Aquel fue "el tiempo de las cerezas"

Vais a permitirme que sea desde lo personal, no encuentro otra manera, desde donde haga ese balance del ciclo político y de movilizaciones de los últimos diez años. Una tarea nada fácil si como yo, has estado implicada en algunas de las historias que vivimos en esta ciudad. En lo primero que pensé, recordando ese ciclo, fue en lo fascinante que fue vivirlo, en la enorme ilusión de sus inicios, la dura y apasionante tarea de desaprender y volver a aprender muchas claves vitales y ahora en su final, en una mezcla de desilusión/esperanza con la que encarar el futuro. …

Vais a permitirme que sea desde lo personal, no encuentro otra manera, desde donde haga ese balance del ciclo político y de movilizaciones de los últimos diez años. Una tarea nada fácil si como yo, has estado implicada en algunas de las historias que vivimos en esta ciudad.

En lo primero que pensé, recordando ese ciclo, fue en lo fascinante que fue vivirlo, en la enorme ilusión de sus inicios, la dura y apasionante tarea de desaprender y volver a aprender muchas claves vitales y ahora en su final, en una mezcla de desilusión/esperanza con la que encarar el futuro.

Acostumbradas a las luchas sociales, ¡Qué pocas ganamos!, lo nuestro fue y sigue siendo patearnos las calles agarradas a una pancarta y las mesas de recogida de firmas, a ser posible en invierno, no hay nada como pasar frío. Al principio de esa década aún estábamos en lucha contra el Plan Hidrológico Nacional y los trasvases, denunciado las consecuencias de la crisis económica y social del 2008 y las ampliaciones de las estaciones de esquí en el Pirineo, tras las que se escondían la especulación urbanística y el “ladrillazo”. Es lo que tiene venir del activismo en los MMSS, en mi caso el ecologismo social, hace que te vuelvas inasequible al desaliento. "Nunca pierdas la esperanza", ese ha sido mi mantra.

Con ese mismo inasequible desaliento, algunas de nosotras y nosotros, eternos soñadores, hace ya más de 10 años pusimos en marcha un espacio de debate político al que llamamos Ateneo. Uno más en Zaragoza. Pensábamos que solo desde un frente común de las gentes de izquierdas era posible combatir todo el ciclo de crisis social y económica, paro, pobreza, desánimo político y desunión en el que habíamos naufragado.

Fueron tiempos de ilusiones, de contactos con otros grupos aquí y en el resto del país. Siempre recordaré las reuniones en Madrid, con las gentes de AdA, Alternativas desde Abajo. Fueron en aquellos encuentros en donde certificamos que había un enorme y creciente potencial de lucha social y un amplio rechazo a las políticas que pretendían resolver la crisis premiando a los de siempre, mientras la mayoría de la ciudadanía se estaba endeudando de por vida. De aquellas reuniones surgieron alianzas y el germen de lo que luego se llamaría "la confluencia" Qué gran palabra, capaz de aunar ilusiones, de concentrar esperanzas, de grandes generosidades nunca vistas hasta entonces.

No miento si digo que fue un tiempo mágico, de desaprender muchas de las claves que nos habían acompañado durante gran parte nuestra vida, -una tiene sus años-, para aprender otras formas, otro lenguaje y conquistar espacios a los nunca pensamos siquiera poder llegar. Aprendimos que una asamblea no debía de ser una torre de babel y que había que respetar la palabra pedida. Que era posible que nuestros compañeros entendieran y hasta tuvieran en cuenta conceptos como los "cuidados, la igualdad y la paridad", esos que desde hacía muchos años el feminismo veníamos reclamando. Ponerlos en práctica costó más tiempo, incluso a día de hoy, hay que seguir recordándoselos.

Y en esas estábamos, aprendiendo a desaprender cuando llegó el 15M, ese viento de cambio, lleno de frescura, de promesas de nuevos tiempos, de nuevas formas de hacer política, de la participación desde abajo, que lo arrasó todo y de la noche a la mañana nos empujó a calles y plazas, para recuperarlas haciéndolas nuevamente nuestras.

Algunas volvimos a sentirnos jóvenes con los jóvenes, fue mucho lo que aprendimos de ellos y ellas mientras hacíamos asambleas en las plazas. Teníamos la certeza de que aquel era el momento y el lugar. A partir de ahí todo empezó a correr muy deprisa. Apareció Podemos, luego las Mareas en Galicia y los Comunes. Y todo parecía tan fácil... Era el “tiempo de las cerezas” y parecía que íbamos a comérnoslas todas.

