La falta de servicios y oportunidades laborales en el mundo rural es una de las problemáticas más habituales y que afectan especialmente a las mujeres. Hacer de las necesidades oportunidades de empleo es algo que ya hemos visto en otras ocasiones. Una vez más, un grupo de mujeres decididas apostaron por buscar alternativas laborales que les permitiesen seguir trabajando y viviendo en su valle. Crearon Ernaizu S. Coop., una cooperativa de iniciativa social impulsada e integrada por mujeres del Valle de Basaburua que “nace con la intención de crear actividad económica y a su vez dar respuesta a la necesidad de servicios en el valle”. En el Valle de Basaburua (Nafarroa) viven unas 800 personas y está formado por 13 poblaciones que integran un solo municipio y la mayoría se rigen por su propio concejo. En una zona con tan pocos habitantes mantener un bar-tienda abierto y vivo es fundamental.
Desde 2011 en Jauntsarats, en el centro del valle, está abierta la Apeztegiberriko Denda que da servicio a las personas que habitan en el valle, así como a visitantes, turistas y a las numerosas personas ciclistas que suelen rodar por esas carreteras. La tienda es un pequeño supermercado como los que todavía quedan en algunos pueblos, pero, en Apeztegiberriko Denda han apostado también por otro tipo de productos: un rincón de alimentos ecológicos, verduras locales y artesanía de la zona. En el bar ofrecen desayunos, pinchos, bocatas y menús.
Hace unos años, la posada de Orokieta, uno de los pueblos del valle, se quedó cerrada al marcharse la gente que lo regentaba y no haber relevo. Ernaizu Coop. propuso al concejo hacerse cargo de ella. La posada está situada en la plaza del pueblo y cuenta con servicio de alojamiento, bar y cenas. Desde la cooperativa querían coger esta posada pero necesitaban buscar una actividad económica complementaria que lo hiciese viable económicamente. Por eso, en la planta baja montaron una actividad pionera en el mundo rural: una sala de escapismo, scape room. Es una actividad de ocio para realizar en grupo que propone varios enigmas a descifrar para poder salir de la habitación. La temática, como no podría ser de otra manera, está ligada al territorio: brujería, seres mitológicos… “Una actividad ligada a la identidad de nuestro valle y misteriosos bosques ancestrales” como explican ellas. Montar esta alternativa de ocio incentiva a las visitas del valle a desplazarse hasta Orokieta. No contentas solo con visibilizar Orokieta, decidieron montar una gymkana que recorre diferentes pueblos y en la que a través de pruebas que hay que ir superando, jugando y divirtiéndonos se puede conocer y recorrer parte del valle de Basaburúa: el Reto de Amalurra. Además, esta temporada han inaugurado otro reto, El Mensaje de los Genios del Bosque una gymkana infantil, más cortita y sencilla, por los alrededores de Orokieta.
Todo esto ha sido gracias a su esfuerzo y dedicación. Tener la iniciativa y la visión de montar estas actividades de ocio alternativo y saber poner en valor el territorio no es tarea sencilla y desde Ernaizu lo han conseguido. Muestra de ello es el reconocimiento recibido en el 2016 con el Premio a la Excelencia en la Innovación para Mujeres Rurales concedido por el Ministerio de Agricultura. Este mismo premio también ha sido concedido a amigas como Asociación El Colletero y al proyecto Del Monte de Tabuyo. Este premio no solo reconoce la innovación, sino que también pone en valor los puestos de trabajo que estas iniciativas han generado. Actualmente, en Ernaizu S. Coop. hay 8 socias y en total 16 trabajadoras. Esto solo ha sido posible gracias a la visión de flexibilidad y adaptación de las jornadas laborales con las que se ha enfocado el proyecto desde un principio. Cuadrar las necesidades de cada una y a la vez sacar el trabajo adelante es posible y en Ernaizu lo demuestran. Estudiantes, personas con gente a su cargo, etc. todas tienen espacio gracias al apoyo y organización entre compañeras.
Muchos son los secretos que esconde Orokieta y entre ellos, los hermanos Eusebio y Alejandro Ezkurra, pioneros en vacuno ecológico de leche en Nafarroa por lo que recibieron el premio Toda una Vida dedicada a la Agricultura Ecológica de la mano del Consejo navarro de la Producción Agraria Ecológica (CPAEN/NNPEK). Hace más de 20 años que manejan sus vacas en ecológico. Cogieron el relevo de la ganadería de leche familiar en la que desde muy jóvenes empezaron a trabajar. Con la llegada de la ganadería intensiva se promovía estabular a los animales y alimentarlas con piensos compuestos más nutritivos para que las vacas dieran más leche. De esta forma daban más leche, ¿pero a qué precio? “cada día tenía más problemas. Bajabas a la cuadra y veías a alguna vaca que no se levantaba, problemas digestivos a causa de la alimentación y partos que se complicaban. Cada dos por tres, el veterinario en la cuadra” confesó Eusebio.
