Es obvio que Vox es un partido de extrema derecha, por muchos intentos mediáticos de blanquearlo y dejarlo como una formación de derecha patriótica o grupo constitucionalista o no sé cuántos disparates más que se han dicho antes de la elecciones del 10 de noviembre. Aún con todo, debemos preguntarnos a qué tipo de fascismo nos enfrentamos y para ello, en esta ocasión habrá que analizar y reflexionar sobre su programa económico.
Punto previo: Vox es un partido fascista
En su libro “Facha: Cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida”, traducido por Blackie Books, el profesor de filosofía de la Universidad de Yale, Jason Stanley, establece algunas categorías para identificar pensamiento y acción fascista y para señalar con certeza aquellos partidos que practican esa ideología. Tal y como explica Isaac Rosa en su prólogo al libro de Stanley, Vox cumple la totalidad de etiquetas para merecer el calificativo. Con su constante apelación a un pasado mítico; su ideología patriarcal y antifeminista; su victimismo, conspiranoia y propaganda basada en la mentira; su homofobia y neoconservadurismo; su defensa del orden público y de la represión de las ideología que no le son afines, o con su xenofobia y reivindicación de la catolicidad, Vox es básicamente una formación fascista.
No vamos a extendernos en este punto, lean el libro y verán como la línea que separa a Vox del Partido Nazi o a Trump de Mussolini es inexistente. La única diferencia entre casos es que mientras los dictadores italiano y alemán consiguieron imponer su pensamiento y pusieron al estado a trabajar para aplicar las teorías fascistas, en los casos actuales todavía no se ha producido esta mutación definitiva. En Estados Unidos existen contrapoderes que lo impiden, y en el Estado español, Vox no tiene aún suficiente poder para conseguirlo. Pero no hay que dormirse en los laureles pues en el caso más cercano geográficamente, el hecho de que el partido de Santiago Abascal haya superado los 50 escaños le da la posibilidad de recurrir ante el Tribunal Constitucional cualquier ley que considere oportuna. Al mismo tiempo, la formación fascista ha conseguido que parte de su discurso cale en el debate público gracias a Ciudadanos, PP y parte del PSOE.
Punto primero: Vox es un partido fascista con un ideario económico neoliberal
Resulta curioso ver como bajo otras banderas, la campaña de Vox que ha auspiciado a la formación hasta convertirse en el tercer partido del arco parlamentario, en ningún caso -o raramente- haya hablado de economía. No es que la formación fascista vaya coja en propuestas en este asunto. El programa para “make spain great again” de los de Abascal se encuentra en su página web y cuando escarbamos en él encontramos el pensamiento neoliberal del grupo fascista: eliminar impuestos a las grandes empresas y fortunas del estado so pretexto de descargar a la clase media y a las familias españolas de impuestos.
Podría argumentarse que esta idea va en contra de la raíz ideológica de un fascismo europeo que en casos como el alemán o el francés, se expresa en un proteccionismo acérrimo del tejido empresarial y industrial patrio, y algunos sesudos análisis han querido comprar con una ideología proletaria de derechas. Aunque habría que poner en duda el hecho de que el Frente Nacional o Alternativa por Alemania no son partidos fascistas neoliberales en lo económico, lo cierto es que la cosmovisión jerárquica y vertical de Vox en la cual la empresa es la expresión máxima de la familia y en la cual la familia está gobernada por el padre, entronca a la perfección con las ideas neoliberales.
El de Vox es un neoliberalismo que a diferencia del pensamiento económico de inspiración thatcheriana, no se sustenta en el individuo sino en lo familiar, y podría expresarse modificando la famosa máxima de la primera ministra británica: “No hay sociedades, solo hay familias”. A la postre ambas ideologías no distan mucho, pues las dos abogan por la desaparición del Estado y la sociedad organizada en pro de otras estructuras fácilmente controlables por los poderes económicos.
