Amor de hija

Timoteo fue asesinado en el Cementerio de Guadalajara, dejando atrás al amor de su vida, María Ibarra, y a sus hijos e hijas. Entre sus hijas se encontraba Ascensión Mendieta, la protagonista de toda esta historia, nacida, al igual que su padre, en Sacedón, en 1925, teniendo 13 años cuando asesinaron a su padre, y que logró sobrevivir a la postguerra gracias a los cuidados de su madre, María Ibarra.

Foto: Jorge Serrano Fernández

Hace un año visité Madrid y en una mañana recorrí el Cementerio Civil de La Almudena. Quien haya estado allí sabe que ese lugar es una oda perfecta al republicanismo, al progreso y la libertad. Un espacio increíble de tintes rojos, alumbrado por lápidas y epitafios que llevan el nombre de personas tan agradables y maravillosas como Nicolás Salmerón, Francisco Giner de los Ríos, Dolores Ibárruri, Pablo Iglesias, Julián Grimau, Almudena Grandes, Marcelino Camacho, Marcos Ana y tantas otras personas que lo dieron todo por "alumbrar la fuente de las aguas en el desierto estéril y conducir al pueblo a la tierra prometida", tal y como se ve inscrito en otro lugar a más de 300 kilómetros de Madrid, en el mausoleo al republicano Joaquín Costa, en el camposanto de Torrero, en Zaragoza.

Paseando por las calles de esta necrópolis me encontré, por suerte, con Javier Jara y Javier Bandrés. Jara es posiblemente la persona que mejor conoce el Cementerio de La Almudena, sabe absolutamente todo de este lugar, qué personas están enterradas, dónde están situadas y las biografías de quienes descansan en el camposanto. Bandrés es docente y psicólogo en la Universidad Complutense y un apasionado del arte latente en los cementerios.

Era una mañana soleada, calurosa y tranquila, un 2 de julio de 2022, cuando, entre lápidas, me crucé con Jara y Bandrés. Estaban hablando tranquilamente delante de una de las tumbas y yo los escuchaba en la lejanía, mientras observaba la zona de descanso de Almudena Grandes, de cuya sepultura brotaban libros, rosas y claveles. Los oía con atención, estaban hablando sobre memoria y eso me hizo estar pendiente de cada palabra que salía de sus labios. Me acerqué cautelosa y disimuladamente. Al llegar al sitio en el que estaban estacionados, saludé amablemente, observé la lápida y sonreí inocentemente. Era la sepultura de Timoteo Mendieta Alcalá y Ascensión Mendieta Ibarra.

La historia de Timoteo y Ascensión (padre e hija) es una aventura de amor interminable, infinito y eterno. Es también una simbiosis de terror, miedo, lucha y reivindicación. Un relato escrito a muchas manos con un final tardío pero feliz que, sin lugar a dudas, es merecedor de ocupar las grandes pantallas del cine español.

Toda esta historia comienza en un pueblo al sur de Guadalajara, en la villa de Sacedón.

Lugar de nacimiento de Timoteo Mendieta, sindicalista y miembro activo de la Unión General de Trabajadores (UGT), un sindicato de filiación socialista muy ligado al PSOE. Su destacado papel en el sindicato le llevó en el año 1936 a ser elegido Secretario General de la UGT en su pueblo.

El golpe de Estado de julio de 1936 y el inicio de la guerra provocaron que todo el Estado español se convirtiera en una terrible nube de muerte, con cientos de miles de víctimas en los tres años que duró la contienda y una postguerra de dura represión y castigo sobre las personas que habían sido vencidas.

"La guerra ha terminado", con este mensaje, firmado por Francisco Franco desde Burgos, se daba por finalizada la Guerra de España (1936-1939), pero, por lo que sabemos, la paz sólo llegó para un bando.