En noviembre de 1998, Eusebio fue a una charla sobre ganadería y agricultura ecológica en Doneztebe (Santesteban) y “allí oí todo lo que necesitaba escuchar. Volví a casa y en seguida cambiamos a ecológico.” Y muy rápido vieron los resultados, en menos de un año. Simplemente con el cambio de alimentación las vacas estaban más sanas y los partos daban menos problemas. “Y si las vacas estaban mejor, nosotros también, y sobre todo más tranquilos”, dijo Eusebio. Con menos problemas sanitarios y sin piensos compuestos los gastos se redujeron. “La gente busca producir gran cantidad de leche, pero el secreto está en no gastar y tener los animales sanos”. Las vacas de Eusebio y Alejandro se pasan todo el día pastando y solo entran a la cuadra para ser ordeñadas. Estos dos hermanos llevan toda la vida produciendo leche y manejando el ganado, mostrando y demostrando que la ganadería ecológica es el único futuro. “A mí que me quiten las ayudas pero que nunca me quiten lo ecológico” reflexionaba Eusebio.
Compartieron la última tarde en el valle de Basaburua con dos familias cerca del río, en las Pasaderas (Jauntsarats). Sole, Unai, Ibon, Udara, Mikel, Arantxa, Kattalin y Manu forman el precioso Proyecto de la O’tegiBand & Theneighbors: música, cicloturismo, arte, naturaleza, creatividad, compartir, convivir… Las enamoró la propuesta de bicitour musical y familiar que ofrece conciertos de música folk para peques y grandes en los pueblos que han ido recorriendo. Bicicletas cargadas con los instrumentos (arpa, dos guitarras, cajón flamenco y distintos tipos de flautas) y todo lo necesario para pasar una semana rodando. Esta ha sido su segunda edición, una ruta en bici que salió de Ihaben y en la que han recorrido Lesaka, Etxalar, Hondarribia, Donostia, Leitza y Lekunberri. Cicloturismo con alforjas para todas las edades, ritmos e intereses. Os animamos a pedalear para llegar a esos rincones que esconden secretos tan preciosos como los que encontraron en el Valle de Basaburua.
Atravesando Nafarroa llegaron al río Irati en el Valle de Aezkoa y Valle de Arce-Artzibar. Allí, cerquita, está la Selva de Irati, el segundo mayor hayedo y abetal de Europa después de la Selva Negra. Despertaron en la campa donde empieza Sorogain, entre hayas y el río Erro. Recorrer a pedales las sinuosas carreteras atravesando frondosos bosques es alimento para el alma. Estas laderas muestran su belleza en cada estación. Afortunados los habitantes de los pequeños pueblos alrededor que los pueden disfrutar. Pedaleando llegaron a Garralda, Aribe o Villanueva de Arce, sacados de una postal.
En Villanueva de Arce las esperaban Alicia y Luismi, en Agroturismo Maricruz, un rincón muy especial creado con mimo y cariño y destinado a familias que quieran disfrutar de unos días conectando con la naturaleza y el mundo rural. Como cada vez más gente urbana, Alicia y Luismi tenían claro que no querían seguir viviendo en una ciudad. Durante 4 años estuvieron buscando su lugar, recorriendo pequeños pueblos y contactando gentes de todos los lugares. Por fin, en el año 2.000 surgió su oportunidad, Hiriberri-Artzibar (Villanueva de Arce) les estaba esperando. María, natural del pueblo, se marchaba dejando su negocio de turismo rural sin relevo. Cuando Alicia y Luismi aparecieron en Hiriberri. María lo vio claro y les dio todas las facilidades para que se quedaran. Han pasado casi 20 años y allí han nacido sus dos hijos: Noe y Ada.

Agroturismo Maricruz no es solo un alojamiento, es un lugar muy especial como todas las iniciativas de Ceres Ecotur: Casa Mario, Casa La Valleja y Posada Molino del Canto. Cuando Alicia y Luismi cogieron el relevo de Turismo Maricruz, había una sola casa en la que ellos vivían y alquilaban algunas habitaciones. Empezaron a moverlo por internet y rápidamente se llenaban las reservas. Convencidas de su potencial, apostaron por comprar la casa de al lado, rehabilitarla y ampliar la oferta del alojamiento. Pusieron huerta ecológica para nutrir la cocina de la casa, gallinas, cabras, ovejas, burras, conejos… Poco a poco se fue formando la granja y se convirtió en Agroturismo Maricruz. Enfocar este espacio a familias ha sido una elección totalmente acertada. Por un lado, el lugar es perfecto para ello y por otro, les ha permitido conciliar su vida familiar y laboral. Para Noe y Ada la llegada de las familias y otros niños llenaba las vacaciones y los fines de semana de aventuras. Y esta elección va más allá, coherentes con su filosofía de vida, querían acercar la agroecología, la soberanía alimentaria y el consumo consciente a todas las personas que visitasen este lugar. Las mesas se llenan de productos de la propia finca y de agricultura, ganadería y artesanía de la zona. Una manera práctica y directa de sensibilizar.