La idea resulta evidente en uno de los puntos del programa político de Vox. La formación aboga por el fin de subvenciones públicas a “partidos políticos y sus fundaciones, sindicatos, patronales y organizaciones de proselitismo ideológico. Partidos y sindicatos deben ser sostenidos con las aportaciones de sus afiliados y simpatizantes”.
En el ideal de la formación fascista, el mercado vertebraría un mundo poblado de familias. Nada raro pues tanto Vox como el fascismo que recorre el mundo de hoy es una expresión más del capitalismo global, una respuesta autoritaria a la crisis de legitimidad del capitalismo para apuntalar el propio capitalismo. En otras palabras, el sistema económico se blinda bajo la bandera del fascismo.
Punto segundo: algunas medidas del ideario económico de Vox
Si nos fijamos en las medidas económicas concretas, daremos cuenta de esa ideología que según el CIS tiene en los hombres de entre 35 y 45 años, casados, católicos no practicantes y de clase media, a su mayoría de votantes.
Antes que nada, decir que las medidas económicas de Vox hacen buenas las soluciones de esta índole que tenemos actualmente. Nada más lejos de la realidad. Que el partido fascista proponga un modelo elitista de repartición no significa que el actual no sea igualmente desigual.
Ahora sí, la propuesta de la formación fascista es clara: menos impuestos a las empresas y a las grandes fortunas. Quienes tengan un sueldo anual por debajo de los 60.000 euros pagarán un 20% de IRPF y quienes cobren más de esa cifra, un 30%. Actualmente, este impuesto grava en un 45% las rentas de más de 60.000. Un impuesto mejorable que no contempla gravámenes más elevados para aquellas rentas más altas de 60.000 euros, pero que Vox quiere reducir a su máxima expresión beneficiando a quienes más tienen.
Lejos quedan aquellos tiempos allá por el año 78 en que las rentas más altas del Estado tributaban un 65,51%. Vox hace buenos unos tiempos convulsos como aquellos.
Lo mismo sucede con el Impuesto de Sucesiones y Donaciones que Vox quiere abolir por completo beneficiando sobre todo, a las grandes fortunas españolas. Igualmente funciona con el Impuesto de Sociedades donde Vox propone reducir al 20% dicho gravamen que ahora está en el 25% -aunque con salvedades como las cooperativas-, al mismo tiempo que se elimina la exención del IVA para aquellas empresas u organizaciones sin ánimo de lucro. Todo ello para promover un modelo económico basado en la empresa privada.
Por otro lado, la propuesta del partido fascista hace especial hincapié en las familias como sujeto económico. En lugar de poner el foco en las clases populares que disponen de menos ingresos, Vox da un giro de guion para mejorar sustancialmente la vida de las familias clásicas, sin tener en cuenta su situación económica. Así, aboga por reducir al 50% el IBI para las familias con hijos y eximir a aquellas con más de dos hijos. Por otro lado, en una concepción ultraconservadora del modelo familiar, propone tratar de forma conjunta la renta de las familias “para no penalizar que uno de los dos miembros de la familia se dedique al cuidado de los hijos o de los dependientes”.
Entre otras medidas, el partido fascista propone incentivar el retraso de la edad de jubilación dando beneficios a aquellas personas que quieran seguir trabajando superados los 65 años –o 67 para las próximas generaciones-. Al mismo tiempo, Vox pretende ampliar los beneficios fiscales de los fondos de pensiones privados para así incentivar el ahorro individual. En otras palabras, quiere que sigamos trabajando y que nos paguemos nuestra propia jubilación.
Por último, aunque la lista para demostrar que el partido fascista es neoliberal hasta la médula, podemos ver otra propuesta que cualquier amigo de Wall Street aprobaría. La formación de extrema derecha quiere liberalizar el suelo para que este pueda ser urbanizado, ya que considera que el mercado del suelo es “especialmente rígido y eleva el precio de los inmuebles”. No hace falta decir que Vox no menciona en ningún caso que en el Estado español hay 3,5 millones de casas vacías ni que algunos de los últimos desastres naturales ocurridos en el País Valencià por las intensas lluvias se explican por la sobreurbanización que ha sufrido la región.