Chile será de derechas, Piñeira da la sorpresa en la segunda vuelta de las elecciones

El candidato del partido de derechas Sebastián Piñeira será presidente por segunda ocasión -no consecutiva- de Chile. Contra lo que indicaban todas las encuestas, Piñeira obtuvo una victoria holgada contra su rival, el candidato de centroizquierdas Alejandro Guillier.

Foto: Sebastián Piñeira

Chile celebró el domingo 17 de diciembre la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y la ciudadanía del país dio la victoria al candidato de derechas Sebastián Piñeira. La decisión es ante todo una sorpresa teniendo en cuenta las encuestas prelectorales. Según las mismas, el candidato de centroizquierda auspiciado por la antigua presidenta Michelle Bachelet, Alejandro Guillier, partía como favorito en todas las quinielas.

Los resultados salidos de las urnas no dan lugar a dudas: Piñeira se ha convertido en el tercer presidente más votado de la historia chilena con una diferencia con respecto a su rival de 10 puntos porcentuales. La derecha se llevó el 54,5% de los votos mientras que la centroizquierda obtuvo el 45,4%.

La clave de la victoria que ningún análisis previo daba como posible fue el aumento de la participación en la segunda vuelta de las elecciones. Mientras el 19 de noviembre participó el 46,7% de los y las chilenas llamadas a urnas, el domingo 17 de diciembre acudió a los colegios electorales el 49% de la población. Tal y como indica el diario Público eso representa un total de 300.000 votos más que han sido vitales para la victoria de Piñeira. El candidato consiguió afianzar los votos de los partidos de derechas, los votos tradicionalistas y arrastrar a un significativo número de nuevas y nuevos votantes que no estaban dispuestos a que la "izquierda oficialista" siguiera gobernando el país.

¿Por qué todas las encuestas daban a Guillier como ganador?

Si por algo se caracterizó la primera vuelta de las elecciones chilenas fue por la irrupción de una nueva formación en el panorama político. Frente Amplio es una amalgama de formaciones de la izquierda liderada por la periodista Beatriz Sánchez que el 19 de noviembre consiguió unos resultados históricos en una nación caracterizada por el bipartidismo. La candidata de este partido que desde la distancia del Estado español se asume como el “Podemos chileno” consiguió 1,3 millones de votos -20% del escrutinio-.

Las encuestas para el balotaje asumieron que esa bolsa de votos se convertiría automáticamente en papeletas para Alejandro Guillier. Aunque no deja de ser cierta la premisa, pues la centroizquierda registró un aumento en la segunda vuelta del 111% mientras la derecha aumentó en un 57% en la segunda vuelta, la realidad no es tan estanca como las estadísticas. A la postre, el aumento de Piñeira, además de por los 300.000 nuevos votantes que ya se han citado, también tuvo que ver con haberse llevado votos de las formaciones menos politizadas de la coalición Frente Amplio.

El país dividido

Piñeira, empresario y político, volverá a la presidencia tras haber gobernado entre los años 2010 y 2014. La noche del 17 de diciembre el líder de derechas afirmaba: “¡Viva la diferencia, viva el pluralismo de ideas! Pero nunca esas diferencias deben convertirnos en enemigos, porque cada vez que los chilenos nos hemos enfrentado y convertido en enemigos, hemos consumado nuestras más grandes derrotas”. La frase no es resultante de un clima de éxtasis postvictoria. Según relata Público, con los resultados asegurados, las y los simpatizantes de Piñeira tomaron las calles y se pudo escuchar “un desacomplejado ‘Chi-chi-chi, le-le-le, Viva Chile y Pinochet’”.

La misma Michelle Bachelet, como manda la tradición en el país, cuando se conocieron los resultados llamó al nuevo presidente para felicitarle. Ambas personalidades políticas hicieron apología de la necesidad de mantener a Chile unido y trabajar de forma conjunta para el desarrollo de la nación.

La nueva conformación del arco parlamentario chileno hace necesaria esa “unión”. Con un parlamento fracturado, Piñeira tendrá que pactar con la izquierda moderada si quiera que sus leyes prosperen.

El nuevo Chile, el nuevo cono sur

La figura del presidente empresario ya no es una rareza en la política en el siglo XXI. El caso más renombrado es el de Donal Trump, pero cerca de Chile, en Argentina, también encontramos a Mauricio Macri. En la era de la “nueva política” las y los profesionales liberales, el sindicalismo de base y/o el funcionariado de carrera parece haber perdido autoridad en el mundo electoral. La población confía cada vez más en personajes salidos del sector económico, pese a que este sector es responsable en grado superior de las crisis que acontecen en el planeta.

Como buen empresario, las propuestas de Piñeira Chile pasan por impulsar la economía y aumentar la seguridad. Es por este motivo que el nuevo presidente prometió en campaña crear 600.000 puestos de trabajo, fortalecer y aumentar el cuerpo de seguridad nacional, y reformar el Código Penal.

En Chile muchos y muchas temen que con la llega de Piñeira al Palacio de La Moneda -famoso por el asedio que allí sufrió Allende- las transformaciones sociales impulsadas por Bachelet queden desactivadas. Entre ellas se encuentra la llamada “agenda valórica” que pretendía legislar sobre matrimonio igualitario, adopción homosexual, identidad de género y aborto.

En otros campos, el candidato de derechas, con tal de obtener el voto de las clases populares en la segunda vuelta de las elecciones, ha tenido que rebajar su tono. De este modo en el campo de la educación y en el de las pensiones Piñeira ha acabado asumiendo la gratuidad de la enseñanza de Bachelet y la reforma del sistema de pensiones privadas de Chile.

La aparición de más agentes en la política chilena, el nuevo equilibrio de fuerzas, hace que la derecha no tenga tanta facilidad para impulsar medidas neoliberales. Con todo, a nadie se le escapa que desde hace algunos años todo el continente está viviendo un viraje. Brasil, Argentina y ahora Chile están gobernados por hombres y partidos enmarcados en el neoliberalismo. Es pronto para hablar de un cambio en la hegemonía del continente, pero habrá que empezar a reflexionar sobre el asunto.

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