Cinco razones para NO ir a la Huelga. Primera razón: El miedo

"Estimada Doña Elena Fransis, me hallo en una disyuntiva perentoria y amarga pues veo como se acerca inexorablemente la fecha de la Huelga General. Los nervios me atenazan y se me cierra la epiglotis al pensar si quiera la posibilidad de verme abocado a un conflicto con mi jefe, que es muy severo y muy chapado a la antigua. Él dice que las huelgas no sirven de nada, que no es necesario protestar, que las cosas se arreglan mejor en su despacho. Eso a mí no me convence mucho porque cada vez que salgo de su despacho tengo una sensación de que …

Diseño: J.P.
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"Estimada Doña Elena Fransis, me hallo en una disyuntiva perentoria y amarga pues veo como se acerca inexorablemente la fecha de la Huelga General. Los nervios me atenazan y se me cierra la epiglotis al pensar si quiera la posibilidad de verme abocado a un conflicto con mi jefe, que es muy severo y muy chapado a la antigua. Él dice que las huelgas no sirven de nada, que no es necesario protestar, que las cosas se arreglan mejor en su despacho. Eso a mí no me convence mucho porque cada vez que salgo de su despacho tengo una sensación de que me ha tomado el pelo y de que siempre salgo perdiendo.

Lo último fue el recorte de un 20 por ciento del salario pactado para poder cobrar las tres nóminas que me debía. Después de firmar aquello, y salir de su despacho, dentro de mi ser comenzó a surgir una rabia inusual que me atenazó todo el cuerpo. Tuve que ir al baño para refrescarme y mirándome al espejo, recordé a mi jefe, unos minutos antes, acompañarme sonriente a la puerta después de haber firmado aquella reducción. En el quicio de la puerta me pasó la mano por la espalda y dándome unos golpecitos en el hombro me dijo: "Tranquilo Vicente, que ya vendrán tiempos mejores".

¿Tiempos mejores? No veo que él se haya reducido un 20 por ciento el Mercedes, ni su semana en los Alpes, ni su chalet con piscina de la carretera Logroño... Confieso que en ese momento me entraron unas ganas enormes de pegarle cuatro tiros en la cabeza o de desfigurarle la cara con una barra de acero, yo que siempre he sido una persona pacífica, que a veces voy a misa y salgo todas las semanas santas con el tambor. Pero es que no me podía quitar de la cabeza su sonrisa falsa, su olor a perfume caro y los golpecitos en la espalda. El pensar en machacarle la cabeza con una barra reconozco que me hizo sonreír y alivió un poco mi tensión pero después de aquel día todo sigue igual. Bueno igual no, para mí un 20 por ciento menos igual. Querida Elena ¿qué hago, venzo mi miedo y hago huelga o voy a trabajar ese día cagándome en los muertos del bastardo de mi jefe? Un saludo afectuoso. Vicente."

Querido Vicente, es evidente que usted es un hombre de fe y de ley. Debe tener resignación pues el trabajo en la vida del hombre es una cosa muy seria y un subordinado nunca debe de faltar a la cadena de mando. Se conoce que esa ira y esa violencia se la han inculcado la sociedad descreída y sin valores. Si su jefe le ha recortado el sueldo, será por algo, confíe usted en él. Le aconsejo que procure complacerle en todo, aún en los más pequeños detalles, no le lleve la contraria y haga lo que él desee. Que Dios le conserve sano muchos años. Atentamente:

Elena Fransis | Para AraInfo

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