Contra la regla de los 30 libros: Un homenaje a las librerías de barrio

La librería Los Portadores de Sueños cierra sus puertas y con ella un rincón del que escapar de Marie Kondo, en el que sentirse parte de algo y donde hacer terapia antiestrés. En estos tiempos acelerados que vivimos en los que somos capaces de hacer veinte mil cosas a la vez, en que nos dispersamos con facilidad y vamos corriendo a todos los sitios, los libros tienen la capacidad de parar el tiempo.

Foto: Dani Marcos

El pasado jueves me enteré del próximo cierre de la librería Los Portadores de Sueños. Y me puse triste. Sí, como muchas personas que expresaban este jueves su pena. El cierre de una librería es una pérdida enorme. No me siento capacitada para analizar los porqués. No sé si como sociedad hemos perdido el gusto por la lectura; si las grandes editoriales y superficies copan el mercado y la competencia es dura; si los libros de papel forman parte del pasado y los electrónicos te permiten seguir leyendo mucho con menos peso, menos espacio, luz incorporada y al tamaño de letra que desees; no sé si hay que estar a la moda y seguir las indicaciones de la tal Marie Kondo para poner orden en nuestras vidas con un máximo de 30 libros o vivimos en casas tan pequeñas que no pueden abarcar tanto papel.

Me he puesto a escribir por qué me pone tan triste este cierre como terapia frente al olvido. Me he dado cuenta de que cada vez se me olvidan antes las cosas y no quiero. No quiero olvidarme de todos aquellos comercios de barrio que han ido cerrando y de los que voy olvidando los nombres. Me ha pasado esta mañana del viernes, incapaz de recordar el nombre de la fábrica de galletas Villacampa, también cerrada hace no tanto tiempo.

El jueves muchas personas reivindicaban en redes sociales la importancia de consumir en las librerías de barrio para que éstas no cierren. Y otras tantas criticaban que si tanto nos gustan los libros cómo puede ser que ocurra esto, que igual se protesta ahora cuando se podría haber evitado...

Durante mi vida adulta he comprado muchos libros en Los Portadores de Sueños. Quizás demasiados para alguien que se define a ratos anticapitalista (jaja). Un día me regalaron una bolsa de tela porque era clienta. Y me hizo mucha ilusión. Me la sigue haciendo. Es lo que tienen las tiendas de barrio. Más allá del mero intercambio económico te conviertes en clienta. Eres parte. Y eso es precioso. Es una de las pérdidas que se producen con este cierre. Dejamos de contar con otro espacio de vida en nuestras calles en el que sentirte a gusto. Sin ser amigos ni nada parecido. De hecho ni ellos saben mi nombre y si me hubiese preguntado cualquiera hace una semana cómo se llamaban Eva y Félix tampoco hubiese sabido contestar. Pero da igual. Hay vínculos que no necesitan de nombres y apellidos y también son importantes. Este conocimiento mutuo es el que da confianza y seguridad en nuestros barrios.

Un bálsamo contra el estrés

Otra gran pérdida tiene que ver con el propio cierre de una librería. En estos tiempos acelerados que vivimos en los que somos capaces de hacer veinte mil cosas a la vez, en que nos dispersamos con facilidad y vamos corriendo a todos los sitios, los libros tienen la capacidad de parar el tiempo. Y los espacios con libros tienen esa maravillosa cualidad. Bibliotecas y librerías son espacios en los que se para el reloj. Te puedes pegar horas mirando portadas, (h)ojeando las páginas, recibiendo recomendaciones y dando otras. En temporadas en que me sobrepasa el ritmo vital vertiginoso me regalo ir a la biblioteca o a la librería a curarme del tiempo. Entrar acelerada y salir habiendo descubierto a nuevas autoras, con ideas de regalos, con frases, con uno o más libros bajo el brazo. Más relajada, más contenta. Perder a Los Portadores de Sueños es perder un bálsamo frente al estrés.

Y por último están los libros. Los más importantes, quizás, junto a Eva y Félix, en este cierre. Los Portadores de Sueños ha sido mi librería de referencia para los libros bonitos. No sé si suena cursi, pero algunos de los libros que más me gustan son de la sección “infanto-juvenil”. Lo pongo entrecomillado porque no sé si por ser libros ilustrados deben tener esa consideración.

Subir las escaleras y descubrir libros tan bonitos siempre ha sido un placer. Gracias a Los Portadores de Sueños descubrí los cuentos (tristes) de Jimmy Liao y Barbara Fiore, los preciosos libros de Rébecca Dautremer, Anna Llenas, Roger Olmos, David Aceituno, Raquel Díaz Reguera y tantas otras... Son libros que abro de vez en cuando y releo y acaricio (un día me di cuenta de esto, que acaricio los libros y no quiero dejar de hacerlo). Cuando he tenido que hacer un regalo especial también he visitado la librería y sé que he podido regalar alguno de los libros más preciosos que tienen en sus casas las personas que más quiero.

El último libro que he regalado también lo compré allí. A una niña que aún está aprendiendo a leer, pero que ya cuenta entre sus libros favoritos con otro que le había regalado a su madre años antes y que también salió de esta librería. Me lo recordaban hace poco y me costó bastante acordarme de qué libro se trata. Son muchas páginas preciosas a las que acariciar y con las que soñar.

Por eso escribo esto. Para que no se me olvide, como el olor de las galletas al pasear por la calle.

Autor/Autora

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies