¡Celaya, despierta!

Los castillos en el aire son construcciones ilusorias que en nuestra imaginación nos permiten evadirnos del tiempo y del espacio real, poder soñar con posibles futuribles o incluso creer que esas fortalezas algún día estarán en un terreno más firme y realista. El lado negativo de soñar es que estos espejismos tienden a desaparecer y los castillos caen. Otra de las cuestiones cuando hablamos de soñar no es el qué contiene nuestra quimera, sino más bien quién es el sujeto que la piensa y es ahí donde creo que está el problema mayor. En Aragón estamos sufriendo las consecuencias de …

La diputada de Podemos, Itxaso Cabrera. Foto: Cortes

Los castillos en el aire son construcciones ilusorias que en nuestra imaginación nos permiten evadirnos del tiempo y del espacio real, poder soñar con posibles futuribles o incluso creer que esas fortalezas algún día estarán en un terreno más firme y realista. El lado negativo de soñar es que estos espejismos tienden a desaparecer y los castillos caen.

Otra de las cuestiones cuando hablamos de soñar no es el qué contiene nuestra quimera, sino más bien quién es el sujeto que la piensa y es ahí donde creo que está el problema mayor. En Aragón estamos sufriendo las consecuencias de un Gobierno que cree que vive en el sueño de los justos, que sufre adicción de la escritura masiva de documentos, de acuerdos y de burocracias continuadas, pero es incapaz de bajar de su nube y volver a la realidad del desengaño. Salir de la imaginación, del fantasear, y de los titulares para avanzar en los hechos es fundamental para un Gobierno al cual se le acaban los días como ejecutivo.

El Gobierno del señor Lambán en su programa electoral no prometía castillos, sus edificaciones iban más por infraestructuras sanitarias, edificios demandados por las y los vecinos aragoneses en un grito de defensa por la sanidad pública. A priori esta demanda es tan digna como cualquier otra, pero los programas electorales son acuerdos que la ciudadanía hace con un partido concreto a través de las urnas y en el caso de que esa organización llegue a configurar un gobierno debe de cumplir lo prometido. Algo tan simple que al señor Lambán, al alcanzar su despacho del Pignatelli, parece que se le olvida. A día de hoy, a menos de un año de legislatura, muchas de las infraestructuras prometidas en sus programas electorales se han difuminado como los cirros y estratos de sus entelequias. El acondicionamiento de terrenos o los trámites administrativos prolongados en el tiempo pasan desapercibidos cuando el señor consejero de Sanidad, el señor Celaya, ya ha acompañado a su superior a poner una primera piedra o a cortar la banda colorada. Los flashes y titulares son utilizados para intentar tapar las vergüenzas sobre construcciones tan esperadas como pueden ser las de los dos hospitales turolenses: Alcañiz y Teruel. Los hospitales de los dimes y diretes, de las promesas incumplidas y por supuesto y totalmente justificado: los hospitales que han construido un hartazgo generalizado contra el Gobierno de PSOE-CHA. Y por supuesto que no seré yo quien defienda al ejecutivo anterior del PP-PAR pero es que al menos a éstos se les veía venir con su modelo privatizador que dejó agonizando a la sanidad pública con un recorte de casi 400 millones de euros.

Lamentablemente, los casos de los hospitales de Alcañiz y Teruel no son los únicos ejemplos que dejan de manifiesto la inoperancia del señor Celaya, enemigo de las fechas a base de tropezar con la misma piedra. En menos de 9 meses deberá de dar a luz al centro de salud de Barbastro, de Valderrobres, de Binéfar o el Perpetuo Socorro de Huesca, la ampliación de las urgencias del hospital San Jorge de la capital oscense, las mejoras en el centro de rehabilitación psicosocial Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza o el nuevo centro de salud del Barrio Jesús-Margen Izquierda de la capital aragonesa. Infraestructuras muchas de ellas presupuestadas gracias a Podemos Aragón que luchó para que contaran con fondos para este año 2018 en los presupuestos de la comunidad autónoma a través de sus enmiendas.

En este letargo de obras sin comenzar o, en el mejor de los casos, con desconocimiento de una fecha para su finalización, llegará el señor Gimeno, consejero de Hacienda, con las rebajas y hará cumplir de nuevo el objetivo de déficit o reducirá impuestos a los ricos al juntarse con esa formación naranja que ningún bien le hace ni al Gobierno de Aragón ni al resto de la ciudadanía, y en esos recortes financieros habremos encontrado la nueva excusa del señor Celaya para volver a encogerse de hombros y decir: “No se pueden asumir tantas obras”. Pero el problema es el recuerdo y es que entonces les diremos: “Ustedes prometieron y ahora nos hablan de utopías”. La pesadilla ya vendrá si, tras unas elecciones, el sueño vuelve a repetirse.

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