Aragón trabaja barato

Informes y estadísticas alertan de cómo trabajo y salarios se reducen, la ocupación crece y el acaparamiento de las rentas laborales se dispara mientras se abre un debate sobre el eventual logro del pleno empleo que obvia la calidad

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Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo)

Estamos en disposición de plantearnos el reto de ser la primera comunidad autónoma que alcance el pleno empleo”, sostuvo en su discurso de fin de año el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán. No es algo descartable en términos de cantidad. Para nada. Y mucho menos, desde la perspectiva de las tasas y los porcentajes. De hecho, la evolución de las grandes cifras del mercado laboral apunta en esa dirección. Sin embargo, las perspectivas resultan tenebrosas en lo que se refiere a la calidad: a las condiciones y la remuneración de esos puestos de trabajo.

El ‘pleno empleo’ es un término económico que se da cuando, con una tasa de paro de menos del 3% de la población activa, la oferta de puestos de trabajo cubre la demanda y se ocupa todo aquel que quiere hacerlo, y lo hace en condiciones laborales y salariales que le resulten satisfactorias. De hecho, ese 3% ideal, que en el Aragón actual supondría apenas 19.000 personas, estaría compuesto principalmente por quienes están cambiando de empleo.

Ese matiz, el de la satisfacción, resulta clave. Según los datos del Instituto Aragonés de Estadística (Iaest) y del estatal (INE), su ausencia añade a las 72.600 dificultades que plantea el desempleo otros 40.300 problemas: casi la mitad de los 85.900 trabajadores que a final del año pasado tenían contratos de jornada parcial aspiraban en realidad a tener uno de completa, de 40 horas semanales, que no encuentran. Tres de cada cuatro trabajadores insatisfechos con su jornada, un colectivo que se ha duplicado con la crisis, eran mujeres (30.700).

La suma de los dos colectivos, 112.900 personas que incluyen a 31.600 desempleados que llevan más de un año buscando trabajo, supone más de la sexta parte de la población activa, un 17,68% de los 565.000 aragoneses y aragonesas  que constituyen la demanda del mercado laboral de la comunidad.

Y no parece que la situación vaya a cambiar en una comunidad que compagina sus récords de producción y creación de riqueza en términos macroeconómicos, y cuyo PIB superó los 35.500 millones de euros en 2017, con un deterioro del mercado de trabajo que hace que se empleen casi 60.000 personas menos que cuando este alcanzaba esos mismo niveles en 2008 (565.800 ocupados ahora por 623.300 entonces) y que los empleos de menos de 40 horas semanales aumenten un 5% mientras los que las superan se desplomen un 14%.

Más riqueza, menos empleo y peor sueldo

Hay más riqueza y menos empleo, algo que parece directamente relacionado con los cambios que se están dando en los procesos productivos, en los que la mecanización y la digitalización han reducido la necesidad de mano de obra, en un proceso que se intensificará con la robotización y el avance de la industria 4.0. Y, por otro lado, no parece que las herramientas de redistribución de la renta hayan superado la situación de gripado y obsolescencia que se revelaron con la crisis.

El sindicato UGT ofrece algunas pistas de por dónde van los tiros en su último “Informe sobre el mercado laboral”, referente a 2017: “La salida de la crisis no se está dando de una manera equilibrada” y “son los beneficios empresariales los que antes se han recuperado frente a los salarios”, sostiene el documento, que añade que “a pesar de que la economía aragonesa prácticamente ha recuperado las cifras de creación de riqueza previas a la crisis, esa recuperación no se reparte de una manera igualitaria”.

En este sentido, el informe destaca lo abultado de “la recuperación de los excedentes empresariales, que ganan más de un punto y 155 millones de euros frente a la remuneración de los asalariados, que cae en más de 700 millones de euros”.

El diagnóstico del sindicato resulta revelador del cambio que se está dando en las relaciones laborales: menos mano de obra para obtener mayores beneficios y tendencia al acaparamiento de rentas por parte del empresariado, vinculada esta última, al menos parcialmente, a un estrangulamiento del crédito que obliga a modificar los planteamientos de inversión, especialmente en pymes y microempresas.

Los datos del Iaest (Instituto Aragonés de Estadística) permiten constatar cómo mientras los costes salariales acumulan prácticamente una década de congelación con una ligera tendencia a la baja (el salario medio está en 1.911 euros brutos, con 567 de Seguridad Social y sin retención de Hacienda), la jornada media se va reduciendo, de las 156 horas mensuales de 2008 a las 147 del año pasado en general, en otro indicio claro de esa paradójica reducción del trabajo pese al aumento de la ocupación.

El volumen de contratos resulta significativo de ese deterioro del mercado de trabajo; apenas el 11% de los 42.741 contratos de trabajo formalizados en Aragón el pasado mes de febrero fueron indefinidos (4.882), mientras casi nueve de cada diez (37.859) tenían carácter temporal, lo que sitúa los niveles de precariedad del mercado laboral aragonés en el promedio estatal. La duración media de las contrataciones eventuales no llega a los dos meses.

Una ilusión estadística

Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo)
Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo)

Más gente trabaja menos tiempo a cambio de menos dinero en un mercado laboral que solo hace fijos a uno de cada nueve contratados y en el que la burbuja del emprendimiento lleva tiempo pinchada: tras cuatro años de aplicación de la tarifa plana, la cifra de autónomos solo ha aumentado un 0,7% (de 104.604 a 105.387) mientras la de trabajadores por cuenta propia ‘puros’, sin sociedad unipersonal ni integración en cooperativas, se desplomaba casi ocho puntos (de 68.102 a 62.828), según las estadísticas del Ministerio de Empleo, que también revelan cómo se reduce el volumen de los que resisten los tres primeros años de aventura en solitario pese a las ayudas públicas.

