Asuntos que no son el chocolate del loro (ni muchísimo menos)

Ha salido la noticia de que los banqueros españoles (entiéndase como banquero a determinados ejecutivos a nivel de presidente o consejero) son los mejor pagados de Europa y que el aumento proporcional de tales personajes que cobran sueldos millonarios ha sido, también, el más alto de Europa. Son 221 los banqueros con ingresos de más de 1 millón de euros al año en España que se reparten, cada año, cerca de 500 millones de euros entre sueldo fijo y “bonus” - pago por objetivos, argucia financiera con la que disfrazan los monstruosos sueldos de algunos ejecutivos-. La media del sueldo …

Carlos Tundidor

Ha salido la noticia de que los banqueros españoles (entiéndase como banquero a determinados ejecutivos a nivel de presidente o consejero) son los mejor pagados de Europa y que el aumento proporcional de tales personajes que cobran sueldos millonarios ha sido, también, el más alto de Europa.

Son 221 los banqueros con ingresos de más de 1 millón de euros al año en España que se reparten, cada año, cerca de 500 millones de euros entre sueldo fijo y “bonus” - pago por objetivos, argucia financiera con la que disfrazan los monstruosos sueldos de algunos ejecutivos-. La media del sueldo anual de estos importantísimos señores, a tenor de su salario es de 2,25 millones de euros. Mucha sal se puede comprar con ese dineral.

Deberían caer las caras de vergüenza de muchos: los propios interesados, los accionistas de dichos bancos, los políticos que no ponen freno a estas dilapidaciones. Incluso los propios ciudadanos deberíamos poner “el grito en el cielo”, mejor en la tierra, para parar este cínico derroche. Cínico porque son los mismos que piden moderación salarial a los trabajadores de a pie de sus empresas.

Pero, no quiero centrar el debate sobre tal barbaridad, que lo es, sino en un aspecto más prosaico, más terrenal. Tiene mucho que ver con el monótono sonsonete del “chocolate del loro”, tantas veces expuesto para quitar importancia a los temas con ribetes de corrupción por acción o por omisión.

Algo importante para la justicia social y para las arcas públicas −detallado en otro artículo− es la adecuación del ingreso máximo en el salario como contribución a la Seguridad Social. Si tomamos como normal que un salario de mil euros contribuya con −redondeando− doscientos ochenta (entre el trabajador y la empresa) a las arcas de la Seguridad Social, y que uno de 3.751 euros (el máximo actual) lo haga con una cantidad de 1.050 euros, ¿por qué los salarios más altos de esta cantidad se paran en esa contribución máxima de 1.050 euros? Sería mucho más justo que una persona que tuviera de sueldo mensual treinta mil euros cotizara el mismo porcentaje que aquel que tiene la desgracia de cobrar solo mil. O que una que tuviera de sueldo real mensual de diez mil euros, cotizara a la S.S., entre empresa y trabajador, la cantidad equivalente de 2.800 euros.

Es mucho más justo, en clave de justicia social, más igualador, que la persona que tiene la suerte de tener un sueldo muy alto contribuya, al menos, con el mismo porcentaje que aquella que cobra mil, dos mil o tres mil setecientos cincuenta, el tope actual para tal contribución.

Hagamos una sencilla multiplicación para comprobar si esta filosofía conduce a eso que llamamos “chocolate del loro”.

Solamente con estos príncipes del privilegio, comentados al principio, con estos 221 sueldos impúdicos que suman un total de 500 millones de euros al año, lo que pagan entre el propio trabajador (banquero) y su empresa (banco) a la Seguridad Social supone la cantidad, euro más o menos, de 3.331.000 euros al año. (tope máximo por las 14 pagas, por el porcentaje de contribución entre empresa y trabajador, 28%, y por los 221 agraciados).

Si se aplicara el mismo porcentaje a la totalidad de salario, a esos 500 millones anuales de 221 “pajaritos”, la cantidad a ingresar en las arcas de la Seguridad social sería de 140.000.000 de euros. (CIENTO CUARENTA MILLONES DE EUROS). La diferencia es sustancial, para nada “chocolate de loros, guacamayos, periquitos, cacatúas” o animalitos a los que les guste el cacao.

Si imagináramos, por un instante, que este porcentaje se aplicara a todo el personal, independientemente de su salario mensual, afortunados ellos/ellas que disfrutan de más que el máximo de tope, el torrente de millones que irían a parar a los bolsillos de todos −Seguridad Social−, sería tan ingente que no necesitaría remiendos ni apaños para cubrir las pensiones y las necesarias subidas para que todos y todas tuvieran una pensión equivalente, al menos, del salario mínimo.

Ahora, nos preguntaremos: ¿Por qué no se hace?

La respuesta está, no en el viento, sino en las “puertas giratorias”. ¡Ay, si estas famosas puertas hablaran!

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