Bases para un nuevo modelo económico español

De Europa vendrán 140.000 millones; 72.000 a fondo perdido y el resto a largo plazo y a intereses mínimos. De la forma que se empleen estos fondos, la próxima generación tendrá un horizonte con más y mejor futuro o, por el contrario, la pandemia de una España lastrada por vicios endémicos continuará, con o sin Covid, y el futuro será parecido, es decir, malo. Si esos 140.000 millones se destinan, en su mayor parte, a las mismas empresas, los mismos sectores, mayoritariamente al sector privado, la siguiente generación tendrá el mismo futuro que antes de la pandemia: negro para la …

Carlos Tundidor

De Europa vendrán 140.000 millones; 72.000 a fondo perdido y el resto a largo plazo y a intereses mínimos. De la forma que se empleen estos fondos, la próxima generación tendrá un horizonte con más y mejor futuro o, por el contrario, la pandemia de una España lastrada por vicios endémicos continuará, con o sin Covid, y el futuro será parecido, es decir, malo.

Si esos 140.000 millones se destinan, en su mayor parte, a las mismas empresas, los mismos sectores, mayoritariamente al sector privado, la siguiente generación tendrá el mismo futuro que antes de la pandemia: negro para la mayoría e inmejorable para unos pocos.

Si buena parte de ese dinero se destina a recomponer la industria turística de parecida manera a la de 2019 —13,5 % del empleo y 12,4 % del PIB—, habremos fracasado antes de empezar. Cualquier otra crisis futura mandará al garete, nuevamente, a la economía del país.

El turismo debe de recomponerse alrededor del 9% del PIB y el 7% del empleo a medio plazo, es decir, a cuatro-cinco años. Son baremos similares a los países turísticos de nuestro entorno: Francia, Italia, Alemania, Austria… Hay que desterrar el crecimiento insostenible de cada vez más. Ir a un turismo de hoteles pequeños integrados con la naturaleza. Olvidarse de los macro-hoteles o urbanizaciones hasta en las crestas de los picos o a metros de las olas. El turismo futuro debe proyectarse combinando el de interior con el de costa, basándose en las casas rurales, camping, hoteles pequeños, hoteles de alojamiento y desayuno. Dejando de lado los paquetes de doscientos euros para hooligans en base a sol, borracheras y playa.

Las islas, Canarias y Baleares, han de industrializarse, evitar que el sector turístico les absorba un 35% del empleo (o más) como en la actualidad. Parte de ese dinero europeo, quizá veinte mil millones, deben de ir a esa recomposición. Restringir las ayudas a las líneas aéreas o a las grandes cadenas hoteleras. Hay que planificar una adecuada red, mucho en el interior de España, en esa España vaciada que, curiosamente, tiene casi todo lo necesario para aportar turísticamente. Planificar una red de hoteles pequeños, casas rurales, campings confortables…, ese debería ser el destino de parte de esos fondos. Otra parte a replantear aquellos territorios que tengan demasiada dependencia de él: las islas, determinadas zonas abarrotadas de la costa levantina, murciana o andaluza. Debe de servir para mejorar nuestro turismo en base a calidad, no a cantidad, eliminar lo sobrante e industrializar las zonas afectadas.

Energía. Otra buena parte debe de ser para renovar nuestro modelo energético. La energía del futuro cercano debe de ser verde, sostenible, ecológica al cien por cien. Y pública. De lo contrario, solo saldrán ganando unos pocos, los mismos, en detrimento del país. Los aprovechamientos hidráulicos (las concesiones a las eléctricas están finalizando), deberían ser de gestión pública. Las plantas solares y las eólicas, al menos una buena parte de ellas, también. Vía cooperativa, gestión municipal, o directa, creando una gran empresa eléctrica nacional de gestión pública. Coexistir con las empresas privadas, vale, pero coexistir significa que enfrente tendrían una buena parte de kilovatios públicos. La gestión municipal directa de las pequeñas y medianas plantas eólicas o solares, es crucial y obligatoria. Una parte de esos fondos deberían servir para la creación, para el apoyo, para la incentivación de ese modelo de gestión. ¿Cuánto? Seguramente, no menos de 30.000 millones de euros.

Reforestar. Deberíamos ser capaces de reforestar, en un plazo de 10-12 años, una superficie no menor de 8 millones de hectáreas y con 5 a 6.000 millones de árboles. Razones, muchas e importantes. Mejorar nuestro clima a largo plazo, influir en la descontaminación y en la reducción de CO y CO2 a medio plazo, anticiparse y poner freno a tiempo a diversas enfermedades transmisibles que, por efectos del cambio climático, vendrán a España. Dengue, virus del Nilo, malaria, ébola…, enfermedades que, si no reforestamos en grado superlativo para rebajar a plazo de 20 años un grado y medio, frenando la desertización actual de casi medio país, vendrán irremisiblemente y con virulencia. Eso tiene un costo casi exacto: Unos 32.000 millones a repartir en doce o quince años. Veinte mil de los cuales podrían venir de los Fondos. También hay partes positivas: además de los inmensos beneficios medioambientales, se crearían 100.000 puestos nuevos de trabajo.

Residencias de mayores. El virus nos ha dejado ver la irresponsabilidad que es dejar el sistema de residencias, pilar básico del estado de bienestar social, a los fondos buitres o a las llamadas fundaciones privadas cuyo horizonte es el beneficio. A plazo de 20 años se deben de construir residencias públicas para un millón de españoles. En los 5 primeros, 200.000 plazas. El costo medio de una residencia de 100 plazas es de 10 millones de euros. El costo global de nóminas para esas 200.000 plazas sería de 4.000 millones de euros al año. Los ingresos por un 75% de las pagas de los residentes serían, al menos, de 2.000 millones de euros al año. El costo anual en esos 5 primeros años sería de 30.000 millones de euros incluyendo salarios. Como fenómeno positivo: 100.000 puestos de alta cualificación al año, muchos de ellos revitalizando comarcas de la España Vaciada. De estos fondos, 12.000 millones deberían ir a este sector.

Y llevamos “gastados” 82.000 millones.

Redes. La mejora y ampliación de la red virtual en todo el país, sobre todo en las zonas de la España interior, es otro de los objetivos a cumplir. Canalizaciones de fibra, torres de rebote…; en un plazo de cinco años, máximo, todo el país debería estar mallado virtualmente. Las directrices mínimas deberían ser: velocidad de 30 mb/s y nodo de fibra óptica a un máximo de 20 km. de cualquier población. 5.000 millones deberían ser para redes.

Comunicaciones. Hay que primar el ferrocarril. Tanto el de vía rápida (AVE) que falte para la red básica, como —sobre todo— el de transporte. La red básica de autovías necesaria para vertebrar la España del interior con la del exterior se puede estimar en 5.000 kilómetros. Adecuándolo en un plan decenal. El costo medio por kilómetro de autovía es de 6/7 millones de euros. Los 5.000 kilómetros supondrían unos 32.000 millones de euros. En cuanto a la red básica de ferrocarril es más interesante y urgente. Se debería invertir en no menos de 4.000 kilómetros de vía electrificada a plazo de diez años. El costo medio de un kilómetro de vía, con añadidos, es de 12/13 millones de euros. Esto significaría un total de 50.000 millones de euros. El total ascendería a unos 82.000 millones de euros a 10 años. Es decir, 8.000 millones por año. Un buen comienzo sería destinar a comunicaciones, sobre todo las de ferrocarril, un montante cercano al de los tres primeros años: 20.000 millones de aquellos fondos.

Sanidad Pública. Por las mismas razones que las de residencias, hemos de invertir mucho más en Sanidad, en hospitales medios y pequeños, nada de macro-hospitales, más caros y difíciles de controlar y gestionar. La Sanidad tiene que tener los objetivos siguientes: de calidad, gratuita en toda la extensión, y universal. El incremento del presupuesto ha de ser desde ya. De los fondos pueden venir catorce mil millones.

Educación Pública. Otro de los pilares que es necesario apuntalar. En Europa, en los países que señalan el estado de bienestar, la enseñanza de calidad es la pública. En nuestro país no es así. La enseñanza, la mitad de ella, está en manos de la privada que la tiene como instrumento de negocio con dineros de lo Público, y proselitismo, caso de la iglesia católica. Igual que en los países de nuestro entorno: Francia, Alemania, Finlandia, Suecia, Holanda, hay que reinvertir, reconvertir la situación. Al igual que con la Sanidad, también hay que destinar más porcentaje del PIB a la educación pública. Hoy, se destina rozando el 4% del PIB. Unos 45.000 millones. Hay que implementarlos al 5% urgente. Es decir, 11.000 millones más. De esos fondos, doce mil millones hay que destinarlos para Educación e Investigación.