A pesar de esas inquietantes tendencias, los grandes datos abonan la apariencia de un mercado laboral que se encamina hacia el pleno empleo. La ocupación crece a un ritmo de más de 16.000 puestos al año (casi 65.000 desde enero de 2014) y el paro desciende con mayor intensidad al haber caído de 148.400 a 72.600 en ese mismo periodo, dos tendencias cuyos efectos estadísticos se intensifican en una comunidad que lleva cinco años perdiendo población activa a un ritmo de 7.000 personas por ejercicio; básicamente, por el regreso a sus países de origen, o el traslado a otros de Europa, de unos 30.000 extranjeros en la última década.

Se trata de una ilusión estadística que, además, va a verse intensificada en los próximos años por dos fenómenos demográficos que reducirán la población activa: el desplome de la franja de edad de los menores de 18 años y el comienzo de la jubilación de los ‘babyboomers’, los trabajadores nacidos entre mediados de los años 50 y principios de los 70.

En apenas década y media, de aquí a 2031, Aragón habrá perdido más de 35.000 niños y adolescentes (de 234.942 a 199.599), lo que reducirá la entrada de demandantes de empleo en el mercado laboral, y habrá ganado más de 60.000 jubilados (de 292.086 a 342.730).

Aragón, con una pérdida de tres puntos de habitantes en edad de trabajar en solo trece años,  tiene todos los números para que la coexistencia de esas tendencias conduzca a una reducción de las tasas de paro a niveles ínfimos y de un aumento de las tasas de ocupación a niveles desconocidos en décadas. Pero lo hará como consecuencia de un desplome de la población activa, hoy integrada por el 76,8% de las personas en edad de trabajar, que, al mismo tiempo, llama a reflexionar sobre cómo mantener las prestaciones del Estado de bienestar tanto en las edades tempranas (educación) como en las más avanzadas (pensiones, dependencia y servicios sociales) y también en general (sanidad).

Un país de servicios

A todo esto, ¿en qué se trabaja en Aragón? Un vistazo a la EPA (Encuesta de Población Activa) revela que el sector servicios acumula más de dos tercios del empleo en la comunidad, con 387.200 de los 565.700 ocupados en el cuarto trimestre de 2017, un volumen que triplica con creces al de la industria (112.600) y que decuplica de largo tanto a la agricultura (35.600) como a la construcción (30.500), y que es, también, el que más está creciendo desde el inicio de la recuperación de las magnitudes macroeconómicas en 2014.

Por ramas, la más numerosa es la del comercio, que acapara más de la cuarta parte del empleo con 151.000 ocupados, seguida de los servicios públicos y la distintas administraciones (127.000) y a mucha distancia de la industria manufacturera (104.900), que es la que experimenta un mayor crecimiento con un aumento de más de 25.000 empleos en cinco años.

¿Y qué se produce en esa comunidad? Los datos del PIB resquebrajan algunos mitos. La mayor aportación procede del comercio (incluye hostelería) y la logística (con el transporte y el almacenamiento), que en 2016 sumaron 6.449 millones de euros, más de 310 por encima de una industria manufacturera que llegó a 6.127 y que no anduvo muy lejos de los servicios públicos y las administraciones, que alcanzaron los 6.024 tras encadenar cuatro años de recuperación.

Por detrás, la construcción (1.879) y el sector inmobiliario (3.069) rondan los 5.000 mientras la banca y los seguros aportan 1.162 y la agricultura comienza a reavivarse con el empuje del porcino, que, como paradigma de un campo cada vez más industrializado y profesionalizado, suma el 34% de una renta agraria de 1.576 y compensa el declive de otros sectores tradicionalmente potentes como el frutero, en crisis tras el veto ruso, o el del cereal.

Se trata, pues, de un sector productivo basado en los servicios, puesto que entre los públicos y los privados acaparan, incluyendo los inmobiliarios y los financieros, dos tercios del total mientras el grueso de la producción industrial está en manos de una transnacional.

¿Quién exporta, Aragón o las multinacionales?

Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo)
Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo)

Algo más de la tercera parte de esa producción (12.000 millones de 35.000 en 2017) se exporta a otros países, con un peso destacable de los coches que Opel fabrica en Figueruelas (4.108) y de las prendas de vestir que Inditex distribuye desde Plaza (1.597), en ambos casos con una repercusión más que relativa en el empleo: 5.400 directos y unos 22.000 indirectos en el caso de la primera, que en los próximos años afrontará los menores requerimientos de mano de obra del coche eléctrico, que los expertos estiman en un tercio de la que requiere el motor de combustión, y 1.100 en la segunda.

El volumen que vende al extranjero desde Aragón la multinacional gallega es similar al de la industria agroalimentaria (1.500), en la que el porcino y el vacuno acaparan el 60% del total (944), en ambos casos por encima de las químicas y el plástico (862) y de las papeleras (360) pero claramente por debajo de las firmas de electrónica, que superan los 2.100.

Sin embargo, pocos los sectores que obtienen saldos comerciales favorables con el exterior. De hecho, eso únicamente ocurre en el caso del automóvil (2.235 millones de euros), la ganadería (640), la industria agroalimentaria (161), las papeleras (114), la agricultura (99) y, también, el armamento (22).

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