Desde que empezaron a imaginar su proyecto de turismo la idea de poder construir cabañas en los árboles les rondaba la cabeza. Alicia, buscando información por internet, topó con un concurso en el que “ofrecían hacer tu sueño realidad” y no lo dudó. Se lo comentó a Luismi y presentaron su proyecto de cabaña en el árbol. Tiempo después, ¡sorpresa!, les había tocado. Con el apoyo del arquitecto Iñaki Urkia y mucha más gente construyeron una preciosa cabaña en el árbol que te lleva a la máxima sencillez, sin agua ni electricidad, solo elementos naturales. Este año se han lanzado a construir la segunda cabaña en otra zona de la finca.
Una de las particularidades de Agroturismo Maricruz es su propuesta de favorecer la convivencia y colaboración entre las familias que se alojan. Esto lo consiguen gracias a la cocina comunitaria y a las actividades. Cada mañana Luismi se ocupa de cuidar la granja y le acompañan peques y mayores. Así, ven y aprenden a regar la huerta y recolectar, a dar de comer a los animales, a cepillar a las burras, recoger los huevos… Un momento para compartir entre familias y mostrar las tareas diarias que permiten llenar nuestras mesas de alimentos. Al terminar, se reúnen en la mesa del porche y Luismi y Alicia les proponen recorridos o visitas que pueden hacer por la zona. Además, han creado un recorrido para buscar “los duendes del bosque” y así animar a que las familias se adentren entre bojs, avellanos y pinos a descubrir sus secretos. Para facilitar el acceso al bosque, ovejas y burras trabajan en el desbroce.
Como siempre las y los más pequeños son los que primero conectan y hacen pandilla. Esto anima a las familias a compartir los días y hacer planes juntas. Katia, de València, les comentó que llegaron aquí buscando un espacio “como el pueblo de mis abuelos donde pasaba los veranos, donde podía correr y tenía contacto con el mundo rural”. Crear este ambiente y esta filosofía no es una tarea sencilla, pero es que Luismi y Alicia ya tenían un largo recorrido en movimientos de asociacionismo y en la educación en el tiempo libre. Y estos aprendizajes los han trasladado al valle de Arce. Para ellas conocer y entrar en Ceres Ecotur fue vital. Tienen la visión de que en las zonas rurales es imprescindible que haya una colaboración entre los distintos sectores que permita sumar fuerzas: turismo rural, restauración, artesanía, agricultura y ganadería. En la cocina comunitaria hay un espacio en el que se ofrecen productos de la zona. Entre ellos, están las deliciosas patatas de Trigo Limpio, una cooperativa formada por cinco socios de producción ecológica de carne. Sus principios son claros: “producción ecológica, razas autóctonas y una forma de vida basada en el desarrollo sostenible de nuestros pueblos”.
El Valle de Arce- Artzibar, donde se encuentra Lakabe, es uno de los valles más despoblados del prepirineo navarro. La densidad de población actual está en menos de 2 habitantes por kilómetro. La despoblación se inició en este valle mucho antes que en otros lugares, pero fue a partir de la década de 1950 donde la emigración a la capital fue más acusada cuando las industrias urbanas reclamaban cada vez más mano de obra y se iniciaba el cambio en el modelo agrícola. A su vez, la migración femenina fue muy acusada en esta zona. Muchas mujeres jóvenes marchaban a servir a la ciudad. Todo esto tiene como consecuencia la expulsión de parte de la población rural hacia el mundo urbano. Muchos pueblos de esta zona quedaron completamente deshabitados.
Fue a partir de los años 80 cuando se inició un movimiento de ocupación de los pueblos deshabitados rechazando la estructura social de las grandes urbes. Buscaban reinventar un nuevo sistema asambleario y una vida en colectivo basada en comunidades pequeñas en armonía con el medio natural apostando por el uso de los recursos locales y la autosuficiencia. Pueblos como Lakabe, Argiñariz, Zandueta, Ulai Alto, Osa o Javerri fueron repoblados en esta época con la creación de espacios comunitarios donde la propiedad privada era superada por el uso colectivo. Mucho ha avanzado el sistema capitalista desde entonces pero este movimiento no ha parado. A día de hoy, lugares como Arizkuren, Lakabe, Rala y Aizkurgi siguen en pie en los valles navarros demostrando que se puede experimentar la utopía.