Con todo esto, el “gasto” de aquellos Fondos va ya por 133.000 millones de euros.

Sector agrícola. La modernización del entramado, la mejora de sistemas permitiendo al agricultor vender mejor, que el intermediario transparente su negocio, se normativice, es crucial. Las ayudas han de mejorar consumos de agua, sistemas, producción ecológica... Hay que incentivar a la explotación agrícola verdaderamente familiar y no a la empresa agrícola cuyo dueño es un Consejo y explota esa inmensa superficie para maíz, arroz, alfalfa, espárragos, o lo que sea, con una clara connotación de beneficios importándole poco el territorio, los pueblos o la sostenibilidad. Es la explotación familiar, el agricultor joven, o la pequeña explotación que necesita temporeros, a la que hay que ayudar. Tres o cuatro mil millones de esos fondos habrían de ir al sector.

Sector ganadero. Primar, ayudar e incentivar al pequeño ganadero, a la explotación familiar para trabajar una ganadería selecta, extensiva si es posible, es vital. En vacuno como en ovejas y cabras. Desincentivar la ganadería porcina, sobre todo la de producción de carne sin más. Las barbaridades hechas en Aragón con enormes mataderos que sacrifican todo lo que les echan más de 3.500 granjas —China tiene la peste porcina y mientras recompone su cabaña importa ingentes cantidades de cerdo sacrificado— es algo para desterrar. Por ahí no va el futuro ni la ecología. Este va por incentivar, en el caso del cerdo, la cabaña extensiva, sobre todo, la dirigida hacia la elaboración de jamón selecto. El sector de las ovejas y corderos es otro de los grandes damnificados que, a mi juicio, cuenta con el mayor de los futuros. La oveja y el cordero, carentes de pestes, es carne equilibrada, con menor impacto ecológico que el vacuno y ayuda a desbrozar y mantener el monte. Mejorar las explotaciones ganaderas familiares, mejorar los salarios de los que no son dueños, mejorar el sistema de precios entre productores e intermediarios, es tarea urgente. Tres mil millones deberían venir al sector.

Sector Pesquero. La mejora de las condiciones de vida de los pescadores, la mejora de la flota de altura, la correcta veda de mucha de la de bajura para mejorar las especies, la correcta planificación de las granjas pesqueras, esto quiere decir que se lleve control estricto de estas por parte de la Administración de las que hay en funcionamiento y que el aumento de nuevas sea muy controlado, son los grandes ejes en los que hay que entrar en este sector. Dos mil millones deberían ir a este sector.

Sumaríamos a estas alturas 141.000 millones de euros, una cifra casi clavada a la real.

Repartiendo con estos criterios y a estos sectores, el futuro podrá ser nuestro, y cuando se dice nuestro, quiere decir de todos los españoles.

Si se reparte a las grandes empresas, a mantener la misma dependencia de antes de la crisis, a seguir sosteniendo los inmensos errores de nuestra economía: un turismo gigantesco con 5 puntos más como poco y con unos pies no de barro, sino de algo mucho más inestable. Un sector industrial con 6 puntos menos —en PIB y en empleo— que la media de la Europa moderna, en la que debemos mirarnos y con un gigantismo en el sector servicios. Si ese dinero se repartiera así, de nuevo habríamos cometido el mismo error. Y seguiríamos sin tener futuro salvo unos pocos millonarios que se harían, todavía, más ricos. A costa de aumentar salarios marginales a los trabajadores, de que aumenten los millones de españoles por debajo de la línea de pobreza estructural, a costa de que España pinte, cada vez menos, en el panorama europeo e internacional. Además de que a esos grandes millonarios, eso se la trae…, es decir, llevan sus grandes beneficios a los paraísos fiscales terrenales.

Este es el dilema que tenemos por delante. Los ciudadanos deberían de ser los que inclinaran la balanza. Pero mucho me temo que si no nos movilizamos, tanto el PSOE como el P. Popular están deseando pagar favores prestados, puertas giratorias, promesas efectuadas en cenas informales, futuras y posibles corruptelas. Y nos guiarán de nuevo, como corderos, para que esos millones sirvan, solo, para enriquecer a los mismos. Y ni siquiera serán muchos.

Por último, nada de esto se podrá hacer, mucho menos bien, sin disponer de un banco público que regule, orden y coordine y de una empresa eléctrica estatal. Si no es así, lo que se haga tendrá mucho de brindis al sol.

Imagen: Carlos Tundidor

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