La puerta ya estaba abierta y por ella entraron Stop Desahucios denunciando las crueles consecuencias de la burbuja inmobiliaria y la crisis del 2008; las Mareas de todos los colores bajo las que se amparaban las luchas en educación, sanidad, emigración, funcionarios. El 8M poniendo al movimiento feminista en primera línea de la lucha contra la violencia machista y por los derechos y la igualdad para las mujeres y las Marchas de la Dignidad que de alguna manera aglutinaban todas las reivindicaciones. Espacios todos ellos en los que aprender, debatir y compartir ideas. El momento seguía siendo mágico, y nada ni nadie nos podía parar, o eso nos creíamos...

En marzo de 2014, durante días las Marchas de la Dignidad caminamos hacia Madrid desde diferentes puntos de España en 8 columnas. El 22 de marzo conseguimos reunir a más de un millón de personas en sus calles, en una manifestación nunca vista hasta entonces. Gentes de todo el país, de orígenes sociales diversos, confluimos bajo un mismo lema: "Pan, trabajo, techo y dignidad", tan oportuno como necesario en los tiempos de crisis en los que vivíamos. Quien nos iba a decir que 7 años después, aquellas reclamaciones estarían tan de actualidad como entonces. Pensábamos que íbamos a ser capaces de cambiarlo todo, de desalojar a la derecha del gobierno y de las instituciones. De dar voz a los de abajo, de llevarlos al Congreso, Senado y a los gobiernos de comunidades y ayuntamientos.

De la experiencia de las Marchas guardo muy gratos recuerdos, alguna lesión y buenos amigos y compañeras con los que compartí militancias, luchas y también, por qué no decirlo, desilusiones.

Pasamos ese 2014 recuperándonos de la resaca de detenciones, acusaciones e inculpaciones judiciales con las que acabó aquella edición de las marchas. Ni el gobierno del PP y ni la policía estaban dispuestos a que aquella edición terminara en una fiesta. Se ocuparon de que nos lleváramos de vuelta a casa, un "recuerdo" en forma de golpes, persecuciones y detenciones indiscriminadas. Algunas de nuestras amigas y amigos más cercanos, como otros muchos, fueron detenidos por la policía, -hubo numerosos heridos debido a los golpes recibidos- y pasaron días en comisaría, engrosando la lista de los imputados por delitos de desobediencia y lesiones a la autoridad y destrozos del mobiliario urbano. Fue el comienzo de una larga y dolorosa batalla, que terminó con la mayoría libres de culpa tras juicios que demostraron las mentiras en que se basaban los atestados, aunque para algunos de los detenidos no hubo tanta suerte y a día de hoy siguen sufriendo las secuelas de esas imputaciones judiciales.

Casi al mismo tiempo que terminaban las Marchas empezamos a escuchar que en otras comunidades había gente que bajo las marcas de "en Común" y las "Mareas gallegas" se estaban empezando a organizar de cara a las elecciones del 2015. En Aragón y en Zaragoza nos unimos a esa ola y en unos pocos meses y tras bastantes asambleas, se armaron sendas candidaturas a las municipales y autonómicas. Se redactaron programas electorales, hicimos primarias y nos presentamos a las elecciones municipales. Los sueños de muchas de nosotras por fin habían cristalizado, teníamos por delante un desafío enorme, ya nos habíamos hecho mayores.

Bajo el nombre de Zaragoza en Común, fuimos capaces de presentar una oferta electoral nueva, ilusionante, participativa, horizontal, feminista y muy centrada en lo social, sin candidatos de renombre ni líderes. Supimos aprovechar aquel momento único, que sin todo lo que supuso de fuerza renovadora el 15M, no hubiera sido posible. Algún día reconoceremos todo lo que este movimiento aportó a este país.

Contra todo pronóstico, y gracias al empuje de más de 80.000 ilusionados votantes ganamos las elecciones y asumimos el gobierno de la ciudad. Nos hicimos protagonistas de algunas de esas palabras que entonces estaban en todas nuestras conversaciones: gracias al "desborde", íbamos a desenmascarar a la "casta" y a asumir desde "abajo" y de manera "horizontal" la gestión del ayuntamiento de Zaragoza y la de sus más de 700.000 zaragozanos y zaragozanas.

Qué osadía pensaban los partidos de la oposición, unos "mindundis" a los que nadie conocía iban a sentarse junto a ellos en los plenos. Y lo que era peor, con sus votos tenían intención de cambiar la forma en que se gestionaba la política municipal desde siempre. La alternancia en el poder había saltado por los aires a manos de unos recién llegados.

