Azul verdoso muy oscuro

Cien días, los primeros cien días de gracia para conocer un gobierno, los primeros cien días de contención a la opinión pública para no comentar ni juzgar. El ejecutivo aragonés se renueva y llega en formato de PP-VOX y con el apoyo innecesario pero que habla por sí solo del PAR. Aragón se tiñe en lo institucional de un azul verdoso muy oscuro y sin apenas paso para los del nuevo presidente Azcón la distribución del ejecutivo ya otorga demasiado: vuelve la época de Rudi, la etapa del 155 y la buena letra a la interna por cupos provinciales de …

Itxaso Cabrera

Cien días, los primeros cien días de gracia para conocer un gobierno, los primeros cien días de contención a la opinión pública para no comentar ni juzgar. El ejecutivo aragonés se renueva y llega en formato de PP-VOX y con el apoyo innecesario pero que habla por sí solo del PAR.

Aragón se tiñe en lo institucional de un azul verdoso muy oscuro y sin apenas paso para los del nuevo presidente Azcón la distribución del ejecutivo ya otorga demasiado: vuelve la época de Rudi, la etapa del 155 y la buena letra a la interna por cupos provinciales de los populares, los regalos desmedidos a sus nuevos socios ultraderechistas y el premio que canta línea y bingo en formato de presidencia de las Cortes de Aragón. Presidencia que por cierto no ha perdido el tiempo en eliminar fichajes y transparencia en el primer parlamento autonómico que contabilizó la presencialidad de sus señorías para, de este modo, seguir sumando privilegios a la clase política aragonesa. Pequeños gestos que restan a los avances de la última década.

A nadie le cabe duda que el nuevo presidente Azcón comienza con un pie amigable, con buenas palabras hasta para quienes se sientan enfrente, simpático en la dialéctica bien entrenada en sus años en el Ayuntamiento de Zaragoza, legislaturas que le han enseñado que en esta época valen más millones de instantáneas y buenas palabras, los titulares vendrán solos, que una gestión eficaz para avanzar socialmente.

Cien días por delante que suenan a vinos de honor para unos mientras otros cuentan con pocas opciones: ser las rosas marchitas destinadas a buscar sus rincones en otras instituciones, convertirse en la irrelevancia pública o construir una ferviente oposición. Mientras aquellos otros se debaten por qué papel quieren jugar a la izquierda, en la diestra el ejecutivo aragonés nos traerá de nuevo el olvido de la memoria histórica, el feminismo de eslogan sin movimiento, el amiguismo con la concertación de los servicios, la privatización de los avances públicos y el dejar de lado a quienes no cuentan con determinados privilegios. Y es que así se ha gestionado en las comunidades regentadas por los populares y populistas, así se ha defendido en sus programas y por estos hechos ya les conocemos y conoceremos en Aragón.

Para todo lo demás, con independencia de la institución, ahora y dentro de cien días, siempre nos quedarán las calles.

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