Uno de los pueblos referente en el movimiento de okupación rural y con más trayectoria es Lakabe, okupado desde 1980 por un grupo de jóvenes provenientes del movimiento de objeción de conciencia. “Alrededor de cuarenta personas dan vida ahora a este pueblo; construyendo y afirmando un proyecto de vida en comunidad, compartiendo economía, trabajo, recursos y tomando las decisiones de manera asamblearia, trabajando por crear un mundo sostenible, también a nivel humano.” En su camino hacia la autosuficiencia energética y alimentaria tienen placas solares, molino, turbina hidráulica, animales, cultivan sus huertas y hacen su propio pan. Esta fue la primera de sus actividades. Reconstruyeron un horno de los del pueblo y empezaron a elaborar el pan de manera artesanal utilizando harina integral ecológica, levadura madre, agua y sal. Mucho fue el camino que tuvieron que avanzar para aprender y mejorar su pan y, por coincidencias de la vida, ese pan acabo saliendo fuera de Lakabe y a día de hoy es conocido y valorado. Actualmente, les aporta una parte de los ingresos económicos de la comunidad. En este camino de aprendizaje crear redes y apoyarse mutuamente es fundamental. Por eso, Lakabeko Okindegia está en contacto con la Asociación de Panaderos de Gipuzkoa Baserriko Ogia en la que están también Haristizabal Baserria e Irure Txiki Baserria entre otros.

Ille contaba que hace 10 años, con el pueblo reconstruido y la base de autosuficiencia establecida empezaron a mirar sus alrededores con otros ojos. Y empezaron a cuestionarse “¿Cuánto podemos crecer? ¿Cuántas personas con los recursos que tenemos podrían vivir en Lakabe? ¿Cuántos animales?”. Todo esto, por supuesto, basándose en la autosuficiencia. Esto les llevó a plantearse cómo querían y podían utilizar los recursos naturales de una manera sostenible, no solo pensando en el presente sino también en las generaciones futuras.
Empezaron a prestar especial atención al agua, es esencial para la vida, todos los asentamientos se instalan cerca de una fuente de agua. El río que pasa al lado del pueblo se seca de julio a octubre. Y pensaron, “¿realmente hubieran construido todas estas casas sino les llegaba el agua en verano?”. Además, el caudal del manantial que nutre de agua al pueblo cada verano era menor. Comenzaron a investigar el tema del agua y una de las conclusiones que sacaron fue que “no falta agua porque no llueve, sino que no infiltra lo suficiente”. Paseando por el monte vieron que había sobrepastoreo, lo que significa que la hierba está todo el rato a disposición de todos los animales. De esta forma, las plantas no pueden crecer, se quedan enanas. Tampoco desarrollan suficiente raíz para mantener el suelo fértil y que haga de esponja para retener y permitir la infiltración de agua. Con toda esta información obtenida de la observación y del conocimiento del territorio decidieron actuar y buscar a personas que tuvieran conocimientos profundos del tema.
Bernd Walter Müller, director del Departamento de Ecología de la ecoaldea Tamera (Portugal) y profesor del Global Campus, les ayudó mucho a tener una visión más global del funcionamiento del agua y del territorio. Aprendieron que el agua no hace falta que esté almacenada en un lugar a nuestra vista. Es necesario favorecer las condiciones para que el agua pueda infiltrarse y recargue las capas freáticas que son las que nutrirán a los ríos y a los manantiales. Debemos tratarlo como un ser vivo. Otros referentes como Joel Salatin, Allan Savory y Gustavo Ales de ALEjab han sido sus guías para aprender sobre manejo de ganado, rotación de pastos y agricultura regenerativa. Eso sí, adaptan la técnica a posibilidades y condiciones de cada lugar. Esto, en Lakabe, se lleva a cabo a través del grupo de gestión del territorio que se encarga del agua y manejo de animales. Este grupo centró su energía y esfuerzos en la zona alta del territorio. “Hay que empezar a trabajar el agua desde arriba para reducir la escorrentía y que el agua baje con menos fuerza, arrastre menos sedimentos y se infiltre” dijo Ille. Han hecho un estudio para ver el recorrido del agua y decidir qué acciones tomar para cambiar de la degradación a la regeneración.
Hace poco más de cinco años empezaron a trabajar en este tipo de actuaciones y a día de hoy son más que visibles los resultados: el chorro del manantial sigue fluyendo durante todo el verano y el pozo que está en el medio del pueblo, indicador del nivel freático, casi no reduce su nivel en los meses estivales. Hemos encontrado en nuestro viaje otros ejemplos de actuaciones en fincas como Biezko Baserria. Observación, reflexión, aprendizaje, trabajo y esfuerzo que sin duda va a ser un ejemplo a seguir para en una gestión sostenible y racional de nuestros territorios. Trabajando por la gestión completa de todo el pueblo, han desarrollado su plan de ordenación del territorio integrando todos estos aprendizajes. Lakabe, una vez más, pionera en poner el foco y la atención en cuestiones vitales.
En Lakabe llevan 40 años apostando firmemente por vivir en colectivo de forma equilibrada sin esquilmar los recursos. “Es una comunidad muy comprometida con nuevas formas de estar en el mundo, trabajando desde el decrecimiento y la autogestión, pasando por las relaciones humanas, llegando a sistemas horizontales de toma de decisión y tratando de transformar el sistema dominación/sumisión por otro de iguales”. Ha sido un camino de aprendizajes y crecimiento personal y grupal. Hablamos con Mabel sobre la importancia de la gestión de estos proyectos. Reflexionaba Mabel “hay un sueño alto en los grupos de apoyarnos entre nosotras, pero lo acompañan frustraciones, porque vivir en comunidad significa afrontar cambios. Los espacios colectivos te están colocando en situaciones diferentes a cómo tú harías las cosas y eso hay que saber gestionarlo.” Si esto lo aterrizamos, para vivir en colectivo han de forjarse unos acuerdos y una estructura para que el propio proyecto pueda sostenerse. Cuando esto no existe, no te adhieres a un proyecto, te adhieres a una persona. Sin embargo, cuando hay una estructura colectiva bien definida, el poder reside en el grupo.
Mabel es miembro del IFACE y, por su experiencia y conocimientos, aconseja a los grupos que es imprescindible tomar acuerdos muy sencillos y básicos que toquen las cosas de la vida cotidiana: organización de áreas de responsabilidad, definir claramente la forma de toma de decisiones, gestión de recursos materiales, personales y económicos y fijar un marco de crecimiento del proyecto a nivel ideológico. La toma de decisiones es un elemento clave ya que, si no está claro desde un principio, las decisiones acaban siendo tomadas por una parte del grupo y el resto va desentendiéndose del proyecto porque lo sienten lejano.
En los grupos siempre existe energía que moviliza. Esta energía puede estar dirigida por el entusiasmo, la ilusión o la creación desde parámetros igualitarios o bien, centrarse en la confrontación y el conflicto desde la hostilidad. Gestionar estas energías supone un enorme reto y es la clave para que el proyecto colectivo prospere. En esto, la comunicación entre las personas es un elemento central. Por ejemplo, cuando emitimos un mensaje, a parte de la información, solemos emitir también juicios y opiniones que interfieren claramente en la manera en que la oyente del mensaje lo procesa. Aprender a diferenciar entre estos tres aspectos es fundamental para una comunicación efectiva. Herramientas como la Comunicación No Violenta nos permiten evitar malos entendidos y sufrimiento en nuestras relaciones interpersonales. La Facilitación de Grupos es una metodología compuesta por distintas herramientas y técnicas que trae mirada fresca, claridad al proceso y calma a los grupos en sus momentos de conflicto y crecimiento.
En Lakabe, ya son tres generaciones las que conviven y crecen con esta forma y experiencia de vida. En nuestra corta visita vimos a la cuadrilla de niñas y niños que corren, juegan y crecen en comunidad. Vienen unos años de enormes retos y responsabilidad para los colectivos, años muy bonitos de transformación tanto cualitativa como cuantitativa, comentaba Mabel. Porque la fuerza del cambio necesaria para afrontar los retos que se nos presentan, siempre pasarán por actuar en colectivo.
Dejaron atrás el frondoso Valle de Arce para adentrarse en Urraulgoiti, un valle mucho más amplio en el que los campos de cereal amarillo ya cosechado nos dan la bienvenida. En este valle vive tan sólo una persona por km2. Franco y Mariana en 1992 se fueron a vivir a Irurozki y se hicieron cargo de la finca familiar. Pero todo esto comienza mucho más atrás.
En 1979 Franco, italiano, estaba viajando en autostop para llegar a Portugal. Un camionero le recogió y le habló de Sanfermines, así que, decidió cambiar su plan e ir a conocer esta fiesta tan peculiar en Iruña. Allí no solo conoció la fiesta, sino que también conoció a Mariana, que vivía en Iruña, pero sus raíces eran de Irurozki. Su padre, Javier, era un enamorado de esa tierra y, a lo largo de su vida, muchas fueron las cosas que aportó al pueblo. Mariana pasa todos los veranos en la casa familiar de Irurozki, le encantaba correr por las calles, estar rodeada de animales y naturaleza y, desde pequeña, soñaba con vivir en esa gran casa. Franco, a su vez, se quedó enamorado del norte de Nafarroa: Quería hacerse mayor en un pueblo, pero en Italia es muy difícil poder acceder a tierra.
La vida siguió rodando, Franco siguió trabajando de todo un poco en Italia (profesor, venta de juguetes antiguos, carnicero con su familia…), y eso sí, viajaba siempre que podía. Mariana también siguió con su vida en Iruña. Hasta que, una noche del 1990, Franco, en Roma, no podía dormir, dándole vueltas a la vida que llevaba en qué utilizaba su tiempo. ¿Cómo podía malgastar más de dos horas al día solamente en transporte? Y así, decidió trasladarse a Nafarroa junto a Mariana. Franco empezó a trabajar en un vivero de plantas ornamentales. Fueron unos años de mucho aprendizaje. En 1992, surgió la oportunidad de trabajar como tractorista en la cooperativa cerealista de Irurozki que el padre de Mariana había creado años atrás. No se lo pensaron dos veces era el momento de hacer realidad su sueño de dejar la ciudad e ir a vivir al mundo rural.