¿Cómo fueron esos 4 años de gobierno en los que toda la oposición se unía una y otra vez contra Zaragoza en Común? Nueve votos contra veintidós, ese era el marcador que se repetía en todas y cada una de las votaciones. ¿Se intentaron cumplir las promesas que llevábamos en el programa electoral? claro que sí. Pero muchas chocaron contra el impenetrable muro de la oposición, más empeñada en desgastar y derribar a un gobierno de "izquierda radical" que en velar por los intereses de la ciudadanía. Desde el primer día quedó claro que la legislatura iba a ser lo más parecido a las estaciones de un vía crucis político.

Visto en perspectiva, estoy segura que para la oposición no hubo nada reseñable más allá de las “radicales” medidas que se tomaron para dar participación y voz a los vecinos de los barrios mediante los presupuestos participativos. No es cierto y el tiempo como siempre pasa, ha puesto las cosas en su sitio en esta, la legislatura de Azcón, quien vive de los réditos de aquellos proyectos que se lograron aprobar y poner en marcha en la pasada. Creo que "se hizo lo que se pudo y dejaron hacer", es duro reconocerlo, pero así fue. Sin experiencia previa, con un buen programa electoral, pero de difícil puesta en práctica, bastante desparpajo y un cuarto y mitad de soberbia, el gobierno de Zaragoza en Común fue la diana de los ataques no solo de la oposición, también de la prensa aragonesa.

La legislatura corría muy deprisa, y ya desde poco más de su mitad se empezó a mostrar la verdadera situación por la que pasaban ZeC y los partidos que integraban la coalición. De los iniciales, poco a poco se fueron apartando los más pequeños, aquellos que se quejaban de que no eran tenidos en cuenta, hasta solo quedar IU, EQUO, un grupo autodenominado como "comunes”, una masa de gente que perteneciendo a ZeC votaba a Podemos y aquellos que por diversas razones no estaban en ningún partido.

Con un Podemos más fuerte a nivel autonómico y estatal, fue el inestable equilibrio de poderes y la relación de amor-odio con ZeC, lo que precipitó el principio del fin. Podemos no formaba parte de la coalición, pero era un invitado con voz y voto y cada vez más peso en los órganos de decisión.

Vivir desde dentro esta situación, al mismo tiempo que se vislumbraba el final de la legislatura con Zaragoza en Común como primera fuerza en el ayuntamiento, fue ciertamente doloroso. Nos faltaba lo fundamental: experiencia de gobierno y madurez como organización política. Siempre he creído que si nos hubiéramos quedado esos cuatro años en la oposición, habríamos aprendido todos los entresijos de la política municipal sin sufrir el enorme desgaste político y emocional al que se vio sometida Zaragoza en Común. Las cerezas no estaban maduras, tampoco nosotras.

De aquella inmadurez vino no solo la pérdida del gobierno en las siguientes elecciones, algo más que previsible gracias también a la pinza de la oposición y la "inestimable ayuda" de la prensa y medios. También algo mucho peor y que desató las alarmas de muchas de nosotras, el desencuentro más propio de novios condenados a quererse entre Podemos y ZeC. En pocos meses se pasó del amor al odio, a un quítate tú que me pongo yo, a la desbandada de muchos y muchas de las que estaban en ambas organizaciones y la certeza de que a la hora de decidir el rumbo y ver si era posible salvar la "relación", las decisiones no las tomábamos nosotras, sino que venía impuestas desde otros espacios, principalmente desde Madrid.

Muchas de nosotras nos dejamos la piel y el corazón en un desesperado intento porque aquello no se rompiera. Apostamos fuerte, y como era previsible perdimos, quedándonos en un territorio de nadie, en el que se nos fue orillando y dejando como elementos excéntricos a las organizaciones. Si en lo político fue duro, en lo personal mucho más. ¿Era el momento de cambiar el rumbo?

Creo que todos en mayor o menor medida fuimos culpables de este divorcio. Aun así, es imposible renunciar a esos cuatro años, a toda la enorme carga de ilusión que fuimos capaces de generar, al excelente trabajo que muchas personas de forma altamente generosa, pusieron a contribución. Guardo mi cariño, respeto y agradecimiento para todos y especialmente para algunas mujeres, ellas saben quiénes son, que lo dieron todo.

