
Es la artista alma sensible por excelencia, que canaliza la expresión de su ser en su vocación hacia el artificio. Las artes plásticas pueden expresar la realidad o por lo contrario la idealidad; lo que se cree debe ser, a diferencia de lo que es. Y en ese contexto, un instante de sentir es más expresivo que decir; la pintura posee el lenguaje directo y evocador de lo visual, de lo que carecen las palabras. La artista comparte con nosotros, las y los espectadores, su visión particular de la existencia, que es su realidad o su propia idealidad.
Pareciera que a la artista, el desprenderse de su entorno y encontrarse con otras culturas, le provoca una especie de colisión espiritual que le ayuda a comprender, por diferenciación, el lejano medio, del cual viene. La conmoción le permite apropiarse aventajadamente de su propia realidad, o la versión particular de su propia idealidad.
Quizá eso ha sucedido con la hondureña Ana Isabel Acosta, nacida en Tegucigalpa (Honduras), que durante todo el mes de diciembre expone en el bar vegetariano Birosta (calle Universidad 3, Zaragoza) sus 'Locuras de otro color', una muestra de algo más de una veintena de óleos.
Ana Isabel regresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1983, y ha participado en exposiciones colectivas anuales de pintura auspiciadas por el Instituto Hondureño de Cultura Interamericana IHCI en Tegucigalpa y su especialidad es el retrato. Ha diseñado sellos de Correo Nacional de Honduras y obtuvo el Primer Premio en el Concurso "Mujeres en el Arte Hondureño" en 1986 con la obra "Quizás Mañana", además ha participado en varias exposiciones colectivas.
Ana Isabel pinta porque "lleva la pintura en el alma" –como ella misma lo dice–, cuando, desde niña, soñaba con dedicarse a tiempo completo al arte. Pero, a veces, la cotidianeidad, el trabajo y la obligación, pone distancia en lo que más amamos. Para Ana Isabel, la pintura hondureña constituye un área potencial en el desarrollo artístico de las y los hondureños.
Sus pinturas nos hacen pensar en aquel gran hondureño, Pablo Zelaya Sierra, que emigró a Madrid en los años veintes del siglo pasado, en busca de la verdadera expresión de su estilo. Y es que en el arte la indecisión, la exploración y la pesquisa, no son pecados sino virtudes. Solamente en la inspección es que se encuentra.
Las pinturas que ahora se exponen en Birosta nos reflejan la calidad de Ana Isabel Acosta y su vocación hacia el retrato.
Marta Susana Prieto | Publicado en la web de Birosta bar vegetariano