La disparidad existente entre las diferentes culturas que nos rodean provocan conflictos entre las personas que tienden hacia la intolerancia. Para ello, es muy importante la sensibilización sobre todo a edades muy tempranas, ya que puede servir como vacuna contra el fanatismo.
El problema que sufren las personas refugiadas no solamente consiste en escapar de su país para salvar la vida, sino en cómo lograr posteriormente integrarse de una forma absoluta dentro de una nueva sociedad con diferencias culturales y sociales, con todo lo que esto conlleva.
Además de contar con las dificultades ya mencionadas, las personas que huyen de la guerra cuentan con un problema añadido, el rechazo o la indiferencia por parte de sectores de la sociedad que ven amenazados sus bienes más preciados como por ejemplo el trabajo. Estas diferencias que deberían enriquecernos todavía más como especie, resultan en ocasiones contradictorias con estos deseos de mestizaje cultural.
La memoria, o mejor dicho la carencia de ella, resulta también un factor decisivo en todo este proceso de aceptación de los males ajenos. No podemos olvidar el drama que sufrieron nuestros familiares, cuando tuvieron que dejar atrás absolutamente todo por culpa de una maldita guerra provocada por ese totalitarismo en el que luego desembocan comportamientos racistas y xenófobos.
El asunto de las personas refugiadas lo estamos viviendo actualmente con especial crudeza. Las y los que tienen la suerte de poder llegar a territorio europeo se encuentran muchas veces con el rechazo de parte de la sociedad, que en vez de acogerlos como a seres de su misma especie, los convierten en blanco de los problemas que azotan al propio país.
El terrorismo se ha convertido en una arma de doble filo con la que los gobiernos y los poderes fácticos juegan para manipular a la ciudadanía. Han conseguido inculcar la idea de que el Islam es igual a fanatismo. Así pues esta misma relación absurda se podría extrapolar a tiempos de la cruenta “Santa” Inquisición, donde todas las personas que procesaban el catolicismo se les podría haber juzgado con el mismo rasero y como en todo lo cotidiano, generalizar nunca favorece la tolerancia.
En este sentido, el grupo de ‘Ayuda a Refugiados en Zaragoza’ dedica mucho de su tiempo en el trabajo con la sensibilización. Institutos, colegios y centros de tiempo libre se han convertido en campo propio de actuación en este ámbito. Desde AraInfo tuvimos la suerte que nos invitaran a una de estas jornadas que realizan en un colegio de Zaragoza.
Acudimos al colegio Marcos Frechín de Zaragoza, allí pudimos comprobar de primera mano cómo la labor que desarrollan con los niños y niñas tiene su efecto y al mismo tiempo su recompensa. Quedamos en la puerta del colegio con varias personas del grupo, saludos, sonrisas y algo de nervios que siempre dicen tener, aunque por otro lado recalcan lo gratificante que resultan llevar a cabo estas tareas.
Se dividen de dos en dos por diferentes clases, salvo que vengan personas ‘nuevas’, las cuáles se dedican a observar para poder aprender, aunque hoy no es el caso. Nos colamos con ellos y ellas en una clase de alumnos de 5º y 6º de primaria, es decir, de edades comprendidas entre los diez y los doce años.
Tras las presentaciones de rigor, se proyecta el cuento “Un mismo Sol para todos”. La historia de Juan y Ahmed, dos niños de Occidente y Oriente, sus semejanzas, sus diferencias culturales, sus rutinas en el día a día y la ruptura cuando el oscuro mundo de la guerra irrumpe con horror en la vida de uno de ellos, de Ahmed. Las terribles consecuencias del conflicto le obligan a huir de su país natal, Siria. En ese momento de la historia es cuando las caras de los niños y niñas reflejan un mismo semblante, tristeza.
Empiezan a ser conscientes del dolor y la destrucción, del viaje que tiene que emprender Ahmed pero también con la esperanza de poder encontrar un refugio en el que resguardarse hasta volver a su país.
Tras el cuento, las preguntas se suceden ¿Qué os ha parecido el cuento? ¿En qué se parecen Juan y Ahmed y en qué se diferencian? ¿Sabéis que son los derechos humanos? ¿Creéis que tanto Juan como Ahmed tienen los mismos derechos? ¿Por qué?. Sus respuestas en ocasiones resultan contundentes, tan contundentes que a veces sus argumentos solo se pueden explicar desde la inocencia que te da ser un niño o niña.
A continuación y apoyándose en un Power Point, los voluntarios y voluntarias van desgranando la diferencia entre personas migrantes y personas refugiadas. ¿Por qué viajan las personas? Y Ahmed, ¿Por qué viaja entonces?
Es cierto que los niños y niñas suelen arrastrar menos prejuicios que los adultos y adultas pero aún así, el grupo profundiza en demostrar la falta de consistencia de muchos de esos tópicos que suelen desembocar en racismo y xenofobia. Celebrar y resaltar las diferencias frente al miedo a lo desconocido, la empatía frente a la intolerancia, la acogida frente al desarraigo y sobre todo la humanidad.
La memoria y la historia también se encuentran presentes en este taller. El recuerdo a tres millones de personas que huyeron en una semana por la frontera de Francia resultan un factor decisivo en el proceso de adaptación de los males ajenos. Y por supuesto la guerra, siempre la maldita guerra que se descubre como la verdadera culpable de estos desplazamientos.
El terrorismo, otro de los grandes miedos que emplean como arma tanto los Mass Media como los gobiernos de turno, manipulan las conciencias y la tan necesaria capacidad de reflexión. La búsqueda de información, preguntarse el porqué de las cosas que ocurren a diario, quién y para qué se utiliza esa información y ver para conocer, sólo así de esta manera, se puede desmontar un tópico rápidamente y con unos argumentos perfectamente válidos y sostenibles.
Los presuntos terroristas no realizan sus viajes en barcas o lanchas de goma, no se encuentran encerrados y hacinados en campos de refugiados, no aguantan largas filas de hasta cuatro horas para comer patatas cocidas en un vaso. Las personas refugiadas sufren, sienten, lloran, mueren y aún así no se les permite llegar a Europa.
Lo terrible de esta situación no deja indiferente a niños y niñas. Pocos son los que han tenido la suerte de llegar a territorio europeo. Nos damos cuenta, lamentablemente, de la carencia de soluciones por parte de la Administración y del sistema educativo a la hora de inculcar desde muy temprana edad estos valores como la solidaridad, la justicia y la dignidad en las aulas.
El trabajo que se realiza en la infancia por la búsqueda de un mundo mejor determina la realidad con la que luego nos encontraremos cuando crezcamos. Esa realidad que demuestra muchas veces a quien llega huyendo del horror y encuentra rechazo y exclusión a su llegada. Luchar contra la indiferencia ante el dolor y sufrimiento ajeno, y mostrar la realidad para poder cambiarla son tareas que nos corresponde realizar a todos y todas.
Suena el timbre y acaba la clase. Aplausos a niños y niñas por su participación y cierta satisfacción por la recompensa obtenida, su comprensión. Nos vamos y nos reunimos con el resto de voluntarios de otras aulas. Sonrisas, anécdotas y un hasta mañana, sí, porque mañana se verán en otras aulas con otros niños y niñas que les estarán esperando.