Durante la posguerra española fueron asesinadas 50.000 personas y enviadas a campos de concentración (franquistas o nazis) cerca de un millón de españoles y españolas. Eran víctimas de denuncias y juicios sumarísimos que eran farsas, personas que eran ajusticiadas por tener características comunes y haber tenido contacto estrecho con el movimiento obrero, el sistema democrático de la II República y con partidos políticos de ideología izquierdista. Ese fue el delito que cometió Timoteo Mendieta Alcalá, cuyo papel como sindicalista en la UGT le condujo al paredón el 15 de noviembre de 1939, ocho meses después del final de la guerra. Timoteo fue asesinado en el Cementerio de Guadalajara, dejando atrás al amor de su vida, María Ibarra, y a sus hijos e hijas.

Entre sus hijas se encontraba Ascensión Mendieta, la protagonista de toda esta historia, nacida, al igual que su padre, en Sacedón, en 1925, teniendo 13 años cuando asesinaron a su padre, y que logró sobrevivir a la postguerra gracias a los cuidados de su madre, María Ibarra.

La dictadura que nació de aquel desastre bélico fue un régimen que sometió al silencio y a la humillación a los vencidos de la contienda como la familia Mendieta Ibarra. Miles de víctimas fueron nutriente para los cientos de fosas que comenzó a albergar el Estado español. A las familias sólo les quedó llorar en silencio y aguantar la rabia.

La familia no pudo hablar durante décadas de lo que le había sucedido a Timoteo Mendieta por culpa del terror al que estaba sometida la población española, pero la llegada de la democracia abrió un túnel de esperanza que fue aprovechado por Paz y Ascensión (hermanas).

Pidieron durante años a las instituciones españolas esclarecer y saber que le había ocurrido a su padre en 1939 pero, lejos de obtener respuestas, obtuvieron silencio y fueron ignoradas, tanto por la Justicia como por los gobiernos que se sucedieron aquellos años.

Ascensión y su círculo más allegado continuaron su lucha por la verdad, la justicia y la reparación y recibieron noticias sobre la conocida 'querella argentina contra los crímenes del franquismo', una denuncia, apoyada por Amnistía Internacional, que fue presentada ante el Tribunal Penal argentino por crímenes de genocidio y crímenes contra la humanidad cometidos en España desde 1936 a 1977.

Ascensión Mendieta viajó junto con su familia a Argentina y, en presencia de su abogada Ana Messuti, pronunció estas palabras ante la jueza María Servini de Cubría: "Yo he venido a pedirle una cosa. Yo quisiera recuperar un hueso de mi padre para poder morirme tranquila y que me entierren con ese hueso". La jueza respondió: "Le prometemos que vamos a conseguirlo".

En el año 2017, la ARMH, con la financiación de un sindicato de electricistas noruegos (Elogit), logró encontrar los restos de Timoteo Mendieta en el Cementerio de Guadalajara, fueron exhumados y enterrados con dignidad en el Cementerio Civil de La Almudena (Madrid), ante cientos de personas el día 2 de julio de julio de 2017.

El 16 de septiembre de 2019 falleció Ascensión, eterna luchadora por la memoria democrática, fue enterrada junto los restos de su padre y fue entonces (y no antes) cuando su guerra había terminado.

Para finalizar quería destacar el compromiso humano de todas las personas citadas a lo largo del artículo:

A Javier Jara por mantener viva la memoria de las personas que descansan en el Cementerio Civil de La Almudena.

A Timoteo Mendieta por su defensa de la clase trabajadora.

A María Ibarra por sacar adelante a toda su familia.

A la familia de Ascensión Mendieta por contarnos esta historia en los medios de comunicación.

A la abogada Ana Messuti por defender lo correcto.

A la jueza María Servini de Cubría por su valentía y ética a la hora de enfrentarse al silencio.

Y, por encima de todo, a Ascensión Mendieta, por sentirse y quererse parte del mundo nuevo que queremos construir. Seguimos luchando por aclarar todo lo que pasó en aquellos años oscuros y recordaremos con cariño las palabras que nos dejaste, cuando dijiste con tristeza y con los ojos lagrimosos: "Tenemos que sacarlos a todos".

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