Franco en Italia ya llevaba un huerto en ecológico para venta y autoconsumo y además hacían humus de lombriz. Cuando empezaron a aparecer cursos de agricultura y ganadería ecológica, rápidamente se apuntaron para aprender más, y animaron a la cooperativa cultivar una parte de las hectáreas de cereal en ecológico. Hicieron prueba durante tres años y vieron que el rendimiento económico era el mismo que en convencional. Propusieron a la cooperativa seguir ampliando el número de hectáreas en ecológico, pero recibieron una negativa por su parte. Así que, se salieron y empezaron a llevar por su cuenta las 100 hectáreas de cultivo de la familia y 60 de bosque. Comenzaron una colaboración con Gabriel Errandonea de Trigo Limpio que trajo sus vacas a pastar. Les parecía más lógico que ellas viniesen a las tierras en lugar de llevarles el forraje. Con Gabriel aprendieron mucho sobre el manejo de los animales y, tras cinco años de colaboración, Gabriel llevó sus animales a otras tierras y fue el momento en el que Egillor Borda incorporó sus propios animales: 12 vacas pirenaicas y 12 yeguas jaca navarra, ambos rebaños con su propio semental.
Egillor Borda empezaba su aventura como ganadería ecológica de pasto en extensivo. Los animales pastan los 365 días del año en sus 40 hectáreas de praderas mixtas con un cultivo mixto: alfalfa, trébol y esparceta como leguminosas y raigrás inglés, raigrás híbrido y festuca. Estas praderas se siegan con dos cortes para guardar hierba para el invierno y, una vez segado, se deja pastar al ganado a diente. Los campos que no se van a segar, se dejan para que pastoreen las vacas y las yeguas. Con este sistema consiguen que coman a diente hasta diciembre. De diciembre a marzo se les alimenta con el forraje y hierba cortada siempre de sus tierras. El resto de terreno, unas 60 hectáreas, las dedican a rotación de cereal y leguminosas para forraje. Entre los cereales que cultivan están: espelta, centeno, trigo, cebada y avena. Toda la paja la incorporan triturada en el mismo campo. Y respecto al forraje: veza, guisante, alholva (fenogreco), hieros, titarros y habas. Con una rotación tan diversa y equilibrada, no les hace falta abonar la tierra. El cereal que cosechan lo venden directamente tanto para ganadería ecológica como para transformarlo en pan y colaboran con algunas panaderías para cultivar el cereal que más les interesa.
Los animales nunca están estabulados y la carne que venden es de pasto, es decir, se alimentan exclusivamente con hierba, respetando su naturaleza de herbívoras. Su dieta no lleva ningún aporte complementario de cereales ecológicos (ni otros piensos). “No hacemos el tradicional engorde de las crías. Con este sistema de producción se consigue que la grasa tenga una estructura más equilibrada y por lo tanto más saludable”, contó Mariana. Este mismo sistema es el que vimos en Dehesa La Lejuca. Actualmente tienen 25 bovinos de la raza pirenaica y 25 equinos de la jaca navarra, razas autóctonas. Los dos rebaños comparten el mismo espacio y los dos machos conviven siempre en el mismo rebaño que las hembras, respetando sus ciclos naturales por lo que los partos se distribuyen a lo largo de los 12 meses. Tras los nacimientos, terneros y potros permanecen todo el tiempo al aire libre y en manada junto a sus madres de las que tetan a placer hasta los 6-7 meses, cuando se realiza el destete y van directamente a sacrificio.
Hace seis años, Haritz, hijo de Mariana, se ha incorporado al proyecto. Ha llegado con nuevos aires y buenas capacidades informáticas que eran muy necesarias. Entre las novedades que Haritz ha incorporado está el de Pastoreo Racional Voisin. “Intentamos hacer parcelas más pequeñas para que los animales, en lugar de estar pastando libremente por toda la finca grande, compacten el suelo y machaquen las plantas, lo hagan de forma rotacional y dejen descansar al terreno”, nos dijo Haritz. Han dividido la finca en parcelas pequeñas, por las que va rotando el rebaño. Poner la atención en la gestión del territorio y el manejo del ganado es vital para que el suelo siga siendo fértil y los animales tengan una dieta equilibrada. Conscientes de la importancia de conservar el suelo, el equilibrio y la diversidad, en Egillor Borda llevan más de 11.000 árboles y arbustos plantados en márgenes y creando setos para prevenir la erosión en sus fincas. Avellanos, endrinos, bojs, alisos, fresnos, manzanilla de pastor, cerezos, servales, encinas, robles… especies autóctonas y bien adaptadas que sirven como cortavientos y de refugio de aves y fauna auxiliar. Es vital la reforestación en la zona de cerros para evitar la pérdida de suelo y los pequeños bosques de nogales que lentos, pero sin pausa, van creciendo.