Dicen que como de la droga, también de esto se sale, así que algunas dimos un paso atrás, con humildad y gran tristeza volvimos a los orígenes, dejando el campo de batalla para los dos contendientes.  Regresamos al principio de todo, a la lucha por la defensa del medio ambiente y a lo que se había convertido en un problema de dimensiones planetarias, los graves efectos del cambio climático. No fue fácil, costó tiempo volver a encontrar nuestro lugar en el cambiante y duro espacio que nos encontramos.

La legislatura se cerró en mayo de 2019 con desastrosos resultados para Zaragoza en Común y Podemos. Pasamos de 8 concejales y la alcaldía, a tres para ZeC y dos para Podemos. Espero y deseo que de esta debacle todas hayamos aprendido algo, más viendo como la entrada de VOX en el ayuntamiento ha dinamitado los restos del “buen rollo" que quedaba entre los partidos que se sientan en el Pleno. De la entrada de la ultraderecha en esta y otras instituciones, también tenemos que asumir nuestra parte de culpa.

Y como si aquello de "si algo puede empeorar seguro que lo hará", ahora nos enfrentamos en el final de este ciclo con un gobierno municipal de derechas sustentado por una ultraderecha dispuesta a imponer sus exigencias. Empeñados en una "damnatio memoriae" del legado de ZeC, a una brutal política de recortes sociales amparados en el mantra de que no hay dinero por la mala gestión anterior y un único objetivo a la vista, la venta de terrenos y la especulación urbanística para hacer caja.

¿Puede ir algo peor? pues claro que sí. Como en una mala película de ciencia ficción, desde hace un año soportamos una pandemia a nivel mundial que va dejando un enorme reguero de muertos y contagios, mucho dolor, frustración y hartazgo y una consecuencia de difícil solución: una crisis económica y social que afecta a miles de millones de ciudadanos, trabajadores y empresarios en todo el mundo.

En Zaragoza, el abandono de los Servicios Sociales ha sido una de las piedras angulares del gobierno de Azcón durante la pandemia. ¿Qué hubiera sido de las personas castigadas por la crisis pos pandemia sin el trabajo de organizaciones y grupos de ayuda vecinales que a toda prisa y en un intento de paliar el creciente hambre y abandono, se tuvieron que crear? Su trabajo desinteresado ha supuesto que miles de personas pudieran llenar sus neveras, tuvieran acompañamiento en sus visitas médicas y una compañía para paliar la impuesta soledad.

A ver si alguien puede superar este guion, nos decíamos este verano, viendo el panorama de ancianos muertos en las residencias, UCIs a tope, sanitarios sobrepasados por el trabajo, toques de queda, cierres perimetrales y de empresas, distanciamientos sociales, mascarillas y soledades. Pues sí, se puede superar, no faltaría más...

¿Qué se necesita? En realidad muy poco: una ultraderecha en alza en todas las instituciones, ruido de sables en los cuarteles y un enorme hartazgo, fruto de dos crisis consecutivas Que el gobierno PSOE-Unidas Podemos haya llegado hasta aquí es un milagro, que contra viento y marea sigan trabajando y aprobando solo algunas de las leyes que venían en su compromiso de gobierno, mientras otras parece que nunca llegarán a materializarse, conducen  no solo al desencanto, también a la protesta y a ese hartazgo descomunal. En este país y no solo por la pandemia, hace ya tiempo que hay mucha desesperanza, sobre todo entre los jóvenes que sin expectativas no vislumbran el futuro, ni encuentran trabajo y la deseada independencia. Solo ha hecho falta un pequeño movimiento en este inestable andamiaje, como la detención del rapero Pablo Hasel, para que todo el idílico mundo que les habíamos prometido a nuestros jóvenes se haya desmoronado.

Y así nos disponemos a cerrar este ciclo que tuvo sus cosas buenas, claro que sí y algunas no tanto. Desgraciadamente estas últimas han pesado mucho más en la balanza...

Casi a punto de cerrar el ciclo, ahora nos toca planificar nuestro futuro. Nos dicen que deberíamos empezar a trabajar para preparar las próximas elecciones. Se que algunos amigos y compañeros ya están pensando en ello. Se empieza a hablar de reeditar alianzas, de sanar heridas y de volver a quererse. ¿Seremos capaces de empezar un nuevo idilio? ¿con quién? Habrá que volver a enamorarse si queremos que esta izquierda tejida entre mil tribus y posmos no perezca en el intento.

De lo que estoy segura es que inasequibles al desaliento y sin perder la esperanza, nos pondremos a ello cuando toque... Nuevamente será nuestro “tiempo de las cerezas”.


Todo sobre el especial #20voces10años15m.

Autor/Autora

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies