Capitales comarcales en Aragón ¿pueblos o ciudades?

Para mejorar el cuidado de nuestro territorio es importante pensar en él y a veces pecamos de no preocuparnos en entender cómo funciona. Tenemos que pararnos a pensar qué tipo de gestión necesitan nuestras pequeñas capitales en función de sus singularidades como ciudades pequeñas/pueblos grandes.

vía almazán
Chaca desde Rapitán | Foto: Alexandro Lacadena

Si echamos un vistazo al mapa político de nuestro país nos damos cuenta de que tiene una estructura singular. Una gran capital en el centro (Zaragoza) y dos capitales pequeñitas en el norte (Uesca) y en el sur (Teruel). Si ampliamos el punto de vista observamos un territorio trufado de pueblos, unos pocos de reciente creación como las localidades de repoblación y una gran cantidad de pueblos con siglos de historia tras de sí.

Entre nuestras tres capitales de sur a norte y los innumerables pueblos aragoneses tenemos otro tipo de poblaciones con un tamaño poblacional y una distribución en el territorio específicamente aragonesa: las capitales comarcales. Se trata de localidades que basculan entre los 20.000 habitantes de Calatayut y los casi 5.000 de Borcha y que tienen una notable presencia sobre todo en el Alto Aragón y en el valle del Ebro.

Por supuesto, hay capitales de comarca, sobre todo en Teruel o en comarcas como el Sobrarbe, que no llegan a estas cifras. Estas se pueden clasificar como rurales, ya que sus dinámicas se pueden asimilar a las de otros pueblos. La duda surge entonces cuando nos preguntamos ¿qué son poblaciones como Binéfar, Alcanyiz, Chaca o Tarazona? ¿son pueblos o son ciudades?

Durante años he podido observar que en mi localidad natal, Chaca, las personas hablamos de ella tanto nombrándola como pueblo como nombrándola como ciudad, aunque la mayoría de sus habitantes tienden a considerar que viven en una ciudad. Al igual que nuestros vecinos de Samianigo, que también se refieren a su municipio indistintamente como pueblo o como ciudad, aunque al contrario que en Chaca, tienen una mayor preferencia por considerarse rurales. De todas formas, tanto en Chaca como en Samianigo la misma persona puede referirse en la misma conversación a su ciudad como a un pueblo o a su pueblo como una ciudad. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿somos un pueblo o somos una ciudad?.

Cuando en este tipo de poblaciones se saca a relucir la pregunta de “¿qué somos?” el consenso social anda entre el “somos un pueblo grande” y el “somos una ciudad pequeña”, en un termino medio que no deja contentos ni a los ruralistas ni a los urbanistas. Mientras, desde los pueblos se nos ve como personas “de capital” y desde las ciudades se nos tacha de “rurales”.

La lengua estructura nuestros pensamientos y cada lengua estructura de forma diferente las formas de pensar de sus hablantes. Para un hablante de castellano una cosa es “una ciudad” y otra es “un pueblo”. Pero no es exactamente lo mismo lo que entendemos por “un pueblo” los hablantes de castellano, que lo que entiende por “herria” un hablante de euskera, por ejemplo.

En este caso el castellano no parece dar respuesta a esta estructura demográfica aragonesa, que es relativamente reciente en nuestra historia. Tampoco parece que el catalán y el aragonés tengan palabras exactas para definir qué son estas capitales comarcales. “No sabem si Fraga és un poble o una ciutat” y “tampoco no sabemos a l’agua clara si Balbastro ye una ciudat u un lugar”.

Creo que para mejorar el cuidado de nuestro territorio es importante pensar en él y a veces pecamos de no preocuparnos en entender cómo funciona. Para ello hay que comprenderlo y considero que tenemos que pararnos a pensar qué tipo de gestión necesitan nuestras pequeñas capitales en función de sus singularidades como ciudades pequeñas/pueblos grandes. También opino que sería saludable el intercambio de prácticas y conocimientos entre las personas e instituciones de estos lugares, ya que tienen muchas problemáticas y características comunes.

Dando un paso más allá pienso que sería bueno nombrar a estas localidades aragonesas con una palabra específica que todavía no tenemos en ninguna de nuestras tres lenguas. En inglés, sin embargo, encontramos una posible solución en la palabra “town”, que designa las localidades intermedias entre las “city” (ciudades) y village (pueblo).

En conclusión, pienso que en las “towns” aragoneses tenemos que conocernos, tenemos que pensarnos, tenemos que nombrarnos y tenemos que reconocernos.

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