Cecilia Buil, en busca del diamante efímero en Sudáfrica

Repasamos la última aventura de la oscense Cecilia Buil, que viajó hasta Sudáfrica para encaramarse a una de sus escasas cascadas de hielo. La línea ‘Zulu Way’ es el resultado de una expedición exploratoria.

Cecilia Buil en la aproximación a las cascadas.

Hace dos años que Cecilia Buil se prometió escalar una nueva ruta en las cascadas de hielo de cada uno de los cinco continentes. Esa es la idea de un proyecto que ha denominado ‘Huellas On Ice’ y que arrancó en agosto de 2014 con las aperturas de la Gioconda en el chileno valle del Marmolejo. Tras escalar el pasado enero ANAtoLIA en Turquía –ambas junto a la italiana Anna Torreta- , el mes pasado emprendió su última expedición hacia un destino poco explorado por los fanáticos del hielo: Sudáfrica. “Cuando explicábamos para qué habíamos llegado al país, no se lo creían”, nos cuenta con una sonrisa que le devuelve al más austral de los países del continente negro. Ya sabían que no iban a encontrar mucho hielo sobre el que trepar, pero “el exotismo y la belleza del lugar bien valían la pena” para la montañera altoaragonesa, que se reconoce tan escaladora como viajera.

Otro factor importante en cada una de sus aventuras es la exploración o, cuanto menos, contar con ciertas dosis de soledad. “No puedo con la masificación, es uno de los motivos que me hacen salir a la montaña. Es allí donde intento sentirme libre y estar únicamente con mis compañeros”. En este caso, hasta la cordillera de Drakensberg -“las montañas del Dragón”, en afrikáans- le acompañaron Alejandro Ibarra y un cámara, además de los tres porteadores que contrataron para transportar el material a la pared helada.

Llegaron el 15 de julio en avión a Johannesburgo, el principal motor de Sudáfrica, y tras recorrer medio país en busca de gas para cocinar, llegaron a la reserva de Giant Castle dos días más tarde. “Llevábamos un coche demasiado pequeño, o nuestras mochilas eran demasiado grandes, así que tuvimos que hacer varios viajes para transportar todo el material”. Finalmente el 20 de julio, tras 7 horas de caminata, establecieron el campo base y salieron en busca del ansiado diamante gélido. “Fue una desilusión, la cascada que buscábamos no se había formado, ni un poco. Llevábamos unos croquis del surafricano Gavin Raubenheime, pero la línea que buscábamos, una vía de unos 70 metros llamada Future X en el sector ‘Mazaka’, no existía en esos momentos”.

A la corta temporada de hielo en el país sudafricano –que aproximadamente va del 15 de julio a la primera semana de agosto- se sumaba el incremento de las temperaturas, consecuencia del calentamiento global, que se ha vivido este verano. “De todas maneras, habíamos venido a escalar, así que durante los días 21 y 22 de julio nos metimos en una zona con cascadas más pequeñas”, donde Cecilia abrió Zulu Way, una ruta sin demasiada trascendencia. “Las difíciles condiciones hacer que haya mucho terreno por explorar para la escalada en hielo. Diría que somos los primeros extranjeros en ir allí con este objetivo”.

Esta obsesión por el hielo puede parecer inexplicable pero es compartida por la mayoría de alpinistas que a progresar por él se dedican. “Engancha sobre todo porque es efímero; las cascadas pueden durar un día, o dos, y tal vez se formen cada varios años. Esa es una de las causas por las que somos tan fanáticos”, intenta explicar Cecilia, que no obvia que se trata de una actividad de riesgo. “Su estructura es cambiante y su fragilidad puede aparecer en cualquier momento. Soy consciente de que si se te cae una cascada, lo más probable es que te mates. Caerás con toneladas a tu alrededor.” Por eso, la oscense nunca escala cuando tiene dudas sobre las condiciones. “En Bielsa, uno de los destinos estatales de referencia, me quedo sin escalar más de la mitad de los días que voy”.

Tal vez sea esa prudencia la que le ha permitido subirse por las paredes durante los últimos 25 años y la que le otorga la posibilidad de continuar en los próximos meses con su ‘Huellas On Ice’. “Me gusta tener proyectos a medio plazo, de cara a poder planificar los viajes con tiempo. Este invierno visitaré Finlandia, a pesar de ser un país nórdico no es sitio tan habitual para la estas actividad como su vecina Noruega, por lo que hay potencial para abrir vías”. El próximo año, si consigue financiación, optará por Nueva Zelanda y para 2017 espera cerrar el círculo abriendo una nueva ruta en Alaska.

La montaña: ¿un mundo masculino?

A caballo entre Uesca, Bielsa y el mundo, lleva toda la vida ligada a la montaña. “Mis padres, que no eran escaladores pero sí muy montañeros, me llevaban desde muy pequeña. Cuando era adolescente mi hermano se apasionó por la escalada y él me contagió las ganas de trepar por las rocas”, recuerda Cecilia, que pronto se dejó atrapar y construyó su vida en base a la montaña. Empezó a trabajar como guía durante los veranos y fuera de la temporada viajaba “en busca de nuevas paredes y formas de escalar. Las personas con las que compartí esos primeros momentos -entre los que estaba Lorenzo Ortiz (fallecido en la expedición aragonesa al K2 de 1995)- no sólo me ayudaron a aprender, sino también a darme cuenta de que podemos conseguir retos que parecen imposibles”.

Con el apoyo y formación del club Peña Guara, fue abandonando la seguridad de la escalada deportiva para interesarse por las líneas y la técnica de la escalada tradicional. “Riglos y Vadiello fueron los primeros destinos en los que aprendí a utilizar los seguros flotantes –que no necesitan agujerear la pared- y la ética de la escalada clásica”, explica Buil, cuyo nombre saltó a los medios especializados internacionales en 1998, tras escalar la vía Aurora (5.9, A5) al Capitán de Yosemite con la estadounidense Aimee Aucoin. “Fue un acto de reivindicación. Estaba cansada de que, cuando descendía de las vías, todo el mundo presupusiera que los tramos difíciles los había escalado mi compañero, cuando siempre nos repartíamos las tareas”.

A pesar de que se siente “perfectamente escalando con otros chicos”, aquella gran pared fue la primera de una serie de destacadas actividades en femenino. En 2001, junto a Lizzy Scully y Nan Darkis, se hizo con la segunda repetición –primera femenina- de Inshallah (VII,1.300 m, 7b/A1) en la Shipton Spire (5.850 m.) del Karakorum pakistaní. Dos años más tarde, la conquista, compartida con Roberta Nunes fue Hidrofilia (VI, 1.600 m,7a/A2+) en el acantilado más grande del mundo en Groenlandia. “Con el paso del tiempo se ha diluido mi necesidad de demostrar de lo que soy capaz, pero me sigue pareciendo importante sembrar un referente que pueda animar a otras mujeres a escalar. Además, es un punto a favor de mis patrocinadores ya que llama la atención”.

Y es que estas y otras actividades hicieron que algunas marcas y destinos turísticos, como la localidad francesa de Saint-Lary Soulan, se fijaran en ella para promocionar sus productos. “He tenido la suerte de pasar unos años dedicada por completo a la escalada, aunque también hacía cursos y algunas otras actividades como conferencias. Ahora mismo, sin embargo, he vuelto a guiar en los barrancos”.

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