Desde siempre, Egillor Borda ha querido mantener una relación directa con los clientes. Si una persona está interesada en adquirir su producto, lo primero que hacen es invitarles a visitar la finca y conocer a los animales, porque “es sobre el terreno donde mejor se entiende nuestro trabajo en el campo y con los animales” dijeron. ¡Quién le iba a decir a Franco que, tras conseguir vender la carnicería de su padre, volvería a dedicarse a despiezar y preparar los lotes de carne para los clientes! Egillor Borda es como una carnicería ambulante y los conocimientos de Franco han sido esenciales para que esto pueda ser así. Recogen la carne en el matadero y, en la sala de despiece, son ellos mismos los que se encargan de despiezar y preparar cada una de las partes del animal, con profesionalidad y cariño, a gusto del consumidor. La misma tarde del despiece, Haritz se encarga de repartir a sus clientes los pedidos. No pasan más de dos días entre que el animal es sacrificado y llega a la nevera de las casas. ¡Más fresca imposible! Y bien lo saben los niños que sonríen contentos cuando ven llegar la bolsa naranja de Egillor Borda. Son coherentes en todas sus acciones. No envasan al vacío para evitar plásticos y porque la carne mantiene mejor sus características organolépticas, y llevan los lotes con bolsas reutilizables que van recogiendo y reponiendo con cada pedido.
Mariana, Franco y Haritz disfrutan de su trabajo, comentaban “lo que siempre hemos llevado adelante es que el ganado estuviera a gusto. Si el ganado está bien, nosotros también. Los animales son una extensión de la familia y todos tienen su nombre a excepción de los que van a ser sacrificados”. Mariana y Franco apostaron decididos por volver al mundo rural y dar vida a la casa familiar y a las tierras de Irurozki. El padre de Mariana estaba feliz y orgulloso de la apuesta de su hija y el compromiso de su yerno, sonreía al ver la tierra y el buen trabajo de esta pareja. El padre de Franco, en sus visitas, disfrutaba viendo a su hijo, no solo como carnicero, sino también como ganadero vinculado a la tierra, lo que para él también habían sido sus raíces. Por suerte, aquí no se acaba. Haritz ha apostado por la continuidad y como Franco nos decía “esta es la semilla más importante que hemos sembrado en nuestra vida”. Catalina, hija de Haritz, con solo 3 años, explica la finca y los animales a la perfección. Equilibrio, naturaleza, compromiso, sencillez y cariño.
Y continuaron hasta Foz Arbaiun. Arba-ain significa cuatro fuentes, que son las que nutren el río Salazar en su paso por la foz. Un paradisíaco rincón entre Lumbier y Bigüezal para disfrutarlo pequeños y grandes. Algo tendrá que ver este lugar y su belleza para que Carmen e Iñaki decidieran venir a vivir aquí.
Carmen estaba buscando un sitio en el mundo rural, no se imaginaba seguir su vida en Iruña. Conoció Bigüezal, encontró una enorme casa en venta, y no se lo pensó dos veces. Iñaki vino a visitarla para ayudar en la rehabilitación de la casa por recomendación de una amiga. Iñaki, arquitecto especializado en técnicas y materiales de bioclimática y bioconstrucción, era la persona más adecuada. Se conocieron y decidieron que juntos querían quedarse en Bigüezal. Tiempo después, compraron una finca en el campo con una borda que necesitaba ser restaurada. Un lugar perfecto para vivir, ver crecer a sus hijos y poder “ensayar” distintas técnicas y elementos de bioconstrucción: casas de paja, piedra, abobe y tapial, aislantes naturales, fitodepuración, baños secos, techos verdes, etc. Y así en los últimos años, este espacio se ha convertido en un lugar de encuentro para amantes de la bioconstrucción, la vida consciente, la naturaleza y la sostenibilidad.
Iñaki con 6 años ya empezó a ganar concursos de dibujo e ilustración. Y con solo 12 años, diseñó su primera construcción: una cabaña de piedra que bien podría ser de un discípulo de Gaudí. Y es que, Iñaki junto a su hermano Sebastián, era un hervidero de ideas. Dos genios que, con 20 años, aprovechando sus habilidades y utilizando los recursos a su mano, inventaban ingenios para obtener energía del agua, el viento y el sol. Fue en 1984 cuando recogieron en un libro los inventos que a lo largo de esos años les habían funcionado: Energía renovable práctica, de Editorial Pamiela. Un manual claro que propone soluciones prácticas y sencillas utilizando siempre energías renovables. Increíble que todo eso saliera de la mente de dos jóvenes aún estudiantes y activistas del grupo ecologista de Tafalla.
En el estado actual del planeta necesitamos tomar conciencia del despilfarro de materiales y energía que tenemos en el mundo occidental. Poner en práctica todo aquello que evite emisiones de CO2 y reduzca nuestra demanda de energía y, a la vez, actuar en armonía con la Tierra es esencial para asegurar una vida digna a las generaciones presentes y futuras. En esta línea está la arquitectura bioclimática que busca usar la energía renovable y los recursos del entorno para hacer construcciones más eficientes y sostenibles. Ejemplos de ello son: tener en cuenta la orientación de la casa para aprovechar el fresco de la noche y refrescar la casa en verano, la radiación del sol para calentarla en invierno; hacer captación pasiva de calor a través de ventanas, invernaderos y balcones; utilizar materiales con inercia térmica que almacenen calor; evitar la instalación de complejos dispositivos de calefacción; y por supuesto aislar eficientemente las viviendas con materiales naturales como la lana. Como explicó Iñaki “utilizando la propia orientación de las ventanas del edificio y la inercia térmica que dan los materiales de construcción, podemos tener cubiertas hasta un 70-80 % de las necesidades térmicas con el sol”.
