvide, que tomó posesión después de 4 años de Gobierno en funciones y de repetición de varios procesos electorales. Un Gobierno que heredó unas políticas sociales y económicas que todos y todas conocemos y un Gobierno que, todavía no tiene sus propios presupuestos. Un Gobierno, que al mes y medio de estar constituido tiene que afrontar una grave crisis sobrevenida que es global y que no puede atribuirse a su mala o buena gestión.

Muchas cosas han pasado en estos 100 días. La más grave, y la más inesperada, ha sido esta pandemia que estamos pasando, que nadie, ni la oposición esperaba y para la que nadie, ni la OMS, ni los demás gobiernos (Trump, Bolsonaro y Johnson incluidos), tenían mecanismos de respuesta previstos. Una pandemia salvaje que llega con una sanidad empobrecida por los recortes y que pone en jaque al sistema sanitario, al sistema de protección social, al sistema económico y que causa miles de muertes.

Ya se que hoy en día, a falta de fútbol, la mayoría de entrenadores y seleccionadores de bar y salón se han convertido en expertos epidemiólogos. Igual que en esa fauna tertuliana que abunda por radios y teles hay multitud de gente que, de pronto, ha hecho varios masters en virus y epidemias. Se que por la jungla de las redes sociales campan a sus anchas, en muchas ocasiones con la cobardía que da el no utilizar la propia cara o el propio nombre, especialistas en difundir bulos y porquería, en poner a parir las cosas que se hacen y en difundir mensajes de rabia, odio y mala leche.

Se, también, que los carroñeros y carroñeras de la política utilizan sin ningún rubor las muertes y los dramas sociales y económicos para su propio interés y beneficio. Que mienten con descaro, que utilizan sus escaños para hacer populismo barato.

Pero también se que, en estos 100 días, en medio de una crisis salvaje, este Gobierno la está gestionando lo mejor que puede y en la balanza, pongo los errores, cierto. Se han equivocado, y puede que vuelvan a cometerlos.

Por eso, al hacer balance de estos 100 días, pongo en un platillo los errores. En el otro, además de ver que la pandemia se está controlando, pongo las medidas sociales que se están tomando, ese escudo social que ayuda a las familias más desfavorecidas, todas y cada una de esas medidas que, a diferencia de lo sucedido en la crisis de 2008, están teniendo en cuenta a la gente, a trabajadores y trabajadoras, pongo ese ingreso mínimo vital que tan poco gusta a quienes proponen crespones negros, minutos de silencio, misas y oraciones.

Para mí, que pienso más en la gente que en los mercados, que creo que hay que salvar personas en vez de bancos, que defiendo recuperar el sector público y la soberanía productiva, que aspiro y defiendo un país más justo, más igualitario y más solidario, la balanza no se equivoca. Me dice que, a pesar de los errores, este Gobierno de PSOE-Unidas Podemos es el más progresista que hemos tenido en 42 años. No se si es por eso, porque es el primer gobierno de izquierdas en la democracia, por lo que la derecha ultra, la más ultra, los poderes económicos y hasta la Iglesia, quieren tumbar.

Las niñas y los niños, con todas las garantías que requiere la situación, con la responsabilidad demostrada por la ciudadanía, saldrán a las calles a partir del domingo y eso, me parece, más allá de polémicas, es lo importante.

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