Iñaki apuesta por la sencillez en los diseños de sus construcciones, por eso, desde que era estudiante de arquitectura se empezó a interesar por otra manera y otros materiales con los que construir. Para él la bioconstrucción “es una palabra que hace referencia a construir con materiales compatibles con la vida, cercanos y naturales, lo menos elaborados posible y con poca huella ecológica, aprovechando los recursos del lugar y prestando atención a las construcciones tradicionales”. Cada vez se están dando más problemas en mucha gente hipersensible. “En las construcciones convencionales se utilizan muchos materiales sintéticos, productos ajenos e industrializados a los que se les añade formaldehido, cenizas volantes de incineradoras o de altos hornos, e incluso, materiales con radioactividad” nos explicó Iñaki.
Juan Luis Herrero, vecino de Iñaki en Bigüezal y pionero en bioconstrucción, en 1992 dejó la herboristería que regentaba y decidió construirse su propia casa. Apostó por utilizar solo materiales naturales porque “los cementos y materiales de construcción llevan muchos aditivos artificiales como el bromo y el cloro o neumáticos quemados que provocan muchos problemas de salud. Mejor utilizar materiales naturales que en su proceso de elaboración han contaminado lo menos posible, en su fase de montaje no han perjudicado a las personas que trabajan en la construcción y durante el periodo de uso de la casa tampoco van a dar problemas de salud” dijo. Sara, su hija, también se enamoró de esta manera de entender la construcción y empezó a trabajar con su padre. A lo largo de su experiencia como bioconstructores encontraron la necesidad de ofrecer un sistema de calefacción más sostenible y ecológico que los que estaban disponibles en el mercado estatal.
Querían encontrar una calefacción que funcionara con material local, sin dispositivos extraños, que contaminara poco y fuera muy eficiente. Buscando y buscando, en un viaje a Alemania, conocieron las estufas Kachelofen: unas estufas de inercia térmica con ladrillo refractario. Las estufas de inercia térmica o acumuladoras se componen de una cámara de fuego donde comienza la combustión y un circuito de ladrillo refractario para acumular todo el potencial calorífico de la leña. La combustión se hace de forma muy rápida en esa cámara que llega a alcanzar 800 ºC de temperatura donde se queman los gases provenientes de la propia combustión que tienen mucho poder calorífico. Así aprovechamos al máximo la leña consiguiendo rendimientos de hasta el 95% del combustible. Con una carga por día de entre 8 y 15 kg de leña y situando la estufa en el centro de la casa, conseguiremos mantenerla caldeada durante todo el día gracias a la acumulación de calor e inercia térmica que ofrece el ladrillo refractario. Y así, nació Ekosua en 2009, una empresa familiar que trabaja para ofrecer un sistema de calefacción sencillo, práctico, eficiente y estético.
Habitaron una casa redonda hecha con balas de paja. Iñaki, arquitecto referente en bioconstrucción a nivel estatal, nos contaba que desde hace unos 18 años empezó a construir con paja. Vieron que se podía construir y que era fácil. Y, sobre todo, “es una forma de volver más a nuestros ancestros, te conecta con algo atávico. Te devuelve a tus orígenes. Y el bienestar que se siente dentro de una casa de paja, un material tan aislante e insonorizante, te proporciona una sensación de acogida o de estar bien arropado, ayuda a estar en buena salud y buena armonía contigo y con los que te rodean”. Una técnica de construcción, además, en la que la parte femenina ha entrado mucho más fácil que en la construcción convencional. Ejemplo de ello son Rikki Nitzkin y Maren Termens y su libro Casas de Paja de la editorial Ecohabitar. Un libro referente en español como comentaba Iñaki. Y construir en paja no solamente es para hacer pequeñas cabañas, cada vez son más los edificios públicos que apuestan por estos materiales: Centro Municipal de Interpretación de la Jardinería y la Horticultura Ecológica de Noáin (Lorenea) una construcción de 200 m2 de planta, el Eco-camping de Arbizu, espacio Ecoeducativo Agotxenea en Zubiri y el imponente edificio de El Faro en el pabellón de iniciativas ciudadanas en la Expo Zaragoza 2008, uno de los edificios más grandes del mundo construidos con paja.
Con más de 2.260 km pedaleados a sus espaldas, Biela y Tierra ha dejado de emitir 340 Kg de Co2 y ha superado el centenar de iniciativas visitadas, por un mundo rural vivo con la alimentación como motor de cambio. Durante toda la ruta, la información actualizada de Biela y Tierra puede seguirse a través de la página web www.bielaytierra.com y redes sociales: Instagram, Facebook y Youtube, con @BielayTierra o #BielayTierra. En AraInfo, entidad que apoya este proyecto, realizamos una cobertura especial.